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EL MISTERIO MARIAL EN LA OBRA DE JEAN HANI

Dans le document EL SIMBOLISMO DE LA VIRGEN NEGRA (Page 55-59)

APRECIACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS VÍRGENES NEGRAS A TRAVÉS DE SU HISTORIOGRAFÍA

1.2. LA PROLIFERACIÓN DE ESTUDIOS SOBRE EL SIMBOLISMO DE LAS VÍRGENES NEGRAS

1.2.3. HIPÓTESIS UNIVERSALISTA

1.2.3.1. EL MISTERIO MARIAL EN LA OBRA DE JEAN HANI

Sin ninguna duda debemos al Dr. Jean Hani, quien fuera profesor de civilización y literatura griega de la Universidad de Amiens, la más importante monografía sobre

64 BALLBÉ 1991 a, pp. 105-106.

65 BALLBÉ 1991 a, pp. 106-109.

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La hipótesis del Cantar de los cantares es de las más valiosas para explicar las motivaciones del color negro en las carnaduras de estas vírgenes misteriosas, si bien también dudamos que esta explicación resulte válida para todas y cada una de las imágenes de las vírgenes negras (…). Fueron, pues, a mi modesto entender, las órdenes religiosas, de acuerdo con sus artistas, las que trataron de que sus imágenes cumplieran la frase bíblica, atribuida a la Virgen, de Nigra sum, sed fermosa64.

A partir de aquí, el autor enumera toda una serie de piadosas interpretaciones – hoy ya clásicas – que diferentes exégetas han realizado sobre la conexión del color negro de la sulamita con María, entre ellos san Bernardo de Claraval, Fray Luis de León o Guillermo el Menor y Hailgrino65.

En suma, la obra de Ballbé i Boada es un interesante documento que cumple su papel como herramienta de divulgación y que concentra un gran número de información valiosa que, convenientemente revisada, aún puede dar lugar a nuevas investigaciones.

1.2.3. HIPÓTESIS UNIVERSALISTA

Algunos autores, sin negar la herencia pagana y su perpetuación en el cristianismo, ponen especial énfasis en recalcar que las vírgenes negras no son paganismo encubierto, sino una continuidad real de los valores universales que guardaron aquellos cultos a las antiguas diosas madres de la cuenca mediterránea.

Siendo así, la virgen negra quedaría integrada en una cadena de iconos de divinidades que pertenecen a culturas y tradiciones muy lejanas pero que, en virtud de lo que podemos denominar “unidad trascendente de las religiones”, forma parte de una única verdad que la historia, la geografía y el carácter de cada pueblo, ha expresado en modos diferentes en su forma, pero iguales en su esencia.

1.2.3.1. EL MISTERIO MARIAL EN LA OBRA DE JEAN HANI.

Sin ninguna duda debemos al Dr. Jean Hani, quien fuera profesor de civilización y literatura griega de la Universidad de Amiens, la más importante monografía sobre

64 BALLBÉ 1991 a, pp. 105-106.

65 BALLBÉ 1991 a, pp. 106-109.

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las vírgenes negras interpretadas en su concepción universalista. Bajo el título La Vierge Noire et le mystère de marial, aparecido en Francia en 199566, el trabajo de Hani supone un reordenamiento de todas las hipótesis anteriores bajo una luz más amplia. Así, por ejemplo, la propuesta de Huynen queda superada por el profesor de Amiens pues, según éste, no existiría un enigma de las vírgenes negras, como afirmó aquel, sino un misterio mariano67 en el cual la virgen negra es un acento particular, esto es, una parte del misterio total que encarna la Virgen María, quien, a su vez, sería un modo de expresión cristiano de un misterio universal que tiene que ver con lo que se ha denominado el Eterno Femenino. Esta última afirmación es fundamental para lo que hemos denominado hipótesis universalista, pues solo así se entiende la alusión constante que efectúa Hani durante su trabajo a divinidades femeninas de todos los tiempos y lugares, las cuales no serían más que formas culturales concretas de la Gran Madre o Principio Femenino Universal.

