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América Latina y el Caribe

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TENDENCIAS Y DESAFÍOS DE LA

D. Tendencias regionales del crecimiento

3. América Latina y el Caribe

Como región, América Latina y el Caribe han perma-necido estancados los últimos cuatro años y se espera que a lo largo de 2019 persista ese comportamiento mediocre del crecimiento. La subregión que está lastrando a este grupo regional es América del Sur, que registra un crecimiento negativo y casi nulo en el lustro que finaliza en 2019. Dentro de América del Sur, el crecimiento ha sido especialmente bajo en la Argentina, el Brasil y la República Bolivariana de Venezuela, mientras que se prevé que en algunos paí-ses (como el Estado Plurinacional de Bolivia, Guyana y el Perú) aumente en un 3 % o más en 2019. También se prevé que América Central experimente en 2019 una desaceleración del crecimiento (impulsada por México y Nicaragua), mientras que se espera que el Caribe continúe creciendo a un ritmo moderado.

Las dos economías de más rápido crecimiento en el conjunto de la región siguen siendo la República Dominicana y Panamá. Ambos países han registrado una tasa media de crecimiento de aproximadamente el 5 % en los últimos cuatro años y se prevé que su economía crezca un 5,2 % y un 4,5 %, respectiva-mente, en 2019.

La tendencia general a la atonía en los precios de los productos básicos templó el comportamiento de los sectores exportadores de la región. Dos excepciones notables a esta tendencia fueron la Argentina y el Brasil, donde las importantes subidas del valor de las exportaciones de mineral de hierro, en el caso del Brasil, y de soja, en el de la Argentina, han supuesto un impulso positivo en el primer semestre de 2019.

En este último caso, los ingresos procedentes de esas exportaciones proporcionaron un respiro, aunque temporal, de la presión sobre el tipo de cambio. Se espera que algunos países se beneficien de la reciente tendencia alcista de los precios del petróleo, cuyo origen es político y que se ha visto reforzada por la

renovación del acuerdo de reducción de la producción entre los países del grupo OPEP Plus, que incluye a la Federación de Rusia.

Las tres grandes economías de la región se enfrentan a una difícil combinación de perturbaciones econó-micas e incertidumbre política. En la Argentina, la adopción de políticas fomentadas por el consenso de Washington, como la reducción de las ayudas públicas, la eliminación de los controles de precios, la liberalización de los mercados de divisas y la supresión de los controles de capital, contribuyeron a reducir el déficit primario en 2018, pero no han servido de mucho para evitar la depreciación del peso, para contener la inflación o para reactivar el creci-miento. Al contrario, para hacer frente a una fuerte caída del valor del peso y una espiral inflacionaria en 2018, el banco central se vio obligado a aplicar una subida abrupta de los tipos de interés y a vender las reservas internacionales. Posteriormente, en 2018 el Gobierno optó por contraer el mayor préstamo otorgado por el Fondo Monetario Internacional en su historia (57.100 millones de dólares), lo que acarreó un nuevo aumento de la enorme deuda de la Argentina y a una mayor austeridad presupuestaria. Sin embar-go, tampoco ha servido de mucho. La Argentina tiene que hacer frente a una elevada inflación (que se ha duplicado, pasando del 25 % a principios de 2018 a más del 50 % anual), un crecimiento negativo del -2,5 % en 2018 y una previsión del -2,4 % para 2019, además de haber contraído una ingente deuda con prestamistas privados y con el Fondo Monetario Internacional. Entretanto, la promesa de un aumento de la inversión extranjera y las exportaciones no se ha materializado. El resultado de todo ello es que el desempleo supera el 9 % y alrededor de un tercio de la población vive en la pobreza.

