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Visiones, motivaciones y limitaciones públicas en torno a la geología en Colombia

Servicio Geológico Nacional (1939)

1.1 La geología en Colombia con anterioridad a 1916

1.1.2 Visiones, motivaciones y limitaciones públicas en torno a la geología en Colombia

Generalizando, demasiado quizá, se aprecia que en Colombia la ciencia fue bien valorada en la Colonia, en los albores de la República y a finales del siglo XIX — más que por sus aportes al bienestar social— por la necesidad de clasificar, cuantificar y explotar (de acuerdo con los postulados positivistas) un entorno natural que reclamaba ser conocido y que representaba una esperanzadora riqueza. Como se ha dicho, las suposiciones y las valoraciones, a veces desmedidas, de la exhuberancia y la riqueza del medio colombiano —hechas por los ojos ‘europeos’ a partir de los indicios que indígenas y mestizos tenían sobre la riqueza del subsuelo— generaron una motivación casi enfermiza por la minería.

Sin embargo, la localización de yacimientos se basó en el azar y el empirismo de exploradores y colonos, en lugar de la labor de los investigadores profesionales, quienes apenas hicieron su aparición a cuentagotas17, y con mayor asiduidad a partir de la tercera década del siglo XIX, y más intensamente aun a partir de la última década de aquella centuria. Tales ideas (riqueza y necesidad) fueron recogidas e integradas por las elites —criollas primero y republicanas después—

a la agenda política en forma de una definición de la tarea científica que deberían llevar a cabo y que, de alguna forma, se convirtió en arma geopolítica. De otro lado, a la ensoñación de los recursos sin límites se contraponía la falta de medida y conocimiento de los mismos, la demanda insatisfecha y la pobreza fiscal y social.

Retomando la idea inicial, a finales del siglo XIX y principios del XX, la sociedad colombiana percibía un aura mística e intelectual en la ciencia, pero que no escapaba aún al elitismo económico, profesional y académico (ejercido por médicos, religiosos y abogados), a la endogamia cultural de un país con barreras naturales enormes, y con un determinismo geográfico asentado en las diferencias étnicas y de clases. Según los estudios históricos, en España y Colombia se dio un factor paralelo relacionado con la desconfianza que los científicos generaban en la clase política por motivos diversos; en la Península por el talante liberal de

17 Tal como fue el caso de Juan José D’Elhuyar (Acosta, 2007: 4).

los investigadores18, y en el país suramericano por el temor de la elite intelectual y política de compartir el poder con una futura clase científica que apenas se disponía a prepararse19. Sin embargo, ambas circunstancias son solo unos de los tantos factores que ayudaron a dar al traste con las intenciones de instituciones que buscaban encarnar la ciencia moderna.

En el último tercio del siglo XIX, en Colombia se volvió la mirada sobre lo local y lo natural, incluso en las artes. Las nuevas ciencias y profesiones encargadas de dar a conocer el medio y su riqueza —como la geología—

quedaron plasmadas en novelas costumbristas cargadas de naturalismo, con el trasfondo de las dicotomías sociales y culturales20. Pero, entre admirar la actividad del conocimiento y desarrollarla plenamente mediaba un océano de obstáculos y predisposiciones. La institucionalización, la planificación y la sistemática en la investigación geológica básica y aplicada (esencialmente a la minera) siguieron brillando por su ausencia durante todo el siglo XIX, y la carencia de profesionales y científicos fue recurrente hasta rebasado el segundo tercio del siglo XX. A principios de aquella centuria, las referencias a productos geológicos colombianos seguían remitiéndose a las expediciones del siglo XVIII y XIX, aunque el conocimiento geocientífico no estuvo restringido a ellas, ni solamente a científicos extranjeros. Por otra parte, las iniciativas relacionadas con la investigación geológica también fueron impulsadas por factores externos e internos. En las primeras dos décadas se avivó la demanda de minerales no preciosos debido a los requerimientos internacionales. Entre los internos se destacan la creciente industrialización y urbanización del país, que obligó al aumento o —en algunos casos— al inicio de la explotación minera, de los estudios geológicos básicos y aplicados para el aumento de la producción de energía eléctrica (hidroeléctrica y geotérmica), vías de comunicación, acueductos, alcantarillados y otras obras civiles de infraestructura.

18 Bolaños (1997: 134).

19 Safford (1985: 434).

20 Entre las que se destaca Bruna la carbonera, escrita por Eugenio Díaz Castro, originalmente titulada Las aventuras de un geólogo (publicada entre 1879 y 1880).

