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HIPÓTESIS BÍBLICA

Dans le document EL SIMBOLISMO DE LA VIRGEN NEGRA (Page 50-55)

APRECIACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS VÍRGENES NEGRAS A TRAVÉS DE SU HISTORIOGRAFÍA

1.2. LA PROLIFERACIÓN DE ESTUDIOS SOBRE EL SIMBOLISMO DE LAS VÍRGENES NEGRAS

1.2.2. HIPÓTESIS BÍBLICA

La principal aportación de Fernández Lázaro se centra en el pasado tartésico, donde el autor ve el sustrato para el modo de culto que recibe la Virgen en Andalucía y para las fiestas que le están consagradas.

1.2.2. HIPÓTESIS BÍBLICA

Los partidarios de esta hipótesis toman únicamente la segunda parte de la primera, esto es, la que alude al Cantar de Salomón como el origen para las imágenes negras de María. Obvian, en cambio, cualquier vínculo real entre Nuestra Señora y las antiguas divinidades del paganismo53. Veremos en el siguiente apartado que esta

52 HERNÁNDEZ 2018, pp. 118 y 119.

53 En el caso de los estudiosos de confesión cristiana, aunque es comprensible e intelectualmente legítimo la negación del origen pagano de estas efigies, vale recordar que algunos autores religiosos, como el jesuita Pierre Bourguet, no ven inconveniente en establecer nexos iconográficos y simbólicos entre la Virgen y las antiguas diosas paganas:

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Mientras redactábamos nuestro trabajo (2018-2019) ha aparecido en las librerías una nueva monografía sobre las vírgenes negras, también partidaria de la herencia pagana y de su perpetuación dentro de la tradición judeocristiana. En este caso, se trata de una obra en castellano, escrita por Antonio Hernández Lázaro y titulada Vírgenes negras del sur. Cultos, fiestas y romerías en torno al lago Ligustino. Su autor, que no es un académico en materia de arte o historia, hace acopio de muchos buenos materiales previos que, expuestos ahora en castellano, están al alcance del lector interesado en este tema. A pesar de algunos excesos interpreatativos, en líneas generales la posición de este autor es muy similar a la de J. Hani. Escribe Antonio Hernández que

La Virgen Negra es genuinamente la manifestación de lo no manifestado (…), las Vírgenes negras, en algún momento, han podido representar un culto a lo oculto.

Por supuesto, las Vírgenes Negras son figuras de culto a la Santísima Virgen María, madre de Jesús. Pero ¿siempre ha sido única y exclusivamente así? ¿No han sido las Vírgenes Negras, quizá incluso fundamentalmente en algún momento, un culto esotérico al principio del eterno femenino? ¿Y no forman parte de ese principio universal la virginidad perpetua, la maternidad sagrada, la fertilidad, la potencialidad de la primera materia y de las aguas primordiales? 52

La principal aportación de Fernández Lázaro se centra en el pasado tartésico, donde el autor ve el sustrato para el modo de culto que recibe la Virgen en Andalucía y para las fiestas que le están consagradas.

1.2.2. HIPÓTESIS BÍBLICA

Los partidarios de esta hipótesis toman únicamente la segunda parte de la primera, esto es, la que alude al Cantar de Salomón como el origen para las imágenes negras de María. Obvian, en cambio, cualquier vínculo real entre Nuestra Señora y las antiguas divinidades del paganismo53. Veremos en el siguiente apartado que esta

52 HERNÁNDEZ 2018, pp. 118 y 119.

53 En el caso de los estudiosos de confesión cristiana, aunque es comprensible e intelectualmente legítimo la negación del origen pagano de estas efigies, vale recordar que algunos autores religiosos, como el jesuita Pierre Bourguet, no ven inconveniente en establecer nexos iconográficos y simbólicos entre la Virgen y las antiguas diosas paganas:

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concepción es muy importante para seguir confiriendo un valor simbólico al color oscuro del rostro de María cuando éste pasa a ser resultado de un ennegrecimiento progresivo y no de la voluntad original del artífice o del comitente.

