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La competencia estratégica en los modelos de competencia traductora

1. La competencia estratégica

1.1. La competencia estratégica en los modelos de competencia traductora

En la traductología los conocimientos del traductor se denominan con diversos términos, tales como translation ability (Pym, 1993), translation skill (Lowe, 1987), translational competence (Chesterman, 1997; Hansen, 1997; Toury, 1995); translator competence (Kiraly, 1995), translation performance (Wilss, 1989) transfer competence (Nord, 1991) o translation competence (Bell, 1991; Göpferich, 2009; Kelly, 2002; PACTE, 2000), entre otros. Hemos adoptado para nuestro trabajo el término

«competencia traductora» (translation competence) ya que es el más frecuente en la didáctica de la traducción.

Varios autores coinciden en que la competencia traductora es un conocimiento complejo, un conjunto de diferentes conocimientos y habilidades que se aplican para llevar a cabo el proceso de traducción.

Wilss (1976) describe la competencia traductora como una «supercompetencia interlingüística», que se basa en un «conocimiento amplio» de las respectivas lengua original (LO) y lengua meta (LM), y que consiste en la «ability to integrate the two monolingual competences […] on the level of the text» (p.

58). Con esta definición parece que el autor considera al traductor como una persona competente en dos idiomas y que su trabajo es combinar las dos competencias lingüísticas. Para Bell (1991) la competencia traductora son los conocimientos y habilidades que un traductor debe poseer para realizar una traducción (p. 43). El autor también afirma que los estudios teóricos de la traductología deberían centrarse en cómo se desarrolla el proceso, y qué conocimientos y habilidades se necesitan para llevarlo a cabo. Compartiendo esta idea con Bell, Neubert y Shreve (1992) entienden que la competencia traductora no consiste solamente en un conocimiento de dos sistemas lingüísticos sino también en un conocimiento comunicativo, el conocimiento de cómo usar la lengua en situaciones interactivas específicas (p. 37). Por eso la definen como «the sum total of what a translator needs to know, and needs to know how to do», y añaden que este conocimiento activa otras capacidades cognitivas en un proceso integrado (p. 37).

Otros autores (Kelly, 2002; PACTE, 2000, 2003, 2017) destacan que la competencia traductora es un conocimiento experto en el sentido de que no lo poseen todos los bilingües. Inicialmente PACTE (2000) había definido la competencia traductora como «the underlying system of knowledge and skills

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needed to be able to translate» (s/n). En una definición posterior (PACTE, 2003) concreta la competencia traductora como la capacidad de llevar a cabo el proceso de transferencia a partir de la comprensión del texto original (TO) y atendiendo a los aspectos comunicativos del texto meta (TM):

[Translation competence] consists in the ability to carry out the transfer process from the comprehension of the source text to the re-expression of the target text, taking into account the purpose of the translation and the characteristics of the target-text readers (PACTE, 2003: 58).

De acuerdo con el grupo, la competencia traductora se caracteriza por ser un conocimiento experto, que no poseen todos los bilingües; ser básicamente operativo; estar formada por varias subcompetencias que actúan de manera relacionada; contener un importante componente estratégico; e incluir también procesos automatizados (Hurtado Albir, 2011: 395). También considerando la competencia traductora como un conocimiento experto y complejo, Kelly (2002: 9) la define como «un conjunto de capacidades, destrezas, conocimientos e incluso actitudes» que tienen los traductores profesionales y que «distinguen al profesional del no profesional, al experto del no experto». Como veremos en el apartado 1.2, se puede caracterizar al experto por sus habilidades metacognitivas.

Además de proporcionar una definición, por norma general los modelos de competencia traductora se proponen describir sus funciones y sus componentes en el proceso de traducción. Puesto que nuestro trabajo investiga el desarrollo del componente estratégico o metacognitivo, a continuación revisaremos algunos modelos de competencia traductora en los que este factor se incluye explícita o implícitamente, bien porque se enfatiza esta función de la competencia (Nord, 1988; Pym, 2003;

Risku, 1998), bien porque se contempla como uno de sus componentes (Bell, 1991; González Davies, 2004; González Davies y Scott-Tennent, 2005; Göpferich, 2009; Hansen, 1997; Hewson y Martin, 1991; Kelly, 2002; Kiraly, 1995; Lowe, 1987; PACTE, 2000, 2003, 2017; Presas, 1996).

