• Aucun résultat trouvé

La definición de la cultura y los estudios de comunicación

MARCO TEÓRICO

1. Cultura y globalización

1.1.1. La definición de la cultura y los estudios de comunicación

El concepto de cultura ha estado sujeto a diversas formulaciones, reflexiones y conceptualizaciones a lo largo de la historia. Esto se debe a que el término cultura ha servido para designar fenómenos muy diferentes, desde conocimientos y saberes, actividades creativas, y hasta formas de vida o recursos. Uno de los primeros usos del concepto de cultura fue como sinónimo de civilización o civilidad, frente al de naturaleza (Ariño, 1997). En el contexto de la ilustración, la cultura era entendida como el proceso de refinamiento y perfeccionamiento a través de la instrucción en los conocimientos acumulados a lo largo de la historia. Más tarde, en el siglo XIX durante la Revolución industrial y producto del mercado burgués, se establece una división entre la lógica de una esfera económica dirigida por la razón utilitaria y mecánica y una esfera de la cultura determinada por la perfección de la espiritualidad y el conocimiento. El sociólogo, Antonio Ariño (1997) sitúa estas primeras acepciones en una concepción humanista de la cultura, que se caracteriza por ser: selectiva (solo se considera cultura a determinadas actividades), jerárquica (se distingue entre personas con cultura y los que no la tienen), carismática (es un don) y normativa (afirma que existe un ideal de cultura que puede alcanzarse por un proceso de instrucción). Además, añade que es una visión universalista, autoritaria y elitista.

Junto a esta visión humanista, existe otra concepción que entiende la cultura como modo de vida de un pueblo. Históricamente, dicha perspectiva está marcada por dos acontecimientos. El primero está determinado por la difusión del nacionalismo dentro del marco de expansión napoleónico en el que se realizó un profundo esfuerzo por introducir la idea de que cada pueblo tiene su propia idiosincrasia. El segundo está relacionado con la implantación de las ciencias sociales, especialmente con el surgimiento de la antropología a mediados del siglo XIX, y su intento de realizar una descripción sistemática que explicara la diversidad de las formas de vida humana. Dentro de esta concepción, el antropólogo Edward Tylor propone la primera definición científica de cultura en 1871. El antropólogo la define como el modo en el que lo seres humanos resuelven sus problemas y contempla todas las prácticas del modo de vida de un grupo humano (citado en Ariño, 1997). Se trata, por tanto, de un concepto de cultura amplio, que abarca las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y las capacidades adquiridas por los seres humanos. Además, en ese marco, la cultura también abarca tanto los bienes materiales que producen los seres humanos como los bienes inmateriales o simbólicos que forman parte de su modo de vida. Desde esta perspectiva, en las ciencias sociales se ha tratado de explicar cómo la cultura se concibe como un sistema de códigos y símbolos que construye el propio ser humano para organizar y dotar de sentido su entorno.

Según recoge Mauro Wolf (1991), en 1962 el sociólogo Edgar Morin definió la cultura como el conjunto de símbolos, valores, mitos e imágenes constituyentes de la vida cotidiana del imaginario colectivo, que a su vez dan forma a un sistema cultural determinado y reconocido. Por su parte, el antropólogo Geertz (1988) sostiene que la cultura es un sistema de símbolos creados por el ser humano, que son compartidos y convencionales y que actúan bajo el conjunto de principios y reglas que organizan las acciones e instituciones sociales. Ambas concepciones manifiestan las premisas en las que se basan las teorías que tratan de explicar la construcción simbólica de la cultura. Dos son las corrientes que han abordado el concepto de cultura desde esta perspectiva: la teoría de la estructura social y el construccionismo social. La primera, la teoría de la estructura social, plantea que la sociedad es una matriz formada por reglas y recursos que se constituyen a partir de las estrategias y acciones que realizan las diversas figuras sociales en función de su posición y expectativas. En dicha teoría, la cultura es entendida con una doble acepción: la cultura como sistema de significados que subyacen a toda práctica, objeto o institución social, que la hacen genérica y universal y la cultura como una esfera de la sociedad en la que la producción de significados es el objeto y fin de las prácticas que se llevan a cabo.

