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La figura de Arturo Prat

DISCURSOS DE LO SINIESTRO

1. Resignificación de figuras históricas: Un ejercicio para la memoria nacional

1.1. La figura de Arturo Prat

“¡Muchachos: la contienda es desigual! Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo y espero que no sea esta la ocasión de hacerlo. Mientras yo viva, os aseguro que esa bandera flameará en su lugar; y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber… VIVA CHILE!”

Arturo Prat128

128 Esta arenga fue pronunciada por Arturo Prat durante el Combate Naval de Iquique ante el desalentador pronóstico de la batalla. Sus palabras dejan inmortalizado para siempre el valor del marino chileno. No respaldo la cita, pues es ya parte del saber popular.

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Con estas palabras el Capitán Arturo Prat Chacón (1848-1879) alentaría a los tripulantes de la corbeta Esmeralda el 21 de Mayo de 1879 ante la dispar contienda contra el navío peruano “Huáscar”, durante la Guerra del Pacífico. Ese día el capitán de fragata se convierte en uno de los héroes nacionales más valorados por la historiografía, debido a la valentía con que enfrenta a un enemigo mucho mejor equipado y a la nobleza con que asume la responsabilidad de lanzarse al abordaje de la nave contraria, aun sabiendo que lo esperaba una muerte segura.

Este gesto inspiró un enorme fervor patriótico entre los jóvenes y los motivó a enlistarse masivamente en las filas de la marina. Incluso varios años después, durante el período parlamentario -etapa en la que la corrupción política es un hecho innegable- resurge la figura emblemática de Prat para reafirmar virtudes como la responsabilidad civil y el cumplimiento del deber más allá de lo militar. A ello se debe que el 21 de mayo sea feriado nacional desde 1926, y además, el día que cada año el presidente o presidenta de Chile lea la Cuenta Pública ante el Congreso Nacional.

Prat, la versión dramatúrgica de Manuela Infante escrita el año 2001, se estrena en el “Festival de Dramaturgia y Dirección Víctor Jara” organizado por los estudiantes y la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Al año siguiente, gracias a la obtención de un proyecto FONDART, tuvo una temporada en la Sala Sergio Aguirre y luego en la Sala El Trolley, y el 2003 se presenta en la Sala Galpón 7 durante el FITAM. Además, fue publicada el 2004 bajo el sello Ciertopez, en cuya edición la Compañía de Teatro de Chile defiende la voluntad de la autora de ficcionalizar sobre la historia como un modo de

“revelar el mecanismo de la interpretación” y el rol que ella juega en la forma en que aprehendemos el mundo y la historia:

según esta premisa, no puede existir la versión correcta de la historia, no existe tampoco la versión correcta de la obra dramática […]. Desde siempre se han hecho grandes esfuerzos en pos de oficializar una determinada versión de los acontecimientos históricos, para imprimir “la verdad” sobre tal o cual hecho en la memoria de los hombres. […] No es difícil entender por qué es Prat el primero que Manuela escoge para este juego, a nadie hay que contarle quién fue Prat ni qué pasó el 21 de Mayo de 1879. Lo conocemos bien, como país hemos construido un héroe, un estandarte del patriotismo, el coraje, el servicio público y la fe religiosa. Quizás por esa razón bastó con imaginar a un Prat diferente del oficial (Parga et al., 2006:10).

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La obra propone la representación de un Prat adolescente, un capitán de fragata de tan sólo dieciséis años de edad, aterrado frente al ataque naval. Su miedo nace de la pérdida de su madre y de la imposibilidad de cumplir con el rol que se le ha asignado porque no tiene la edad ni el deseo para enfrentar un combate: “Señores, no desesperéis, el punto es el siguiente: cuando se ha tenido hermanos así, no se puede uno hacer el loco, no se puede uno morir de cáncer, no señor, el rol se come y se caga, el rol, el rol, el Rol (Infante, 2004:45). Este Prat carga con el peso del héroe que no quiere ser, pues su única preocupación entre el 18 y el 21 de Mayo es encontrar a su madre que pareciera jugar con él a las “escondidas” dentro del barco y la necesidad de la caricia de un compañero; no las arengas que le deben “soplar” al oído, no el heroísmo que le “tocó por descartes”, no el honor porque: “Escucha, no tengo edad para tener honor. No tengo edad para querer a otra mujer que a mi madre” (Infante, 2004:28).

La obra transgrede las situaciones, los nombres, las intenciones y los discursos que nos han enseñado de memoria desde niños. Se supone que Prat fue un marino valeroso, puesto que saltó “al abordaje” del barco enemigo junto al Sargento Aldea, sacrificándose por la patria. Sin embargo, la obra le confiere una identidad distinta, más cercana a la de un niño miedoso, con cierta aura gay, de niña, de “muchachita”, y es sabido que “la mar no es lugar para hembras”. La única hembra que hay en el barco es la madre escondida de Prat, quién silenciosamente cumple con la misión del capitán al tomar su lugar en el timón y puede ser “la mujer terrible” de la que habla Graziet. La historiografía poco habla del niño enfermizo que sobrevive tras la muerte de tres de sus hermanos, que ingresa en la Escuela Naval con sólo diez años de edad y que se desempeña mejor como abogado que como marino. Se prefiere destacar de él valores como la nobleza y la valentía.