Seguir la pista de esta interpretación nos llevaría muy lejos y rebasaría los límites de este estudio. Conviene, sin embargo, no pasar por alto que tal interpretación ha sido esgrimida desde hace siglos por teólogos, predicadores y poetas cristianos. Así, en el caso de Montserrat, los versos del Cantar de los cantares han sido invocados al menos desde el siglo XV para aludir al color moreno – hoy negro – de la imagen. Esto queda demostrado, como afirma Altés i Aguiló, en el trasfondo literario del poema del ermitaño montserratino fra Joan Enguídanos o en el tema escogido para ser un sermón en honor a la Virgen de Montserrat predicado en Perpiñán en 151254. En la propagación de esta idea, que resaltaba la “morenez” y la belleza de la imagen montserratina siguiendo los versos del Cantar, fue notable también el influjo del abad Pedro de Burgos, con su obra Libro de historia y milagros (1536), que dio lugar a mucha de la poesía religiosa posterior que se haría eco de esa interpretación netamente bíblica del color oscuro de las carnaduras de la imagen.

Más cercano a nuestro tiempo, entre la historiografía hispánica que ha defendido el valor simbólico del color negro en las imágenes de María desde una visión estrictamente cristiana, destaca la obra clásica e imprescindible del padre Manuel Trens “María: Iconografía de la Virgen en el arte español”, de 1946, en donde uno de sus capítulos está dedicado a la cuestión de las vírgenes negras. Esto último es interesante porque, al incluir a este tipo de imágenes en su obra, demuestra que, para Trens, la virgen negra es un tipo iconográfico que el autor añade dentro del grupo de vírgenes entronizadas.

Sobre estas imágenes Trens afirma que, “lejos de atemorizar la devoción de los fieles, estas raras imágenes han sido y continúan siendo objeto de extraordinario y casi preferente culto”55. Esto aún hoy es cierto, pues la contemplación de una virgen negra es algo que, incluso para el no creyente, parece entrañar algo especial y más profundo, algo que las vírgenes blancas no logran transmitir del mismo modo. Tal cuestión, que roza con lo subjetivo, será tratada con más precisión en el capítulo III.

Por ahora, sigamos leyendo a Trens y citemos su animadversión hacia las teorías filo-paganas: oscuro del rostro de María cuando éste pasa a ser resultado de un ennegrecimiento progresivo y no de la voluntad original del artífice o del comitente.

Seguir la pista de esta interpretación nos llevaría muy lejos y rebasaría los límites de este estudio. Conviene, sin embargo, no pasar por alto que tal interpretación ha sido esgrimida desde hace siglos por teólogos, predicadores y poetas cristianos. Así, en el caso de Montserrat, los versos del Cantar de los cantares han sido invocados al menos desde el siglo XV para aludir al color moreno – hoy negro – de la imagen. Esto queda demostrado, como afirma Altés i Aguiló, en el trasfondo literario del poema del ermitaño montserratino fra Joan Enguídanos o en el tema escogido para ser un sermón en honor a la Virgen de Montserrat predicado en Perpiñán en 151254. En la propagación de esta idea, que resaltaba la “morenez” y la belleza de la imagen montserratina siguiendo los versos del Cantar, fue notable también el influjo del abad Pedro de Burgos, con su obra Libro de historia y milagros (1536), que dio lugar a mucha de la poesía religiosa posterior que se haría eco de esa interpretación netamente bíblica del color oscuro de las carnaduras de la imagen.

Más cercano a nuestro tiempo, entre la historiografía hispánica que ha defendido el valor simbólico del color negro en las imágenes de María desde una visión estrictamente cristiana, destaca la obra clásica e imprescindible del padre Manuel Trens “María: Iconografía de la Virgen en el arte español”, de 1946, en donde uno de sus capítulos está dedicado a la cuestión de las vírgenes negras. Esto último es interesante porque, al incluir a este tipo de imágenes en su obra, demuestra que, para Trens, la virgen negra es un tipo iconográfico que el autor añade dentro del grupo de vírgenes entronizadas.