Asimismo, Ariño (1997) explica que de la teoría de la estructura social se desprende la dimensión constitutiva de la cultura en doble sentido, por un lado simbólica como sistema de significados que constituye cualquier esfera o campo del sistema social, y, por otro lado, como campo o

subsistema cultural propio en el que se producen los bienes y recursos que son llamados culturales. No obstante, el proceso de constitución en ambos casos no es fortuito, ni arbitrario, sino que está vertebrado por el conflicto. Dentro de la teoría de la estructura social, el trabajo de Bourdieu (1997) pone de manifiesto las relaciones de poder dentro de los campos que conforman el sistema social. Para el autor, cada campo corresponde a una esfera de la vida social y cada uno de ellos es al mismo tiempo: a) un campo de significación, que desarrolla sus signos y símbolos propios que, a su vez, determinan las lógicas con las que se inscriben cada objeto y recurso; b) un campo de fuerzas, que refiere a las posiciones dadas por la distribución desigual de los recursos y la correlación de fuerzas que se generan, y c) un campo de acciones y luchas, que se constituyen a partir de las acciones y estrategias que llevan a cabo los agentes sociales en función de sus posiciones y competencias. Por tanto, la creación de los signos y significados que caracterizan cada esfera social (entre ellas la de la cultura) está determinada por una relación de fuerzas y de luchas por conseguir legitimad unos sobre otros.

La segunda teoría que ha tratado de explicar la constitución de la cultura ha sido el construccionismo social. Dicha teoría se enmarca dentro de la sociología del conocimiento y busca establecer una perspectiva construccionista para abordar los procesos sociales. La obra fundacional de esta teoría fue publicada en 1966 por Peter L. Berger y Thomas Luckman y defiende que la realidad se construye socialmente y la sociología es la encargada de analizar los procesos por los cuales se produce. Los autores exponen tres conceptos fundamentales: la construcción del sentido, la plausibilidad y la socialización exitosa. Para Berger y Luckmann (1966), la negociación y transmisión del sentido de la realidad tiene lugar en tres niveles: 1) la comunicación dentro de las comunidades; 2) los actores intermediarios que se encuentran entre las instituciones, y 3) los individuos y los medios de comunicación de masas, que actúan como intermediarios entre la experiencia colectiva y la individual. Los autores consideran que, en nuestros tiempos, los medios de comunicación proporcionan interpretaciones típicas a problemas típicos, puesto que seleccionan, envasan, transforman y difunden interpretaciones y valores de la realidad.

Respecto a la plausibilidad y la socialización exitosa, los investigadores consideran que los individuos experimentan los procesos de construcción de sentido dentro de estructuras y espacios sociales de plausibilidad, es decir, en contextos en los que los rasgos y atributos están normalizados. Las zonas plausibles, por tanto, son los espacios en los que los individuos pueden mantener relaciones no conflictivas porque sus rasgos y características son compartidas y pueden tener un desarrollo estable y reforzarse. La socialización exitosa se da en estas zonas, en las que la realidad del sujeto coincide con la realidad objetiva o externa a la que se enfrenta. Tres premisas fundamentales se desprenden de la teoría de la construcción social de la realidad: 1) la realidad

es un proceso en cuya construcción intervenimos todos los actores presentes en ella y en el que los medios de comunicación tienen un papel fundamental; 2) en los procesos de construcción, los individuos de una comunidad conforman rasgos, elementos y características que les definen y les diferencian de los individuos de otras comunidades, lo que hace que los individuos busquen zonas de plausibilidad y socialización exitosa, y 3) la realidad y, en consecuencia, la cultura, en cuanto se construye, también se reconstruye, por lo que no es un producto estático.

Del conjunto de las ideas expuestas, la noción de cultura puede entenderse a partir de las siguientes premisas: a) como la conciliación de las dos esferas que se han establecido la producción material de arte y cultura, y el marco de valores, ideales, normas y conocimientos compartidos; b) es un proceso en constante construcción, es decir, dinámico y evolutivo, y no como un ente estático; c) los individuos son mecanismos de transformación y regeneración de la cultura; d) la cultura es diversa, tanto dentro de ella como en comparación con otras culturas; e) tiene un carácter normativo puesto que ofrece información de cómo es el mundo, de cómo actuar, junto con pautas de valores e ideales, y f) en la negociación y producción de la cultura existe una correlación de fuerzas promovidas por las luchas de intereses de unos actores frente a otros. Las ideas anteriores coinciden con las defendidas por Castelló (2005, 2009), quien enfatiza el carácter construido de los elementos culturales, el protagonismo de los individuos en la construcción de la cultura y el papel de los medios de comunicación y sus productos en su propuesta sobre la concepción de la cultura. Esta última idea, sirve para decir que la manera en la que los productos culturales se producen, consumen, distribuyen y entienden en una sociedad constituye un campo fértil para el análisis y comprensión de dicha cultura.

Tanto Castelló (2005) como Ariño (1997) sostienen que el estudio de los productos y contenidos de los medios de comunicación permiten una aproximación al conocimiento sobre la cultura, sus mecanismos de construcción, plasmación y transmisión. Ello porque los productos mediáticos son tanto constructores como representaciones de la cultura. De esta tarea se han encargado los estudios de comunicación, desde los cuales se enmarca la presente investigación. No obstante, en su evolución y teorías, los estudios de comunicación no han sostenido una visión similar sobre la cultura y su relación con los medios. A continuación, se aborda la relación entre la cultura y los principales paradigmas de la comunicación: el funcionalismo-conductismo, la teoría crítica, el estructuralismo y los estudios culturales. A partir de esta revisión, se da cuenta de los principales ejes desde los que se ha comprendido la cultura en relación a los medios de comunicación.

