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Según Flavia Radrigán

DISCURSOS DE LO SINIESTRO

1. Resignificación de figuras históricas: Un ejercicio para la memoria nacional

1.3 La figura de Pablo Neruda

1.3.2 Según Flavia Radrigán

A diferencia de Alejandro Moreno que dibuja a un Neruda amargado, culposo y víctima de su sino, Flavia Radrigán nos ofrece la imagen de un Neruda soberbio, culpable y victimario en Un ser perfectamente ridículo.

Esta obra publicada en el año 2006 por Ciertopez comienza mostrándonos a dos personajes, que cuelgan ahorcados en una librería antigua (o biblioteca), y a un escriba que esperan la llegada de un hombre- este debería morir en cualquier momento- para poder juzgarlo y cobrarle algunas deudas. A medida que transcurre la obra, nos enteramos de que el hombre esperado es Pablo Neruda y los que esperan son Malva y Jan142.

Al llegar Pablo, los personajes lo encaran y le presentan sus descargos. Malva le reprocha al padre su abandono, el desamor, su necesidad de mantenerla oculta por tantos años, la falta de versos para ella, la vergüenza que sentía por ser el padre de “un ser perfectamente ridículo”. Jan le reprocha la usurpación de su nombre y el robo de su dignidad. A pesar de la defensa de sus posturas y de la legitimidad de los cargos que le imputan, Pablo no se hace cargo de nada, ni de sus penas ni de su desprecio, puesto que lo que corresponde a los muertos obedientes es cerrar “de una vez por todas” la puerta.

Como sucede en las otras obras analizadas, el protagonista se encuentra en un lugar de tránsito donde espera un juicio, entonces la librería-biblioteca, deviene purgatorio. En

142 La única hija que tuvo Neruda se llamó Malva Marina (1934-1943) y nace de su unión con la holandesa María Antonieta Hagenaar, mientras se desempeñaba como cónsul en Madrid. La niña nace con hidrocefalia y él las abandona en 1936 para ir tras otra mujer. Además, Jan Néruda es el escritor checo, de quien supuestamente el poeta chileno tomaría el nombre como seudónimo para firmar sus obras, puesto que su padre se oponía a que fuese poeta.

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ese espacio dispuesto para los libros se realiza el “ajuste de cuentas” con el poeta;

mientras el “escriba” toma notas, da indicaciones a los “actores” y a ratos hace de mediador entre los personajes, Pablo sospecha que algo raro está en ciernes:

Me quieren arrastrar hacia algo obscuro Hacia algo siniestro

Y están esperando el momento propicio Es como una enorme ola en suspenso O como el presentimiento

De que escucharemos un extraño crujido en la noche.

Pero pierden su tiempo

La gloria que me envuelve es un escudo impenetrable […]

Soy inmune

Completamente inmune (Radrigán, F., 2006:110).

Este recurso sirve a Radrigán para dar voz a los detractores de Neruda -a través de Malva y Jan-, a todos aquellos personajes del mundo de la literatura que no le perdonaron nunca tanta arrogancia y tanta tribuna. La dramaturga saca a la luz los trapos sucios de Neruda, subvirtiendo por un momento las características que lo alzan como un emblema nacional.

La autora invita a los lectores-espectadores apreciar el revés de sus rasgos nobles.

Mientras todos ven nobleza en el acto de Neruda de tomar un seudónimo -puesto que su padre se oponía a su oficio de poeta-, Jan sólo es capaz de advertir el abuso en la acción de Neruda, pues, al valerse de su apellido, no sólo le roba la identidad, sino también el lugar que el checo se hizo en la literatura universal. Entonces le recuerda que si hubiese sido tan noble como parecía, al menos habría reconocido el hecho en su viaje a Praga, sin embargo, a pesar de que tuvo la oportunidad, no dijo una sola palabra sobre el autor de Cuentos de Malá Strana. Sólo se dedicó a “comer y emborracharse”, dejando en esa ciudad la imagen de un poeta “gangoso y gordinflón”:

Exijo mi nombre en los diccionarios Pido que mi nombre tenga este rostro.

