• Aucun résultat trouvé

Las teorías de la heterogeneización: la hibridación

MARCO TEÓRICO

1. Cultura y globalización

1.3. La articulación entre lo local y lo global

1.3.2. Las teorías de la heterogeneización: la hibridación

Frente a estas primeras teorías de la homogenización, las teorías que se enmarcan en la heterogenización, entienden que estos nuevos procesos de la globalización no siempre tienden a la uniformidad de los significados culturales. Así, estas teorías tratan de explicar las nuevas formas de cooperación y reorganización de la cultura fruto de la interacción entre las culturas (Featherstone et al., 1995). Los primeros estudios que matizaron las teorías imperialistas se centraron en explorar cómo los mensajes de los medios eran reinterpretados cuando circulaban entre países. Autores como Tomlimson (1991) o Lull (1997) afirmaron que la circulación entre

las prácticas y significados culturales a través de distintos países, supone su interpretación, traducción, mutación, adaptación o autoctonización, puesto que la cultura receptora utiliza sus propios recursos en su absorción. De esta manera, se produjeron estudios que destacaron el proceso de apropiación cultural entendido como la interacción entre la influencia de una cultura externa sobre las prácticas locales. Este proceso se ha definido con diversos términos. No obstante, uno de los que más literatura y consenso ha generado ha sido el de hibridación.

Featherstone et al., (1995) señalan que existen dos vínculos principales entre la hibridación y la globalización: en primer lugar, se destaca que la hibridación está presente en todos los procesos de globalización, y, en segundo lugar, que la hibridación permite superar la idea de que la globalización supone homogenización u occidentalización.

La noción de hibridación ha sido ampliamente debatida dentro de las tesis de la heterogeneidad, como teoría y como modelo de análisis (Kraidy, 2005). La introducción del concepto de hibridación al estudio de la cultura ha generado dos debates iniciales: ¿cuándo tiene lugar? Y

¿dónde? Respecto a la primera pregunta, Friedman (1994) y Nederveen Pieterse (2001) sostienen la necesidad de asumir una mirada histórica que permita observar que las culturas han estado en contacto a lo largo del tiempo, como imperios, migraciones u otros fenómenos. En otras palabras, la mezcla entre culturas ha estado presente desde que el ser humano comenzó a moverse por la tierra (Nederveen Pieterse, 2001). Straubhaar et al., (2002), por su parte, afirman que la hibridación es un proceso histórico, temporal y reflexivo. No obstante, sugieren que, en la actualidad, la globalización supone observar la hibridación desde la interacción entre lo global y lo local y la irrupción de dos potentes actores que son los medios de comunicación y las tecnologías. En relación a la segunda pregunta, se ha generado un amplio debate sobre dónde se produce la hibridación y cada postura está determinada por la definición de hibridación que se adopte. Bhabha (1994) sostiene que la hibridación tiene lugar en un nivel global, justo en los límites en los que se cruzan las culturas y tiene lugar la traducción con la que se reconfigura el imaginario social y cultural. Además, afirma que la migración es el fenómeno fundamental que trasforma la cultura e influye en la hibridación.

En la aplicación del concepto de hibridación como un paradigma teórico – práctico en el análisis de la cultura y la globalización han sobresalido tres autores: García Canclini (1989), Nederveen Pieterse (2001) y Kraidy (2005). En su trabajo, García Canclini (1989) relaciona el concepto de hibridación con otra constelación de conceptos: modernidad, modernización y modernismo, diferencia – desigualdad, heterogeneidad, reconversión o multitemporalidad, sin los cuales la hibridación carece de sentido. Para el autor, el concepto de hibridación engloba tanto la mezcla de elementos étnicos y religiosos como los producidos por los procesos sociales y las culturas fruto del avance tecnológico. De esta manera, presenta dicha noción como el proceso a través del

cual las culturas pasan de lo tradicional a la modernidad o, con otras palabras: el proceso en el que se pone en juego lo tradicional, lo moderno, lo culto, lo popular y lo masivo, a través de los mecanismos de la modernidad, especialmente, de los medios de comunicación. Luego, la influencia de la globalización en la cultura da lugar a un proceso de modernización en el que los medios de comunicación tienen un papel protagonista y la cultura es entendida como un sistema de significado y producción simbólica. Finalmente, el investigador considera que la hibridación ofrece nuevos modos de concebir la relación entre cultura y poder, la lógica del mercado y la producción simbólica, y la modernización y democratización. Hay que decir que García Canclini (1989) parte de un análisis muy centrado en la realidad latinoamericana.

