• Aucun résultat trouvé

Perspectivas conceptuales y tendencias internacionales

3. Los universitarios y su inserción en el mercado de trabajo

3.3 La inserción laboral de los titulados universitarios

3.3.1 Perspectivas conceptuales y tendencias internacionales

Como punto de partida, es importante comprender la naturaleza de la inserción laboral de los titulados a partir de las dimensiones que la componen. En este sentido, Brennan, Kogan y Teichler (1996) proponen que, por un lado, es posible abordar las dimensiones de la educación superior que están relacionadas con el trabajo (relevant to work), mientras que por otro lado se podrían tomar en cuenta dimensiones del trabajo que son relevantes para la educación superior (relevant to higher education). En medio, estarían algunas dimensiones que surgen al cruzar las dos dimensiones previas (linkages between higher education and work), tal como puede observarse en la Figura 5, que detalla algunas de las dimensiones mencionadas.

Figura 5: Dimensiones de la relación educación-empleo 2007a), los aspectos importantes que forman parte del debate público sobre la educación superior en general, incluida la relación entre ésta y el “mundo del trabajo”46, se encuentran en un continuo cambio. Así, el autor identifica diversos temas que han aparecido en el debate público en los momentos en que esta temática ha estado presente en la agenda. Durante las últimas décadas, el énfasis se ha puesto en temas como: la contribución de la expansión de la educación superior al crecimiento económico, los peligros de la sobreeducación o del desajuste entre oferta y demanda, la diversidad de la educación superior y las oportunidades laborales, el incremento en el desempleo y el empleo precario de los titulados, el papel de las cualificaciones clave (key qualifications) o las tendencias hacia la globalización del mercado de trabajo de los titulados.

En el recorrido histórico que propone Teichler (2003), se observa que durante la década de los sesenta, a la luz de la aparición de la teoría del capital humano, era claro el interés en los debates por la relación entre el gasto en educación y el crecimiento económico, así como el vínculo entre inversión en educación y rendimiento individual.

Posteriormente, a raíz de la expansión de la universidad en los países desarrollados, en consecuencia se elevó sustantivamente la cantidad de titulados disponibles en el mercado laboral y por ende se amplió el nivel de competencia por los puestos de trabajo

46 El término “mundo del trabajo” proviene de la literatura anglosajona sobre este campo de investigación, a través de la influencia de autores como John Brennan, Maurice Kogan o Ulrich Teichler (Brennan et al., 1996). El último, aunque de origen alemán, utiliza el término en sus publicaciones en lengua inglesa y en las traducciones al castellano puede encontrarse la misma utilización del término. El término denota la riqueza de dimensiones que rodean al fenómeno de la incorporación de los graduados universitarios en el mercado de trabajo.

disponibles. Ello supuso la aparición de problemas de inserción para los titulados –sea en forma de desempleo o de desajuste entre la formación recibida y el trabajo realizado–

que se manifestó claramente durante la crisis económica de principios de los setenta. En palabras de Teichler (2003), lo anterior supuso el debilitamiento de la opinión optimista sobre las relaciones entre educación superior y empleo47.

Durante los años ochenta, a pesar de que la relación entre educación y empleo no era una prioridad en las políticas públicas sobre la educación superior, la producción académica puso el énfasis en la diversidad de oportunidades de los graduados, que reflejaba tanto la diversificación de la educación superior como los modos distintos en que los estudiantes se preparaban para el mundo del trabajo.

En los noventa volvió a crecer el interés sobre el tema a raíz del aumento de la matriculación durante los ochenta, aunado al surgimiento de preocupaciones acerca del desempleo universitario causado por la crisis económica de principios de la década. Lo interesante es que aquí se comienza a prestar atención al fenómeno de la transición de la educación superior al trabajo, que hasta ese momento no había sido de interés. En otro orden de ideas, los cambios tecnológicos reclamaban la presencia de profesionales flexibles, preparados para el aprendizaje continuo. A la competencia profesional, basada hasta ese momento casi exclusivamente en el conocimiento profesional, se añadieron las exigencias de aplicación de conocimientos, potenciación de habilidades sociocomunicativas, desarrollo de valores y actitudes que permitieran el éxito en el mercado laboral. Además, durante los noventa crece el interés por medir la calidad de las instituciones educativas –entre ellas las de educación superior– y la evaluación de la inserción de los graduados ha sido incorporada como un indicador privilegiado de la calidad de la educación ofrecida a los universitarios. Finalmente, es en este contexto en el que surge la tradición de realizar encuestas a los graduados a pocos años después de haber conseguido el título.

