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LAS CONTRIBUCIONES DE EMILLE SAILLENS

Dans le document EL SIMBOLISMO DE LA VIRGEN NEGRA (Page 31-37)

APRECIACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS VÍRGENES NEGRAS A TRAVÉS DE SU HISTORIOGRAFÍA

1.1. LAS TRES PRIMERAS MONOGRAFÍAS

1.1.2. LAS CONTRIBUCIONES DE EMILLE SAILLENS

La siguiente monografía, también francesa, apareció en el año 1945 bajo el título de Nos vierges noires: leurs origens. Su autor, el profesor de literatura inglesa y traductor Emile Saillens, es continuador de la obra de Lefebvre8, por lo que su posición es también favorable al valor simbólico del color negro, en tanto que éste es un rasgo que conecta a la Virgen con los cultos precristianos. Para Saillens, y esto es muy evidente, la Contrarreforma no logró depurar del todo ciertas creencias de tinte pagano arraigadas profundamente en el pueblo. En ese sentido, el autor entiende que las vírgenes negras serían una prueba de ello, pues conectarían con todo el pasado precristiano de los enclaves en donde éstas reciben culto. Como ya hemos apuntado, este tipo de interpretación fue criticada por la mayoría de académicos del pasado siglo y también en el XIX, más aún cuando estos académicos eran también sacerdotes, como es el caso del arqueólogo Wolfgang Menzel, quien en su Christliche Symbolyk (Ratisbona, 1834), negaba categóricamente la posibilidad que esgrimirán después Lefebvre o Saillens. Éste último, también muy taxativo, expresó que Menzel se equivoca doblemente: “se equivoca como sacerdote y como arqueólogo”9.

A estas conclusiones llegó el autor tras exponer y analizar las diferentes teorías que explicarían el color negro de las efigies de María. Para Saillens, éstas son fundamentalmente ocho, de las cuales cinco tienen valor realista-material y tres aluden al símbolo10. Repasemos, sucintamente, esas teorías e hipótesis a la vez que realizamos algunas observaciones.

La primera es la conocida como “hipótesis racial”: María habría tenido la piel morena, tal y como lo afirmaría el jesuita Van den Steen (1556 – 1637) en sus Comentarios de la Biblia. Del mismo modo que las egipcias o las palestinas, que son morenas por la acción del Sol sobre su piel, María tendría igualmente la tez oscura y la manera de perpetuar esta idea habría dado lugar a las imágenes que nosotros conocemos como vírgenes negras. Para Van den Steen, lo que probaría esta hipótesis sería el retrato que san Lucas realizara a la Virgen y que se conserva en la iglesia romana de Santa María la Mayor11. En 1897 el Canónigo Brugière cita al jesuita

8 De hecho, Saillens, en el prólogo de su libro, hace notar que su trabajo de redacción comenzó en 1933, pero que finalmente Lefebvre publicó antes su tesis. El autor se muestra satisfecho al comprobar que una especialista en historia del arte llegara a las mismas conclusiones que él.

9 SAILLENS 1945, p. 15.

10 SAILLENS 1945, pp. 205 y ss.

11 Sobre los retratos de la Virgen efectuados por san Lucas, ver p. 338 y ss. de este trabajo.

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1.1.2. LAS CONTRIBUCIONES DE EMILLE SAILLENS

La siguiente monografía, también francesa, apareció en el año 1945 bajo el título de Nos vierges noires: leurs origens. Su autor, el profesor de literatura inglesa y traductor Emile Saillens, es continuador de la obra de Lefebvre8, por lo que su posición es también favorable al valor simbólico del color negro, en tanto que éste es un rasgo que conecta a la Virgen con los cultos precristianos. Para Saillens, y esto es muy evidente, la Contrarreforma no logró depurar del todo ciertas creencias de tinte pagano arraigadas profundamente en el pueblo. En ese sentido, el autor entiende que las vírgenes negras serían una prueba de ello, pues conectarían con todo el pasado precristiano de los enclaves en donde éstas reciben culto. Como ya hemos apuntado, este tipo de interpretación fue criticada por la mayoría de académicos del pasado siglo y también en el XIX, más aún cuando estos académicos eran también sacerdotes, como es el caso del arqueólogo Wolfgang Menzel, quien en su Christliche Symbolyk (Ratisbona, 1834), negaba categóricamente la posibilidad que esgrimirán después Lefebvre o Saillens. Éste último, también muy taxativo, expresó que Menzel se equivoca doblemente: “se equivoca como sacerdote y como arqueólogo”9.