Por su parte, el antropólogo Jan Nederveen Pieterse (2001) también ha abordado los cambios de la globalización en la cultura a partir del concepto de hibridación. A pesar de que parte de la idea de que las culturas nunca son productos puros, sino que siempre son formas híbridas, este autor reconoce que la hibridación y la síntesis son dos aspectos vinculados a la globalización. Sin embargo, Nederveen Pieterse (2001) está en desacuerdo con la visión extendida que sostiene que la globalización está relacionada con la modernidad porque presupone que la primera consiste en la difusión de la tecnología, la economía y la cultura de Occidente. Por el contrario, defiende que la modernidad es un periodo anterior a la globalización, ligado al Estado nación y a las teorías de la dependencia marxista, mientras que la globalización está vinculada al paradigma posmoderno de la hibridación. Al asumir la posmodernidad como modelo analítico, el autor afirma que existen tantos modos de globalización como agentes y dinámicas que los impulsan, y, por tanto, la globalización sobrepasa las nociones de universalización y dominación. Según el investigador, dado que la globalización adquiere diferentes significados en función del contexto cultural, la hibridación es el proceso por el que cada cultura recombina nuevas formas culturales con las prácticas ya existentes. Asimismo, Nederveen Pieterse (2001) sugiere que el análisis de la hibridación debe centrarse en estudiar cómo cambian y se reestructuran los significados y las significaciones, cómo cambian los procesos de adscripción cultural y cómo se contrarrestan los conflictos interétnicos y los choques culturales. Con un modelo híbrido se debe intentar ir más allá de las expresiones culturales más representativas y no restringir la amplia gama de variantes híbridas.

De todo lo anterior se extrae que Nederveen Pieterse (2001) aborda la relación entre hibridación y globalización de una manera muy diferente a la de García Canclini (1989). Ambos autores asumen que la globalización conlleva un proceso de hibridación en las diversas culturas y que dicho proceso de hibridación es múltiple y particular de cada contexto. No obstante, mientras que García Canclini (1989) concibe la hibridación como un proceso ligado a la modernización occidental de culturas más periféricas y, más concretamente latinoamericanas, Nederveen

Pieterse (2001), sin dejar de reconocer que la globalización tiene unas raíces profundamente occidentales, postula que la hibridación es posmoderna y afecta a la cultura tanto de contextos occidentales como no occidentales.

Marwan Kraidy (2005), por su parte, considera que la hibridación en un concepto clave para entender la lógica cultural de la globalización y, especialmente, el rol que juegan las comunicaciones, su producción y recepción en las culturas. Tras realizar un repaso del uso y la discusión del concepto de hibridación desde diferentes disciplinas, afirma que la hibridación está en proceso de maduración y, más que un concepto o idea, responde a una asociación de ideas y de conceptos que se refuerzan y contradicen. Asimismo, el investigador reconoce el gran poder explicativo e interpretativo de la hibridación para entender los nuevos contextos de la globalización. Particularmente, Kraidy (2005) detecta que las principales críticas negativas hacia el concepto de hibridación están relacionadas con haber sido utilizado de forma vaga e imprecisa, con gran carga ideológica y de una manera excesiva en contextos muy diversos, y estos hechos le han hecho perder precisión y especificidad. Para superar dichos problemas, propone tres premisas fundamentales en la compresión del concepto de hibridación: 1) que sea contemplado dentro de un triple contexto histórico, las mezclas raciales y culturales a partir del siglo XIX, el contexto histórico de las identidades híbridas contemporáneas y la introducción del concepto de hibridación en los estudios internacionales de la comunicación; 2) que sea entendido como concepto teórico y retórico (por tanto, debe contemplarse el uso de la hibridación en el discurso público), y 3) que sea operacionalizado en estudios de caso concretos.

