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MARCO TEÓRICO

DE A Receptor pasivo de información Participante activo en el proceso de

4 ACERCA DE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA

4.1 Reflexiones previas

4.1.1 ¿Qué es la filosofía y quienes son los filósofos?

Creo que a este tipo de preguntas los que mejor pueden contestar son los propios filósofos. Una de las respuestas más antiguas es la que se remonta a los pitagóricos y que aparece perfectamente ilustrada en el siguiente fragmento:

“Con éstos (es decir, con los siete sabios) comenzaron a dedicarse con empeño a la contemplación de las cosas todos los que sostenían ser sabios y eran llamados sabios, y este nombre se extendió hasta la época de Pitágoras, quien, según escribió el discípulo de Platón e ilustro varón de primer rango, Heráclides de Ponto, fue llamado a Fliunte para discutir con León -gobernante de Fliunte- algunos temas de alto nivel o importancia. Tras quedar admirado León del talento y elocuencia de Pitágoras, le preguntó en qué arte confiaba más, a lo que este replicó que no conocía arte alguno, sino que era filósofo. Asombrado León por la novedad de la denominación, le preguntó quiénes eran filósofos y en qué se diferenciaban do los demás. Pitágoras le respondió que la vida de los hombres so parece a un festival celebrado con los mejores juegos do toda Grecia, para el cual algunos ejercitaban sus cuerpos para aspirar a la gloria y a la distinción de una corona, y otros eran atraídos por el provecho y lucro en comprar o vender, mientras otros, que eran de una cierta estirpe y del mejor talento, no buscaban el aplauso ni el lucro, sino que acudían para ver y observar cuidadosamente qué se hacía y de qué modo. Así también nosotros, como si hubiéramos llegado a un festival célebre desde otra ciudad, venimos a esta vida desde otra vida y naturaleza; algunos para servir a la gloria, otros a las riquezas) pocos son los que, teniendo a todas las demás cosas en nada, examinan cuidadosamente la naturaleza de las cosas. Y éstos se llamaron amantes de la sabiduría, o sea filósofos y así, como los más nobles van (a los juegos) a mirar sin adquirir nada para sí, así en la vida la contemplación y conocimiento de las cosas con empeño sobrepasa en mucho a todo lo demás. En realidad, Pitágoras no fue el mero inventor del nombre, sino el que amplió (El Campo) de las cosas mismas.” (Herácl. Pont., fr. 88 W.) Cic., Tusc. V 3,8-10).

Así pues, históricamente la filosofía fue en primer lugar, amor a la sabiduría y al saber, en un mundo, en el que ser sabio y ser filósofo eran a menudo sinónimos.

La palabra filosofía se caracteriza por su gran variedad de significados y lo mismo puede significar el estudio del ser en cuanto tal, que el conjunto de saberes, que hacen feliz al ser humano.

La filosofía puede ser teórica y puede ser práctica. Puede ser una reflexión crítica sobre la experiencia o bien sobre la racionalidad más abstracta. Es reflexión sobre el yo o sobre el mundo. Son tantas las posibilidades que cada filósofo, en cada época, da su propia definición.

La filosofía es una realidad en constante construcción por parte de los que la profesan. Por eso, se defina como se defina la filosofía y el filósofo, siempre será posible otra definición, si no mejor, sí más amplia o más ajustada a las preferencias de quien pretenda hablar de ella. Así, por ejemplo, si yo me inclino por la definición inicial de amor a la sabiduría, en seguida, aparecerá algún filósofo o algún estudioso de la filosofía, que matizará o incluso contradecirá mi ingenuidad inicial. He aquí una pequeña muestra de lo que acabo de decir:

“¿Qué es la filosofía? Muchos se dan por satisfechos con la respuesta etimológico-psicológica: es el amor al saber. Como si el amor o el deseo de saber tuviera que ser, por sí mismo, filosófico, siendo así que casi siempre el deseo de saber es de índole práctica, tecnológica o científica, y muchas veces frívola curiosidad o curiosidad infantil; y como si la filosofía no fuese también algo más que un mero amor al saber, es decir, como si la filosofía no comportase por sí misma un saber, por modesto que sea.” (Bueno, 1995).

Aunque también podríamos inclinarnos por la definición de Heidegger (1980)

”La Filosofía no es más que un corresponder que traduce a lenguaje la llamada del ser del ente”. Pero la que yo prefiero es la que da Aristóteles (Met. Libro 1, 2. 15-25) al hablar de quienes eran los primeros filósofos: “la única ciencia libre”

Y ¿quiénes son los filósofos? Aristóteles nos explica quienes eran los que primero filosofaron y a qué se dedicaban como unos hombres impulsados por la admiración y el asombro ante los fenómenos naturales, buscando salir de la ignorancia y movidos por el deseo de conocimiento y sin pensar en la utilidad práctica.