A estas conclusiones llegó el autor tras exponer y analizar las diferentes teorías que explicarían el color negro de las efigies de María. Para Saillens, éstas son fundamentalmente ocho, de las cuales cinco tienen valor realista-material y tres aluden al símbolo10. Repasemos, sucintamente, esas teorías e hipótesis a la vez que realizamos algunas observaciones.

La primera es la conocida como “hipótesis racial”: María habría tenido la piel morena, tal y como lo afirmaría el jesuita Van den Steen (1556 – 1637) en sus Comentarios de la Biblia. Del mismo modo que las egipcias o las palestinas, que son morenas por la acción del Sol sobre su piel, María tendría igualmente la tez oscura y la manera de perpetuar esta idea habría dado lugar a las imágenes que nosotros conocemos como vírgenes negras. Para Van den Steen, lo que probaría esta hipótesis sería el retrato que san Lucas realizara a la Virgen y que se conserva en la iglesia romana de Santa María la Mayor11. En 1897 el Canónigo Brugière cita al jesuita

8 De hecho, Saillens, en el prólogo de su libro, hace notar que su trabajo de redacción comenzó en 1933, pero que finalmente Lefebvre publicó antes su tesis. El autor se muestra satisfecho al comprobar que una especialista en historia del arte llegara a las mismas conclusiones que él.

9 SAILLENS 1945, p. 15.

10 SAILLENS 1945, pp. 205 y ss.

11 Sobre los retratos de la Virgen efectuados por san Lucas, ver p. 338 y ss. de este trabajo.

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para justificar lo mismo, añadiendo que María permaneció mucho tiempo en Egipto12. Otros autores observaron que Egipto estaba al lado de Etiopía y que los etíopes sí que eran negros, de modo que, por proximidad, quizá María pudo haber sido muy morena, casi negra. Saillens, como la mayoría de autores contemporáneos, desestima esta hipótesis, pues equivale a decir que las estatuas de las vírgenes negras son así porque la Virgen era negra ¿Y cómo sabemos esto? Porque hay retratos de ella donde aparece negra. Es evidente que esta hipótesis es muy difícil de sostener, particularmente porque los iconógrafos ya sabían cómo eran los habitantes de Próximo Oriente y, un sirio, por poner un ejemplo, no es negro13. Ya san Agustín advertía sobre la veracidad de los supuestos retratos de la Virgen y aceptaba que nadie puede saber cómo era físicamente su rostro (De Trinitate, VIII, 7).

Por nuestra parte, añadiremos que, sobre el color de la piel de la Virgen, existen infinidad de reflexiones en todas las épocas y que, en algunas de ellas, el color negro posee un cierto protagonismo. Tanto es así que, leídos aisladamente, algunos de esos argumentos podrían llevar a creer en que la Virgen fue claramente concebida con tez negra por algunos teólogos medievales, pero conviene no precipitarse. Así, a la cuestión XVIII del Mariale atribuido a san Alberto Magno, donde la pregunta es “si la santísima Virgen tuvo el debido color en el cutis”, su autor responde en primer lugar que

El color es el objeto propio de la vista y, por ende, el que más se adapta a ella, más se compagina con la bondad y perfección de la complexión; es así que el negro es el que más se adapta, porque concentra la vista; luego es más perfecto para la visión y, por lo tanto, el que correspondía al cuerpo más perfecto14.