Si bien el trabajo de Hani no es el primero en esta línea, sí lo es en su exposición metódica, rigurosa y, sobre todo, absolutamente respetuosa con el cristianismo, que es la vía religiosa del autor. Ciertamente, es contradictorio ver la universalidad del fenómeno de las divinidades femeninas negras de todas las culturas si ello va a la vez en detrimento de la cultura cristiana, la cual es en Occidente la depositaria de esa religio perennis tan reclamada por los autores que ven en la virgen negra los ecos de la antigua diosa. En virtud de esta visión respetuosa y universalista, Hani puede ahondar en el misterio marial ayudándose de modos de expresión más sofisticados que los de la teología cristiana, de la que depende la mariología, y exponer así mejor lo que él interpreta sobre la virgen negra. En este caso, el autor acude a la metafísica hindú para expresarse mejor ¿Cómo es esto posible y permisible? Veámoslo.

Sin afirmar explícitamente que María es una diosa, Hani dice, en cambio, que María posee carácter divino, y esto por dos razones fundamentales: el descenso del Espíritu Santo sobre ella y su glorificación y coronación en el Cielo. El carácter divino de María quedaría expresado en los textos bíblicos escogidos para acompañar las liturgias del año. Así, por ejemplo, en las vísperas del común de la Virgen, se lee:

“Desde el principio y antes de todos los siglos fui creada, y con el paso de las edades no dejaré de existir, y en la santa morada he ejercido (ante el Señor) mi ministerio”.

66 Existe una traducción al inglés y otra al castellano, que es la hemos empleado; en la bibliografía: HANI 1997.

67 HANI 1997, p. 92.

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las vírgenes negras interpretadas en su concepción universalista. Bajo el título La Vierge Noire et le mystère de marial, aparecido en Francia en 199566, el trabajo de Hani supone un reordenamiento de todas las hipótesis anteriores bajo una luz más amplia. Así, por ejemplo, la propuesta de Huynen queda superada por el profesor de Amiens pues, según éste, no existiría un enigma de las vírgenes negras, como afirmó aquel, sino un misterio mariano67 en el cual la virgen negra es un acento particular, esto es, una parte del misterio total que encarna la Virgen María, quien, a su vez, sería un modo de expresión cristiano de un misterio universal que tiene que ver con lo que se ha denominado el Eterno Femenino. Esta última afirmación es fundamental para lo que hemos denominado hipótesis universalista, pues solo así se entiende la alusión constante que efectúa Hani durante su trabajo a divinidades femeninas de todos los tiempos y lugares, las cuales no serían más que formas culturales concretas de la Gran Madre o Principio Femenino Universal.

Si bien el trabajo de Hani no es el primero en esta línea, sí lo es en su exposición metódica, rigurosa y, sobre todo, absolutamente respetuosa con el cristianismo, que es la vía religiosa del autor. Ciertamente, es contradictorio ver la universalidad del fenómeno de las divinidades femeninas negras de todas las culturas si ello va a la vez en detrimento de la cultura cristiana, la cual es en Occidente la depositaria de esa religio perennis tan reclamada por los autores que ven en la virgen negra los ecos de la antigua diosa. En virtud de esta visión respetuosa y universalista, Hani puede ahondar en el misterio marial ayudándose de modos de expresión más sofisticados que los de la teología cristiana, de la que depende la mariología, y exponer así mejor lo que él interpreta sobre la virgen negra. En este caso, el autor acude a la metafísica hindú para expresarse mejor ¿Cómo es esto posible y permisible? Veámoslo.