La economía brasileña se contrajo un 0,2 % en el primer trimestre de 2019 en relación con el trimes-tre anterior. Este dato es relevante porque durante la recesión de 2015-2016 la economía brasileña se contrajo cerca del 7 % y en dos años de débil recuperación logró aumentar la producción en algo más del 2 %. La cifra del primer trimestre apunta a un crecimiento del 0,4 % del PIB en relación con el trimestre correspondiente del año anterior y se prevé que el crecimiento en 2019 sea del 0,6 %. Una razón interna y crucial de esta persistente debilidad que caracteriza a la economía brasileña es el bajo nivel de formación de capital público como consecuencia del conservadurismo fiscal, que se refleja en la nueva norma que establece un tope de gasto. La inversión

de la Federación (0,4 %) alcanzó en 2018 su nivel más bajo en diez años. Pese a ello, la reducción de los gastos de inversión del Estado en el primer tri-mestre de 2019 se estima en un 27 % inferior al nivel registrado en el trimestre correspondiente del año anterior. La decisión del banco central de mantener los tipos de interés en mínimos históricos, tras haber operado una reducción total de 775 puntos básicos entre octubre de 2016 y marzo de 2018, no ha servido para estimular la inversión privada.

La economía de México, que es la otra gran economía de América Latina, también se contrajo un 0,2 % en el primer trimestre. A lo largo de 2019, se prevé un crecimiento ligeramente superior al 0,4 %, porcen-taje inferior al 2 %, aproximadamente, registrado en 2017 y 2018. Una causa importante de esta atonía es la incertidumbre generada por los cambios en la política comercial de los Estados Unidos, que, unida a la limitada inversión pública, ha frenado la inversión privada y el crecimiento.

4. África

Se prevé que el crecimiento del PIB en África se mantenga constante en 2019 en el 2,8 %, frente al 2,6 % y el 2,8 % registrados en 2017 y 2018, respecti-vamente. Sin embargo, dado el tamaño y la diversidad de cada uno de los países que integran el continente, los resultados variaron considerablemente, como cabía esperar. Algunas de las mayores economías del continente (Angola, Nigeria y Sudáfrica) siguen estancadas en un ciclo de crecimiento lento. En el caso de Nigeria, los déficits de infraestructura, la escasez de energía y la limitación de las condiciones de crédito siguen lastrando las perspectivas de creci-miento. Asimismo, la economía sudafricana, que se encuentra atrapada en un régimen de baja inversión, se ha visto afectada recientemente por perjudiciales cortes en el suministro eléctrico. Esta última circuns-tancia ha tenido un impacto particularmente negativo en el sector de la minería. Los malos resultados en cuanto a crecimiento en Angola se deben en gran medida a la disminución de la producción de petróleo del país, debida a una inversión insuficiente en el sector petrolero. Por otra parte, este continente tam-bién alberga varios países que registraron las tasas de crecimiento más altas de la economía mundial, y se prevé que Côte d’Ivoire, Etiopía y Rwanda crezcan a un ritmo superior al 7 % en 2019.

En el plano subregional, el primer puesto correspon-dió a África Oriental (con tasas de crecimiento del 5,5 % en 2018 y una previsión del 5,3 % en 2019), al tiempo que África Occidental (3,2 % y 3,4 %) obtuvo unos buenos resultados, al igual que África Septentrional (3,1 % y 3,0 %). El crecimiento en África Meridional fue lento (0,9 % y 0,5 %), siendo Botswana la única economía que escapó a esa ten-dencia (4,4 % y 4,3 %). Se espera que África Central, que había obtenido unos resultados deficientes en términos de crecimiento, al registrar una contracción del 0,5 % en 2017 y un crecimiento del 0,8 % en 2018, experimente una recuperación de hasta el 2,1 % en 2019. El efecto positivo del aumento del crecimiento registrado en muchas economías del continente que-dó atenuado porque dos de sus mayores economías

—Nigeria y Sudáfrica— han estado entre las de crecimiento más lento. En 2018, Sudáfrica registró su PIB per cápita más bajo desde 2012.

La inversión pública en proyectos de infraestructu-ra, en particular en el sector de la energía, explica en gran medida el dinamismo de las economías de crecimiento más rápido. En África Oriental, el creci-miento, en general, fue sólido, a diferencia de otros países y cabe destacar el encomiable crecimiento registrado en Djibouti, Etiopía y la República Unida de Tanzanía, así como en Rwanda. Un problema que se plantea en este sentido es que la mayor parte de las economías depende de las exportaciones de productos primarios, lo que las hace vulnerables a la volatilidad de los volúmenes y los precios de las exportaciones.