En cambio, más adelante, el autor acomete un ejercicio similar, donde el color blanco resulta más adecuado para un cuerpo perfecto:

Lo simple es más noble que lo compuesto. Luego el blanco y el negro, colores simples, son más nobles que los compuestos (…) Luego el cuerpo más perfecto tendrá uno de los dos [colores]. Empero, al decir de Aristóteles, en los cuerpos hay luz y tinieblas, esto es, blancura y negrura, siendo más perfecta la luz que las tinieblas; en consecuencia, el cuerpo

12 SAILLENS 1945, p. 205.

13 Además, al pueblo, mayormente le gustaba imaginar a María con los cabellos rubios y con la piel muy banca, tal y como la describirá, por ejemplo, la pastorcilla de Lourdes.

14 ALBERTO MAGNO 1948, p. 223.

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para justificar lo mismo, añadiendo que María permaneció mucho tiempo en Egipto12. Otros autores observaron que Egipto estaba al lado de Etiopía y que los etíopes sí que eran negros, de modo que, por proximidad, quizá María pudo haber sido muy morena, casi negra. Saillens, como la mayoría de autores contemporáneos, desestima esta hipótesis, pues equivale a decir que las estatuas de las vírgenes negras son así porque la Virgen era negra ¿Y cómo sabemos esto? Porque hay retratos de ella donde aparece negra. Es evidente que esta hipótesis es muy difícil de sostener, particularmente porque los iconógrafos ya sabían cómo eran los habitantes de Próximo Oriente y, un sirio, por poner un ejemplo, no es negro13. Ya san Agustín advertía sobre la veracidad de los supuestos retratos de la Virgen y aceptaba que nadie puede saber cómo era físicamente su rostro (De Trinitate, VIII, 7).

Por nuestra parte, añadiremos que, sobre el color de la piel de la Virgen, existen infinidad de reflexiones en todas las épocas y que, en algunas de ellas, el color negro posee un cierto protagonismo. Tanto es así que, leídos aisladamente, algunos de esos argumentos podrían llevar a creer en que la Virgen fue claramente concebida con tez negra por algunos teólogos medievales, pero conviene no precipitarse. Así, a la cuestión XVIII del Mariale atribuido a san Alberto Magno, donde la pregunta es “si la santísima Virgen tuvo el debido color en el cutis”, su autor responde en primer lugar que

El color es el objeto propio de la vista y, por ende, el que más se adapta a ella, más se compagina con la bondad y perfección de la complexión; es así que el negro es el que más se adapta, porque concentra la vista; luego es más perfecto para la visión y, por lo tanto, el que correspondía al cuerpo más perfecto14.

En cambio, más adelante, el autor acomete un ejercicio similar, donde el color blanco resulta más adecuado para un cuerpo perfecto:

Lo simple es más noble que lo compuesto. Luego el blanco y el negro, colores simples, son más nobles que los compuestos (…) Luego el cuerpo más perfecto tendrá uno de los dos [colores]. Empero, al decir de Aristóteles, en los cuerpos hay luz y tinieblas, esto es, blancura y negrura, siendo más perfecta la luz que las tinieblas; en consecuencia, el cuerpo

12 SAILLENS 1945, p. 205.

13 Además, al pueblo, mayormente le gustaba imaginar a María con los cabellos rubios y con la piel muy banca, tal y como la describirá, por ejemplo, la pastorcilla de Lourdes.

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más acabado quedará mejor con la luz que con las tinieblas; luego el blanco será el color que corresponderá al cuerpo más perfecto15.

Tras esto, el autor del Mariale analiza el color rojo, la mezcla de rojo y blanco y, por último, el verde. En su análisis, cada color parece realmente el más adecuado para el cuerpo más perfecto y puro, esto es, para el cuerpo de la Santa Virgen.

Finalmente, y habiendo pasado ya a la cuestión XX, donde se inquiere sobre el color de los ojos de la Virgen, el autor del Mariale expresa claramente (siguiendo los postulados de Galeno y Juanicio) que la combinación de rojo y blanco, es decir, el rosado, fue el color que tuvo el cuerpo de la Virgen, por ser esta mezcla la más propia de los cuerpos equilibrados16.