Sin afirmar explícitamente que María es una diosa, Hani dice, en cambio, que María posee carácter divino, y esto por dos razones fundamentales: el descenso del Espíritu Santo sobre ella y su glorificación y coronación en el Cielo. El carácter divino de María quedaría expresado en los textos bíblicos escogidos para acompañar las liturgias del año. Así, por ejemplo, en las vísperas del común de la Virgen, se lee:

“Desde el principio y antes de todos los siglos fui creada, y con el paso de las edades no dejaré de existir, y en la santa morada he ejercido (ante el Señor) mi ministerio”.

66 Existe una traducción al inglés y otra al castellano, que es la hemos empleado; en la bibliografía: HANI 1997.

67 HANI 1997, p. 92.

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(Ecl 24, 9-10). En el texto bíblico es la Sabiduría personificada la que habla; en cambio, en el contexto de la liturgia, estas palabras son puestas en boca de María.

En la misa de la fiesta del 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, la liturgia pone de nuevo en boca de la Virgen unas palabras pronunciadas por la Sabiduría:

El Señor me dio la vida como primicia de sus obras, mucho antes de sus obras de antaño.

Fui establecida desde la Eternidad, desde antes de que existiera el mundo. No existían los grandes mares cuando yo nací; no había entonces manantiales de abundantes aguas. Nací antes que fueran formadas las colinas, antes que se cimentaran las montañas, antes que él creara la tierra y sus paisajes y el polvo primordial con que hizo el mundo. Cuando Dios cimentó la bóveda celeste y trazó el horizonte sobre las aguas allí estaba yo presente (…) Allí estaba yo, afirmando su obra. Día tras día me llenaba yo de gozo, disfrutaba siempre de estar en su presencia; me regocijaba en el mundo que él creó. ¡En el género humano me deleitaba! (Prov 8, 22-32).

Para Hani, en estos dos ejemplos encontraríamos un testimonio velado y a la vez luminoso sobre el nacimiento eterno de la Virgen en el seno de la Divinidad, es decir, el nacimiento celestial de María. Y ese ser celestial, esa Sabiduría de Dios, habría descendido entonces al mundo, al polo inferior de la Creación, se manifestaría dentro del tiempo y el espacio. Este descenso, esta querida autolimitación de un principio celestial en una de sus criaturas, es lo que lleva al autor a referirse a María con el término sánscrito avatar, empleando así, como ya hemos anunciado, los medios de expresión de la metafísica hindú.

En efecto, la presencia de lo femenino en Dios puede resultar algo extraño para el creyente medio e incluso para muchos sacerdotes, pero en cambio está respaldada por la misma Torah. En Génesis 1,27 leemos “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen divina los creó, lo hizo hombre y mujer”. Para Hani, la conclusión necesaria de este versículo es muy clara: si la polaridad masculino-femenino constituye la imagen de Dios en el ser humano, es que esa polaridad, de algún modo, existe en Dios. Así pues, las polaridades de tipo masculino-femenino que podamos encontrar en el Universo serían cualidades que manifiestan, cada una a su manera, la polaridad universal que gobierna toda la vida cósmica. Es esto lo que la tradición china denomina Yang y Ying, es decir, el aspecto activo y el pasivo de la Energía universal, que tiene sus raíces en Dios mismo, tal y como lo expresaríamos bajo un

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(Ecl 24, 9-10). En el texto bíblico es la Sabiduría personificada la que habla; en cambio, en el contexto de la liturgia, estas palabras son puestas en boca de María.

En la misa de la fiesta del 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, la liturgia pone de nuevo en boca de la Virgen unas palabras pronunciadas por la Sabiduría:

El Señor me dio la vida como primicia de sus obras, mucho antes de sus obras de antaño.