En el modelo de Nord (1988) la función estratégica se atribuye a una competencia de transferencia, que el traductor aplica para comprender el TO, producir el TM y concordar la comprensión del TO y la producción del TM (p. 161); esta competencia se une al dominio de las dos lenguas y culturas. La función estratégica, en el modelo de competencia traductora que presenta Risku (1998), se distribuye entre cuatro componentes que llevan a cabo las siguientes funciones: constitución de la macroestrategia, integración de la información, planificación y decisión, y autoorganización. El módulo de constitución de la macroestrategia se encarga de anticipar la situación comunicativa en la que se incluirá el TM. El módulo de integración de la información crea y contrasta representaciones de las situaciones original y meta (incluidos los textos correspondientes) y evalúa los resultados de las operaciones de documentación del traductor. Mientras los dos primeros módulos son responsables de

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asegurar el funcionamiento del TM en el nivel macro, el módulo de planificación y decisión asegura la coherencia intratextual, por un lado, y contiene las estrategias contrastivas, por el otro. El módulo de autoorganización, por su parte, se encarga de la reflexión y evaluación continua de las decisiones. Los cuatro módulos funcionan de manera integrada para cumplir el objetivo principal del traductor experto, que es la construcción de sentido. Este objetivo es contrario al del traductor novato, que sería simplemente el de transporte de señales.

Pym (2003) sintetiza la competencia traductora en dos habilidades que pueden considerarse igualmente como estratégicas o metacognitivas:

- The ability to generate a series of more than one viable target text (TTI, TT2… TTn) for a pertinent source text (ST);

- The ability to select only one viable TT from this series, quickly and with justified confidence (Pym, 2003: 489).

El autor propugna que la traducción es un proceso de generación y selección, un proceso de solución de problemas que suele tener lugar con automatismo evidente (p. 489).

Entre los modelos que ponen el énfasis en el aspecto componencial, son numerosos los que incluyen explícitamente una competencia estratégica. Lowe (1987), en su modelo de destreza traductora (translation skill) señala la capacidad de regular la velocidad y el factor X, la cualidad difícil de definir que hace que una traducción sea claramente superior a otras. Bell (1991), al caracterizar la competencia traductora como una concepción multicomponencial de la competencia comunicativa, distingue entre las competencias gramatical, sociolingüística, discursiva y estratégica. De ellas, la competencia estratégica sirve para compensar dificultades del proceso traductor o una insuficiencia de otras competencias. La competencia de transferencia en el modelo de Hewson y Martin (1991) se describe como la capacidad de movilizar la competencia que tiene el traductor así como los conocimientos que acumula con fuentes documentales como diccionarios o bancos de datos, entre otras.

En su modelo integrador de la competencia traductora basado en un modelo psicolingüístico del proceso de traducción, Kiraly (1995) distingue entre competencia traductora (translation competence) y competencia del traductor (translator competence). El término translator competence es más preciso porque, por una parte, refleja la naturaleza compleja de la profesión de traductor y de las habilidades monolingües que se requieren; por otra parte, permite distinguir entre una competencia comunicativa en lengua extranjera, que el traductor profesional comparte con el bilingüe, y las habilidades de traducción específicas del traductor profesional que no desarrolla naturalmente la mayor parte de los

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bilingües. La enseñanza-aprendizaje de la traducción, por lo tanto, debería preguntarse cuáles son estas habilidades propias del traductor profesional (Kiraly, 1995). En la translator competence, además de los conocimientos lingüísticos, extralingüísticos, temáticos, se destacan el conocimiento de la situación de una traducción concreta, en consideración del encargo de traducción, y la habilidad para iniciar los procesos psicolingüísticos adecuados para redactar y revisar el TM garantizando que sea una traducción adecuada al TO.

En el modelo de Presas (1996) el componente estratégico se identifica con los conocimientos operativos, que caracterizan al traductor. Los conocimientos operativos se clasifican en nucleares, periféricos y tangenciales. Los conocimientos nucleares se aplican a la recepción del TO para su traducción, la constitución del proyecto traductor y la producción de la traducción. Los conocimientos periféricos se aplican al uso de los instrumentos específicos del trabajo del traductor e incluyen la estimación de las propias posibilidades de efectuar un trabajo aceptable a la vista de los datos del texto, las fuentes de documentación asequibles y el tiempo disponible; la capacidad de evaluación y utilización de las fuentes de documentación; la capacidad de adquirir los conocimientos acerca de un tema nuevo o poco conocido; y la capacidad de evaluar traducciones ajenas. Los conocimientos tangenciales se refieren a la capacidad de usar instrumentos de trabajo generales y están formados por los conocimientos sobre las tecnologías de edición y autoedición. Presas insiste en la relación que se produce entre todos esos conocimientos.