Reclamo mi puesto en la historia.

Exijo que me saquen a este guatón de encima […]

Literariamente me asesinó.

187 Y no es metáfora

Quién escucha esto, quién castiga este crimen […]

Me aplastó, me hizo desaparecer, me echó al tarro de basura de las letras (Ibíd.,127).

Por otro lado, mientras todos ven a un hombre de profunda consciencia social, comprometido con la política de su país, diplomático capaz de salvar a dos mil españoles tras la guerra civil trayéndolos a Chile en barco, Malva sólo ve a un padre que abandona, egoísta, mujeriego, sin capacidad para comprometerse con su familia, pues llegó a tanto su desapego que las dejó a ella y a su madre en medio de la “barbarie nazi”. Ahora que Radrigán prestó un micrófono a Malva, ella no parará de hablar hasta vaciarse, hasta que

“la niña vea cómo la mujer que soy, entierra al padre”:

Porque a ese hombre inútil le dolieron mis facciones.

Porque me dejó en el hocico de un perro.

Porque no me alimentó.

Porque no puso flores en mi tumba.

Porque me abandonó hasta en mi muerte gritaré.

Lo haré como un centauro hembra Un búfalo hidrocefálico

Para los que no hubo odas ni poemas.

Preguntaré

Preguntaré al que no me mostró objetos que pudiera relacionar con mi tiempo.

Al que me ocultó por dos años en una pieza oscura.

Por vergüenza

Por miedo al monstruo que había engendrado.

Porque así lo escribió.

Así lo declaró públicamente:

“Mi hija

O lo que yo denomino así Es un ser perfectamente ridículo.

Una especie de punto y coma.

Maldito.

Mil veces maldito.

Inconsecuente y fascista (Ibíd., 137).

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Frente a estos descargos Pablo disfraza su indolencia de soberbia, no se justifica, no pide perdón ni por asomo. Los descargos de Jan le parecen un asunto puramente anecdótico y cree que el checo no tiene “ningún derecho a avenir a hincharme las bolas”.

Por el contrario, los descargos de Malva lo perturban: su “dolor furioso”, su “rencor”, su propio ataque de “búfalo hidrocefálico”. Porque sabe que “las heridas incurables existen”, aunque no al punto de obligarlo a asumir alguna responsabilidad en los hechos o a reconocer mínimamente alguna culpa. Él no puede mentirle a la hija, su destino de poeta la había asesinado incluso antes de abandonarla.

Lo que pareciera que sí le duele es la posibilidad de convertirse en un ser odiado, teme a la soledad, a la quietud, “al parto horrible de la memoria”, ya que puede alterar su imagen de hombre íntegro, de poeta noble y comprometido políticamente, pues siente

“una necesidad patética” a sus años de “amar y ser amado”. Al terminar la obra, el escriba anuncia la última escena con estas palabras: “Le lleva un lavamanos”143. La alusión a Pilatos no es ingenua, sin embargo, Neruda no pretende lavarse las manos porque no se siente responsable de nada, más que de adorar a la poesía por sobre todas las cosas y se despide con más soberbia que nunca:

Estúpidos

mientras me odien serán mis esclavos y yo desprecio a los esclavos

con un desprecio sólo comparable al que siento por sus amos.

Ya lo dije

a los que vinieron a la fiesta de la sangre, pueden devolverse.

No habrá función les devolveré la plata el día del pico144 (Ibíd.,141).

En el caso de esta obra el lado humano del poeta coincide con debilidades como la arrogancia, la indolencia y la contradicción ideológica. Radrigán devela el pasado oculto por la propia mano de Neruda para neutralizar el emblema, la imagen de hombre íntegro y esforzado que se nos instaló en la memoria desde la escuela. Lo muestra en su faceta más oscura, como un padre hipócrita y ausente, que dedicó sus días a vivir de la

143 En el habla marginal de Chile, la expresión “le lleva” vendría a decir “combina con” determinada prenda de vestir o especia (en un plato).