Fui establecida desde la Eternidad, desde antes de que existiera el mundo. No existían los grandes mares cuando yo nací; no había entonces manantiales de abundantes aguas. Nací antes que fueran formadas las colinas, antes que se cimentaran las montañas, antes que él creara la tierra y sus paisajes y el polvo primordial con que hizo el mundo. Cuando Dios cimentó la bóveda celeste y trazó el horizonte sobre las aguas allí estaba yo presente (…) Allí estaba yo, afirmando su obra. Día tras día me llenaba yo de gozo, disfrutaba siempre de estar en su presencia; me regocijaba en el mundo que él creó. ¡En el género humano me deleitaba! (Prov 8, 22-32).

Para Hani, en estos dos ejemplos encontraríamos un testimonio velado y a la vez luminoso sobre el nacimiento eterno de la Virgen en el seno de la Divinidad, es decir, el nacimiento celestial de María. Y ese ser celestial, esa Sabiduría de Dios, habría descendido entonces al mundo, al polo inferior de la Creación, se manifestaría dentro del tiempo y el espacio. Este descenso, esta querida autolimitación de un principio celestial en una de sus criaturas, es lo que lleva al autor a referirse a María con el término sánscrito avatar, empleando así, como ya hemos anunciado, los medios de expresión de la metafísica hindú.

En efecto, la presencia de lo femenino en Dios puede resultar algo extraño para el creyente medio e incluso para muchos sacerdotes, pero en cambio está respaldada por la misma Torah. En Génesis 1,27 leemos “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen divina los creó, lo hizo hombre y mujer”. Para Hani, la conclusión necesaria de este versículo es muy clara: si la polaridad masculino-femenino constituye la imagen de Dios en el ser humano, es que esa polaridad, de algún modo, existe en Dios. Así pues, las polaridades de tipo masculino-femenino que podamos encontrar en el Universo serían cualidades que manifiestan, cada una a su manera, la polaridad universal que gobierna toda la vida cósmica. Es esto lo que la tradición china denomina Yang y Ying, es decir, el aspecto activo y el pasivo de la Energía universal, que tiene sus raíces en Dios mismo, tal y como lo expresaríamos bajo un

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prisma occidental. En otras palabras: lo masculino y lo femenino son prolongaciones de la Divinidad suprema, del Uno.

En el fondo, de lo que trata Hani es sobre el misterio de la Vida Divina, que es lo absoluto, y de su relación con la Creación, que es lo relativo respecto a la primera.

Para el autor, plantear bajo los términos del Vedanta esta cuestión es un medio que ayuda a simplificar las cosas. Nos llevaría demasiado lejos desarrollar aquí las explicaciones y símiles que Hani acomete en su libro. Nos bastará con decir que, para el autor, es necesario ver la identidad fundamental de la Virgen con la Shakti suprema que, por la acción de la Esencia Divina, desencadena el proceso de la manifestación universal (lo que conocemos como Maya) y que tiene como primer efecto la aparición del Dios-personal, esto es, la primera autodeterminación de la Divinidad, de modo que lo Eterno-Divino se revela a sí mismo a través de la Mahashakti. En otras palabras: el Eterno femenino es el modo que emplea el Dios Supremo para producir su epifanía como Dios-personal68. Si esto no hubiera sido así, la Gloria y la Sabiduría del Dios Supremo habrían permanecido ignotas e incognoscibles. De igual modo, sin María, Dios no habría podido tomar forma humana. Sin embargo, y siguiendo el esquema del Vedanta antes expuesto, esto es solo una consecuencia de algo más importante, pues si María es Madre de Dios en la generación humana o inferior (este sería su rol como Maya) se debe a que también lo es en la región celestial o superior en su modo de Eterno Femenino o Mahashakti o Maya Suprema. La Virgen, así, es Madre de Dios también en su generación eterna69. En palabras de maestro Eckhart: “Nuestra Señora, antes de convertirse en Madre de Dios en su humanidad, era Madre de Dios en su divinidad, y el nacimiento que ella le dio en su Divinidad, está representado por el nacimiento que Dios tomó en ella como hombre”70.