Además, Kraidy (2005) añade que el concepto de hibridación debe ser capaz de superar las dicotomías estériles entre imperialismo y pluralismo o entre estandarización de la homogenización y riqueza de la heterogeneidad. Con ánimo de construir una teoría de la hibridación, el investigador analiza la aplicación del concepto de hibridación en: el discurso público y corporativo, los productos de la cultura y el estudio de la identidad. Los resultados de su trabajo le llevan a proponer que la hibridación puede ser una teoría flexible y eficaz para estudiar los fenómenos culturales de la globalización desde una perspectiva crítica y a advertir que todos los estudios sobre dichos fenómenos deben tener en cuenta el desequilibrio de los flujos globales y su influencia en los contextos locales. Pese a esta última afirmación, Douglas Kellner (2007) considera que la propuesta de Kraidy (2005) no permite atender realmente las luchas de resistencia a la dominación que tienen lugar en los contextos locales. Para Kellner (2007), a la propuesta de Kraidy (2005) se debe añadir una perspectiva gramsciana que permita entender la hibridación como un terreno en conflicto en el que suceden múltiples formas de lucha. Así, la hibridación debería ser entendida desde la diferencia, la opresión, la jerarquía, la lucha y la hegemonía e incluir aspectos como la clase, el género o la sexualidad dentro de la discusión. Para

Kellner (2007), la hibridación debe asumir que cualquier forma cultural, ya sea local, nacional o global, está afectada por las jerarquías y las desigualdades fruto de las relaciones de dominación y poder. En consecuencia, cualquier análisis en torno a la globalización y la cultura debe tener en cuenta la opresión y las fuerzas contra la dominación en todas sus formas.

Más allá de la hibridación, se han propuesto otros conceptos para tratar de entender la articulación entre lo global y lo local, y matizar las teorías de la homogenización cultural. A continuación, se van a explicar los dos que más consenso han generado: la “glocalizacion” (Robertson, 1995) y la

“indigenización” (Buonanno, 1999). El concepto de glocalización ha sido propuesto por Robertson (1995) para definir el proceso por el cual los patrones globales se localizan o nacionalizan según las características del contexto en el que tenga lugar. Robertson (1995), al igual que los teóricos de la hibridación, considera que la versión extendida que defiende la supremacía de la globalización sobre la localización es débil. Por el contrario, mantiene que la globalización ha supuesto el incremento de la localidad en todo el mundo, puesto que ha llevado a volver a reflexionar sobre lo que significa casa, comunidad y localidad. El autor señala que el proceso global realmente consiste en que mientras las tendencias económicas y políticas son cada vez más globales, las cultura regionales y nacionales se reafirman cada vez con más fuerza. En consecuencia, emerge una adaptación localizada o híbrida de lo que es considerado actual o moderno que se identifica con lo global.

Para Robertson (1995), asimismo, el ejemplo más ilustrativo de la glocalización lo constituye la expansión del Estado nación. Tras observar como la organización nacional del Estado, y sus particularismos, es muy similar en todo el mundo, considera que se trata de un proceso constante por el que las sociedades copian las ideas y prácticas del Estado nación y lo convierten en un hecho local. Al mismo tiempo, el autor afirma que muchas culturas que actualmente son consideradas nacionales o locales son fruto de la influencia que han recibido de otras culturas a lo largo de la historia, tanto a nivel nacional, regional y global. Por esta razón, algunos patrones que son considerados como contemporáneos e identificados como nacionales o locales son, en verdad, un hecho de la glocalización. Para el autor, EEUU constituye el mejor ejemplo de estas tendencias. Por una parte, la cultura estadounidense es fruto de la inmigración más reciente, en comparación a otros lugares, pero, al mismo tiempo, ha conseguido ser el modelo nacional y comercial más difundido y adaptado. La propuesta de Robertson (1995) ha tenido una gran aceptación. Así, Iwabuchi (2002) siguió el modelo de glocalización para describir como Japón ha entrado en la modernidad a través de la adaptación deliberada del modelo extranjero global y su ajuste a las circunstancias nacionales. También, como se expondrá más adelante, el concepto de glocalización ha sido utilizado para analizar los productos culturales que circulan globalmente (Esser, 2014).

