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EL SÍMIL CON LA MITOLOGÍA VASCA

Dans le document EL SIMBOLISMO DE LA VIRGEN NEGRA (Page 111-114)

APRECIACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS VÍRGENES NEGRAS A TRAVÉS DE SU HISTORIOGRAFÍA

3.2. LA VIRGEN NEGRA: IMAGEN PARA LA VINDICACIÓN DE LOS VALORES FEMENINOS DE LA DIVINIDAD

3.2.1. EL SÍMIL CON LA MITOLOGÍA VASCA

A fin buscar los caminos que podría emplear el neopaganismo contemporáneo para su vindicación de la virgen negra, vale la pena detenernos un momento en el ámbito hispánico, particularmente en la antigua mitología vasca, previa al proceso de cristianización. El interés y el estudio de esta materia y el consecuente recuerdo de sus valores matriarcales, es uno de los síntomas de la reemergencia del arquetipo femenino en nuestro tiempo y puede servir, además, como fundamento para dotar de estructuras míticas consistentes a un eventual neopaganismo que busque reintegrar las dos polaridades del numen femenino.

Para elaborar este apartado, nos hemos centrado en la obra del teólogo y filósofo Andrés Ortiz Osés, quien, desde la hermenéutica simbólica, ha estudiado esta mitología a la que ahora nos referimos198.

Dentro de la antigua mitología vasca, juega un papel fundamental el numen Mari, que es la personificación la Diosa Madre-Tierra, entendida aquí como Naturaleza o physis hipostasiada. Tal y como la describe Osés, Mari es principio y generatriz de todo, es la madre arcaica del mundo. Se trata de una diosa panmatriarcal y autoengendrada, Madre-Materia divinizada, la materia embarazada de formas (mater formarum). De ella proceden los reinos mineral, vegetal y animal y de ella nacen las dos categorías que rigen el dinamismo del mundo y la complementariedad de sus opuestos. Estos dos principios, en la mitología vasca, reciben el nombre de Andur e Indar. El primero es de tipo femenino y lunar y está relacionado con el origen

197 «Muchos de los que trataron de participar activamente en la vida de la Iglesia buscaban experiencias sacramentales, y en especial ser instruidos en lo que llaman vagamente “gnosis”

y “misticismo”. Por cierto que sufrieron una decepción. En los últimos cincuenta años todas las tendencias del cristianismo decidieron que la tarea más urgente de la Iglesia era adquirir una influencia mucho mayor en el plano social» (ELIADE 1997, p. 91).

198 ORTIZ-OSÉS 1996.

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insatisfacción que cierta generación padeció, a partir de los años sesenta, con las iglesias occidentales, no importando si estas son romanas o protestantes197.

En el caso hispánico, y en conexión con la virgen negra y su posible nexo con la Gran Diosa, el antiguo paganismo vasco resulta un modelo interesante de abordar, pues en él se articula muy claramente una mitología en donde el numen femenino es el protagonista y sus roles parecen traspasarse a la figura de María durante el proceso de evangelización de la Vasconia romana.

3.2.1. EL SÍMIL CON LA MITOLOGÍA VASCA

A fin buscar los caminos que podría emplear el neopaganismo contemporáneo para su vindicación de la virgen negra, vale la pena detenernos un momento en el ámbito hispánico, particularmente en la antigua mitología vasca, previa al proceso de cristianización. El interés y el estudio de esta materia y el consecuente recuerdo de sus valores matriarcales, es uno de los síntomas de la reemergencia del arquetipo femenino en nuestro tiempo y puede servir, además, como fundamento para dotar de estructuras míticas consistentes a un eventual neopaganismo que busque reintegrar las dos polaridades del numen femenino.

Para elaborar este apartado, nos hemos centrado en la obra del teólogo y filósofo Andrés Ortiz Osés, quien, desde la hermenéutica simbólica, ha estudiado esta mitología a la que ahora nos referimos198.

