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1.2 Hacia una universidad (cada vez) más heterogénea

1.2.2 Las mujeres y los hombres en la universidad

La composición de los estudiantes por sexo ha sido un fenómeno que ha llamado continuamente el interés de los investigadores en el campo universitario por dos razones. En primer lugar, como se ha comentado anteriormente, la expansión que ha conocido en las últimas décadas la universidad tiene un marcado carácter femenino, que ha provocado un cambio importante en la composición del alumnado universitario en su conjunto (Fernández-Enguita, 1999a; Mastekaasa y Smeby, 2006). En segundo lugar, la entrada masiva de las mujeres en la universidad se ha concentrado principalmente en algunas carreras o titulaciones típicamente femeninas. En este apartado se abordará el fenómeno de la expansión femenina en su conjunto, dejando para el apartado 1.3.2 el análisis de las diferencias entre hombres y mujeres en función de la elección diferenciada de titulaciones.

Sobre la presencia femenina en la universidad, es posible afirmar con García de León (1993) que la historia de las mujeres en la universidad española es una historia reciente, identificando a la generación que nació a mediados del siglo pasado como la primera que comenzó a asistir masivamente a los estudios universitarios14.

Así, en torno a 1960, las universitarias constituían únicamente el 19% del total de los estudiantes, mientras que para el curso 1986-1987 ya constituían la mitad del estudiantado (De la Fuente y García de León, 1993). A partir de la década de los noventa, las mujeres comienzan a superar en número a los hombres, tendencia que se ha mantenido durante la primera década del presente siglo, como puede observarse en la Tabla 1.

14 Es posible identificar la misma tendencia de feminización de la universidad en otros países del entorno europeo.

Al analizar la evolución de la movilidad social en España, particularmente hacia las clases profesionales, Carabaña (2004) encontró un patrón distinto en la participación de hombres y mujeres en la universidad durante el siglo XX, al menos hasta 1960. Los hombres se caracterizaron por la persistencia de las desigualdades y la contracción experimentada por las cohortes nacidas en torno a los sesenta afectó con intensidad semejante a todos los orígenes sociales, así como la recuperación posterior. En cambio, en el caso de las mujeres, la expansión fue más rápida que en los hombres, no tuvo un estancamiento como el masculino y ha tendido a una mayor igualdad, lo cual lleva a afirmar al autor que “toda la masificación de la Universidad en la década de los setenta y los ochenta se debe a la entrada de las mujeres, y la democratización de la década de los ochenta es exclusivamente femenina”, con lo cual se refuerza la importancia que han jugado las mujeres en la trasformación y diversificación de la universidad española.

(Carabaña, 2004, p. 223).

Tabla 1: Alumnos matriculados en las universidades españolas y desagregación por sexo. Cursos 2000-2001 a 2009-2010

Curso Total Mujeres % Mujeres

2000-2001 1.554,972 830,435 53,4

2001-2002 1.526,907 819,616 53,7

2002-2003 1.507,147 808,839 53,7

2003-2004 1.488,574 812,652 54,6

2004-2005 1.446,879 783,854 54,2

2005-2006 1.433,016 777,833 54,3

2006-2007 1.410,440 766,832 54,4

2007-2008 1.396,607 758,484 54,3

2008-2009 1.391,253 759,952 54,6

2009-2010 1.412,472 764,054 54,1

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE.

La tendencia hacia una mayor feminización de la universidad puede ser interpretada de diversas maneras. Además del evidente sesgo positivo con respecto al aumento de oportunidades para las mujeres que estudian una carrera universitaria, este fenómeno podría estar escondiendo el hecho de que la mujer encuentra en la universidad un refugio temporal que la “protege” de un mercado de trabajo frecuentemente más hostil que en el caso de los hombres.

En un análisis sobre diferentes factores relacionados con las diferencias por sexo en la universidad, incluyendo la presencia mayoritariamente femenina en la universidad,

Severiens y Ten Dam (2012), retoman un modelo de retención en la universidad15 para explicar las razones que han llevado a las mujeres a integrarse en los últimos años a la educación de nivel superior. Este modelo incluye cuatro tipos de factores:

características individuales, factores institucionales16, factores externos y habilidades cognitivas. El primero y el cuarto se suelen combinar en torno a las características relacionadas con el aprendizaje, como la motivación, las aspiraciones y las habilidades cognitivas. Aquí, la explicación giraría en torno a los mejores resultados académicos que suelen presentar las mujeres, como lo han probado por ejemplo las pruebas PISA.

Además, las autoras refieren el trabajo de Grebennikov y Skaines (2009, en Severiens y Ten Dam, 2012) sobre las diferencias en las metas: las mujeres encontrarían las metas académicas más importantes que los hombres y le dan más valor a la educación superior que los hombres, sobre todo porque las mujeres necesitan prepararse mejor con la finalidad de tener las mismas oportunidades en el mercado de trabajo. Los factores externos hacen referencia a tres elementos, presentados aquí de manera sintética. En primer lugar, el aumento en las oportunidades para la conciliación entre las responsabilidades familiares y la vida profesional. En segundo lugar, el valor que representa para las mujeres un título universitario, si se compara con las oportunidades que tienen los varones de competir en el mercado de trabajo en ciertas ocupaciones que no requieren un título universitario17. En tercer lugar, están las características de las coyunturas económicas. Por ejemplo, en épocas de un bajo desempleo y altos ingresos en trabajos tradicionalmente masculinos que no requieren educación superior, es un incentivo para que los hombres o bien dejen los estudios universitarios o ni siquiera se lo planteen.

En España, durante la etapa de crecimiento económico más reciente –en torno a la primera década de los años 2000–, esta hipótesis confirmaría la mayor presencia de mujeres en la universidad. Pero a la luz de la reciente crisis económica vale la pena dar seguimiento a la evolución de la presencia masculina en la universidad, ya que justamente los hombres, y sobre todo los menos formados, son quienes más han padecido el fenómeno del desempleo.

15 Utilizando como referencia el modelo de Ernest Pascarella.

16 Los factores institucionales incluyen aspectos como el clima y la calidad en la enseñanza.

17 Algunos autores hablan de un mayor coste de oportunidad de asistir a la universidad por parte de los hombres, lo cual provocaría un aumento de la presencia femenina en la universidad (Evers et al., 2006).

Por su parte, Evers et al. (2006) añaden otro tipo de factores que ayudan a explicar la presencia mayoritaria de las mujeres en la universidad. Se trata de ciertas habilidades no cognitivas que se presentan de manera diferenciada entre mujeres y hombres en el ámbito educativo. Según estos autores, las mujeres tienen mayor facilidad para comportarse de acuerdo a ciertos patrones valorados en la escuela, tales como la disciplina, la atención, el trabajo con otros, la organización y seguimiento de los deberes y la capacidad para buscar ayuda de otras personas. Estos comportamientos se relacionan a su vez con las notas académicas, lo cual favorece que se puedan alcanzar los requisitos exigidos para el ingreso en la educación superior.