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LA VIRGEN NEGRA EN LA PINTURA ALQUÍMICA DE LOUIS CATTIAUX

Dans le document EL SIMBOLISMO DE LA VIRGEN NEGRA (Page 120-125)

APRECIACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS VÍRGENES NEGRAS A TRAVÉS DE SU HISTORIOGRAFÍA

3.3. ALQUIMIA Y ARTE CONTEMPORÁNEO: LA VIRGEN NEGRA EN LA PINTURA DE LOUIS CATTIAUX

3.3.3. LA VIRGEN NEGRA EN LA PINTURA ALQUÍMICA DE LOUIS CATTIAUX

Cercano por su plástica al surrealismo, del que fue contemporáneo, e igualmente buscador de lo oculto en las profundidades del alma como los simbolistas, la figura del pintor, poeta y visionario francés Louis Cattiaux (1904-1953) pertenece, sin embargo, a otro orden. Tal afirmación no es exagerada, pues podemos considerar a este autor como un verdadero continuador de aquellos sabios del mundo antiguo que conocían y practicaban la alquimia, el arte hermético que enseña cómo se une el espíritu con la materia, lo divino con lo humano.

En su obra, Cattiaux dio una nueva vida a lo más esencial de las antiguas tradiciones espirituales. Supo ver, más allá de las formas exteriores, aquella verdad fundamental, aquella philosophia perennis que late en el interior de las diferentes religiones y filosofías tradicionales. Quizá por esto mismo, Catiaux no goza de un lugar destacado dentro de nuestra selectiva y sesgada historia del arte, en donde se acostumbra a incidir más en la novedad, la transgresión y la ruptura que en aquello que es continuador de cualquier tradición que toque con lo espiritual.

A la búsqueda de esa gnosis, Cattiaux pasó largas horas en la Biblioteca del Arsenal, en París, que por aquel tiempo reunía una portentosa colección de volúmenes sobre alquimia y hermetismo y que actualmente se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Aquellas lecturas, más espirituales y meditativas que eruditas, le conectaron con los antiguos maestros:

Durante la ocupación me alimentaba con una manzana por ágape. Pasaba todo mi tiempo en la Biblioteca de París en donde se hallaban los secretos del esoterismo y del arte

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a la Piedra filosofal, bien a través del sacrificio, la redención del amor o mediante la superación de pruebas caballerescas.

En el ámbito de las artes plásticas, la alquimia está presente en la obra de ciertos artistas contemporáneos, no solo como tema representado, sino como vía para la búsqueda y la realización espiritual a través de la fe y el conocimiento. William Blake, František Kupka, Jean Delville o Remedios Varo son solo algunos nombres célebres. Sin embargo, el caso de Louis Cattiaux, menos célebre dentro de la Historia del arte, es seguramente el más paradigmático y el que mejor encaja con el objeto de nuestra investigación, que es la virgen negra.

3.3.3. LA VIRGEN NEGRA EN LA PINTURA ALQUÍMICA DE LOUIS CATTIAUX

Cercano por su plástica al surrealismo, del que fue contemporáneo, e igualmente buscador de lo oculto en las profundidades del alma como los simbolistas, la figura del pintor, poeta y visionario francés Louis Cattiaux (1904-1953) pertenece, sin embargo, a otro orden. Tal afirmación no es exagerada, pues podemos considerar a este autor como un verdadero continuador de aquellos sabios del mundo antiguo que conocían y practicaban la alquimia, el arte hermético que enseña cómo se une el espíritu con la materia, lo divino con lo humano.

En su obra, Cattiaux dio una nueva vida a lo más esencial de las antiguas tradiciones espirituales. Supo ver, más allá de las formas exteriores, aquella verdad fundamental, aquella philosophia perennis que late en el interior de las diferentes religiones y filosofías tradicionales. Quizá por esto mismo, Catiaux no goza de un lugar destacado dentro de nuestra selectiva y sesgada historia del arte, en donde se acostumbra a incidir más en la novedad, la transgresión y la ruptura que en aquello que es continuador de cualquier tradición que toque con lo espiritual.

