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El análisis de contenido cualitativo

MARCO TEÓRICO

3. El estudio de la ficción televisiva y su contexto sociocultural 2. La ficción televisiva

4.3. El análisis metodológico de la ficción televisiva

4.3.2. El análisis metodológico del texto

4.3.2.2. El análisis de contenido cualitativo

El análisis de contenido cualitativo se caracteriza por ser de tipo subjetivo y ensayístico (Igartua, 2006). Tiene su origen en el análisis retórico aristotélico, que consideraba crucial analizar el contenido y la forma de los mensajes persuasivos y la hermeneútica. Igartua (2006) sostiene que la principal diferencia está en que el análisis de contenido cuantitativo tiene un carácter sistemático que, aunque también posee un carácter interpretativo, está sustentado en procedimientos técnicos de validación. Sin embargo, es justo en esta idea sobre la que se producen las principales críticas al análisis de contenido cuantitativo. Como señala Vilches (1993), la principal crítica al análisis de contenido cuantitativo es que convierte un texto complejo, literario y audiovisual en unidades cuantitativas de análisis y trata de comparar de manera mecanicista el mundo de la ficción con el de la realidad de los espectadores. En este sentido, Larsen (1993) considera que los estudios cuantitativos de los textos solo sirven como complemento de los estudios cualitativos y que el análisis de contenido cualitativo debe superar al cuantitativo y prestar más atención a la naturaleza textual del contenido.

En la década de los años cincuenta, Siegfried Krakauer realizó una crítica a la fiabilidad y objetividad de los procedimientos cuantitativos del análisis del contenido. Para el autor, el uso de dichos métodos supone atomizar el texto en unidades pequeñas que impiden la posibilidad de comprender el texto como un todo significante. Además, el autor afirma que las categorías son atajos cargados de opinión. Krakauer (1952) propone que el texto debe concebirse como un todo significativo y para ello debe ser interpretado a partir de métodos cualitativos, hermenéuticos o humanísticos. La labor del analista recae en sacar a la luz todos los posibles significados que se pueden crear en un texto fruto de las intersecciones entre las intenciones y los efectos que tienen lugar en él. Por tanto, Krakauer (1952) pone el foco en la interpretación de los significados y llega a establecer la tradicional distinción entre significado manifiesto o latente y el significado superficial o profundo. Sin embargo, el autor no ofreció ninguna metodología o enfoque sistemático. Desde ese momento, de hecho, se han sucedido una serie de enfoques de análisis textuales con objetivos y procedimientos diversos. Los tres enfoques más utilizados han sido: el análisis narrativo, el análisis del discurso y el análisis semiótico, que se van a explicar brevemente a continuación.

• El análisis narrativo. De manera resumida, esta aproximación considera que los textos son historias o relatos y los estudia con referencia a su narrativa. Así, toda narración implica una secuencia de sucesos, que tienen un inicio, un final, un argumento y una serie de personajes. La obra de referencia es el texto de Morfología del cuento de Vladimir Propp (1982), que establece roles de los personajes y sus funciones, y está basada en el

formalismo ruso y la teoría literaria. Sin embargo, no es hasta la década de los años setenta, que la narratología se presenta como un campo fértil para el estudio cualitativo de los textos de los medios de comunicación. Autores como Gerard Genette y Tzvetan Todorov utilizaron las bases de la narratología para crear una serie de conceptos y procedimientos útiles para el análisis cualitativo de los mensajes de los medios de comunicación. Además, la narratología se vincula con la noción de ideología. En esta línea, Eco (1986) y Larsen (1993) defienden que las posiciones ideológicas también subyacen y son efecto de la estructura del texto. Por tanto, a partir de la estructura narrativa del relato se manifiestan valores y mensajes con implicaciones ideológicas. En los estudios televisivos, Fiske y Hartley (1978) fueron los pioneros en aplicar las nociones de la narratología e ideología al estudio de los géneros televisivos con el objetivo de mostrar como la televisión ocupa las funciones de integración y socialización de la sociedad moderna. En este sentido, Larsen (1993) afirma que los procedimientos del análisis narrativo sirven como punto de partida para la interpretación de las conexiones entre los textos y su contexto.