144 En el habla popular de Chile la expresión “pico” equivale a una expresión fálica.

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admiración de los demás. Bajo esta imagen se justifica la figuración grotesca que construye Radrigán de un Neruda que es más bien un “apestado”, un “leproso moral”,

“un malecólogo” -como le decía De Rokha por su afición a “todo tipo de conchas”,- por lo que corresponde córtale “una hueva145”, a ver si alguien la compra; “no faltan imbéciles que coleccionan tonterías”: botellas, conchas, barquitos, copas, zapatos, mascarones, cucharas, ediciones príncipe.

En el discurso siniestro de esta obra el doble de Neruda es el hombre que vivió, homenajeado y admirable, el que se disfrazaba de frac para recibir el Premio Nobel como en “Isla Negra” cuando se dibujaba un bigotito juguetón. Pero el original es el que se encuentra ahora en el purgatorio, sentado en el sillón de los acusados enfrentando cargos por ser: un “coleccionista empedernido”, un “guatón bolsero”, una “estatua que llora”, un hombre que “no reconoce lo que no le sirve para exhibir”, “un grandísimo hijo de perra”

(Radrigán, F., 2006:136-137).

A cien años del natalicio del poeta, casi al mismo tiempo que en Chile se hicieran públicas las únicas fotografías que se han encontrado de Malva Marina y el testimonio de quienes vivieron con ella en Gouda 146, Flavia Radrigán presenta su obra sobre el juicio a Neruda. Ella se pregunta: ¿quién es el monstruo, el creador o su criatura? Invierte los papeles, los roles que la historiografía ha dado a los personajes. En esta obra el “ser perfectamente ridículo” no es Malva Marina como el poeta la describiera en su carta a Sara Tornú, sino él, que no fue capaz de afrontar la enfermedad de la hija ni de acompañar a su esposa durante la guerra porque se había enamorado de otra mujer147. En la virtualidad de las tablas, Radrigán le hurta por un momento la escarapela honorífica a Neruda, su lugar en la tribuna de honor, para cedérsela cariñosamente a sus víctimas, a los que venían detrás bien ocultos por el velo del tiempo.

Por último, cabe destacar que mientras el discurso de Alejandro Moreno muestra a un Neruda víctima de su propia construcción, culposo, apesadumbrado por el peso del

145 La ironía contenida en el elemento grotesco se puede entender sólo si se conoce que en el habla de Chile, la expresión “concha” tiene doble acepción, pues alude por un lado al “caparazón de los moluscos”, pero por otro, en el habla popular, se refiere a la “vagina”. Al mismo tiempo, las “huevas” son la expresión popular para los “testículos”.

146 En agosto del año 2004 la Revista Fibra N°22, publica los resultados de la investigación de Alejandra Gajardo. Ella había dado con el paradero de Frederick Julsing, hijo de Hendrick Julsing y de Gerdina Sierks, los holandeses que cuidaron de Malva Marina mientras su madre biológica trabajaba para mantenerla, a causa del abandono de Neruda. Julsing facilita a la periodista fotografías de Malva Marina, que echan por tierra el mito del monstruo, le indica dónde está enterrada y ofrece una entrevista que realiza Antonio Reynaldos (chileno residente en La Haya), donde relata episodios tiernos de su vida juntos hasta los ocho años, edad en que Malva murió.

147 Se dice que Neruda se había enamorado de Delia del Carril y que la llevó a vivir con su familia con la excusa de que ayudara a su esposa.

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nombre, el de Flavia Radrigán lo muestra orgulloso de ese nombre que lo vuelve inmune, lo muestra victimario, indolente y soberbio, incapaz de reconocer culpas ni deslealtades, puesto que sólo debía fidelidad a la poesía.