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La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo es un hecho de gran trascendencia social y económica, que se ha estudiado ampliamente, sobre todo impulsado por las teorías feministas. Esta perspectiva ha reivindicado, desde hace mucho tiempo, la existencia estructural de desigualdades de género en los mercados laborales, manifestada en fenómenos como la subordinación, la discriminación laboral y la segregación vertical y horizontal que padecen una buena parte de las mujeres que se han incorporado a la vida activa, aspectos que lejos de presentar rasgos de desaparición, se refuerzan y adaptan a las condiciones generales del contexto socioeconómico (Torns y Recio, 2012).

Las diferencias en la situación ocupacional entre hombres y mujeres, que ha n sido ampliamente estudiadas por las ciencias sociales, pueden ser explicadas desde los dos enfoques más utilizados para entender el funcionamiento de los mercados de trabajo.

Por un lado, la perspectiva de la teoría del capital humano (cfr. apartado 2.1.1) supone la existencia de un mercado neutro, que no discrimina en función de factores estructurales como la clase social, la raza o el sexo. De manera que las diferencias entre hombres y mujeres se explicarían únicamente en función de la desigual inversión en capital humano.

Por otro lado, desde teorías de corte más crítico, como la segmentación de los mercados laborales o las perspectivas credencialistas, han surgido algunos conceptos que permiten explicar las diferencias entre hombres y mujeres, que serían atribuibles más a la estructura ocupacional que discrimina en función de características individuales, entre las cuales el sexo juega un papel importante. Conceptos como “techo de cristal”, “old-boy netwoks”, “homosocialidad” o “techo de cemento” son frecuentemente utilizados para explicar, con diversos matices, por qué las mujeres no han logrado ocupar los mismos puestos en la estructura ocupacional en las sociedades occidentales contemporáneas que los varones, con todo y su incorporación masiva al mercado de trabajo en las últimas décadas (Bará et al., 2010). Todos estos conceptos coinciden en que el mercado de trabajo suele discriminar a las mujeres de formas sutiles, no oficiales y por tanto difícilmente modificables en una cultura laboral tradicionalmente dominada por el colectivo masculino.

Asumiendo esta perspectiva, se reconoce al género, que trasciende la simple clasificación entre hombres y mujeres, como una categoría social estructural. Así, diversos estudios sobre la discriminación de las mujeres en los mercados de trabajo tuvieron una influencia destacada en el desarrollo de la teoría de la segmentación de los mercados de trabajo, ofreciendo una alternativa interesante a los irreales modelos neoclásicos (Köhler y Martin, 2009).

Uno de los ejes de análisis que frecuentemente se utilizan para analizar la situación laboral de las mujeres tiene que ver con la relación entre la socialización y la experiencia del trabajo doméstico, con la elección de empleos catalogados como femeninos, relacionados tradicionalmente con tareas propias del trabajo doméstico – como la educación y la enfermería, entre otros–. En este sentido, es posible observar que “las profesiones femeninas de mayor nivel de cualificación están reducidas prácticamente a actividades relacionadas con la sanidad y la educación, ambas con una fuerte presencia de trabajadores del sector público” (Castaño, Iglesias, Elena, y Sánchez-Herrero, 1999, p. 256).

Adicionalmente a la situación general de las mujeres trabajadoras, dentro de los problemas que suelen presentar los jóvenes ante la inserción laboral por las diversas razones que se han apuntado anteriormente, es preciso remarcar las dificultades que

tradicionalmente han tenido las jóvenes para incorporarse al mercado de trabajo63 (Davia, 2000; Ibáñez, 1999; Recio, 2007). Mientras que los jóvenes tienen un tránsito hacia la vida adulta que está orientado claramente hacia “la pauta de normalidad”, a través de una inserción plena en el mercado laboral, las mujeres jóvenes tienen que compaginarlo con su “participación obligada en la actividad reproductiva” (Torns, 1998).

