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El periodismo ciudadano

En el apartado anterior, hemos visto como el periodismo digital se caracteriza por la mayor presencia de la ciudadanía en la concepción de la información. Gracias a los multiformatos como modos de presentación y al hipertexto como técnica, el usuario de la ciberprensa se ve capacitado para seleccionar aquellos contenidos que se adaptan mejor a sus intereses. Así, Sonia Ruiz (2009) afirma que:

“El ciudadano ha pasado de convertirse en receptor pasivo de la información a un creador y generador de contenidos. La Web 2.0 concede al ciudadano el poder de manifestarse y llegar a una audiencia potencial muy numerosa. Eso conlleva también el adentrarse en una sociedad más participativa, al ser más sencilla esta aportación de contenido, y estar al alcance de un usuario sin grandes conocimientos técnicos”

(Ruiz, 2009: 17)

En este sentido, el visionario tecnológico Jaron Lanier (2011) nos advierte que "son las personas las que hacen el foro, no el software (…)” (Lanier, 2011:100) Para Lanier, la tecnología no tiene sentido sino los individuos no lo emplean para sacar una ventaja de ella. En el ámbito de la red, la mejoría que supone la tecnología de la información es que da lugar a que las personas puedan interconectarse, intercambiar contenidos y hacerlo en beneficio de la propia comunidad.

De esta manera, Bowman y Willis (2003) nos hablan de Periodismo participativo, que definen como “el acto de un ciudadano o grupo de ciudadanos que juegan un papel activo en el proceso de colectar, reportar, analizar y diseminar información. La intención de esta participación es suministrar la información independiente, confiable, exacta, de amplio rango y relevante que una democracia

requiere.” (Bowman y Willis, 2003: 9)

Otros autores, no obstante, prefieren hablar de periodismo ciudadano, como es el caso de Bruns (2006), Briggs (2007), McCombs (2009) o, en España Salvat y Serrano (2007). Todos consideran que este “tipo de prensa está sujeta a las aportaciones que en el ámbito de la información realizan personas ajenas a la profesión a través de los nuevos medios y tecnologías”. (Salvat y Serrano, 2007: 78).

De esta forma, el término recogería todos aquellos fenómenos informativos en los

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que la ciudadanía tiene una cierta participación. Esta colaboración también se produce en la formación de la opinión. Para estos investigadores, la característica más interesante de este concepto de “periodismo ciudadano” será la diferencia con relación al periodismo tradicional: “Este tipo de prensa se caracteriza por un exceso de dependencia respecto de las fuentes profesionales y que ejerce como poder frente a una “ciudadanía” pasiva”. (Salvat y Serrano, 2007: 79)

Así, Marcos (2008) opina que el usuario de la prensa digital ha pasado a ser un “Lector actuante”, es decir, ha dejado de ser un simple observador de la realidad para convertirse en parte de la información. Así, destacan que “en los primeros momentos, participaba a través de correos electrónicos que se empleaban en la elaboración de la información, una vez contrastados los datos por el documentalista y, luego, ha entrado en directo para preguntar a algún personaje famoso” (Marcos y otros, 2008: 17). En estos momentos, el usuario es un “lector integral” que forma parte del sistema actual. Se ha convertido en una especie de colaborador que envía información con el fin de que se tome como referencia para elaborar el producto final o que, al menos, se incluya una parte o la totalidad de la misma. Este último ha sido el que se ha establecido como lector principal en la mayoría de las publicaciones digitales: “Lee los periódicos en Internet y al mismo tiempo siente que es partícipe y protagonista de la información.” (Marcos y otros, 2008: 17)

De esta forma, Croteu y Hoynes (2006) asegura que Internet se caracteriza porque es capaz de permitir a todos los usuarios convertirse en productor y distribuidor de contenidos a nivel mundial, al mismo tiempo que los capacita para ser los receptores de multitud de mensajes (Croteu y Hoynes, 2006: 75-77). En este sentido, el periodismo digital se auspicia al abrigo del concepto de “Cultura participativa” acuñado por Jenkins (2006), en el que informador e informado intercambian conocimientos (Croteu y Hoynes, 2006:76).

Así, podemos hablar de un periodismo público, como destacan Rosen, Merritt y Austin (1994), destinado a las personas como ciudadanos y no como espectadores o lectores, que se confunden en una masa indiferenciada. Ahora el periodismo se convierte en una actividad compartida, en la que el intercambio continuo de información entre profesional y receptor hace que la noticia se

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enriquezca. (Rosen, Merritt y Austin, 1994: 77-85). Para Briggs (2007), los medios digitales “son populares porque abrazan la interactividad y dan a los lectores sentido de participación” (Briggs, 2007:69-72)

Estamos ante un nuevo sistema de comunicación masiva que basa su razón de ser en la propia democracia participativa. Un sistema que necesita, como menciona Barney Glasser (2000), un uso de la información a partir de la responsabilidad social, para no dar por buenos contenidos que carecen de veracidad.