Sobre estas imágenes Trens afirma que, “lejos de atemorizar la devoción de los fieles, estas raras imágenes han sido y continúan siendo objeto de extraordinario y casi preferente culto”55. Esto aún hoy es cierto, pues la contemplación de una virgen negra es algo que, incluso para el no creyente, parece entrañar algo especial y más profundo, algo que las vírgenes blancas no logran transmitir del mismo modo. Tal cuestión, que roza con lo subjetivo, será tratada con más precisión en el capítulo III.

Por ahora, sigamos leyendo a Trens y citemos su animadversión hacia las teorías filo-paganas:

“the ever-popular devotion to Isis (…) transformed itself easily enough into a devotion to Mary”. BOURGUET 1971, pp. 92-103.

54 ALTÉS 2003, p. 147.

55 TRENS 1946, p. 525.

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Las imágenes de la Virgen que humanamente parecen menos adecuadas a la gente mediterránea y de raza blanca, son precisamente las vírgenes negras, que tienen un enorme encanto, tanto en nuestro país como en tierras extranjeras. A san Bernardo, el escritor que ha dicho cosas más bellas y excelsas de la Virgen, le gustaba en sus mocedades arrodillarse y rezar ante una imagen negra de María, que se veneraba en Saint-Vorles, cerca de Dijon (Francia). Este hecho misterioso, que rige únicamente para las figuras de devoción, remonta más allá del cristianismo y se manifiesta dentro de la devoción pagana.

Pausanias refiere que el escultor Onatas reconstruyó en bronce una antigua figura en madera, que se había quemado, de la negra Deméter de Figalia. En Éfeso se daba culto a una Diana negra. Estos hechos han permitido a algunos sabios decir una serie de muy documentadas tonterías sobre el origen de las imágenes negras cristianas, como si derivasen de las paganas56.

Tras enumerar algún caso más, criticando de paso el estudio de las religiones comparadas, Trens escribe que

Todas estas sabias teorías se estrellan contra el hecho de que estas imágenes negras de la Virgen aparecen en una época en que el paganismo, con todo su cortejo de estatuas, hermosas unas y extrañas otras, había desaparecido por completo. Huelga decir que hoy día nadie toma en serio estas secretas y supuestas concomitancias del cristianismo con el paganismo, que fueron muy celebradas cuarenta o cincuenta años atrás57.

Si bien Trens fue un gran estudioso del arte, su confesionalidad le llevó a ignorar, cuando no a atacar, las más que evidentes relaciones y compatibilidades de su religión – que posee su propio carácter y originalidad – con las que la han precedido.

Tal cosa no resta nada a la religión cristiana, al contrario, pues la convierte en un lago al que van a parar muchos ríos diversos, entre los cuales la imaginería pagana y la filosofía helenística fueron algunos de los grandes caudales para el naciente cristianismo, al margen de la herencia directa judía58. En cualquier caso, de lo que tratamos aquí no es sobre el nexo simbólico-iconográfico general entre paganismo y

56 TRENS 1946, p. 525.

57 TRENS 1946, p. 525.

58 Las contribuciones de la historia de las religiones, particularmente a partir de la obra de Mircea Eliade, dan buena muestra de todo ello, al punto de tener un espacio dentro de la formación de los actuales seminaristas. Ciertamente, el contexto político-social de Manuel Trens es otro bien distinto al nuestro.

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Las imágenes de la Virgen que humanamente parecen menos adecuadas a la gente mediterránea y de raza blanca, son precisamente las vírgenes negras, que tienen un enorme encanto, tanto en nuestro país como en tierras extranjeras. A san Bernardo, el escritor que ha dicho cosas más bellas y excelsas de la Virgen, le gustaba en sus mocedades arrodillarse y rezar ante una imagen negra de María, que se veneraba en Saint-Vorles, cerca de Dijon (Francia). Este hecho misterioso, que rige únicamente para las figuras de devoción, remonta más allá del cristianismo y se manifiesta dentro de la devoción pagana.