Sin embargo, a partir de la crisis económica que padece actualmente la Unión Europea y en particular España, la situación de los jóvenes parece acercarse a la de las mujeres, es decir, que

si bien existen claras diferencias según países [europeos] y se mantienen diferencias entre los géneros, entre las que emerge, como relativa novedad, el que la precariedad laboral de los jóvenes se esté aproximando a la de las jóvenes. O dicho de otro modo, el que la situación laboral de los chicos más jóvenes esté virando hacia rasgos y características que antes explicaban la menor cantidad y la baja calidad del empleo de las mujeres (Torns y Recio, 2012, p.

196).

La afirmación anterior fue hecha para el colectivo de jóvenes de 16-29 años, sin embargo, si se observa la franja de edad en 25-29 exclusivamente, se puede apreciar la existencia de algunas diferencias, en detrimento de las mujeres. Así, la tasa de desempleo femenina de las mujeres entre 25-29 años en 2011 era de 47,7% frente al 45,3% de la tasa masculina. Además, entre el colectivo de jóvenes paradas, 35,9% tenía estudios superiores frente al 22,6% de los varones con el mismo nivel de estudios (INJUVE, 2011).

De cualquier manera, dentro del grupo de mujeres presentes en el mercado de trabajo, igual que sucede con el colectivo varonil, las que han alcanzado un nivel universitario evidentemente suelen tener mejores condiciones laborales que aquellas que no lo han conseguido. Sin embargo, a pesar de que las tasas de participación en la educación

63 En una revisión de la literatura sobre la inserción al primer empleo Rahona (2008, p. 141) identifica que en ocho de diez investigaciones, tanto en España como en otros países europeos, el hecho de ser varón representaba una influencia positiva y significativa para la obtención del primer empleo.

superior femeninas sobrepasan a las varoniles en muchos países europeos, existen muchas evidencias que apuntan hacia un mantenimiento de la desigualdad de género en las carreras ocupacionales de los titulados superiores. Es decir, aunque las mujeres en general son más numerosas en la universidad, su presencia se suele concentrar en ramas y sectores educativos que son menos remunerados en el mercado de trabajo, con menos oportunidades de progresar en la carrera y suelen tener menos ingresos que los hombres que obtuvieron el mismo tipo de educación (García-Aracil, 2008; Triventi, 2011c).

A partir de contexto, en este apartado se abordan algunos de los resultados encontrados en la investigación de la desigualdad laboral por género entre los titulados universitarios. En este sentido, García-Aracil (2007) analizó la diferencia en los ingresos de los titulados europeos, con datos de la encuesta CHEERS64. En la Tabla 9 se pueden observar algunos de los descriptivos que muestran la diferencia en los resultados de inserción entre graduadas y graduados, que es importante tener en cuenta para interpretar sus conclusiones posteriores.

Tabla 9: Situación laboral y de los titulados universitarios. Comparación entre España y el resto de países europeos participantes en el proyecto CHEERS

Tasa de

actividad (%) Tasa de paro (%) Ingresos anuales

(miles de €) Contratos Fuente. García-Aracil (2007) a partir de datos de la encuesta CHEERS65.

De acuerdo a los resultados encontrados por García-Aracil, en los cinco indicadores relacionados con la inserción laboral de los graduados hay diferencias importantes entre hombres y mujeres. Tanto en el caso de España como en el conjunto de los países analizados, las mujeres sistemáticamente presentan desventajas en su inserción laboral, cuatro años después de la graduación, con respecto a sus colegas varones. Además, destaca la posición de los graduados españoles con respecto a sus colegas europeos que es claramente de desventaja, sobre todo por lo que hace a la tasa de paro y a la temporalidad. A partir de estos datos, la autora aplicó modelos de regresión para estimar los factores explicativos en las diferencias de resultados ocupacionales entre hombres y mujeres. En los resultados, encontró que las características de la empresa tenían un

64 Los países que participaron en esta encuesta fueron Austria, República Checa, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Noruega, Suecia, Reino Unido y España.