Dentro de la antigua mitología vasca, juega un papel fundamental el numen Mari, que es la personificación la Diosa Madre-Tierra, entendida aquí como Naturaleza o physis hipostasiada. Tal y como la describe Osés, Mari es principio y generatriz de todo, es la madre arcaica del mundo. Se trata de una diosa panmatriarcal y autoengendrada, Madre-Materia divinizada, la materia embarazada de formas (mater formarum). De ella proceden los reinos mineral, vegetal y animal y de ella nacen las dos categorías que rigen el dinamismo del mundo y la complementariedad de sus opuestos. Estos dos principios, en la mitología vasca, reciben el nombre de Andur e Indar. El primero es de tipo femenino y lunar y está relacionado con el origen

197 «Muchos de los que trataron de participar activamente en la vida de la Iglesia buscaban experiencias sacramentales, y en especial ser instruidos en lo que llaman vagamente “gnosis”

y “misticismo”. Por cierto que sufrieron una decepción. En los últimos cincuenta años todas las tendencias del cristianismo decidieron que la tarea más urgente de la Iglesia era adquirir una influencia mucho mayor en el plano social» (ELIADE 1997, p. 91).

198 ORTIZ-OSÉS 1996.

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de la magia, así como con la brujería, la religión y el destino. Es la potencia sagrada, la mater-materia impasiva, capaz de encantar y ligar las realidades a su urdimbre implicadora. Es la Naturaleza naturante. Indar, por su parte, es la energía o fuerza solar saliente y supone el efecto de la fuerza mágica. Se refiere a las metamorfosis terminales de Andur. Simboliza, en palabras de Osés, “el desembarazo, esto es, el acto heroico de la salida de la Madre. Andur es la Naturaleza naturada”199.

Así, el principio adúrico está simbolizado por la propia Mari, mientras que la realidad indárica está simbolizada por sus metamorfosis, que acostumbran a ser de tipo masculino: dioses, héroes, etc. La realidad de la magia que obra Mari es matriarcal, mientras que su realización es patriarcal. Por esta misma lógica simbólica, la interioridad cóncava y femenina de Mari es innombrable, pero su aspecto exterior masculino y convexo es omninombrable, precisamente por su extroversión de innumerables seres. Si Mari sale de sí (Andur), se convierte en lo otro de sí (Indar); mientras que si lo saliente entra en sí, recupera entonces su contacto o sentido telúrico.

Fig. 1.8. fachada del Santuario de la Virgen de Aránzazu,Oñati, Gipuzkoa Obra de Jorge Oteiza. Fotografía: Wikimedia Commons

199 ORTIZ-OSÉS 1996, p. 44

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de la magia, así como con la brujería, la religión y el destino. Es la potencia sagrada, la mater-materia impasiva, capaz de encantar y ligar las realidades a su urdimbre implicadora. Es la Naturaleza naturante. Indar, por su parte, es la energía o fuerza solar saliente y supone el efecto de la fuerza mágica. Se refiere a las metamorfosis terminales de Andur. Simboliza, en palabras de Osés, “el desembarazo, esto es, el acto heroico de la salida de la Madre. Andur es la Naturaleza naturada”199.

Así, el principio adúrico está simbolizado por la propia Mari, mientras que la realidad indárica está simbolizada por sus metamorfosis, que acostumbran a ser de tipo masculino: dioses, héroes, etc. La realidad de la magia que obra Mari es matriarcal, mientras que su realización es patriarcal. Por esta misma lógica simbólica, la interioridad cóncava y femenina de Mari es innombrable, pero su aspecto exterior masculino y convexo es omninombrable, precisamente por su extroversión de innumerables seres. Si Mari sale de sí (Andur), se convierte en lo otro de sí (Indar); mientras que si lo saliente entra en sí, recupera entonces su contacto o sentido telúrico.