A la búsqueda de esa gnosis, Cattiaux pasó largas horas en la Biblioteca del Arsenal, en París, que por aquel tiempo reunía una portentosa colección de volúmenes sobre alquimia y hermetismo y que actualmente se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Aquellas lecturas, más espirituales y meditativas que eruditas, le conectaron con los antiguos maestros:

Durante la ocupación me alimentaba con una manzana por ágape. Pasaba todo mi tiempo en la Biblioteca de París en donde se hallaban los secretos del esoterismo y del arte

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medieval. Me nutría literalmente del espíritu de los antecesores creyentes y escrupulosamente artistas214.

De entre esos antecesores, seguramente los más preciados para el pintor fueron Nicolas Flamel i Nicolas Valois, en cuya obra encontró y reconoció un saber que el occidente moderno había perdido u olvidado. Era necesario volver a encontrar esa gnosis y esa praxis.

Quizá de este anhelo, de esta necesidad, brota el primer impulso que llevó a Cattiaux a ser el autor de un libro singular y extraordinario, aunque él mismo reconociera que el contenido de la obra le sobrepasaba: Le Message retrouvé. El profesor Raimon Arola, que ha dedicado numerosos estudios al arte de Cattiaux, explica que este libro es una obra que “invita a meditar libremente sobre qué o quién es Dios”. En ella, Cattiaux “no razona sobre Dios, no especula, sino que testifica, mediante símbolos que se refieren a una única cosa, sobre qué es Dios, una cuestión que siempre va acompañada de otra: qué es el hombre”215.

Redactado a lo largo de quince años y construido a base de aforismos y sentencias dispuestas en forma de dos columnas, Le Message retrouvé presenta todos los rasgos de un libro inspirado. La primera autoridad en esoterismo y metafísica que supo ver el valor del libro fue René Guénon, quien publicó una reseña muy favorable sobre lo escrito por Cattiaux. Esto es muy interesante, pues no fueron los coetáneos artistas de vanguardia buscadores de lo oculto aquellos que reconocieron el valor de Le Message retrouvé, sino el más estricto y duro detractor de este tipo de arte. En efecto, para Guénon, el surrealismo y todos los ismos no eran más que degeneraciones del verdadero arte, que debe estar sujeto siempre a una tradición espiritual. Esto coloca a Cattiaux en un lugar especial, pues su técnica y estilo como pintor pueden recordar efectivamente al de los surrealistas, pero el fondo y la esencia de su obra se encuentra en otro lugar, más cercano al esoterismo tradicional que a las vanguardias. Parece que, ciertamente, Cattiaux encontró el hilo espiritual que occidente había perdido y lo supo formular con un lenguaje nuevo y más adecuado a los tiempos. Su pintura y sus textos así lo demostrarían.

Charles d’Hooghvorst, quien fuera amigo personal de Cattiaux y discípulo durante los cinco últimos años de la vida del artista, escribió sobre Le Message retrouvé que

“se dirige a la intuición y a la memoria profunda y no a la razón especulativa. Son

214 Citado en AROLA 2013, p. 107.

215 AROLA 2013, p. 29.

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medieval. Me nutría literalmente del espíritu de los antecesores creyentes y escrupulosamente artistas214.

De entre esos antecesores, seguramente los más preciados para el pintor fueron Nicolas Flamel i Nicolas Valois, en cuya obra encontró y reconoció un saber que el occidente moderno había perdido u olvidado. Era necesario volver a encontrar esa gnosis y esa praxis.

Quizá de este anhelo, de esta necesidad, brota el primer impulso que llevó a Cattiaux a ser el autor de un libro singular y extraordinario, aunque él mismo reconociera que el contenido de la obra le sobrepasaba: Le Message retrouvé. El profesor Raimon Arola, que ha dedicado numerosos estudios al arte de Cattiaux, explica que este libro es una obra que “invita a meditar libremente sobre qué o quién es Dios”. En ella, Cattiaux “no razona sobre Dios, no especula, sino que testifica, mediante símbolos que se refieren a una única cosa, sobre qué es Dios, una cuestión que siempre va acompañada de otra: qué es el hombre”215.