65 Estos datos corresponden únicamente a los titulados entre 26 y 35 años.

poder explicativo importante con respecto a las variaciones de ingresos. Además, había una correlación positiva entre el número de horas trabajadas y la disminución de las diferencias en los ingresos. Según los resultados, el ámbito público o privado juega un papel importante en esta diferenciación, ya que el primero presenta una menor brecha de ingresos que el sector privado, seguramente a partir de la influencia que juegan los sindicatos o las políticas públicas de regulación laboral. Aun así, la autora encontró una gran diversidad por países en la explicación de la brecha salarial, que refleja la misma diversidad en las estructuras ocupacionales de los países analizados.

En otro trabajo que utilizó la misma base de datos, la misma autora analizó la diferencia de ingresos introduciendo el impacto de las competencias desarrolladas por los titulados como un posible factor de influencia en la desigualdad de género, tratando de identificar si el diferencial de ingresos se atribuía a las diferencias en competencias –es decir, en adquisición de capital humano– o bien a la discriminación propia de la estructura de los mercados de trabajo, encontrando evidencias para probar esta segunda hipótesis.

(García-Aracil y Navarro, 2005).

En un tercer trabajo, García-Aracil (2008) introdujo un aspecto que resulta de interés para entender el fenómeno de la discriminación laboral por sexo entre los titulados.

Según esta autora, cuando se estudian las diferencias en los resultados del mercado de trabajo de tituladas y titulados, es necesario considerar los diferentes “ejes de estratificación” dentro de los sistemas de educación superior. Se trata de la diferenciación vertical y horizontal propia de la educación terciaria en Europa. En este sentido, utilizando nuevamente datos de la encuesta CHEERS, exploró los efectos de la elección de estudios en la distribución de los beneficios ocupacionales en términos de ingreso y su contribución a la brecha de ingresos entre hombres y mujeres, controlando por características individuales y de los puestos de trabajo.

En primer lugar, confirmó que la variable área de estudios era la que explicaba mayormente la diferencia de ingresos en los titulados. Al aplicar los análisis comparativos entre hombres y mujeres los resultados mostraron que las diferencias de ingresos eran más reducidas en graduados de las áreas de humanidades, educación y matemáticas, mientras que eran mayores en ingenierías y en ciencias médicas. En medicina los hombres tenían una ventaja salarial, pero llama la atención que en

ingeniería, eran las mujeres quienes presentaron mayores ventajas con respecto a los hombres. Este último resultado confirma lo encontrado por Rumberger y Thomas (1993) y, según García-Aracil, se explicaría a partir del crecimiento de la demanda de mujeres en el campo de la ingeniería, probablemente en respuesta a políticas externas de mayor igualdad en el mercado laboral en aquellos países donde se han implementado.

La explicación de las diferencias en ingresos entre hombres y mujeres ha sido un objeto de estudio ampliamente estudiado en la investigación económica. Cuando se ha aplicado a las diferencias de ingresos entre personas que han llegado a la educación superior, la diferenciación por carreras suele ser una de las explicaciones más frecuentes. En este sentido, Kalmijn y Van der Lippe (1997), afirman que una buena parte de la brecha de ingresos entre hombres y mujeres se explicaría por el hecho de que las mujeres, en función del tipo de carreras donde están más presentes, tienden a adquirir sobre todo competencias de tipo social o cultural, mientras que los hombres tenderían más a las competencias económicas o técnicas. Así, a pesar de que las mujeres han alcanzado, incluso superado, las tasas de acceso a la educación superior, la persistencia de las desigualdades de ingresos se explicaría por la presencia diferenciada en las diferentes disciplinas66.