1.1.1.1.El paradigma funcionalista-conductista

Este paradigma está vinculado a la tradición estadounidense y de él destacan dos teorías: la teoría funcionalista y la de usos y gratificaciones. La teoría funcionalista tiene su centro en la Mass Communication Research (MCR), cuyo interés principal fue conocer los efectos de los medios en las audiencias en temas comerciales y políticos, como la intención de voto, las preferencias por el consumo o el impacto de los mensajes sobre el alistamiento en el ejército. Para Crofts (2004) y Castelló (2005) el enfoque funcionalista no aborda las cuestiones relacionadas con la cultura y los medios de comunicación de una manera latente, pero sí que están presentes. Así, Crofts (2004) defiende que la cultura nacional fue dada por supuesto, de manera que la unidad nacional, la opinión pública nacional y las marcas comerciales nacionales fueron tomadas en cuenta por estas investigaciones. Por su parte, Castelló (2005) resalta que desde el funcionalismo se reconoció el vínculo entre cultura y comunicación, como una relación en la que la comunicación influye a la cultura de una sociedad para modificarse, crecer o enriquecerse, y también que existe una cultura autóctona que hay que proteger. Además, Moragas (1981) manifiesta que de la influyente propuesta de Laswell sobre las funciones de la comunicación en sociedad (v.g. vigilancia del entorno, relación entre los componentes de la sociedad y transmisión de la herencia social) subyace la existencia de un conjunto de valores y elementos que son atribuidos a una sociedad en la que son construidos y transmitidos.

La otra teoría de este paradigma, la teoría de usos y gratificaciones centra sus objetivos en los usos de los medios de comunicación de masas por parte de los individuos y renuncia abiertamente a analizar el contenido de los mensajes. Mauro Wolf (1991) señala que las primeras líneas de trabajo de la teoría de usos y gratificaciones marginaron la influencia que el ambiente y el contexto social podía tener sobre las necesidades y usos del consumo mediático de los individuos.

No obstante, posteriormente, reconsideraría los aspectos socioculturales como muestra el estudio de Katz y Liebes (1984) sobre la interpretación y negociación del significado cultural en diversos países de la serie estadounidense Dallas (CBS, 1978-1991). En conclusión, las perspectivas funcionalista y conductista no tienen por objetivo analizar la configuración de la cultura, pero tampoco es una cuestión marginal. Por el contrario, la cultura sirve como un aspecto contextual, es dada por supuesta y sirve para clasificar los grupos sociales.

1.1.1.2.La teoría crítica

La teoría crítica nace en Europa con la creación de la Escuela de Frankfurt. Los teóricos alemanes, liderados por Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, adoptaron una visión marxista de la cultura. De esta manera, entendieron la cultura como un conjunto de productos culturales y

mercancías producidos por lógicas comerciales y económicas. Su tesis principal era que los medios de comunicación habían industrializado y homogeneizado la cultura, por lo que se había producido una banalización y una pérdida de calidad de los productos culturales que repercutía en el empobrecimiento de la propia sociedad. Por tanto, a priori dentro de esta concepción se obviaba la comprensión de la cultura como sistema de valores de una comunidad. No obstante, Castelló (2005) evalúa las cinco grandes perspectivas de estudio que inauguran la teoría crítica, que son: 1) la teoría de la conspiración, a través de la cual la opinión pública es manipulada por los propietarios de los medios de comunicación; 2) la teoría de la dominación, por la que los poderes políticos y públicos ostentan el poder en los medios; 3) la teoría de la homogenización, que afirma que los medios pueden acabar con la diversidad cultural; 4) la teoría de la economía política, que asume que los medios de comunicación forman parte del entramado capitalista, y 5) la erosión de la teoría de la racionalidad, que postula que los medios idiotizan a la población a través de la apelación a sus sentidos y satisfacción. A partir de ellas, el autor concluye con que es cierto que la teoría crítica no aborda la configuración de la cultura, pero algunas de sus perspectivas muestran preocupación por la relación entre la producción cultural, la cultura de un país y el mantenimiento de la diversidad cultural.