Pausanias refiere que el escultor Onatas reconstruyó en bronce una antigua figura en madera, que se había quemado, de la negra Deméter de Figalia. En Éfeso se daba culto a una Diana negra. Estos hechos han permitido a algunos sabios decir una serie de muy documentadas tonterías sobre el origen de las imágenes negras cristianas, como si derivasen de las paganas56.

Tras enumerar algún caso más, criticando de paso el estudio de las religiones comparadas, Trens escribe que

Todas estas sabias teorías se estrellan contra el hecho de que estas imágenes negras de la Virgen aparecen en una época en que el paganismo, con todo su cortejo de estatuas, hermosas unas y extrañas otras, había desaparecido por completo. Huelga decir que hoy día nadie toma en serio estas secretas y supuestas concomitancias del cristianismo con el paganismo, que fueron muy celebradas cuarenta o cincuenta años atrás57.

Si bien Trens fue un gran estudioso del arte, su confesionalidad le llevó a ignorar, cuando no a atacar, las más que evidentes relaciones y compatibilidades de su religión – que posee su propio carácter y originalidad – con las que la han precedido.

Tal cosa no resta nada a la religión cristiana, al contrario, pues la convierte en un lago al que van a parar muchos ríos diversos, entre los cuales la imaginería pagana y la filosofía helenística fueron algunos de los grandes caudales para el naciente cristianismo, al margen de la herencia directa judía58. En cualquier caso, de lo que tratamos aquí no es sobre el nexo simbólico-iconográfico general entre paganismo y

56 TRENS 1946, p. 525.

57 TRENS 1946, p. 525.

58 Las contribuciones de la historia de las religiones, particularmente a partir de la obra de Mircea Eliade, dan buena muestra de todo ello, al punto de tener un espacio dentro de la formación de los actuales seminaristas. Ciertamente, el contexto político-social de Manuel Trens es otro bien distinto al nuestro.

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cristianismo, sino sobre la continuidad del sentido del color negro de las antiguas diosas hasta María; continuidad que, para Trens, es inexistente.

Entonces, ¿cómo justifica el autor ese color en las efigies de Nuestra Señora? Si bien admite que, en algunos casos, el negro de las carnaciones de la Virgen puede responder a hechos casuales59, cuando el color es querido por el artífice, ello se debería a la voluntad de “interpretar plásticamente lo que el Cantar de los cantares (1,4) dice de la esposa de Salomón y que la Iglesia aplica a la Santísima Virgen: «Soy negra (tostada por el Sol), pero hermosa»”60.

Tras esta explicación, Trens expone el caso de la Virgen de Montserrat, en aquel entonces desprovista recientemente de las ricas vestiduras postizas a la que los fieles estaban acostumbrados. Cita también los casos de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y de la Virgen de la Almudena, en Madrid.

Si seguimos dentro del ámbito hispánico, debemos fijarnos en la continuidad que tienen las ideas de Trens en la voluminosa obra en dos tomos de Miquel Ballbé i Boada, Las vírgenes negras y morenas en España (1991), la cual es un importante referente para el estudio que nos ocupa. Vale decir que este autor se declara incompetente a la hora de juzgar y valorar cuestiones artísticas y, siendo honestos, debemos aceptar que su trabajo es la obra de un diletante. Sin embargo, es admirable la ingente cantidad de materiales fotográficos y de archivo que Ballbé i Boada sacó a la luz y ordenó en su trabajo y que tanta ayuda nos ha prestado. Con todo, consideramos que su análisis de las fuentes no fue siempre el más idóneo, como tampoco lo fueron los criterios para seleccionar las vírgenes negras que reúne en su obra.