47 Llevado a sus extremos y con ciertas dosis de catastrofismo, durante esa época tuvieron alta repercusión en España algunas publicaciones, académicas o periodísticas, que proponían que la universidad había dejado de cumplir su rol para preparar a los jóvenes al mundo del trabajo, bajo eslóganes como “universidad fábrica de parados”, JASP (joven aunque sobradamente preparado), o más recientemente “jóvenes (pre)parados”. La primera expresión, que generó mucha polémica tanto por la consideración fabril de la universidad como por la asimilación de universitario con parado, surgió a partir de la publicación homónima, ampliamente difundida durante los años ochenta, elaborada por los sociólogos Jaime Martín Moreno y Amando de Miguel en 1979.

Sobre las encuestas a los graduados, el mismo Teichler (2003) señala algunos de los diferentes tipos de estudios que se han hecho, destacando algunas de sus características principales. En primer lugar están las encuestas a egresados (alumni), realizadas sobre todo en Estados Unidos en las que se recalca el carácter de antiguo estudiante de una institución, buscando la continuación del vínculo entre universidades y ex alumnos; en las encuestas a graduados (graduate), con mayor utilización en el contexto europeo, se enfatiza el hecho de que los encuestados terminaron una carrera; los “estudios de localización” (tracer) indican la dificultad para encontrar la ubicación de los graduados para conocer su situación con respecto al mercado de trabajo; finalmente, los “estudios de seguimiento” (follow-up), hacen alusión al seguimiento que se realiza a grupos de antiguos estudiantes a partir de la titulación, también llamados estudios de panel o longitudinales.

Por otro lado, con respecto al contenido de la investigación sobre las relaciones entre educación superior y el mundo del trabajo, Teichler (2007a) identifica tres perspectivas, que corresponden a tres énfasis que se pueden encontrar en la investigación en este campo. En primer lugar las perspectivas del mercado de trabajo o del empleo que se caracterizan por analizar la contribución de la educación superior al éxito social y económico tanto en el nivel individual como colectivo. Este éxito estaría determinado por el crecimiento económico, la remuneración monetaria, así como por el estatus y otras recompensas no pecuniarias. Las perspectivas del mercado de trabajo y del empleo están basadas en la creencia de que las relaciones entre el mundo del trabajo y la educación superior están predominantemente basadas en el reforzamiento de las normas del individuo en tanto homo economicus –según la versión económica– o bien en tanto

“buscador de estatus” –de acuerdo a la versión sociológica–. Estas perspectivas están interesadas particularmente en datos de tipo cuantitativo-estructural y utilizan variables tales como el logro educativo, los tipos de instituciones y de grados, el estatus ocupacional, los sectores económicos y los grupos ocupacionales así como los niveles de ingreso.

El segundo grupo de perspectivas corresponde a la esfera de las cualificaciones y el conocimiento. En este campo, el interés está puesto en las instituciones de educación superior como responsables de la creación y transmisión de conocimiento a los

alumnos, mismos que serán aplicados en el sector productivo. Se pone el énfasis en las competencias de los estudiantes después de la graduación, su grado de adquisición y la relación que guardan con los puestos de trabajo ocupados.

En tercer lugar, aparecen las perspectivas de los valores y las opciones. En este enfoque se intenta trascender la idea de que las motivaciones y actividades de los individuos están encaminadas únicamente a la búsqueda de la mayor ventaja económica o de un estatus cada vez más alto. En este sentido, Teichler identifica seis áreas de valores que abren el abanico de posibilidades con respecto a la investigación sobre la relación entre universidad y trabajo: la motivación intrínseca derivada del trabajo profesional correctamente realizado, la autonomía en el trabajo, las posibilidades de un aprendizaje innovador y continuo, condiciones laborales y ocupacionales adecuadas, valores relacionados con el ambiente socio-comunicativo fuera del trabajo y finalmente diferenciaciones de género con respecto a las condiciones ocupacionales, los valores y el comportamiento.

Ante tal diversidad de enfoques y perspectivas sugeridas por los expertos consultados, es necesario tomar un posicionamiento que permita limitar el alcance de la investigación que aquí se presenta. Tomando en cuenta lo presentado en párrafos anteriores, esta tesis, que indaga sobre la inserción laboral de los titulados universitarios, se ubica dentro del análisis de dimensiones del trabajo que están relacionadas con la universidad (Brennan et al., 1996) y en consecuencia se asumen las perspectivas del mercado de trabajo y el empleo (Teichler, 2007a).

Sin embargo, el estudio de la inserción laboral de los titulados no se limita exclusivamente al análisis de las condiciones del mercado de trabajo propio de este colectivo, sino que permite ilustrar algunos problemas de orden sociológico entre los que destaca el análisis de la generación y mantenimiento de la desigualdad socioeconómica. En realidad, esta afirmación es aplicable a la inserción laboral de la población en su conjunto, con especial énfasis en la población joven, ya que “los logros de estatus de las primeras etapas de la vida laboral están muy cercanos temporal mente de los factores a los que se les supone una influencia mayor, como el origen familiar o el nivel educativo, por lo que la observación de esa influencia puede ser más precisa”

(García-Blanco y Gutiérrez, 1996, p. 270).