Fig. 1.8. fachada del Santuario de la Virgen de Aránzazu,Oñati, Gipuzkoa Obra de Jorge Oteiza. Fotografía: Wikimedia Commons

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Según Ortiz Osés, podemos llamar diosa blanca al numen que sale de sí: diosa ascensorial y celeste, lunar. Por otro lado, podemos llamar diosa negra a lo saliente del numen que entra en sí: negritud terrácea, pregnante, fecundidad y fertilidad, nigredo ctónica. En este punto, resulta evidente la conexión de Mari con la Virgen María, en tanto que ésta es la traducción menguada de la antigua diosa vasca, que ve aquí mermados sus poderes dentro de los márgenes de la ortodoxia católica. Sin embargo, la asociación de Mari con Nuestra Señora es inevitable, así como su polaridad blanca y negra, es decir: la Inmaculada y la Virgen Madre respectivamente. De igual modo, esto conectaría también con la necesidad de conciliar los dos aspectos antes mencionados de la Sophia, el terrible y el luminoso.

Consideramos que, para ciertos feminismos, estudiar la mitología vasca como una muestra de un culto al numen supremo femenino y su concomitancia con las funciones de la Virgen María, es una buena manera de poner en valor el rol de la Virgen – tanto blanca como negra – dentro de una sociedad posmoderna que, si bien ya no es estrictamente religiosa, sí que permanece abierta a los valores espirituales que canaliza, por ejemplo, el neopaganismo.

Esta asociación del numen Mari con la Virgen llega también hasta el arte contemporáneo vasco. Tal y como observa Ortiz Osés, lo innombrable y omninombrable de Mari se traducen, respectivamente, en la oquedad central y en las púas de la fachada del Santuario de la Virgen de Aránzazu, obra de Jorge Oteiza (Fig. 1.8). Esta intuición del artista vasco sirve como puente con el siguiente apartado de este capítulo, en el que estudiaremos los vínculos de la creatividad artística y la alquimia en lo que toca con la representación de la virgen negra. La obra del pintor francés Louis Cattiax será el caso en el que centraremos nuestra atención.

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Según Ortiz Osés, podemos llamar diosa blanca al numen que sale de sí: diosa ascensorial y celeste, lunar. Por otro lado, podemos llamar diosa negra a lo saliente del numen que entra en sí: negritud terrácea, pregnante, fecundidad y fertilidad, nigredo ctónica. En este punto, resulta evidente la conexión de Mari con la Virgen María, en tanto que ésta es la traducción menguada de la antigua diosa vasca, que ve aquí mermados sus poderes dentro de los márgenes de la ortodoxia católica. Sin embargo, la asociación de Mari con Nuestra Señora es inevitable, así como su polaridad blanca y negra, es decir: la Inmaculada y la Virgen Madre respectivamente. De igual modo, esto conectaría también con la necesidad de conciliar los dos aspectos antes mencionados de la Sophia, el terrible y el luminoso.

Consideramos que, para ciertos feminismos, estudiar la mitología vasca como una muestra de un culto al numen supremo femenino y su concomitancia con las funciones de la Virgen María, es una buena manera de poner en valor el rol de la Virgen – tanto blanca como negra – dentro de una sociedad posmoderna que, si bien ya no es estrictamente religiosa, sí que permanece abierta a los valores espirituales que canaliza, por ejemplo, el neopaganismo.

Esta asociación del numen Mari con la Virgen llega también hasta el arte contemporáneo vasco. Tal y como observa Ortiz Osés, lo innombrable y omninombrable de Mari se traducen, respectivamente, en la oquedad central y en las púas de la fachada del Santuario de la Virgen de Aránzazu, obra de Jorge Oteiza (Fig. 1.8). Esta intuición del artista vasco sirve como puente con el siguiente apartado de este capítulo, en el que estudiaremos los vínculos de la creatividad artística y la alquimia en lo que toca con la representación de la virgen negra. La obra del pintor francés Louis Cattiax será el caso en el que centraremos nuestra atención.

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3.3. ALQUIMIA Y ARTE CONTEMPORÁNEO: LA VIRGEN NEGRA EN LA PINTURA

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