• El análisis del discurso. Esta aproximación parte de la premisa de que siempre existen diferentes formas de expresar una idea y la elección que se efectúa de los términos utilizados no es aleatoria o accidental, sino que conlleva un sustrato ideológico subyacente. Así, el análisis del discurso trata de identificar las relaciones de poder que están detrás de las elecciones que guían y se reflejan en los mensajes de los medios de comunicación. Igartua (2006) sostiene que el análisis del discurso pone el foco en cómo el lenguaje manifiesto expresa asunciones ideológicas. Por otra parte, Santander (2011) señala como autores de referencia de este enfoque a Michael Foucault, Paul Ricoeur o Mijaíl Bajtín e indica que el análisis del discurso se nutre de la semiología y la semiótica que estudian la relación entre los signos de diversa naturaleza y su relación con el contexto social. En general, Santander (2011) señala que el análisis del discurso trata de comprender los significados presentes en la sociedad y cuáles son sus reglas de significación. Luego, lo que se examina es la generación de significados en signos de diversa naturaleza, y que van más allá de la lengua oral o escrita (oral, escrita, gestual, audiovisual, espacial, etc.). El mismo autor advierte que desde este enfoque no existe una técnica para hacer el análisis, sino que existen muchas propuestas de diversos autores que varían según la problemática y la motivación. No obstante, defiende que cualquier modelo de análisis del discurso debe mostrar una coherencia rigurosa en las categorías que utiliza.

• El análisis semiótico. Este enfoque pone atención al análisis del significado profundo o latente de los mensajes en lugar de en sus propiedades manifiestas. También se analiza cómo se construye el significado, el empleo de los símbolos y códigos, y se examina todo tipo de artefactos culturales. La semiótica parte de la teorización del signo y el significado de Ferdinand Saussure y ha tenido una fuerte influencia en el estudio de los medios de comunicación. Una de las figuras pioneras fue Roland Barthes, quien aplicó la interpretación del signo y el significado en el análisis de los medios de comunicación en la década de los años sesenta. Así, para el autor, los medios de comunicación se configuran como prácticas significantes modernas que pueden ser analizadas para captar los significados latentes que generan. Desde esta corriente se establece una relación entre texto, ideología y sociedad. El análisis de los mensajes masivamente comunicados se convierte en una práctica ideológica. Para Barthes (1982, 1987) existen dos tipos de significados: denotativo/natural y connotativo/ideológico. La tarea del analista que utiliza la semiótica es encontrar los significados ideológicos para comprender la ideología dominante. Finalmente, Igartua (2006) señala que se trata de un método esencialmente descriptivo.

Los tres enfoques descritos poseen una larga trayectoria y aplicación en los estudios de los textos mediáticos. Además, están mutuamente influidos. Especialmente, la semiótica y su desarrollo ha dotado de herramientas teóricas y metodológicas al análisis del discurso y al análisis narrativo.

En definitiva, los tres tipos de análisis tratan de poner de manifiesto los valores del texto a partir de lo que dice y de cómo lo dice, para poder reflexionar sobre el texto en sí mismo y su relación con el contexto. Frente al análisis cuantitativo, su objetivo no es medir la presencia de ciertos temas, elementos o espacios, sino poner de relieve la arquitectura y el funcionamiento del propio contenido. Consecuentemente, Casetti y Di Chio (1999) señalan que las posibilidades del análisis cualitativo del contenido ponen atención a: los elementos centrales del texto, los modos en los que se construye, los modos en los que se interpretan sus significados, los temas de los que habla y los modos de enunciación de su propio discurso. Sin embargo, el análisis cualitativo del contenido en sus distintas formas no ha alcanzado un procedimiento único y válido con el que examinar los textos. A partir de esta carencia, Casetti y Di Chio (1999) realizan una propuesta basada en dos condiciones para todo análisis cualitativo del contenido: ser sistemático más que especulativo y analizar el texto como un todo.