Redactado a lo largo de quince años y construido a base de aforismos y sentencias dispuestas en forma de dos columnas, Le Message retrouvé presenta todos los rasgos de un libro inspirado. La primera autoridad en esoterismo y metafísica que supo ver el valor del libro fue René Guénon, quien publicó una reseña muy favorable sobre lo escrito por Cattiaux. Esto es muy interesante, pues no fueron los coetáneos artistas de vanguardia buscadores de lo oculto aquellos que reconocieron el valor de Le Message retrouvé, sino el más estricto y duro detractor de este tipo de arte. En efecto, para Guénon, el surrealismo y todos los ismos no eran más que degeneraciones del verdadero arte, que debe estar sujeto siempre a una tradición espiritual. Esto coloca a Cattiaux en un lugar especial, pues su técnica y estilo como pintor pueden recordar efectivamente al de los surrealistas, pero el fondo y la esencia de su obra se encuentra en otro lugar, más cercano al esoterismo tradicional que a las vanguardias. Parece que, ciertamente, Cattiaux encontró el hilo espiritual que occidente había perdido y lo supo formular con un lenguaje nuevo y más adecuado a los tiempos. Su pintura y sus textos así lo demostrarían.

Charles d’Hooghvorst, quien fuera amigo personal de Cattiaux y discípulo durante los cinco últimos años de la vida del artista, escribió sobre Le Message retrouvé que

“se dirige a la intuición y a la memoria profunda y no a la razón especulativa. Son

214 Citado en AROLA 2013, p. 107.

215 AROLA 2013, p. 29.

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pocos los que han tenido la inteligencia y la paciencia de leerlo y meditarlo, a fin de penetrar en él y descubrir la vía que lleva al secreto vivo del hombre, sepultado en lo más profundo de la naturaleza del mundo”216.

El pintor francés escribió otro valioso libro, titulado Physique et Métaphysique de la Peinture217, en donde trata de la práctica y la teoría del arte desde una óptica muy poco convencional para su tiempo y contexto. Para Cattiaux, el arte es un acto mágico, en el sentido que se le daba a esta palabra en el Renacimiento: la ciencia de casar los mundos, de unir el cielo con la tierra. Desde esta perspectiva, «en las operaciones artísticas – explica Arola – se hace visible lo invisible de la naturaleza, aquella fuerza que impele las transformaciones constantes a partir de las cuales es posible alcanzar el único centro»218.

Afirmaciones semejantes vienen recogidas en Le Message retrouvé: «El arte consiste en hacer aparecer lo sobrenatural oculto en lo natural»219. Así, tal y como apunta Arola, la metafísica de la que hablaba Cattiaux no aparece como algo alejado del ser humano, tal y como se ha concebido mayormente en el arte y la literatura que hemos conocido anteriormente220. Este tipo de metafísica permite evitar los excesos tanto de espiritualización como de materialidad, de manera que asistimos a un perfecto equilibrio fruto del encuentro entre lo bajo y lo alto. A este respecto, Arola cita a d’Hooghvorst cuando afirma, siguiendo a Cattiaux, que “dar cuerpo y medida a la inmensidad es el misterio del Arte puro”221.Aquí reside verdaderamente la naturaleza alquímica del arte. No es menester que el artista dibuje atanores u otras figuras de los imaginarios alquímicos propios del romanticismo o de a novela gótica.

El arte hermético acontece en la concepción que Cattiaux tiene de su propio oficio como pintor. Creación artística y alquimia aparecen, por fin, plenamente integradas en la obra de un artista contemporáneo.

Como ya hemos observado más arriba, la alquimia (como cualquier esoterismo) necesita de la religión y, por lo tanto, sus modos de expresión toman muchas veces las figuras y personajes de su religión contextual. Así, tal y como apunta Arola, en la obra de Cattiaux, abundan los grandes temas del cristianismo: la Anunciación, el

216 AROLA 2013, p. 38

pocos los que han tenido la inteligencia y la paciencia de leerlo y meditarlo, a fin de penetrar en él y descubrir la vía que lleva al secreto vivo del hombre, sepultado en lo más profundo de la naturaleza del mundo”216.

El pintor francés escribió otro valioso libro, titulado Physique et Métaphysique de la Peinture217, en donde trata de la práctica y la teoría del arte desde una óptica muy poco convencional para su tiempo y contexto. Para Cattiaux, el arte es un acto mágico, en el sentido que se le daba a esta palabra en el Renacimiento: la ciencia de casar los mundos, de unir el cielo con la tierra. Desde esta perspectiva, «en las operaciones artísticas – explica Arola – se hace visible lo invisible de la naturaleza, aquella fuerza que impele las transformaciones constantes a partir de las cuales es posible alcanzar el único centro»218.