Por otra parte, en la investigación de Calmand y Epiphane (2012) se encontró que en los jóvenes franceses el sexo estaba fuertemente correlacionado con el hecho de encontrarse empleado tres años después de la graduación. Ser hombre aumentaba en 11% esta probabilidad. Además, examinando el tipo de ocupación, los hombres nuevamente estaban en ventaja con respecto a las probabilidad de tener un empleo en lo más alto de la jerarquía ocupacional, hecho que confirmó hallazgos anteriores en Francia.

En un análisis reciente a partir de datos de la encuesta REFLEX, Triventi (2011c) analizó la brecha de ingresos entre hombres y mujeres, en el contexto de la educación superior europea67, buscando las variables explicativas de este fenómeno. Propuso la

66 En Gerber y Cheung (2008, p. 305) se puede encontrar una amplia revisión de la literatura, en la que se comprueba confirma este mismo hallazgo en diferentes países europeos y en Estados Unidos.

67 En la encuesta REFLEX, aplicada entre 2005 y 2006, se entrevistó a titulados de quince países cinco años después de la graduación. Los países participantes fueron: Austria, Bélgica, República Checa, Alemania, España, Finlandia, Francia, Italia, Holanda, Noruega, Reino Unido, Suecia, Portugal, Suiza,

incorporación de diferentes factores que dieran cuenta de la discriminación que suelen padecer las tituladas en el mercado de trabajo. Además del tipo de cualificación educativa y de las principales características de los trabajos –tipo, sector, empresa, etc.–, introdujo otros aspectos tales como la percepción de las habilidades, las preferencias individuales hacia la calidad en el trabajo y otros factores relacionados con las obligaciones familiares.

A través de los modelos de regresión utilizados, encontró que la brecha de género es el producto de muchas pequeñas desventajas a las que se enfrentan las mujeres, aunque algunas parecían ser más relevantes que otras. Los factores más importantes que explicaban la diferencia en ingresos mensuales eran las horas trabajadas y la

“segregación ocupacional” de las mujeres en ocupaciones menos remuneradas, tales como las organizaciones públicas o el sector de la enseñanza. En los resultados, encontró que la brecha de ingresos y la “discriminación residual” se presentaban de manera distinta en los países analizados, siendo los países del sur quienes tenían una mayor discriminación. En los países con mayor densidad sindical, que contaban con instituciones centralizadas y coordinadas de asignación salarial y unos sectores de bienestar bien desarrollados, fue donde la brecha de ingresos era más estrecha, controlando por el tipo de educación, el trabajo, las preferencias y las obligaciones familiares.

Recientemente, la Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari de Catalunya (AQU Catalunya), ha realizado dos investigaciones sobre la diferencia de género en la inserción laboral de los titulados universitarios en Catalunya. En la primera de ellas (Bará et al., 2010), se analizan la diferencias por sexo en la inserción de los graduados en 200468. De manera sorprendente para los autores, en general los resultados no mostraron diferencias significativas entre hombres y mujeres en la inserción, incluso controlando por la titulación estudiada. En las conclusiones, se apuntaba a la hipótesis de que probablemente el periodo de tiempo analizado entre la graduación y la encuesta –cuatro años– no sería suficiente para mostrar la presencia de la discriminación

Estonia. En la investigación elaborada por Triventi (2011c) los últimos cinco países de este listado fueron excluidos.

68 Posteriormente se presentarán ampliamente las características de la encuesta que se utilizó para la investigación, ya que se corresponden con la base de datos que se analiza en esta tesis (apartado 5.3)

tradicional de la mujer en el mercado de trabajo. Aunque se buscaron los factores de diferenciación por género, la variable que mostró mayor poder explicativo fue la titulación estudiada que, como se ha mencionado anteriormente, implica una fuerte diferenciación por género.

