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A MODO DE CONCLUSIÓN: LA VIRGEN NEGRA COMO UNA INVENTIO CONTEMPORÁNEA

Dans le document EL SIMBOLISMO DE LA VIRGEN NEGRA (Page 125-130)

APRECIACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS VÍRGENES NEGRAS A TRAVÉS DE SU HISTORIOGRAFÍA

3.4. A MODO DE CONCLUSIÓN: LA VIRGEN NEGRA COMO UNA INVENTIO CONTEMPORÁNEA

Seguramente el mismo título de este apartado resume todo cuanto queremos expresar sobre nuestras conclusiones sobre el fenómeno de las vírgenes negras. Y, como el mismo título, queremos ser breves en la fase final de este bloque, en el que hemos dicho ya muchas cosas.

230 Para seguir reflexionando en esta línea, es muy esclarecedor acudir a CORBIN 1996.

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prima; imitando, pues, el acto cosmogónico recogido en la tradición bíblica, cuando se narra como Dios extrajo la luz de las tinieblas.

En este sentido es interesante que nos detengamos un momento en la pintura

“Virgen negra” de 1952, (Fig.12), a fin de exponer con algo más de detalle y partiendo de una obra concreta, todo lo que hemos expuesto. En esta pintura la figura de la Virgen aparece de pie y sin el Niño, en medio de un espacio que, a juzgar por las arcuaciones, parece ser un templo, esto es, un espacio sagrado. Esto bien podría indicar que ella misma es el templo, es decir: el lugar donde acontecen las epifanías, donde Dios se manifiesta. Afirmación muy razonable para la teología, pues María es el templo de Dios, del Dios que nace en el mundo, en el polo inferior de la creación.

Sin embargo, este lugar terrenal-inferior ahora se ha convertido en un cielo230. Tal cosa queda explicitada por el suelo ajedrezado, cuyas baldosas evocan, precisamente, lo celeste mediante las estrellas que aparecen representadas en su centro.

Interpretamos que la dualidad del ajedrezado queda trascendida por la Virgen, pues ella integra los mundos, pues propició que el cielo bajara a la tierra; el mismo cielo que ella porta en sí y que demuestran las estrellas pintadas sobre sus ropajes. Y en ese punto central e intermedio que ella representa, justo entre el cielo y la tierra, entre lo celestial-invisible y lo físico-visible, en medio de esa “corporeidad celeste”

que diría H. Corbin, aparece la reluciente hostia que la Virgen negra porta en su mano, imagen de la divinidad que se hace presente en medio de la oscuridad de la Virgen, que es la materia prima. De fondo, como emulando el pan de oro de los iconos ortodoxos, encontramos un cielo dorado, cuajado de estrellas, y que simboliza la presencia del Oro-Sol divino presente en el mundo inferior, como si la luz dorada hubiera tomado cuerpo y forma.

3.4. A MODO DE CONCLUSIÓN: LA VIRGEN NEGRA COMO UNA INVENTIO CONTEMPORÁNEA

Seguramente el mismo título de este apartado resume todo cuanto queremos expresar sobre nuestras conclusiones sobre el fenómeno de las vírgenes negras. Y, como el mismo título, queremos ser breves en la fase final de este bloque, en el que hemos dicho ya muchas cosas.

230 Para seguir reflexionando en esta línea, es muy esclarecedor acudir a CORBIN 1996.

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Parece muy claro que, dentro del cristianismo medieval, la virgen negra seguramente no ha existido nunca como modelo iconográfico y, sin embargo, ésta apareció a finales del Medievo, bien mediante el proceso de oscurecimiento de varias tallas románicas y góticas, bien por el uso de materiales oscuros que resultaban sencillos de trabajar, como la fayalita. En cualquier caso, cuando apareció el color negro en el rostro de María, éste se aceptó mayormente, se asimiló poco a poco en la liturgia y se interpretó teológicamente a partir de las Escrituras, en donde la amada del Cantar de los cantares fue el referente principal.