La segunda hipótesis que recoge Saillens es la que propone que los prototipos de las vírgenes negras del occidente medieval habrían sido realizados por artesanos morenos, es decir, habitantes de tierras lejanas que ya trabajan la imagineria de tradición precristiana. Las imágenes de la Virgen provenientes de las Cruzadas, de los contactos con Oriente y con otras tierras lejanas habrían dado lugar a la creación de las estatuas negras medievales que hoy conocemos. En el mercado de imágenes del Oriente mediterráneo, antes de la iconoclastia bizantina, se venderían además las antiguas piezas de tradiciones previas al cristianismo realizadas en Egipto o en otros lugares y que servirían como modelos para los imagineros cristianos. A este respecto, Saillens alude a la obra de Albert Gayet L’art copte, de 1902, en la cual se expone cómo los artesanos coptos habrían candorosamente cristianizado a Isis, efectuando pequeños retoques en las piezas de origen egipcio, convirtiéndolas en una Virgo lactans, una orante o una imagen de una santa. A este respecto, por nuestra parte, no podemos dejar de citar la profusamente ilustrada obra de G.J. Witkowsky L’art profane à l’Eglise, de 1908, donde se documentan multitud de casos en Francia donde estatuas de Isis con Horus recibieron culto cristiano en diferentes iglesias, pues fueron tomadas por los fieles como auténticas representaciones de María con el Niño17.

La tercera hipótesis es la que propone que, por azar, los prototipos habrían sido tallados en alguna materia negra, como por ejemplo el basalto o la madera de ébano.

15 ALBERTO MAGNO, pp. 223 y 224.

16 ALBERTO MAGNO, p. 132.

17 WITKOWSKY 1908.

Online en: https://archive.org/details/lartprofanelglis01witk/page/280

Sobre el uso de las imágenes de Isis como modelos para la iconografía de la Theotokos, cf.

DELATTRE 1907.

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más acabado quedará mejor con la luz que con las tinieblas; luego el blanco será el color que corresponderá al cuerpo más perfecto15.

Tras esto, el autor del Mariale analiza el color rojo, la mezcla de rojo y blanco y, por último, el verde. En su análisis, cada color parece realmente el más adecuado para el cuerpo más perfecto y puro, esto es, para el cuerpo de la Santa Virgen.

Finalmente, y habiendo pasado ya a la cuestión XX, donde se inquiere sobre el color de los ojos de la Virgen, el autor del Mariale expresa claramente (siguiendo los postulados de Galeno y Juanicio) que la combinación de rojo y blanco, es decir, el rosado, fue el color que tuvo el cuerpo de la Virgen, por ser esta mezcla la más propia de los cuerpos equilibrados16.

La segunda hipótesis que recoge Saillens es la que propone que los prototipos de las vírgenes negras del occidente medieval habrían sido realizados por artesanos morenos, es decir, habitantes de tierras lejanas que ya trabajan la imagineria de tradición precristiana. Las imágenes de la Virgen provenientes de las Cruzadas, de los contactos con Oriente y con otras tierras lejanas habrían dado lugar a la creación de las estatuas negras medievales que hoy conocemos. En el mercado de imágenes del Oriente mediterráneo, antes de la iconoclastia bizantina, se venderían además las antiguas piezas de tradiciones previas al cristianismo realizadas en Egipto o en otros lugares y que servirían como modelos para los imagineros cristianos. A este respecto, Saillens alude a la obra de Albert Gayet L’art copte, de 1902, en la cual se expone cómo los artesanos coptos habrían candorosamente cristianizado a Isis, efectuando pequeños retoques en las piezas de origen egipcio, convirtiéndolas en una Virgo lactans, una orante o una imagen de una santa. A este respecto, por nuestra parte, no podemos dejar de citar la profusamente ilustrada obra de G.J. Witkowsky L’art profane à l’Eglise, de 1908, donde se documentan multitud de casos en Francia donde estatuas de Isis con Horus recibieron culto cristiano en diferentes iglesias, pues fueron tomadas por los fieles como auténticas representaciones de María con el Niño17.