En su propuesta para realizar un análisis cualitativo de contenido, Casetti y Di Chio (1999) tienen presente los tres enfoques de análisis cualitativo descritos (semiótico, discursivo y narrativo). De manera concreta, los autores proponen un esquema de lectura como instrumento de análisis. Los autores reconocen que el esquema de lectura no es una lista inamovible de pasos a seguir o

instrucciones, sino una configuración de elementos que deben ser definidos por el investigador como una guía de análisis. Así, afirman que el esquema de lectura es un “dispositivo que sirve para guiar la atención del investigador” (Casetti y Di Chio, 1999, p. 252). Por tanto, el esquema de lectura es una herramienta flexible que puede adquirir manifestaciones diferentes según sus componentes y funciones. Además, puede ser más o menos estructurado y simplemente constar de una lista de los puntos más importantes, o puede adquirir una forma más estructurada y sistemática.

Independientemente de la sistematicidad del esquema de lectura, los autores señalan que deben realizarse dos fases para la realización de un análisis cualitativo: una primera, para subdividir el contenido en fragmentos enumerados que permitan describir y crear un mapa con todos los elementos y aspectos presentes, y una segunda, que ponga de relieve las relaciones entre ellos.

Ahora bien, en el caso de querer realizar un esquema de lectura más estructurado, Casetti y Di Chio (1999) ofrecen la siguiente propuesta para la creación de una ficha de análisis sostenida en tres premisas claves:

1. Instrucciones para descomponer el texto. Se trata de los mecanismos de descomposición del contenido. Dicha descomposición puede ser lineal o atender a criterios de otra naturaleza. Los criterios pueden ser formales (estilísticos) o de contenido (temáticos). En función de los criterios, se realizará un tipo de descomposición diferente, pero el objetivo será realizar un análisis transversal que permita identificar los elementos internos para poder estudiarlos por separado.

2. Categorías de análisis. Para los autores las categorías deben poner de relieve los elementos claves del texto y también reagruparlos para confrontarlos entre sí. Como ejemplo de categoría, pueden ser los personajes.

3. Modelo de referencia. Se refiere a un patrón de representación esquemática del fenómeno que sea capaz de revelar sus principios de construcción y funcionamiento. Puede ser previo al análisis y que trate de explicar el discurso, o puede ser conclusivo y que condense lo datos.

Además, estos tres elementos deben estar interrelacionados; es decir, cuando se descompone el contenido deben tenerse presente las categorías que se van a aplicar y, a su vez, dichas categorías deben captar datos que remitan a un modelo general o permitan preparar uno. Casetti y Di Chio (1999) señalan dos procedimientos que se deben seguir en el análisis cualitativo de contenido:

descripción e interpretación. De acuerdo a los autores, la descripción debe estar orientada a identificar e inventariar los datos, mientras que la interpretación debe consistir en la recomposición de los datos y su explicación en consonancia con el texto en su conjunto.

Finalmente, los autores indican dos funciones de los esquemas de lectura: una función analítica y teórica, para identificar tendencias, y una función operativa, que puede establecer un diagnóstico y ser correctiva.

La principal crítica al análisis cualitativo de contenido es su subjetividad y especulación dado el alto grado de interpretación que es necesario por parte del investigador en el proceso de construcción de la plantilla y el propio análisis. Autores clásicos del análisis de contenido, como Berelson (1952), han manifestado el nivel de subjetividad que conlleva el método. Por ello, el investigador debe ser consciente de sus propias interpretaciones y minimizarlas a través de estrategias durante el análisis. Por su parte, Krippendorff (1990) subraya que el investigador se sitúa en un posición concreta frente a la realidad al enfrentar este tipo de técnicas. Por esa razón, subraya la importancia de que el investigador conozca el origen de sus datos y ponga de manifiesto los supuestos que formula acerca de ellos y de sus interacciones con el medio. Además, añade que el analista debe ser consciente de que sus intereses y conocimientos determinan la construcción del contexto dentro del cual se realizarán sus inferencias. Cassetti y Di Chio (1999) sostienen que los problemas con la objetividad tienen lugar en cualquier fase del análisis del texto ya que sus dos procedimientos, la descripción y la interpretación, requieren de la subjetividad del investigador. No obstante, los autores proponen recordar que la necesidad de ambas puede ser un recurso para disminuir la alerta hacia la subjetividad y afirman que “para poder describir hay que adoptar un determinado punto de vista y cuando se interpreta no se puede prescindir del dato concreto” (p. 258).