Aquí se encuentra el corazón del misterio mariano: María es Madre de Dios en el mundo creado porque lo es también en el mundo superior, porque su inmaculada concepción hunde sus raíces en la Divinidad Suprema

Y esto es – afirma Hani – lo que simboliza a fin de cuentas el icono negro de la Virgen negra. El color negro (…) es una imagen de lo que no se ha manifestado, de lo que permanece oculto (…) la Subtancia Universal con la que se identifica también María. Y este color negro se aplica también a fortiori al grado supremo, que es el más oculto. El

68 HANI 1997, p. 91.

69 HANI 1997, p. 90-91.

70 Citado en HANI 1997, p. 91.

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prisma occidental. En otras palabras: lo masculino y lo femenino son prolongaciones de la Divinidad suprema, del Uno.

En el fondo, de lo que trata Hani es sobre el misterio de la Vida Divina, que es lo absoluto, y de su relación con la Creación, que es lo relativo respecto a la primera.

Para el autor, plantear bajo los términos del Vedanta esta cuestión es un medio que ayuda a simplificar las cosas. Nos llevaría demasiado lejos desarrollar aquí las explicaciones y símiles que Hani acomete en su libro. Nos bastará con decir que, para el autor, es necesario ver la identidad fundamental de la Virgen con la Shakti suprema que, por la acción de la Esencia Divina, desencadena el proceso de la manifestación universal (lo que conocemos como Maya) y que tiene como primer efecto la aparición del Dios-personal, esto es, la primera autodeterminación de la Divinidad, de modo que lo Eterno-Divino se revela a sí mismo a través de la Mahashakti. En otras palabras: el Eterno femenino es el modo que emplea el Dios Supremo para producir su epifanía como Dios-personal68. Si esto no hubiera sido así, la Gloria y la Sabiduría del Dios Supremo habrían permanecido ignotas e incognoscibles. De igual modo, sin María, Dios no habría podido tomar forma humana. Sin embargo, y siguiendo el esquema del Vedanta antes expuesto, esto es solo una consecuencia de algo más importante, pues si María es Madre de Dios en la generación humana o inferior (este sería su rol como Maya) se debe a que también lo es en la región celestial o superior en su modo de Eterno Femenino o Mahashakti o Maya Suprema. La Virgen, así, es Madre de Dios también en su generación eterna69. En palabras de maestro Eckhart: “Nuestra Señora, antes de convertirse en Madre de Dios en su humanidad, era Madre de Dios en su divinidad, y el nacimiento que ella le dio en su Divinidad, está representado por el nacimiento que Dios tomó en ella como hombre”70.

Aquí se encuentra el corazón del misterio mariano: María es Madre de Dios en el mundo creado porque lo es también en el mundo superior, porque su inmaculada concepción hunde sus raíces en la Divinidad Suprema

Y esto es – afirma Hani – lo que simboliza a fin de cuentas el icono negro de la Virgen negra. El color negro (…) es una imagen de lo que no se ha manifestado, de lo que permanece oculto (…) la Subtancia Universal con la que se identifica también María. Y este color negro se aplica también a fortiori al grado supremo, que es el más oculto. El

68 HANI 1997, p. 91.

69 HANI 1997, p. 90-91.

70 Citado en HANI 1997, p. 91.

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negro de la materia prima, que es la indistinción potencial, es el reflejo, en este plano inferior, de la no distinción principial de lo infinito, de la Mahashakti, el Eterno Femenino divino, “el negro de esa tiniebla más que luminosa”, para emplear una expresión de Dionisio Areopagita. El icono negro es el icono de la Magna Mater, la Maha-Devi de la India 71.

Así, para el autor, si se consideran los dos iconos de la Virgen, el negro y el blanco, puede decirse que el negro simboliza lo infinito y el blanco la pureza. “El simbolismo

Así, para el autor, si se consideran los dos iconos de la Virgen, el negro y el blanco, puede decirse que el negro simboliza lo infinito y el blanco la pureza. “El simbolismo

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