Uno de los aportes de esta investigación fue el cuestionamiento del nivel de retribución como un indicador fiable para determinar las desigualdades entre hombres y mujeres en el ámbito de los titulados universitarios. A pesar de que los datos brutos mostraron que efectivamente los hombres tendían a reportar mayores ingresos que las mujeres en todas las áreas de estudio, las diferencias eran mayores si se comparaba entre titulaciones que si se compara por sexo. Las razones que daban los autores para cuestionar esta variable tenían que ver por un lado con cuestiones metodológicas, como la resistencia de las personas para proporcionar el dato de los ingresos o las dificultades de utilizar el ingreso anual como medida, y por otro lado, con aspectos más teóricos, como la consideración de la limitación que tiene el nivel de ingresos frente a otros conceptos como profesión u ocupación, asumiendo que las personas no solo trabajan para ganar dinero, sino que entran en juego otros aspectos como los estilos de vida o el grado de prestigio que le asignan otros al trabajo.

Para ejemplificar esta crítica, los autores tomaron como ejemplo las diferencias salariales en un grupo de titulados que estudiaron lo mismo y estaban insertos en un trabajo similar: maestros trabajaban en el ámbito público. Controlando por titulación, tipo de jornada completa, situación contractual temporal, antigüedad y tipo de funciones realizadas –no realizar tareas de dirección o gestión–, se encontró que continuaba habiendo diferencias entre hombres y mujeres –174€ más para los hombres–.

Considerando que las tablas de retribución en el ámbito público no varían por sexo, los autores atribuyen esta diferencia a partir de la percepción diferente de los ingresos, que se refleja al momento de responder la encuesta, con lo cual al menos se cuestionaría la fiabilidad del dato para la comparación entre hombres y mujeres.

Posteriormente AQU Catalunya (Prades, Rodríguez, Bernáldez, Cazalla, y Benito, 2012) se propuso realizar una segunda investigación, ampliando el periodo de análisis a diez años, con la finalidad de verificar si aumentando la dimensión temporal era posible evidenciar diferencias por sexo en la incorporación al mercado laboral de los titulados.

Para ello, se configuró una muestra de titulados (N =1101) tomando en cuenta la base de datos de titulados de la promoción del 2001 que fueron encuestados en 200569. Además, se eligieron titulaciones de las cinco áreas en las que la proporción de hombres y mujeres fuera similar, con la finalidad de poder hacer análisis estadísticos significativos70. A continuación se presentan algunos de los resultados encontrados.

Con respecto a la situación laboral comparando la situación de graduadas y graduados, no se encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres con respecto a la tasa de ocupación, la tasa de paro, la estabilidad laboral o en la duración de la jornada (más mujeres trabajan a tiempo parcial, pero no significativamente, y entre ellas el 69%

lo hacían por motivos familiares, mientras que las razones de los hombres eran sobre todo por falta de alternativas a tiempo completo). En estos indicadores, tal como se ha encontrado en otros estudios elaborados con los titulados universitarios catalanes, más que la diferencia por género, la diferencia por titulaciones es la que tenía mayor peso.

Esto último se manifiesta en otros indicadores más evidentes, como el ámbito de trabajo (público o privado) o la rama de actividad económica, aspectos estrechamente ligados al tipo de especialidad, aunque en algunas titulaciones aparecieron diferencias relacionadas con el sexo. Por ejemplo, en ingeniería química, las mujeres estaban más presentes que los hombres en el ámbito educativo, que de entrada permitiría mayor conciliación con las actividades familiares.

Con respecto a la retribución sí aparecieron diferencias importantes entre hombres y mujeres en tres titulaciones: química, ingeniería química y medicina. Sin embargo, a partir de lo encontrado en la investigación previa, los autores nuevamente cuestionaron la fiabilidad del nivel de ingresos como indicador de desigualdad entre hombres y

Con respecto a la retribución sí aparecieron diferencias importantes entre hombres y mujeres en tres titulaciones: química, ingeniería química y medicina. Sin embargo, a partir de lo encontrado en la investigación previa, los autores nuevamente cuestionaron la fiabilidad del nivel de ingresos como indicador de desigualdad entre hombres y