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del clima

Dans le document INFORME SOBRE EL COMERCIO Y EL (Page 104-114)

1 El programa de reducción de costos se ha promo-vido como una receta única para el despegue del crecimiento económico y se basa en estudios que sugieren que la regulación del mercado laboral merma el crecimiento económico, mientras que, por el contrario, el recorte de los costos laborales poten-cia la inversión privada (Besley y Burgess, 2004;

Bernal-Verdugo et al., 2012; IMF, 2013a, 2013b;

World Bank, 2008, 2019). Engloba el asesoramiento especializado en materia de políticas (FMI, 2013a, 2017), la condicionalidad de la ayuda financiera (Comisión Europea, 2010, 2012, 2015) y clasifi-caciones de países (Banco Mundial, 2018; World Economic Forum, 2017). Se ha demostrado que la lógica de la flexibilización está sesgada y viciada por fundamentarse en supuestos poco realistas, sobre todo recientemente ante la lentitud de la recuperación tras la Gran Recesión (véase la sección B).

2 En política de desarrollo, la idea cobró fuerza en la década de 1950 y fue fuente de inspiración en los comienzos de la práctica de la condicionalidad del FMI (Polak, 1957), y en las décadas de 1980 y 1990 cuando se incorporó al Consenso de Washin-gton, en los programas de “terapia de choque” para las economías en transición (Lipton et al., 1990);

Financial Times, 1992) y en las respuestas a las crisis financieras de los mercados emergentes (FMI, 1998;

World Bank, 1999).

3 En el debate sobre políticas el término “espacio fiscal” suele adquirir otra connotación, ya que hace referencia al temor de los responsables políticos a experimentarse con los patrones actuales. En el caso de las economías en desarrollo, salvo en China, el aumento de la tasa de crecimiento por encima de la proyección de los patrones actuales puede situarse entre el 1,5 y el 2 % anual. En el caso de China el crecimiento inicialmente previsto tal vez pueda ser más moderado, con lo que podría rondar el 1 % anual.

Basándose en las tendencias actuales de creación de empleo, para que una estrategia de crecimiento mundial de este tipo tenga éxito el empleo tendrá que crecer de aquí a 2030 en aproximadamente 26 millones de puestos de trabajo en los países desa-rrollados y 146 millones en los países en desarrollo (de los que 40 millones en China). Se trata de cifras relativamente modestas en comparación con una población activa mundial que, según las previsiones, alcanzará los 4.100 millones de personas, máxime

cuando en el pasado el crecimiento económico solía tener un mayor impacto en el empleo. Con todo, es plausible que una estrategia coordinada a escala mundial y que se articule en torno a la inversión y el gasto social impulsado por el Estado tenga un impacto considerablemente mayor que el proyec-tado en el presente Informe, gracias al crecimiento del empleo en el sector de los servicios. Por ello, es natural que las estimaciones previstas del crecimiento y el empleo, así como de los resultados en términos medioambientales, indiquen que es preciso llevar a cabo esfuerzos más decisivos que los explorados en el presente Informe si se aspira a lograr a escala mundial un crecimiento y un desarrollo que sean sostenibles en términos económicos, sociales y medioambien-tales. No obstante, las políticas examinadas en esta sección supondrían un impulso eficaz para que la economía mundial tomase la dirección correcta.

Notas

ser penalizados por aquellos inversores nacionales e internacionales que suelen calificar de “irresponsa-ble” o “despilfarradora” toda forma de intervención del sector público. No obstante, no puede ser para los Estados soberanos una guía para la adopción de medidas de política fiscal.

4 Un proceso de ajuste conocido como “ahorro forzo-so”. Los intentos por aumentar la demanda en pre-sencia de fuertes restricciones (como los cuellos de botella a la inversión o cuando la economía alcanza su plena capacidad) pueden provocar aumentos de precios que reducen los salarios reales e incrementan los beneficios reales, lo que supone una transferencia efectiva de los que obtienen ingresos laborales en fa-vor de los que obtienen rendimientos de capital. Por cuanto estos últimos ahorran una mayor proporción de sus ingresos que los trabajadores, la transferencia provoca una reducción neta del consumo al “forzar”

un mayor nivel del ahorro en el ingreso nacional.

5 A condición de que los salarios estén indexados, una inflación moderada reduce el valor real de las deudas, lo que supone una redistribución de la riqueza en de-trimento de los acreedores y a favor de los deudores.

Puede ser un factor muy favorable para promover la actividad de los pequeños y medianos empresa-rios, que suelen verse limitados en su capacidad de obtener crédito. En estos casos, lo que preocupa, por lo que se refiere a las políticas, es si el empuje expansivo inicial tiene como correlato un aumento de la capacidad productiva que sea lo suficiente-mente rápido y fiable como para superar los factores

limitadores. En esas circunstancias, unas tasas de inflación del orden del 10 al 20 % anual pueden ser beneficiosas para favorecer un crecimiento y un desarrollo sostenidos (UN DESA, 2008: cap. 1). Sin embargo, si no aumenta la capacidad, o si la inflación es galopante, el resultado es un círculo vicioso en el que se desencadena una espiral de salarios y precios que engendra inestabilidad y crisis económicas.

6 La tesis de que los bajos tipos de interés siempre incentivan la inversión productiva resultó ser equi-vocada ya en tiempos de la Gran Depresión (Keynes, 1936), pero reapareció en la bibliografía académica en estas últimas décadas, aunque esta vez relacio-nándola con el argumento de la “gran moderación”

(Bernanke, 2004). Aunque la tesis ha sido refutada varias veces antes y después de la Gran Recesión (Godley y Lavoie, 2007; Storm, 2017a; Taylor, 2017), sigue siendo hegemónica.