La atonía en los precios de los productos básicos y la disminución de la producción de petróleo en Nigeria explican el hecho de que África Occidental se haya quedado rezagada con respecto a África Oriental, aun a pesar de haber obtenido mejores resultados que África Central y Meridional. Sin embargo, Benin, Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Ghana y el Senegal registraron tasas de crecimiento superiores al 6 % en 2018 y se espera que también crezcan a tasas medias muy superiores a las de 2019.

Los problemas internos fueron un factor importante que frenó a África Central, siendo los más afectados la República Centroafricana, el Chad y la República Democrática del Congo. Este factor, en combina-ción con la gran dependencia de la subregión de los sectores de la minería y el petróleo, que a menudo son un foco de conflictos por su control, ha hecho que muchos de estos países queden atrapados en un círculo vicioso de pobreza, desempleo y conflicto.

La disminución de la producción de petróleo fue lo

suficientemente fuerte como para provocar una consi-derable contracción en Guinea Ecuatorial. En África Meridional, la mayor economía de la subregión, Sudáfrica, registró unos resultados deficientes, lo que, a su vez, también afectó a la actividad económica de los países vecinos. Con la excepción de Botswana

—el único país que ha resistido la tendencia de bajo crecimiento en África Meridional— se espera que el resto de los países de la subregión registren unas tasas de crecimiento de entre el 1,0 % y el 1,5 % en 2019.

Como ya se ha mencionado, la tendencia a la atonía en los precios de los productos básicos fue un factor adicional que influyó negativamente en las pers-pectivas del continente, ya que la inmensa mayoría de los países de esta región son exportadores netos de productos básicos. Si bien el precio del petróleo se recuperó en cierta medida en el primer semes-tre de 2019 en relación con el último trimessemes-tre de 2018, sigue estando muy por debajo de los niveles del primer semestre de 2018. Esta circunstancia ha afectado negativamente a los saldos exteriores de los países exportadores de petróleo de la región (Angola, Gabón, Guinea Ecuatorial, Nigeria y República Democrática del Congo). El aumento de los déficits externos, sumado a la facilidad en el fácil acceso al crédito, provocó un crecimiento anual de la deuda externa del 9,5 %4 en el período 2009-2018. El ratio deuda pública/PIB de África se estimó en un 33,6 % en 2018, lo que representa un ratio servicio de la deuda/PIB del 3 %, porcentajes mucho más elevados a los respectivos niveles (25,7 % y 1,6 %) registrados en 2009. Una notable excepción a esta tendencia generalizada en las exportaciones de pro-ductos básicos es Sudáfrica, donde las exportaciones de mineral de hierro (uno de los pocos productos básicos que registró un aumento significativo de su precio en 2019) propiciaron una considerable mejora de los resultados del sector exportador del país.

5. Asia

El crecimiento estimado en los países en desarrollo de Asia, que ha venido ralentizándose desde 2016, fue del 5,3 % en 2018 y se prevé que caiga al 4,5 % en 2019. La desaceleración del crecimiento ha sido considerable en Asia Oriental, Meridional y Sudoriental, y notable en Asia Occidental, donde el crecimiento ya era lento. La desaceleración habría sido mayor en el conjunto de la región si la India no hubiese registrado una aceleración del crecimiento entre 2017 y 2018, al pasar del 6,9 % al 7,4 %. Sin

embargo, se prevé que la desaceleración observada en la tasa de crecimiento de la economía china a partir de 2017 se intensifique en 2019 debido a las tensiones comerciales y tecnológicas. Esto, sumado a la desaceleración prevista para 2019 en la tasa de crecimiento de la India, donde el efecto combinado de una recaudación del nuevo impuesto sobre bienes y servicios inferior a la prevista en sus objetivos y los esfuerzos de consolidación fiscal para limitar el gasto público comportará una ralentización aún mayor del crecimiento en la región de Asia en su conjunto.