En cualquier caso, si citamos aquí a este autor es por su repercusión en el ámbito eclesiástico y por ser transmisor, a la vez, de las interpretaciones y opiniones que estudiosos confesionales han efectuado sobre la cuestión de las vírgenes negras, entre ellos el ya citado Manuel Trens. Como él, Ballbé i Boada fue un católico estricto y todos sus acercamientos al fenómeno son acordes a su fe. Así, tras enumerar toda una serie de diosas paganas como Artemis, Deméter o Gea, el autor aclara que

“cualquier parecido con nuestras vírgenes es pura coincidencia”61. Con todo, Ballbé i Boada realiza un acercamiento que quiere ser neutral y objetivo a las diferentes

59 TRENS 1946, p. 527. Se refiere, por un lado, a materiales pictóricos que con el tiempo se ennegrecen, como el cinabrio, el minio e incluso la plata. Por otra parte, considera también el efecto del humo de los cirios que rodean a la imagen.

60 TRENS 1946, p. 527.

61 BALLBÉ 1991 a, p. 22.

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cristianismo, sino sobre la continuidad del sentido del color negro de las antiguas diosas hasta María; continuidad que, para Trens, es inexistente.

Entonces, ¿cómo justifica el autor ese color en las efigies de Nuestra Señora? Si bien admite que, en algunos casos, el negro de las carnaciones de la Virgen puede responder a hechos casuales59, cuando el color es querido por el artífice, ello se debería a la voluntad de “interpretar plásticamente lo que el Cantar de los cantares (1,4) dice de la esposa de Salomón y que la Iglesia aplica a la Santísima Virgen: «Soy negra (tostada por el Sol), pero hermosa»”60.

Tras esta explicación, Trens expone el caso de la Virgen de Montserrat, en aquel entonces desprovista recientemente de las ricas vestiduras postizas a la que los fieles estaban acostumbrados. Cita también los casos de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y de la Virgen de la Almudena, en Madrid.

Si seguimos dentro del ámbito hispánico, debemos fijarnos en la continuidad que tienen las ideas de Trens en la voluminosa obra en dos tomos de Miquel Ballbé i Boada, Las vírgenes negras y morenas en España (1991), la cual es un importante referente para el estudio que nos ocupa. Vale decir que este autor se declara incompetente a la hora de juzgar y valorar cuestiones artísticas y, siendo honestos, debemos aceptar que su trabajo es la obra de un diletante. Sin embargo, es admirable la ingente cantidad de materiales fotográficos y de archivo que Ballbé i Boada sacó a la luz y ordenó en su trabajo y que tanta ayuda nos ha prestado. Con todo, consideramos que su análisis de las fuentes no fue siempre el más idóneo, como tampoco lo fueron los criterios para seleccionar las vírgenes negras que reúne en su obra.

En cualquier caso, si citamos aquí a este autor es por su repercusión en el ámbito eclesiástico y por ser transmisor, a la vez, de las interpretaciones y opiniones que estudiosos confesionales han efectuado sobre la cuestión de las vírgenes negras, entre ellos el ya citado Manuel Trens. Como él, Ballbé i Boada fue un católico estricto y todos sus acercamientos al fenómeno son acordes a su fe. Así, tras enumerar toda una serie de diosas paganas como Artemis, Deméter o Gea, el autor aclara que

“cualquier parecido con nuestras vírgenes es pura coincidencia”61. Con todo, Ballbé i Boada realiza un acercamiento que quiere ser neutral y objetivo a las diferentes

59 TRENS 1946, p. 527. Se refiere, por un lado, a materiales pictóricos que con el tiempo se ennegrecen, como el cinabrio, el minio e incluso la plata. Por otra parte, considera también el efecto del humo de los cirios que rodean a la imagen.

60 TRENS 1946, p. 527.

61 BALLBÉ 1991 a, p. 22.

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diosas de la mitología greco-romana. Tras ello, y tras advertir que, en este caso, las comparaciones no solo son odiosas, sino que rayarían el insulto, concluye diciendo

diosas de la mitología greco-romana. Tras ello, y tras advertir que, en este caso, las comparaciones no solo son odiosas, sino que rayarían el insulto, concluye diciendo

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