Para poder medir el éxito en el proceso de la inserción laboral de los titulados a nivel colectivo, Teichler (en ANECA, 2009) propone que éste tendría los siguientes rasgos:

 Transición “suave” de la universidad al trabajo, manifestada en un espacio de tiempo corto para acceder a una ocupación, que implicaría un esfuerzo limitado su búsqueda.

 Baja proporción de desempleo.

 Baja proporción empleo precario entendido como: empleo ocasional, de corta duración o a tiempo parcial involuntario.

 Alta proporción de graduados con un empleo adecuado, que en su conjunto muestren mejores ingresos con respecto a los no graduados.

 Vinculación entre el campo de estudios y el empleo alcanzado así como la utilización de los conocimientos adquiridos en la formación universitaria.

En otro trabajo, el mismo Teichler (2003) clasifica estos rasgos de éxito en tres dimensiones:

 Éxito en la transición: criterio de éxito la “transición fluida”, en los mismos términos que la transición suave referida anteriormente.

 Éxito con respecto al empleo: entendido como el “intercambio” entre empleados y empresarios. Las medidas típicas serían: sueldo, incentivos, trabajo a tiempo completo, seguridad laboral, “respetabilidad social del empleo”, perspectivas profesionales.

 Éxito con respecto al trabajo: que hace referencia a la relación entre conocimientos y trabajo, incluyendo la perspectiva subjetiva con respeto al contenido del trabajo: trabajo interesante, exigente e independiente, oportunidades de formación continua, uso de las habilidades adquiridas en la universidad y satisfacción en el trabajo.

En la investigación sobre la inserción laboral de las personas en general, se ha comprobado que la primera experiencia laboral formal es con frecuencia determinante para la posterior trayectoria laboral. La literatura económica denomina a los efectos negativos, tales como la inserción laboral tardía o las interrupciones en la trayectoria como “estigmas” (scarring effects) que tienen efectos sobre todo en los ingresos a largo

plazo. Evidentemente, las personas más cualificadas tienen una protección mayor ante situaciones de precariedad que las personas que no han alcanzados altos niveles educativos (Cebrián y Toharia, 2008).

Sin embargo, de acuerdo con Pavlin (2010), diversas investigaciones han mostrado que la experiencia inicial en el mercado de trabajo de los titulados universitarios también puede influir en sus trayectorias a largo plazo, ya que incrementa las posibilidades de tener un empleo –o al contrario protege contra el desempleo–, con buenas condiciones y con ingresos adecuados. Así, una inserción exitosa se considera como un signo de coordinación entre el sector educativo y los requerimientos del mercado de trabajo.

Además, el mismo autor refiere a la investigación empírica que confirma un efecto negativo y prolongado del desempleo después de la graduación en los ingresos incluso mucho tiempo después de transcurrida la trayectoria laboral.

Ante la diversidad de criterios para definir el éxito en la inserción laboral, Teichler (2003) propone que se observe el fenómeno desde un punto de vista amplio. Así, por ejemplo, la falta de éxito en la transición no significaría necesariamente la falta de éxito en las otras dos dimensiones una vez que se consigue un trabajo adecuado.

Además de lo dicho hasta aquí, es importante tomar en cuenta que la transición de los titulados entre la universidad y el mercado de trabajo se produce dentro un momento y espacio determinados, mediante los cuales se puede caracterizar la relación entre la producción de graduados por parte de las universidades y la demanda de los mismos por parte del mercado laboral. Es evidente que ambas esferas, la universidad y el sector productivo, responden a lógicas diferentes. El ámbito universitario está determinado por diversos factores –sociodemográficos, políticas educativas, requisitos de acceso, sistemas de financiamientos, patrones de selección de estudiantes, etc.– mientras que la demanda de graduados está condicionada por la estructura y las tendencias del mercado de trabajo –evolución de la economía, desarrollo tecnológico, políticas de contratación públicas y privadas, competencia intergeneracional entre trabajadores cualificados, etc.

–. En este sentido, es importante retomar la teoría de la segmentación del mercado de trabajo, mediante la cual es posible observar que existen variaciones que afectan a los titulados de manera desigual (Rodríguez et al., 2003).

Además de las variaciones propias de la economía de mercado actual, en el caso de los titulados universitarios es posible observar una segmentación estructural que remite a la existencia dos mercados: el mercado cerrado o no competitivo, que requiere la posesión de una acreditación específica –las profesiones libreras tradicionales, como la medicina, el derecho o la arquitectura– y el mercado abierto o competitivo, que no restringe a los titulados en función del título sino que acoge a diferentes gamas de profesiones o campos afines (Tarsh, 1988).

3.3.2 La investigación sobre la inserción laboral de los titulados universitarios en