Sin embargo, en nuestra época, los acercamientos e interpretaciones del rostro oscuro de Nuestra Señora participan también de otras sensibilidades, entre las cuales no solamente se encuentran la eclesiástica o la material-positivista, sino que, tal y como es nuestro propio mundo, las hay de varios tipos distintos, muchas veces contradictorios. Acercarnos a toda la bibliografía existente en varios idiomas nos da una buena idea de la dimensión del fenómeno. En cuanto a Internet, es abrumadora la cantidad de información que encontramos sobre esta cuestión. Ya dijimos en la introducción a este bloque que muchas veces tal información localizada en la red es de muy baja calidad y, por lo tanto, de poco interés desde el punto de vista académico.

Sin embargo, desde un punto de vista antropológico, es de suma importancia, pues demuestra que, por un lado, el tema posee un gran atractivo y que, por otro lado, éste no se ha explicado satisfactoriamente, razón por la cual proliferan todavía las más fantasiosas hipótesis sobre el origen de las vírgenes negras, donde se mezclan sin ningún criterio a templarios, cátaros y masones con diosas paganas y cultos ancestrales. Tales mezcolanzas, en efecto, son de un aciago gusto para los ambientes académicos. No obstante, si aún se fabrican tales combinaciones más menos literarias y novelescas, en parte se debe a la poca atención que la Universidad confiere a ciertos fenómenos culturales de moda, simplemente porque no son de su agrado o porque no se ajustan a los parámetros que se han decido que son los propios de la Universidad. Nuestro parecer, sobra decirlo, es muy diferente: no debemos desechar ninguna fuente cuando se trata de abordar el sentido y el fondo de los mitos, ya sea su formulación antigua o contemporánea. Todo tiene valor y todo ayuda a abordar un fenómeno tan complejo como el de las vírgenes negras. Lo que podríamos llamar “la clandestinidad cultural”, esto es, todo lo que está fuera de los márgenes de la Academia y que se mueve en los ambientes populares es mucho más grande y determinante de lo que podemos imaginar en un principio. Hacemos nuestras las palabras del teólogo alemán Ekkehard Hieronimus, cuando escribió que

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Parece muy claro que, dentro del cristianismo medieval, la virgen negra seguramente no ha existido nunca como modelo iconográfico y, sin embargo, ésta apareció a finales del Medievo, bien mediante el proceso de oscurecimiento de varias tallas románicas y góticas, bien por el uso de materiales oscuros que resultaban sencillos de trabajar, como la fayalita. En cualquier caso, cuando apareció el color negro en el rostro de María, éste se aceptó mayormente, se asimiló poco a poco en la liturgia y se interpretó teológicamente a partir de las Escrituras, en donde la amada del Cantar de los cantares fue el referente principal.

Sin embargo, en nuestra época, los acercamientos e interpretaciones del rostro oscuro de Nuestra Señora participan también de otras sensibilidades, entre las cuales no solamente se encuentran la eclesiástica o la material-positivista, sino que, tal y como es nuestro propio mundo, las hay de varios tipos distintos, muchas veces contradictorios. Acercarnos a toda la bibliografía existente en varios idiomas nos da una buena idea de la dimensión del fenómeno. En cuanto a Internet, es abrumadora la cantidad de información que encontramos sobre esta cuestión. Ya dijimos en la introducción a este bloque que muchas veces tal información localizada en la red es de muy baja calidad y, por lo tanto, de poco interés desde el punto de vista académico.