La tercera hipótesis es la que propone que, por azar, los prototipos habrían sido tallados en alguna materia negra, como por ejemplo el basalto o la madera de ébano.

15 ALBERTO MAGNO, pp. 223 y 224.

16 ALBERTO MAGNO, p. 132.

17 WITKOWSKY 1908.

Online en: https://archive.org/details/lartprofanelglis01witk/page/280

Sobre el uso de las imágenes de Isis como modelos para la iconografía de la Theotokos, cf.

DELATTRE 1907.

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Esto es posible, pero tal y como señala Saillens, el basalto es extremadamente difícil de trabajar y no sería una opción muy viable para generar modelos iconográficos para otras imágenes que imitarían su color. El ébano, por su parte, es más sencillo de tallar, pero no entró en Europa como material artístico hasta mediados del siglo XIII, y la mayoría de tallas consideradas como vírgenes negras son piezas del románico, esto es, piezas que ya existen en el siglo XII, fueran negras o no en ese momento.

Otra posibilidad esgrimida en una línea empirista similar, es la que dice que los prototipos de las vírgenes negras fueran piezas realizadas en bronce, eventualidad que ya Lefebvre descartó18, así como el mismo Saillens, que hace suya la explicación de la autora de la primera monografía: la pátina del bronce no es uniformemente negra en toda la superficie ni en todos los casos; por esta lógica, se podría esperar encontrar vírgenes rojas o verdes, dados los cambios que padece el bronce, pero parece bastante claro que no existe ninguna tradición sobre estos supuestos casos.

Por otro lado, dentro de la misma hipótesis, Saillens cita a Menzel19, quien propuso que las primeras vírgenes negras habrían sido un xoanon. Como estas estatuas de madera votivas acostumbraban a ser de color negro, podrían ser el origen de las tallas que nos ocupan. Saillens tiene en alta estima esta hipótesis, que desarrolla hacia el final de su libro, pues entronca con aspectos míticos y simbólicos que engarzan con el culto a las vírgenes negras tal y como él lo concibe. Para este autor, el culto precristiano a los betilos, menhires, piedras negras y, sobre todo, a los árboles, es una de las bases del culto a la fertilidad de la diosa que se traduce en lenguaje cristiano gracias a los rasgos que María tomó, especialmente, de la Artemisa de Éfeso y sus multiformes derivaciones. Esos objetos naturales, poco a poco, fueron tomando rasgos humanos, pero seguían recordando las propiedades dadoras de vida de la diosa, siendo el árbol uno de sus símbolos más privilegiados.

Sobre esta conexión con el antiguo paganismo, Saillens cita las palabras de un sacerdote que, pronunciándose sobre las vírgenes negras dijo que “nous avons gardé le corps, mais nous avons changé l’âme”20. Y esta afirmación es, para el autor francés, la más pura verdad, pues concibe a las vírgenes negras como el más bello trofeo de la Iglesia. A la sombra de la cruz, escribe Saillens, ellas recuerdan, por su color insólito, una floración pagana que nuestro sol ha cubierto muchas veces. Ese

18 LEFEVBRE 1938 p. 108.

19 SAILLENS 1945, p. 207.

20 SAILLENS 1945, p. 231.

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Esto es posible, pero tal y como señala Saillens, el basalto es extremadamente difícil de trabajar y no sería una opción muy viable para generar modelos iconográficos para otras imágenes que imitarían su color. El ébano, por su parte, es más sencillo de tallar, pero no entró en Europa como material artístico hasta mediados del siglo XIII, y la mayoría de tallas consideradas como vírgenes negras son piezas del románico, esto es, piezas que ya existen en el siglo XII, fueran negras o no en ese momento.

Otra posibilidad esgrimida en una línea empirista similar, es la que dice que los prototipos de las vírgenes negras fueran piezas realizadas en bronce, eventualidad

Otra posibilidad esgrimida en una línea empirista similar, es la que dice que los prototipos de las vírgenes negras fueran piezas realizadas en bronce, eventualidad

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