Afirmaciones semejantes vienen recogidas en Le Message retrouvé: «El arte consiste en hacer aparecer lo sobrenatural oculto en lo natural»219. Así, tal y como apunta Arola, la metafísica de la que hablaba Cattiaux no aparece como algo alejado del ser humano, tal y como se ha concebido mayormente en el arte y la literatura que hemos conocido anteriormente220. Este tipo de metafísica permite evitar los excesos tanto de espiritualización como de materialidad, de manera que asistimos a un perfecto equilibrio fruto del encuentro entre lo bajo y lo alto. A este respecto, Arola cita a d’Hooghvorst cuando afirma, siguiendo a Cattiaux, que “dar cuerpo y medida a la inmensidad es el misterio del Arte puro”221.Aquí reside verdaderamente la naturaleza alquímica del arte. No es menester que el artista dibuje atanores u otras figuras de los imaginarios alquímicos propios del romanticismo o de a novela gótica.

El arte hermético acontece en la concepción que Cattiaux tiene de su propio oficio como pintor. Creación artística y alquimia aparecen, por fin, plenamente integradas en la obra de un artista contemporáneo.

Como ya hemos observado más arriba, la alquimia (como cualquier esoterismo) necesita de la religión y, por lo tanto, sus modos de expresión toman muchas veces las figuras y personajes de su religión contextual. Así, tal y como apunta Arola, en la obra de Cattiaux, abundan los grandes temas del cristianismo: la Anunciación, el

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nacimiento de Jesús, la crucifixión, etc. “Cada una de estas pinturas – continúa Arola – es una reflexión profunda y una enseñanza sobre la iconografía cristiana tal como fue en su origen. Las enseñanzas evangélicas son tratadas desde el conocimiento del secreto que encierran”222. Un conocimiento cuyo significado queda iluminado por la

“santa ciencia de Hermes”, tal y como escribió el propio Cattiaux223.

Del mismo modo ocurre con las pinturas que representan los misterios marianos, tema al que Cattiaux prestó una especial atención hacia el final de su vida. “Pinto Vírgenes Eternas – decía el propio artista – de las que nadie conoce el verdadero nombre excepto el que las desposa”224. Para Cattiaux, tal y como señala Arola, el misterio mariano “es el lugar por el cual se debe pasar imprescindiblemente para llegar al sol filosófico, y sus creaciones artísticas sobre este tema, lejos de preocupaciones estéticas, son enseñanzas concretas sobre este misterio”225.

Bajo esta concepción mágico-alquímica del arte, la Virgen, esto es, el arquetipo femenino por excelencia para la tradición occidental, aflora en toda su plenitud; no se presenta separado o polarizado, sino completo y ejerciendo el rol concreto que en cada ocasión desea acentuar el pintor. Particularmente, la Virgen negra encuentra, al menos, dos claras representaciones en la obra de Cattiaux (Fig. 1.12 y Fig. 1.13).

222 CATTIAUX 1998, p.95

223 Citado en CATTIAUX 1998, p. 95

224 CATTIAUX 1998, p. 95.

225 CATTIAUX 1998, p. 95.

Fig. 1.12. “Virgen negra” (1951), L. Cattiaux.

Colección privada, España.

Fig. 1.13. “Virgen negra” (1952), L. Cattiaux.

Colección privada, Bélgica.

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nacimiento de Jesús, la crucifixión, etc. “Cada una de estas pinturas – continúa Arola – es una reflexión profunda y una enseñanza sobre la iconografía cristiana tal como fue en su origen. Las enseñanzas evangélicas son tratadas desde el conocimiento del secreto que encierran”222. Un conocimiento cuyo significado queda iluminado por la

“santa ciencia de Hermes”, tal y como escribió el propio Cattiaux223.

Del mismo modo ocurre con las pinturas que representan los misterios marianos, tema al que Cattiaux prestó una especial atención hacia el final de su vida. “Pinto Vírgenes Eternas – decía el propio artista – de las que nadie conoce el verdadero nombre excepto el que las desposa”224. Para Cattiaux, tal y como señala Arola, el misterio mariano “es el lugar por el cual se debe pasar imprescindiblemente para llegar al sol filosófico, y sus creaciones artísticas sobre este tema, lejos de preocupaciones estéticas, son enseñanzas concretas sobre este misterio”225.