Por otra parte, en palabras de Kant, dentro de una determinada concepción de la filosofía, “el filósofo no es un artista de la razón sino el legislador de la razón humana” (Kant, 1967:401-402) y en ese sentido “sería muy presuntuoso denominarse a sí mismo filósofo” otra acepción de la palabra será esta: “los antiguos entendían también…con el nombre de filósofo al moralista”

Los filósofos son los que investigan el origen del mundo, la existencia de Dios o la naturaleza humana y para ello, unos se basan en los sentidos y otros, en la razón y creen que la una o bien los otros, son la fuente del conocimiento verdadero. Los filósofos son también, los que son conscientes de que la “vida no nos es dada ya hecha sino que tiene que hacérsela cada cual” Y los que saben “que la vida es en su primaria esencia interrogación” (Ortega, 1981: 230) Filosofar también es pensar el mundo que nos rodea. Es mirar críticamente la realidad. Es construir la realidad a partir de las respuestas a un conjunto de preguntas, que han acompañado y seguirán acompañando a la humanidad,

Por otra parte, podemos concebir el estudio de la Filosofía como el estudio de cómo se ha interpretado y a dónde ha conducido el amor a la sabiduría a través del tiempo o bien iniciar un viaje socrático a través de los grandes temas que preocupan al ser humano. Esto supone la visión de la filosofía como “una actividad caracterizada por unos procedimientos específicos” y que “utiliza los procesos de argumentación racional en su sentido más amplio y profundo pues se esfuerza por razonar bien y en público, en el marco de una comunidad de personas implicadas en la búsqueda de la verdad” y que además “exige, además, una actitud de tolerancia, receptividad, escucha, cuidado, curiosidad...” (Morrión, 1998)

Pero la filosofía es siempre: ” ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas” y en ella, “toda respuesta se convierte en una nueva pregunta” (Jaspers, 1981:11). La filosofía es pues, algo en constante construcción y que no se agota ni se agotará nunca, en una única definición.

4.1.2 Las crisis de la Filosofía

Dentro del conjunto del saber, la filosofía es una disciplina con unas características y una evolución muy peculiares. En sus inicios, abarcaba todos los saberes y disciplinas científicas, éstos, al irse desarrollando, se fueron constituyendo como disciplinas independientes, que acabaron por desgajarse de la filosofía.

Como consecuencia, en parte, de lo anterior y también como resultado de las múltiples controversias producidas en la búsqueda de la verdad, en tantos y tan distintos ámbitos, al irse constituyendo las distintas ciencias, la filosofía aspiró ella misma a ser una ciencia, tratando de imitar a las demás. En esa tarea, la labor de Kant dejó, ya hace siglos, marcado que dicho intento pertenecía al mundo de lo inalcanzable.

Otras características de la filosofía son: la constante autocrítica, la variedad de temas estudiados y la oposición perenne entre racionalistas y empiristas, así como el constante ir y venir de voces escépticas. Todo ello, da la impresión, visto desde fuera, de un continuo avanzar para luego retroceder y desandar lo andado.

Con todo, lo que permite a la filosofía resistir y seguir viva, pese a sus continuas crisis, es su capacidad par reconocer sus errores y su constante búsqueda de verdades que desvelen al ser humano las respuestas a los interrogantes que se plantea en las distintas épocas.

Por otra parte, la riqueza de la filosofía tiene mucho que ver con la falta de unanimidad entre los filósofos, con su capacidad de plantearse cuestiones que van más allá de toda ciencia y sobre las que aventura hipótesis.

Además, sucede con los filósofos algo que sería impensable con los químicos o con los físicos. Son capaces incluso de declarar que la filosofía debe desaparecer. Un físico a lo sumo dirá que la física newtoniana ha quedado

superada por la de Einstein, pero nunca diría que por ello, la física debe desaparecer como tal.Y es en esos momentos, en los que como decía Ortega y Gasset, “los filósofos se avergüenzan de no ser físicos” (Ortega, 1981:37).

Los filósofos anuncian pues, de vez en cuando, el fin de la filosofía o por lo menos de una parte de ella. Entonces, algunos de ellos caen en el escepticismo o se dedican al estudio de la lógica matemática o del lenguaje o construyen una filosofía de las ciencias. Huyen de ”los inevitables temas de la razón pura” por miedo a llevar su razón más allá de sus límites científicos. Por eso, les vuelve a suceder, una y otra vez, lo que decía Kant y que ya he citado anteriormente: “La ligera paloma agitando con su libre vuelo el aire, cuya resistencia nota, podría imaginar que su vuelo sería más fácil en el vacío.”

(Kant, 1967: 151-152) . Otros, en cambio, se dedican a decir cosas tales como las que decía Wittgenstein, en sus Investigaciones filosóficas al resumir brevemente, cuál era su filosofía: “mostrarle a la mosca la salida de dentro de la campana atrapamoscas” (Wittgenstein, 1973: n. 303).