1.1.1.3.El estructuralismo y la visión ideológica de la cultura

El estructuralismo surge en Europa y es uno de los primeros paradigmas en acoger el estudio de los mensajes de los medios de comunicación. La concepción de la cultura desde la perspectiva estructuralista está basada, principalmente, en: la obra del antropólogo Levi-Strauss, la visión ideológica de los medios y la cultura, y la tradición lingüística y semiótica. La filósofa Blanca Muñoz (1989) sostiene que la obra de Levi-Strauss propone que la sociedad se puede comprender como un sistema conformado de procesos sociológicos y culturales que pueden ser analizados desde la antropología, el psicoanálisis y la lingüística. En relación a esta visión, se configura la visión ideológica de la cultura. Para Thornham y Purvis (2005), la visión ideológica de la cultura se asienta en los postulados de Louis Althusser (1974) y Antonio Gramsci (1973). Por una parte, está la propuesta de los aparatos ideológicos del Estado de Althusser (1974), quien los define como estructuras ideológicas, políticas, legislativas y culturales de orden capitalista que operan y condicionan todas las esferas de la vida de los individuos. Según esta teoría, quien detente el control de los aparatos ideológicos del Estado será quien tenga el poder para influir en la sociedad.

Por otra parte, la noción de hegemonía cultura de Gramsci (1973), que brevemente se define como la existencia de grupos dominantes que subordinan a los grupos dominados a través de la imposición de la ideología hegemónica, que en gran medida se transmite a través de los medios de comunicación.

Dentro de la visión ideológica de la cultura, también se encuentra el concepto de discurso de Michel Foucault (1969, 1992), que trata de explicar cómo los discursos se generan dentro de la sociedad y se incrustan como estructuras de realidad social que los individuos utilizan para entender y ubicarse en el mundo. Finalmente, la tradición semiótica, cuyo máximo exponente es Roland Barthes, aplica tanto la noción de discurso como las ideas de Claude Levi-Strauss, porque proponen entender que los códigos culturales son estructuras elementales que residen en el lenguaje y que, por tanto, pueden ser estudiados desde una aproximación lingüística (Muñoz, 1989). En este sentido, Barthes (1982) defiende que la sociedad, y por ende la cultura, es un sistema formado por categorías con significado y significante. En consecuencia, conocer a una sociedad y su cultura requiere analizar los significados y significantes de estas categorías, para lo que la semiótica es la mejor herramienta. Por tanto, el estructuralismo se plantea como objetivo analizar los sistemas de representación que ofrecen los medios para conocer su discurso y su mensaje ideológico, y, así, conocer la cultura. Se trata de la primera perspectiva en interesarse por la cultura a partir del análisis de los productos culturales y mediáticos.

1.1.1.4.Los estudios culturales

Los estudios culturales tienen su origen en el Center for Cultural Studies de la Universidad de Birminghan (Inglaterra) y en el conjunto de sus planteamientos destacan: el construccionismo social, la teoría semiótica, el estructuralismo y la teoría del poder e ideología. En base a estos postulados proponen una visión de cultura que agrupe a todos los significados de la experiencia que conlleven vivir dentro de una sociedad (Fiske, 1987) y se plantean como objetivo estudiar y comprender los mecanismos que construyen y transmiten el conjunto de significados que la conforman. Así, los estudios culturales sí abordan la construcción de la cultura. En dicha tarea, destaca el trabajo de Raymond Williams (1983a, 1983b).

La propuesta de Williams (1983a), en primer lugar, supone la superación de la cultura en su sentido clásico que la relegaba a una forma de vida ratificada y solo accesible para una élite. Al contrario, defiende que la cultura es ordinaria porque incluye todos los modos y niveles de la experiencia humana, en comunidad e individual. En segundo lugar, el autor entiende la cultura como un sistema significante a través del cual un orden social se comunica, se reproduce, se experimenta y se investiga. Más detalladamente, los significados que conforman el sistema cultural pueden ser manifiestos o latentes. El sentido manifiesto se refiere a la totalidad de las prácticas intelectuales y artísticas del ser humano y el sentido latente a los significados que conforma un entorno social, tanto colectivo como individual. La creación de los significados depende de la interacción entre todos los miembros, actores e instituciones que conforman una comunidad, y adquiere su mayor manifestación en las narrativas, representaciones y retratos que se hacen de la sociedad en los

productos culturales. En este punto, Williams (1983b) sostiene que los productos de los medios de comunicación, en un sentido amplio, son fruto y parte del proceso de creación de los significados y en ellos se crean, reproducen, manifiestan y consumen los sistemas significantes que aúnan la cultura. De su obra, se desprende su particular interés por aplicar sus tesis a los medios de comunicación y, en concreto, al medio televisivo.

productos culturales. En este punto, Williams (1983b) sostiene que los productos de los medios de comunicación, en un sentido amplio, son fruto y parte del proceso de creación de los significados y en ellos se crean, reproducen, manifiestan y consumen los sistemas significantes que aúnan la cultura. De su obra, se desprende su particular interés por aplicar sus tesis a los medios de comunicación y, en concreto, al medio televisivo.