Sin embargo, desde un punto de vista antropológico, es de suma importancia, pues demuestra que, por un lado, el tema posee un gran atractivo y que, por otro lado, éste no se ha explicado satisfactoriamente, razón por la cual proliferan todavía las más fantasiosas hipótesis sobre el origen de las vírgenes negras, donde se mezclan sin ningún criterio a templarios, cátaros y masones con diosas paganas y cultos ancestrales. Tales mezcolanzas, en efecto, son de un aciago gusto para los ambientes académicos. No obstante, si aún se fabrican tales combinaciones más menos literarias y novelescas, en parte se debe a la poca atención que la Universidad confiere a ciertos fenómenos culturales de moda, simplemente porque no son de su agrado o porque no se ajustan a los parámetros que se han decido que son los propios de la Universidad. Nuestro parecer, sobra decirlo, es muy diferente: no debemos desechar ninguna fuente cuando se trata de abordar el sentido y el fondo de los mitos, ya sea su formulación antigua o contemporánea. Todo tiene valor y todo ayuda a abordar un fenómeno tan complejo como el de las vírgenes negras. Lo que podríamos llamar “la clandestinidad cultural”, esto es, todo lo que está fuera de los márgenes de la Academia y que se mueve en los ambientes populares es mucho más grande y determinante de lo que podemos imaginar en un principio. Hacemos nuestras las palabras del teólogo alemán Ekkehard Hieronimus, cuando escribió que

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lo que está ocurriendo en las capas más bajas de la sociedad es seguramente mucho más potente y efectivo que lo que ocurre en los círculos intelectuales. Por supuesto, pensamos que son intelectuales – en el sentido más amplio del término, en el que incluyo a los científicos – quienes definen nuestra vida. Pero últimamente los intelectuales son más bien como una película de aceite en un gran charco de agua: brilla juguetonamente y se cree que lo es todo, pero solo tiene el grosor de una molécula

Después de estos años de investigación – la cual nunca puede ser completa en este tipo de cuestiones – estamos persuadidos de pensar que la virgen negra, tal y como nos ha llegado através de su historiografía, es en realidad una inventio de la cultura moderna occidental, dentro de la cual todavía existen algunos troveros que hacen, justamente, lo que de ellos se espera: trobar, encontrar, dar con aquello que estaba oculto y que era necesario sacar a la luz. Hemos constatado que dicha búsqueda, más que demostrar el origen físico de estas efiegies negras de María, ha consistido, más bien, en dotar de sentido a estas imágenes de Nuestra Señora. Así, tal y como hicieran los antiguos y populares relatos que explican el modo en que fue encontrada tal o cual imagen de la virgen, los relatos de los últimos ciento cincuenta años sobre las vírgenes negras tienen la misma función, a pesar de la voluntad claramente científica y materialista de muchos enfoques contemporáneos. En efecto, tal y como exponemos en los apartados “Inventio” e “Imágenes escondidas y encontradas” del tercer capítulo de esta tesis, aquellos antiguos relatos estaban llenos de elementos simbólicos que conservaban y transmitían ciertos valores teológicos y espirituales a los fieles, quienes los conservaban gracias a la idoniedad de esas narraciones legendarias. Tales relatos aún perduran, aunque ya nadie los tome por ciertos en el sentido más corriente de esta palabra. Por esta misma razón, los mismos valores que las inventiones antiguas transmitían, son ahora retomados y adaptados a nuestra realidad, que en gran parte sigue adolecida por los mismos anhelos de antaño.

Anhelos espirituales-emocionales que buscan ser resueltos en todo tipo de hipótesis.

Interpretramos también como un cierto tipo de anhelo el deseo de explicar materialmente los fenómenos tocantes con el arte sagardo. Aquellos que zanjan la cuestión de las vírgenes negras aludiendo únicamente al ennegrecimiento de las tallas, buscan en realidad satisfacer sus propios valores intelectuales y culturales, dentro de los cuales no cabe la trascendencia. Y esto, evidentemente, también es un relato, es decir, un modo de ver y explicar la realidad.