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A caballo entre los siglos XIX y XX, la labor de los extranjeros y de los nacionales que llegaban después de estudiar en el exterior, introdujo las teorías de los hoy considerados clásicos Chamberlin, Dana, Davis, De Martonne, Hutton, Lyell, Penck, Suess, Willis, etc., que consolidaban la geología como actividad científica. El nuevo y moderno enfoque de la práctica geológica la proyectaba como actividad profesional, aunque en Colombia se restringía a unos pocos, la mayoría de ellos ingenieros colombianos, y otros pocos geólogos foráneos. Era obvio que conocer y medir la riqueza del subsuelo colombiano era una labor que debía ser realizada por la ciencia geológica, y requeriría de la profesionalización y de la investigación sistemática para generar una cartografía geológica básica y especializada y, sobre todo, cada vez más detallada. Las elites sabían ya de la necesidad de contar con profesionales capacitados para desarrollar tal trabajo, y coincidían en la ambición social (la ilusión de catapultar al país a la órbita mundial a partir de su riqueza natural) y personal de sacar provecho de esta riqueza.

Como en otras ocasiones, primó la inmediatez que limitó la perdurabilidad de proyectos nacionales de corto plazo.

Aunque la escasez de recursos hizo que se limitaran o sucumbieran los esfuerzos de unos pocos convencidos por ejecutar programas sistemáticos con objetivos a mediano y largo plazo, y por preparar profesionales colombianos para ello, no fue la única causa de los fracasos institucionales y de la escasez de geólogos para hacer investigación. La idea de una riqueza mineral limitada, aunque no poca, y a la cual era difícil y costoso acceder —por lo lejano, abrupto e incomunicado de muchos de los lugares de aparición— surgió en el umbral marcado por el paso del siglo XIX al XX, y empezó a desdibujar el espejismo de un país con riquezas inconmensurables a flor de piel que brotarían a borbotones con solo escarbar un poco la corteza. Aunque la irrupción de esta idea no generó un cambio conceptual inmediato y generalizado con respecto al entorno natural colombiano, si dio pié a que la elite política empezara a visualizar la necesidad de estudios geológicos metódicos. Sin embargo, cuando lo hizo, se dio cada vez más espacio a la idea, asumida como inevitable, de la dependencia del recurso extranjero para realizar los trabajos técnicos y científicos que lograran convertir en realidad tanta ilusión, eso sí, a la mayor brevedad de tiempo posible, con lo que la

investigación sistemática y metódica se echó al traste. Tal circunstancia se constata, ya mediada la tercera década del siglo XX, cuando el ingeniero Alberto Lobo-Guerrero Dussán21 proclama que aunque «Colombia posee enormes yacimientos de combustibles, carbón y petróleo […] yacimientos de metales que son la base de la industria, hierro, cobre, plomo, etc.», también reclama «[…]

dirigir inteligentemente el beneficio de nuestras riquezas minerales y las labores del estudio metódico del país para «obtener una prosperidad en armonía con las necesidades crecientes de la Nación».

Por otra parte, la falta de estructura universitaria y la tendencia a dar orientación práctica en lugar de científica a los programas académicos influyeron en el desarrollo limitado de la investigación en Colombia con anterioridad a 1957, cuando se creó la primera Facultad de Geología en la Universidad Nacional de Bogotá. Este centro educativo, fundado en 1867, contó desde entonces entre sus escuelas las de Ciencias Naturales e Ingeniería. La primera ofrecía en las asignaturas de tercer año cristalografía y mineralogía, geología y paleontología metalurgia y explotación de minas. En la Escuela de Ingeniería se dictaban cursos (teóricos) de geología elemental y metalurgia. En 1871 se creó la Universidad de Antioquia, de carácter provincial con sede en Medellín, diferenciándose de las escuelas de la Nacional de Bogotá en su énfasis en las áreas aplicadas de la agricultura y la minería por encima de las matemáticas y la ingeniería. El panorama educativo de la geología se amplió ligeramente en 1879 cuando se estableció el Instituto Nacional de Agricultura (que permaneció cinco años hasta 1885) en el que se dictaban, entre otros, cursos de geología22. El panorama académico se enriqueció con la fundación, en 1887, de la Escuela Nacional de Minas de Medellín, una institución provincial nacionalizada en 1911.

Precisamente, el pragmatismo del programa académico de la Escuela de Minas de Medellín es un claro ejemplo de lo que se concebía como necesario y ventajoso en el momento, y componente esencial del utilitarismo cortoplacista y la necesidad de satisfacer el mercado como prioridad. Tales elementos tienen la ambigüedad de ser vistos bien como propulsores de la actividad geológica o bien

21 Lobo-Guerrero Dussa´n. (1934: 8).

22 Becerra y Restrepo (1993: 54-57).

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como nefastas trabas para la consolidación de la investigación geológica básica en Colombia, siendo en realidad un poco de lo uno y de lo otro.

Sea como fuere, en el período de tiempo que abarca esta investigación, la historia del desarrollo del conocimiento geológico de Colombia es el resultado de la interacción de diversas esfuerzos e intensiones públicas y privadas, foráneas y autóctonas, de varias escuelas y formas de quehacer científico, de visiones a coyunturales y oportunistas que dieron origen a objetivos y prioridades variadas pero, sobre todo, es producto del esfuerzo personal de algunos protagonistas.

1.2 La geología oficial en Colombia

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