Precisamente, esto es lo que hace que los profesionales recelen de los contenidos que aparecen en la red (Glasser, 2000: 162-165). En este entorno, el papel del periodista digital se muestra confuso y muchos profesionales denuncian que, en realidad, la mayoría de estos contenidos están elaborados por personas ajenas a la profesión. Así, Nip Joyce (2006) teme que la noticia quede “en manos de ciudadanos comunes y de periodistas, por lo general no remunerados, en el lugar de los periodistas profesionales” (Nip, 2006:212-236).

Sin embargo, esta no parece ser la tendencia, sino que el periodista deberá convertirse en el profesional capaz de interpretar y dar sentido a los contenidos que se gesten a través de varias vías de comunicación. Para ello, el comunicador deberá formarse de otra forma, como señala Perceval (2008): “Se trata de inventar-construir-diseñar un periodista ciudadano que, supuestamente, asume estos cambios desde no se sabe qué ciencia infusa y se convierte en el dueño y señor de la red " (Perceval, 2008: 83). Para este autor, el periodismo ciudadano nos conduce a dos ámbitos de estudio que deben estar presentes a la hora de educar a nuevos comunicadores: “una dinámica mucho más ágil e interactiva de la relación entre el productor de un mensaje periodístico y su consumidor que se transforma en lector-escritor. Y una profesionalidad más exigente ya que las fuentes de información se multiplican exponencialmente (…)” (Perceval, 2008: 84). La función principal del nuevo periodista es la de saber gestionar la información y gestar la opinión para así dar coherencia a un panorama tan disperso como el que nos presenta la red.

Así, paradójicamente las tecnologías permiten al profesional de la comunicación la posibilidad de hacer “mejor periodismo” (Briggs, 2007: 51), ya que la red se ha revelado como una fuente inagotable de información para los periodistas.

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Por esta razón, Silvia Cobo (2012) asegura que Internet “se ha convertido en una herramienta indispensable para cualquier periodista, trabaje en un medio o en un gabinete de comunicación” (Cobo, 2012: 16-17). Además, la red se presenta como un medio que integra y supera a todos los demás y genera nuevas capacidades expresivas a partir de intercalar productos multimedia, interactivos e hipertextuales (Salaverría y Negredo, 2008: 20) . En este contexto, el periodismo ha ido incorporando en sus rutinas de producción a los formatos propuestos por la red. Sin duda, es este entorno tecnológico el que está redefiniendo el perfil y las habilidades de los periodistas, que debe adaptarse a las nuevas formas de concebir, contrastar y difundir la información.

Briggs (2007) dice que los periodistas deben estar dispuestos a enfrentarse a este cambio, que es inevitable. (Briggs, 2007: 15-16)

Por esta razón, los medios informativos offline, según Gómez-Escalonilla (2004), abren sus websites para ofrecer información en línea. Al mismo tiempo, la red incorpora entre sus contenidos a la información periodística que se dirige a un público diverso que domina la búsqueda y la selección de las noticias.

A partir de estas definiciones, podemos decir que existen dos tipos de periodismo digital: aquel que se limita a trasladar el contenido de los medios tradicionales impresos o audiovisuales a la red; y el que rompe con la comunicación lineal y unidireccional propia del periodismo offline. Este último tiene una serie de características propias e implica cambios fundamentales en las rutinas de producción y difusión de la información.

Coleman (2005), además, atribuye a este periodismo la facultad de abrir oportunidades sin precedentes para “una participación más inclusiva pública en la deliberación de las cuestiones políticas” (Coleman, 2005: 177-198). La red se define por su capacidad de comunicación instantánea y democrática. Está abierta a todos los ciudadanos que tengan a su alcance la conexión y los mecanismos para acceder y los mensajes, a través de ella, fluyen de forma inmediata y sin espacio limitado. En este contexto, la opinión sobre los temas más diversos es una de las formas expresivas más interesantes de la red que da la oportunidad

En el próximo capítulo analizaremos las características propias de este tipo de periodismo ciudadano trasladado al ámbito inicial de la opinión a través de uno de

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los formatos que más impacto internacional tienen en este momento: el blog.

También conocido como bitácoras o weblog, estas nuevas formas comunicativas se han convertido en un género propio de la red en la que ciudadanos anónimos y periodistas especializados vierten su opinión sobre los temas más diversos. Su gran capacidad de penetración, su flexibilidad y su frescura han hecho que se conviertan en formatos comunicativos esenciales para sectores como el de la moda.

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Capítulo 5: El fenómeno blog y la aparición de nuevos formatos