7 Se ha entablado un debate sobre el dinamismo secto-rial (TDR 2016). El último “renacimiento industsecto-rial”

en los análisis de desarrollo vuelve a incidir en las ventajas de la concentración local de empresas in-dustriales. El análisis realizado por Alfred Marshall de los distritos industriales (Marshall, 1920: 222) ha vuelto a hacer su aparición, aunque esta vez moder-nizado y ampliado, con el concepto de “procomún industrial” (Andreoni y Gregory, 2013; Best, 1999).

8 Como bien señaló, entre otros, Keynes (Keynes, 1936: 84): en términos agregados, el aumento del ahorro comporta una reducción de la demanda y del ingreso. La única manera de aumentar la inversión agregada es reducir el ahorro agregado, lo que exige endeudamiento. Un análisis de estas relaciones en el contexto del sistema financiero actual se presenta en Wray, 2012.

9 Extensa es la bibliografía donde se analiza el efecto de atracción (Erenburg, 1993), incluso tratándose de los países en desarrollo (Taylor, 1994) y se examina la insuficiencia de la inversión privada en relación con el bajo nivel de la inversión pública (una brecha fiscal entre el ahorro público y la inversión pública).

10 Cuando la industria manufacturera está geográfica-mente fragmentada, los datos sobre las emisiones pueden dar la falsa impresión de que algunas eco-nomías desarrolladas han reducido las emisiones cuando, en realidad, lo que han hecho ha sido externalizar principalmente las tareas intensivas en carbono (Peters et al., 2017; Semieniuk, 2018;

Schröder y Storm, 2018).

11 Entre los ejemplos más frecuentes se mencionan las medidas de eficiencia energética (Panwar et al., 2011), la energía eólica (Guezuraga et al., 2012;

Lazard, 2018), la energía solar (IRENA, 2018a;

Bloomberg New Energy Finance, 2018), las nuevas baterías (Greentech Media, 2019), los vehículos eléctricos (Hao et al., 2017) y las bombas de calor.

12 Entre otros, figuran los combustibles renovables líquidos o gaseosos, las nuevas fórmulas para la

fabricación de cemento y otras tecnologías propias de cada industria para reducir las emisiones de car-bono de los procesos de fabricación, la agricultura climáticamente inteligente (de Oliveira Silva et al., 2016) y los nuevos modelos de urbanismo de alta densidad y centrados en el tráfico.

13 El crédito a corto plazo sigue siendo necesario para financiar la nómina de las empresas y el capital circulante (Godley y Lavoie, 2007: 49-51).

14 En el Acuerdo de París, contando los compromisos voluntarios adquiridos por todos los países miem-bros para la reducción de las emisiones, se pide 100.000 millones de dólares anuales en contribucio-nes hasta el 2025, con un probable aumento de las contribuciones después de ese año (Meltzer, 2016).

Por un lado, se trata de una cifra demasiado pequeña para la estabilización del clima y la sostenibilidad;

se necesitarán billones, no miles de millones de dó-lares al año. Por otra, es más de lo que las partes en el Acuerdo de París han estado dispuestas a aportar en la práctica. En 2014, los gobiernos de los países desarrollados solo pudieron ponerse de acuerdo en unos 10.300 millones de dólares en promesas de contribuciones al Fondo Verde para el Clima (Was-lander y Amerasinghe, 2019). Según los cálculos del Instituto de Recursos Mundiales, empleando cinco métodos diferentes para estimar las posibles contribuciones futuras, las cifras se sitúan entre los 14.000 y los 66.000 millones de dólares anuales. La controversia sobre las contribuciones de los países desarrollados refleja, en parte, la responsabilidad histórica asumida con respecto a las etapas iniciales del cambio climático. Varios marcos analíticos han intentado asignar la responsabilidad por las emisio-nes del pasado y por los elevados niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Según las proyecciones de estos marcos Europa y América del Norte, que disfrutaron de una larga ventaja por el de-sarrollo económico basado en combustibles fósiles, son responsables de muchos más daños climáticos que los causados en su territorio (Baer et al., 2009).

15 Este fenómeno se conoce como distribución “prima-ria” y los ingresos resultantes (salarios, beneficios e impuestos netos) se conocen como ingresos pri-marios. Las transferencias en dinero y en especie, excepto las transferencias sociales no pecuniarias, suponen una distribución “secundaria” cuyo resul-tado son los ingresos “disponibles”. El resto de las transferencias generan el ingreso disponible “ajus-tado” (Naciones Unidas, 2009).

16 Entre ellos figuran el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Tratado In-tegral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI), el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) y la Zona Continental Africana de Libre Comercio (AfCFTA).

17 En 1970, por cada dólar de producción mundial se necesitaban unos 363 gramos de energía “equivalen-te al petróleo”, mientras que en 2005 la cantidad era 250 gramos (expresando la producción en dólares de los Estados Unidos constantes de 2005). En 2018, la demanda de energía por unidad de producción constante ha caído a unos 218 gramos. Con una den-sidad media de petróleo crudo de 0,87 gramos/litro,

producir un dólar suplementario de producción equivale actualmente a quemar casi un tercio de litro de petróleo. Por cada 3 dólares (ppa) de ventas, se consume 1 litro de petróleo aproximadamente en algún lugar del mundo. Si la tendencia continúa, en 2030 por cada dólar (dólares de 2005) de producción global se necesitarán aproximadamente 195 gramos de equivalente en petróleo o 0,22 litros.

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