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lo que está ocurriendo en las capas más bajas de la sociedad es seguramente mucho más potente y efectivo que lo que ocurre en los círculos intelectuales. Por supuesto, pensamos que son intelectuales – en el sentido más amplio del término, en el que incluyo a los científicos – quienes definen nuestra vida. Pero últimamente los intelectuales son más bien como una película de aceite en un gran charco de agua: brilla juguetonamente y se cree que lo es todo, pero solo tiene el grosor de una molécula

Después de estos años de investigación – la cual nunca puede ser completa en este tipo de cuestiones – estamos persuadidos de pensar que la virgen negra, tal y como nos ha llegado através de su historiografía, es en realidad una inventio de la cultura moderna occidental, dentro de la cual todavía existen algunos troveros que hacen, justamente, lo que de ellos se espera: trobar, encontrar, dar con aquello que estaba oculto y que era necesario sacar a la luz. Hemos constatado que dicha búsqueda, más que demostrar el origen físico de estas efiegies negras de María, ha consistido, más bien, en dotar de sentido a estas imágenes de Nuestra Señora. Así, tal y como hicieran los antiguos y populares relatos que explican el modo en que fue encontrada tal o cual imagen de la virgen, los relatos de los últimos ciento cincuenta años sobre las vírgenes negras tienen la misma función, a pesar de la voluntad claramente científica y materialista de muchos enfoques contemporáneos. En efecto, tal y como exponemos en los apartados “Inventio” e “Imágenes escondidas y encontradas” del tercer capítulo de esta tesis, aquellos antiguos relatos estaban llenos de elementos simbólicos que conservaban y transmitían ciertos valores teológicos y espirituales a los fieles, quienes los conservaban gracias a la idoniedad de esas narraciones legendarias. Tales relatos aún perduran, aunque ya nadie los tome por ciertos en el sentido más corriente de esta palabra. Por esta misma razón, los mismos valores que las inventiones antiguas transmitían, son ahora retomados y adaptados a nuestra realidad, que en gran parte sigue adolecida por los mismos anhelos de antaño.

Anhelos espirituales-emocionales que buscan ser resueltos en todo tipo de hipótesis.

Interpretramos también como un cierto tipo de anhelo el deseo de explicar materialmente los fenómenos tocantes con el arte sagardo. Aquellos que zanjan la cuestión de las vírgenes negras aludiendo únicamente al ennegrecimiento de las tallas, buscan en realidad satisfacer sus propios valores intelectuales y culturales, dentro de los cuales no cabe la trascendencia. Y esto, evidentemente, también es un relato, es decir, un modo de ver y explicar la realidad.

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Dicho esto, podemos afirmar entonces que, para nosotros, la virgen negra es una construcción simbólico-cultural del mundo moderno. Una construcción que, imaginada como un árbol, hunde sus raíces en el antiguo paganismo y en la mística cristiana medieval y cuyas ramas se proyectan en un presente que, por un lado, reniega de todo lo espiritual y que pretende que una tal construcción carezca de valor por ser, precisamente, un “invento”. Por otro lado, existe un presente distinto, uno que anhela modos nuevos de espiritualidad y que, por eso mismo, acoge desde la óptica simbólico-poética el fenómeno de las vírgenes negras. Para esta última manera de ver las cosas, las flores que penden de las ramas de este árbol son los estudios, libros y obras de arte que tal vez preparan el camino para dicha espiritualidad renovada. Los frutos, que aún no han nacido, bien podrían contener las semillas de un tipo de sensibilidad espiritual que reencuentre el anhelado equilibrio entre los dos polos del arquetipo femenino, que es luminoso y oscuro a la vez. Superar esa dualidad o, mejor aún, integrarla en la Unidad, es algo que puede enseñar la reflexión – poética, simbólica, imaginal – sobre la virgen negra, especialmente si se la observa desde la tradición alquímica en conexión con la creación artística, quizá uno de los modos más interesantes para una nueva espiritualidad. Una espiritualidad que no debería romper efectivamente con nada, sino que sería continuadora de algo que ha existido siempre y que, tal vez, una mirada nueva y responsable al antiguo paganismo, pueda ayudar a reactualizar.

Para que esto ocurra, es imprescindible atender a lo que nos ha enseñado la psicología de las profundidades, particularmente la de corte junguiano, pues ésta es capaz de tomar en cuenta el papel de la creatividad artística y de asimilar el lenguaje onírico con las imágenes alquímicas.