De todos modos, la filosofía sigue y seguirá avanzando porque: “Por inclinación de su naturaleza, la razón es impulsada a ir más allá de su uso empírico, a arriesgarse más allá de los últimos confines de todo conocimiento” (Kant, 1967:

376)… Además: ” En su uso especulativo, la razón nos condujo por el campo de las experiencias y como el que no sabe hallar nunca satisfacción para ella, de allí pasamos a las ideas especulativas, que al fin volvieron a conducirnos a la experiencia y, en consecuencia, realizaron su propósito de modo útil, mas no en conformidad con lo que esperábamos”. (Kant, 1967: 380)”. Esto significa que de una manera o de otra, siempre se vuelve a la filosofía, aunque sólo sea porque alguien: “Tiene que saber hoy lo que las estrellas son siempre” (Ortega, 1981: 227).

Por otra parte, debido a la complejidad y dificultad de los temas, que la filosofía aborda, puede que nos de la sensación de que quienes la practican son tan sólo aficionados a lo insoluble y que el ejercicio de la filosofía parezca más honorable que fecundo o también, que la filosofía no sea capaz de expresar el universo. Puede que la filosofía sólo sea un juego que nos excite con sus falsos problemas (Cioran, 1982: 91). Pero curiosamente, quien hace ese tipo de afirmaciones se manifiesta, a continuación, como admirador de Diógenes quien fue un gran filósofo.

Por último, destacar que difícilmente desaparecerá la filosofía o el deseo de filosofar, si como decía Jaspers, sucede que: “Quien rechaza la filosofía, profesa también una filosofía” (Jaspers, 1981:13).

4.1.3 ¿Sirve para algo la filosofía?

Lo primero que se me ocurre después de años de escuchar la misma pregunta es contestar con otra pregunta: ¿tiene sentido preguntar para qué sirve la filosofía? ¿Suelen las personas preguntarse si tiene sentido pensar o si es útil pensar? Posiblemente, si saliésemos a la calle e hiciésemos una de esas

mundo respondiese que sí, que pensar es útil. Con todo, creo que esta es una pregunta recurrente a la que todos los que filosofamos y damos clases de filosofía hemos tenido que responder alguna vez.

Si nos remontamos a Aristóteles, cuando habla de la sabiduría, como ciencia de los primeros principios de las cosas, la respuesta es clara:

…”Que no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya para los que primero filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración…De suerte que si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento y no por la utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es pues, evidente que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que así como llamamos libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos esta como la única ciencia libre, pues esta es sola para sí misma.” (Aristóteles. Met. I, 2, 982b).

Queda pues precisado, que lo importante es conocer las causas, los principios de las cosas y salir de la ignorancia (hoy lo consideramos de gran utilidad) y disfrutar de “la única ciencia libre” Pero si con esto no bastase, es suficiente ver todo lo que el deseo de indagar causas o principios y salir de la ignorancia ha dado de sí a lo largo de la historia…

Por otra parte, también podría decirse, como afirmaba Kant, que la filosofía (como metafísica):

“en nada desmerece el hecho de que, como mera especulación, sirva más para impedir errores que para ampliar el conocimiento, antes bien le da dignidad y prestigio por la censura que ejerce, la cual garantiza el orden universal y armonía (y aún bienestar) de la república de la ciencia, evitando que sus animosas y fecundas elaboraciones se aparten del fin principal: la felicidad universal” (Kant, 1967: 408)

Desde un punto de vista absolutamente científico, las discusiones y conclusiones filosóficas parecen no ser de demasiada utilidad, ya que no se pueden verificar siguiendo el método científico. De todos modos, son los filósofos los que han descubierto que el inductivismo científico deja también mucho que desear, cuando se trata de dar seguridades absolutas.

Sin embargo, los grandes motivos que han llevado siempre a la humanidad a filosofar: “la admiración y el conocimiento, la duda y la certeza, el sentirse perdido y el encontrarse a sí mismo” (Jaspers, 1981: 21) siguen aún presentes.

Por otra parte, quizás sea imposible probar la utilidad de la filosofía, pero lo importante es que se pueden comunicar las dudas y las certeza, la ignorancia y el conocimiento e incluso la búsqueda de uno mismo. Además, es tal la pluralidad y la universalidad de la filosofía que aparece y aparecerá allí, donde haya seres humanos, con todo su bagaje de contradicciones, errores, aciertos y, como un conjunto de preguntas, a las que todo ser humano, con toda

libertad, en un momento u otro, desearía poder contestar. Para unos es atractiva, para otros, peligrosa, “no puede luchar, no puede probarse, pero puede comunicarse” (Jaspers, 1981: 13)

4.2 La didáctica de la Filosofía: Algunas preguntas y