Bajo esta concepción mágico-alquímica del arte, la Virgen, esto es, el arquetipo femenino por excelencia para la tradición occidental, aflora en toda su plenitud; no se presenta separado o polarizado, sino completo y ejerciendo el rol concreto que en cada ocasión desea acentuar el pintor. Particularmente, la Virgen negra encuentra, al menos, dos claras representaciones en la obra de Cattiaux (Fig. 1.12 y Fig. 1.13).

222 CATTIAUX 1998, p.95

223 Citado en CATTIAUX 1998, p. 95

224 CATTIAUX 1998, p. 95.

225 CATTIAUX 1998, p. 95.

Fig. 1.12. “Virgen negra” (1951), L. Cattiaux.

Colección privada, España.

Fig. 1.13. “Virgen negra” (1952), L. Cattiaux.

Colección privada, Bélgica.

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Pero, ¿qué pueden representar exactamente estas vírgenes negras? Para entender mejor estas pinturas, es conveniente acudir a Le Message retrouvé, en donde a la virgen negra le han sido dedicados algunos versículos, como por ejemplo el que sigue:

¿No es la virgen negra la primera y más misteriosa de las madres? ¿No es ella a quien Dios ha mirado amorosamente desde el comienzo? ¿No es ella quien ha alumbrado la luz que ilumina al mundo? 226

Según explica Raimon Arola, “Simbólicamente, la Virgen Negra representa el lugar y el resultado de la primera conjunción entre el cielo y la tierra. De ella crecerá el árbol luminoso que producirá el fruto dorado”227. Así, se entienden estas palabras que el propio Cattiaux dirigió en una carta a uno de sus amigos: “Tienes mucha razón en adorar a la virgen negra, ya que sin ella es imposible alcanzar a la virgen blanca, y sin ésta última es imposible llegar hasta el hijo rojo”228. Encontramos, de nuevo, las tres fases de la Gran Obra: Nigredo, Albedo y Rubedo.

Sobre esa primera fase oscura del Opus Magnum, hemos podido saber que el discípulo y amigo de Cattiaux, Emmanuel d’Hooghvorst, escribió que “lorsque l'homme a été envoyé dans l'exil, il s'est trouvé dans cet exil un lieu mystérieux, ténébreux, qu'on appelle la vierge noire, où se trouve la semence de la lumière. Nous devons le retrouver et nous devons faire jaillir cette lumière”.

Resulta evidente que Cattiaux es continuador de lo que nosotros hemos llamado hipótesis universalista, concretamente de la lectura alquímica que esta hipótesis permite sobre el fenómeno. De hecho, el propio pintor tenía ya una idea bien formada a este respecto en lo que atañe a las piezas medievales que tratamos en este trabajo.

En una de sus cartas dirigidas a un amigo, escribió Cattiaux que: “No conozco Montserrat ni ningún otro lugar santo, tal vez algún día podré visitarlos cómodamente. Nuestra Señora de Montserrat es una de las escasas vírgenes negras imagen de la primera materia alquímica, de donde viene el oro vivo representado por el niño Jesús, al que se ha de multiplicar por la muerte y la resurrección”229.

Queda entonces claro que el aspecto principal de la virgen negra en la obra de Cattiaux es la de representar aquel lugar o estado del alma en el cual debe nacer la luz divina en el hombre, emergiendo de la oscuridad, esto es, partiendo de la materia

226 CATTIAUX 2011, p. 294.

227 En la webgrafía: AROLA-ARSGRAVIS.

228 ANSEMBOURG – LOHEST HOOGHVORST 2008, p. 102.

229 CATTIAUX 1999, p.278.

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Pero, ¿qué pueden representar exactamente estas vírgenes negras? Para entender mejor estas pinturas, es conveniente acudir a Le Message retrouvé, en donde a la virgen negra le han sido dedicados algunos versículos, como por ejemplo el que sigue:

¿No es la virgen negra la primera y más misteriosa de las madres? ¿No es ella a quien Dios ha mirado amorosamente desde el comienzo? ¿No es ella quien ha alumbrado la luz

¿No es la virgen negra la primera y más misteriosa de las madres? ¿No es ella a quien Dios ha mirado amorosamente desde el comienzo? ¿No es ella quien ha alumbrado la luz

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