Así, la virgen negra, que es un invento al que vamos añadiendo diferentes capas y pátinas culturales, resulta una de las imágenes simbólicas más interesantes de nuestra tradición occidental, pues es capaz de aglutinar sobre ella tantas interpretaciones como inclinaciones intelectuales, emocionales y espirituales puedan aparecer. En efecto, el Arte, el verdadero Arte, interroga a pesar de los siglos a sus observadores. Y cuando la obra es, además, una obra viva, abierta, cambiante, entonces las preguntas se tornan más complejas y se pierden en niveles distintos de investigación. Es por ello que este último capítulo no puede concluir de un modo usual, pues no creemos que exista una conclusión que cierre el asunto de las vírgenes negras, sino que existen, más bien, modos diferentes de acercamiento al fenómeno, que lo dotan de sentido y que responden a los parámetros culturales e inclinaciones

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Dicho esto, podemos afirmar entonces que, para nosotros, la virgen negra es una construcción simbólico-cultural del mundo moderno. Una construcción que, imaginada como un árbol, hunde sus raíces en el antiguo paganismo y en la mística cristiana medieval y cuyas ramas se proyectan en un presente que, por un lado, reniega de todo lo espiritual y que pretende que una tal construcción carezca de valor por ser, precisamente, un “invento”. Por otro lado, existe un presente distinto, uno que anhela modos nuevos de espiritualidad y que, por eso mismo, acoge desde la óptica simbólico-poética el fenómeno de las vírgenes negras. Para esta última manera de ver las cosas, las flores que penden de las ramas de este árbol son los estudios, libros y obras de arte que tal vez preparan el camino para dicha espiritualidad renovada. Los frutos, que aún no han nacido, bien podrían contener las semillas de un tipo de sensibilidad espiritual que reencuentre el anhelado equilibrio entre los dos polos del arquetipo femenino, que es luminoso y oscuro a la vez. Superar esa dualidad o, mejor aún, integrarla en la Unidad, es algo que puede enseñar la reflexión – poética, simbólica, imaginal – sobre la virgen negra, especialmente si se la observa desde la tradición alquímica en conexión con la creación artística, quizá uno de los modos más interesantes para una nueva espiritualidad. Una espiritualidad que no debería romper efectivamente con nada, sino que sería continuadora de algo que ha existido siempre y que, tal vez, una mirada nueva y responsable al antiguo paganismo, pueda ayudar a reactualizar.

Para que esto ocurra, es imprescindible atender a lo que nos ha enseñado la psicología de las profundidades, particularmente la de corte junguiano, pues ésta es capaz de tomar en cuenta el papel de la creatividad artística y de asimilar el lenguaje onírico con las imágenes alquímicas.

Así, la virgen negra, que es un invento al que vamos añadiendo diferentes capas y pátinas culturales, resulta una de las imágenes simbólicas más interesantes de nuestra tradición occidental, pues es capaz de aglutinar sobre ella tantas interpretaciones como inclinaciones intelectuales, emocionales y espirituales puedan aparecer. En efecto, el Arte, el verdadero Arte, interroga a pesar de los siglos a sus observadores. Y cuando la obra es, además, una obra viva, abierta, cambiante, entonces las preguntas se tornan más complejas y se pierden en niveles distintos de investigación. Es por ello que este último capítulo no puede concluir de un modo

Así, la virgen negra, que es un invento al que vamos añadiendo diferentes capas y pátinas culturales, resulta una de las imágenes simbólicas más interesantes de nuestra tradición occidental, pues es capaz de aglutinar sobre ella tantas interpretaciones como inclinaciones intelectuales, emocionales y espirituales puedan aparecer. En efecto, el Arte, el verdadero Arte, interroga a pesar de los siglos a sus observadores. Y cuando la obra es, además, una obra viva, abierta, cambiante, entonces las preguntas se tornan más complejas y se pierden en niveles distintos de investigación. Es por ello que este último capítulo no puede concluir de un modo

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