La ralentización del crecimiento del comercio de China tiene repercusiones muy importantes en otras economías de Asia Oriental y Sudoriental, ya que es probable que se vean afectadas las cadenas de valor integradas que están repartidas por estas economías y vinculadas a China. Además, hay factores espe-cíficos que contribuyeron a limitar el crecimiento, como los desastres naturales en el Japón y el des-endeudamiento de los hogares en la República de Corea. El crecimiento en el Japón se frenó, al pasar del 1,9 % en 2017 al 0,8 % en 2018, y se espera que se mantenga en torno a ese nivel en 2019. En el caso de la República de Corea, la tasa de crecimiento se redujo del 3,1 % en 2017 al 2,7 % en 2018, y se prevé que siga disminuyendo hasta el 1,9 % en 2019. Sin embargo, algunos países de Asia Sudoriental, como Indonesia y Viet Nam, han registrado invariablemente unos buenos resultados en los últimos años, a pesar de la atonía de sus mercados de exportación.

Entretanto, las medidas comerciales y financieras de los Estados Unidos contra la República Islámica del Irán han reducido los ingresos derivados del petróleo, han generado escasez e inflación y han limitado la utilización y la expansión de la capacidad produc-tiva. En otros lugares, los esfuerzos de la OPEP por limitar la producción a fin de evitar una nueva caída de los precios del petróleo contribuyeron a reforzar los ingresos y aumentar el crecimiento en los países miembros del Consejo de Cooperación de los Estados Árabes del Golfo (CCG): la Arabia Saudita, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar.

La volatilidad de los flujos de capital y la incertidum-bre en cuanto a la postura que adoptará el ejecutivo de Turquía en sus políticas provocaron una depreciación importante de la lira, lo que obligó al Gobierno a subir los tipos de interés hasta niveles extremadamente altos, lo que tuvo unos efectos negativos en el creci-miento. En algunas economías de Asia Meridional, como Bangladesh, el crecimiento fue bastante sólido.

Pakistán, sin embargo, se encuentra sumido en una crisis: la tasa de crecimiento se ha reducido casi a la mitad, la balanza de pagos se halla muy maltrecha, la rupia se ha depreciado considerablemente y la deuda externa es alta y no para de aumentar. Aunque el apoyo de la Arabia Saudita y China, así como un importante préstamo del Fondo Monetario Internacional, han servido para enfrentar el problema inmediato, la crisis aún no se ha resuelto.

Notas

1 Cabe señalar que esas operaciones también fueron muy frecuentes en la etapa previa a la crisis de 2008, y que ese período de expansión que fue el del dece-nio de 2000 se caracterizó por la disminución de la inversión neta como consecuencia del aumento de los préstamos contraídos por las empresas para in-vertir en activos físicos y financieros y para realizar operaciones de recompra de acciones.

2 Las condiciones financieras, así como el reciente rigor en lo que se refiere al crédito al comercio exte-rior, también podrían sumarse a las condiciones de escasez de demanda entre los efectos que repercuten en el comercio, por cuanto afectan a las cadenas de valor globales. Hay quien sostiene (Shin, 2019:

6) que “una desmesurada red de cadenas de valor globales como la que se extendía por todo el mundo en 2006 y 2007 probablemente solo fue sostenible porque las condiciones financieras que imperaban en aquel momento eran extraordinariamente laxas”.

3 Según las estimaciones, las pérdidas que sufrirán los consumidores y las empresas de los Estados Unidos como consecuencia del aumento de los precios de las importaciones se sitúan entre los 36.000 millones y los 68.800 millones de dólares anuales, y se calcula que las pérdidas en términos de ingreso agregado para los Estados Unidos, después de tener en cuenta que las ganancias obtenidas en forma de ingresos por los productores y el Esta-do, que aumentaron en un año de 7.800 millones a 16.800 millones de dólares (Fajgelbaum et al., 2019; Amiti et al., 2019). Estas pérdidas contras-tan, por ejemplo, con las pérdidas que ocasionó el huracán Katrina en los Estados Unidos, que se estiman entre 125.000 millones y 250.000 millones de dólares.

4 Cálculos de la secretaría de la UNCTAD a partir de datos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y fuentes nacionales.

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