La pregunta que cabe hacerse es por qué al Prat de la obra le preocupa más encontrar a su madre que defender a la patria. Desde nuestra perspectiva la madre es un personaje simbólico, que no aparece en escena más que a través de la palabra; se dice de ella que no aparece, que enceró la cubierta del barco mientras lloraba, que está enferma, que el lugar “de esta hembra es con el pedazo de quiltro que se le ocurrió parir” y que conduce la nave. Marcia Martínez Carvajal en su artículo sobre el héroe en Prat, relaciona la figura de la madre -a partir de los postulados de Carl Jung- con lo secreto, lo oculto, lo sombrío, lo que devora, seduce y envenena, lo que provoca miedo y no permite evasión, la madre es la perturbadora presencia que mueve a Prat. Ella sería la guerra, el heroísmo, la vida (Martínez, 2010:6).

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En nuestra opinión, la representación grotesca de Prat animalizado como “quiltro”, como hijo de “perra” al mismo tiempo que hijo sin pedigrí, de raza indeterminada anuncia la mirada de víctima que desea proponer Infante. La imagen no usa como referente a la madre biológica y real de Prat, sino a la madre que es la Patria, con mayúscula.

La relación con “esa madre” es siniestra, lo perturba y lo inmoviliza. Circunstancias como que ella no alcance presencia visible, que deambule como un fantasma, que su hijo se sienta abrumado por su pérdida y, al mismo tiempo, que ella asuma la responsabilidad que él no quiere asumir, pueden entenderse como recursos que dan cuenta de la presencia del doble. Ella es el Doppelgänger del Prat de Infante, esa parte responsable y valiente que también lo constituye, esa parte autómata si se quiere de la construcción simbólica, que no puede dejar de cumplir con su rol y que momentáneamente se extravía, se esconde, dejando al descubierto al Prat cobarde:

Les decía que yo entiendo, la contienda es desigual, así son las contiendas, señores, pero hasta que no aparezca mi mamá no saldrá de mi boca ni de la de boca de ninguno de mis subordinados ninguna palabra que se parezca ni a fogata ¿está claro? Y que ¡Viva Chile! (Infante, 2004:45).

Termina la obra con un marinero dictándole las últimas palabras que debe decir, cuando advierte que a pesar de la orden de inmovilidad, el barco avanza igualmente, timoneado por su madre. La actitud de ella se podría interpretar de dos maneras; quizás pretenda arrancar para salvarlo o salvarse del peligro, quizás para obligarlo a cumplir con su deber y con la historia, empujándolo a la muerte. Pues, como él mismo dijo, no se puede “morir de cáncer”, la historia exige que muera acribillado al saltar al abordaje del barco enemigo y su “yo-madre” tampoco le permitirá que sea distinto. Esa madre que es la “patria” debe velar porque el destino trágico se cumpla.

En esta parodia, la noción de realidad se pone en jaque, ya que la autora quiere cuestionar la veracidad de los hechos, el absolutismo con que se defiende la cronología de aquel día nefasto. La espera de la muerte en el barco es un cronotopo -en términos de Bajtin (Zavala, 1996:208)- esa cuarta dimensión del espacio, esa línea de conexión temporal que está contenida en el acontecimiento oscuro y detenido, reforzada por el estatismo de los personajes, la constante aparición de “pájaros” -como marinos

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animalizados, como barcos animalizados- y la atmósfera de ensoñación, de tiempo detenido, de purgatorio, de oráculo implacable:

ROBINSON

¿Alguien vio mi horóscopo?

PRAT

No sea estúpido marino ROBINSON

No lo soy capitán mío. Se me confunde lo que es estúpido con lo que es divertido capitán, eso es todo. Se pierden algunas nociones aquí.

JUAREZ

Se pierde el sueño (Infante, 2004:17-18).

Las subversiones de Infante se conocieron antes del estreno de la obra y la sola idea provocó terror en ciertos sectores dirigentes. Tanta fue la polémica que “todos quisieron opinar, unos defendieron la patria, otros la libertad de expresión” (Parga et al., 2004:10);

la crítica llegó incluso a una sesión ordinaria del congreso en Octubre de 2002 para solicitar la censura del espectáculo teatral apelando a la Ley de Seguridad Interior del Estado. Esta polémica motivó más tarde la presentación de una segunda versión de Prat, esta vez titulada Arturo (2009), en la cual se incorporaron las tensiones políticas del estreno que suscitó Prat y la gran expectación que distorsionó la propuesta que Infante y su compañía habían diseñado129.