Hansen (1997) afirma que los traductores deben poseer una serie de habilidades generales y destrezas particulares en la lengua materna y en la lengua extranjera, pero también otros rasgos, como el talento, la valentía, la conciencia de sí mismo y la independencia, la precisión o la creatividad, entre otras (p.

205). Distingue tres subcompetencias que interactúan, competencia social, cultural e intercultural, competencia comunicativa y competencia de transferencia, cada una de las cuales se compone de conocimientos implícitos y conocimientos explícitos. La habilidad implícita de la competencia de transferencia es la que se aplica para extraer la información pertinente del TO y para producir el TM según la función pretendida. La habilidad explícita consiste en el conocimiento de los métodos de traducción que permite escoger el apropiado en cada momento, así como el conocimiento de las estrategias de traducción y las estrategias para identificar y solucionar problemas de traducción.

También desde un punto de vista componencial, Kelly (2002) considera la CE como una de las siete subcompetencias interrelacionadas de una macrocompetencia. Este componente consiste en todos los procedimientos aplicados a la organización y realización del trabajo, a la identificación y resolución de

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problemas, y a la autoevaluación y revisión; es decir, dirige la aplicación de todas las subcompetencias a la realización de una tarea determinada (p. 15).

En su modelo, González Davies (2004: 74-75) y González Davies y Scott-Tennent (2005: 162) proponen que un traductor, además de ser bilingüe, debe contar con conocimiento enciclopédico, destrezas de documentación, destrezas informáticas, destrezas profesionales y destrezas de transferencia. Las destrezas de transferencia, que representarían el componente estratégico o metacognitivo, consisten en detectar y resolver problemas, propiciar la creatividad, la autoconfianza, el conocimiento y uso de estrategias, decidir niveles de fidelidad según el encargo de traducción y función textual, satisfacer las expectativas del cliente y las demandas del mercado, traducir con velocidad y calidad, superar limitaciones, y realizar la autoevaluación y la heteroevaluación.

Como base de su investigación, el grupo PACTE (2003, 2009, 2011, 2017) propone un modelo holístico de competencia traductora que consiste en diferentes subcompetencias interrelacionadas y jerarquizadas (PACTE, 2017). La subcompetencia estratégica, según este modelo, es un componente esencial, ya que controla el proceso traductor: afecta a todos los demás componentes y los interrelaciona para asegurar la eficacia del proceso y resolver los problemas encontrados en su desarrollo. Sirve para planificar el proceso y elaborar el proyecto traductor, es decir, para seleccionar el método más adecuado; evaluar el proceso y los resultados parciales obtenidos en función del objetivo final perseguido; activar las diferentes subcompetencias y compensar deficiencias en ellas; e identificar problemas de traducción y aplicar los procedimientos para su resolución (PACTE, 2017:

40).

Göpferich (2009) propone un modelo de competencia traductora que sirve de punto de referencia para el proyecto TransComp, un estudio longitudinal que explora el desarrollo de la competencia traductora.

Según este modelo, la competencia traductora se compone de seis competencias: comunicativa bilingüe o multilingüe, de dominio, de herramientas e investigación, de activación de rutinas de traducción, psicomotora y estratégica. Este último componente se considera como una competencia metacognitiva que controla la aplicación de las otras competencias, establece prioridades y define jerarquías entre las competencias individuales, guía al desarrollo de una macro-estrategia y somete idealmente todas las decisiones a esta macro-estrategia (Göpferich, 2009: 23).

En general, pues, se puede decir que la competencia traductora se considera un conocimiento experto y complejo que está constituido por varios componentes. Es diferente cualitativamente de la competencia lingüística, aunque existe un consenso común de que la competencia lingüística es una base de la

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competencia traductora y es también uno de sus componentes. Además, se aplica estratégicamente en el proceso de traducción. En este sentido, se destaca en diferentes modelos de competencia traductora el papel esencial del componente estratégico en el proceso de resolver problemas de traducción para garantizar su eficacia y eficiencia. Las funciones del componente descritas en los modelos reflejan la regulación metacognitiva del proceso de traducción, que consiste en la planificación, el control y la autoevaluación del proceso y el producto de traducción. Además, como competencia metacognitiva, la CE se relaciona también con la capacidad de aprender a aprender para promover constante y gradualmente la competencia.