A partir de las tesis de Appadurai, y desde los estudios televisivos, Milly Buonanno (1999) propone el término indigenización, al que define de la siguiente manera:

(…) proceso por el cual formas y expresiones de culturas externas son elaboradas y restituidas por unas o diversas sociedades locales en configuraciones consonantes y sintónicas con los propios, autóctonos, sistemas de significados, dando vida a formas y expresiones que en su naturaleza híbrida y sincrética, fruto de la mezcla de ingredientes nativos y no nativos, aparecen reconociblemente marcadas por especificidades domésticas, y constituyen bajo cada perfil originales y auténticas creaciones de la cultura local (Buonanno, 1999, p. 20).

Con el modelo de indigenización, Buonanno (1999) sigue la estela de Robertson (1995) y García Canclini (1989) para afirmar que la importación de patrones de otras culturas no supone una repetición o imitación. Por el contrario, defiende que se produce una remodelación a partir de las particularidades nacionales, regionales y locales. La autora está de acuerdo con el imperialismo cultural cuando reconoce que hay una relación asimétrica y desequilibrada entre las diferentes naciones o países. Sin embargo, alega que dicha teoría no contempla que las culturas activan dinámicas de apropiación y de trasformación de las prácticas y significados procedentes de un origen cultural distinto, y las convierten en nuevas versiones localizadas, híbridas y heterogéneas.

Así, desde el modelo de la indigenización, la autora enfatiza términos como asimetría, interdependencia, apropiación, hibridismo y heterogeneidad, frente al léxico imperialista, plagado de términos como dependencia, control, imitación y homogenización. Finalmente, Buonnano (1999) afirma que el modelo de la indigenización se asienta en el construccionismo social al asumir el carácter activo e interpretativo de la comunicación para la configuración de la realidad y como proceso indispensable por el que la cultura se preserva, se regenera y se transforma.

En cierta manera, puede afirmarse que las ideas bajo el paraguas de la heterogeneidad de la cultura se apoyan en los estudios culturales y el construccionismo simbólico. Estas teorías contemplan la relación entre lo global y lo local de una manera más flexible y recíproca, mientras que las tesis de la homogenización lo hacen desde el enfrentamiento, la dominación y el control de una sobre el resto. Frente a ambas posturas, Robertson (1995) sostiene que cualquier teoría que analice la relación entre lo global y lo local debe asumir que no existen culturas completamente aisladas;

todas, en algún momento de su evolución, han entrado en contacto con ideas y prácticas externas.

En un sentido más pragmático, a mediados de la década de los años noventa, Friedman (1994) reconoce que ocurre un proceso simultáneo de expansión de lo global y de las instituciones y medios de comunicación junto con una multiplicación de proyectos locales y estrategias de localización, pero concluye con que no significa más que otra constante de la historia cultural

global. Por eso, sugiere que se debe renunciar a observar la relación entre la globalización y la cultura como fenómenos enfrentados.

A partir de esta estela, los conceptos que se han utilizado para describir la relación entre las culturas, como interculturalidad o trasculturalidad, abandonan las tesis homogeneizadoras y se enmarcan más en las teorías de la heterogenización. En el siguiente apartado, se abordan estos conceptos junto otras dos ideas que han estado ligadas a la relación entre cultura y globalización:

la posibilidad de una cultura global y cómo sería dicha cultura, y la crisis de sentido vinculada a los cambios producidos por la globalización en la cultura.