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2. Teorías sobre la relación entre educación y trabajo

2.2 La educación como función selectiva

2.2.2 Enfoques alternativos a la TCH

Las críticas a la TCH, que ejerció una influencia casi hegemónica en los primeros años después de su formulación, derivaron en diferentes posicionamientos teóricos que intentaban dar respuestas alternativas. El marco común, como se apuntó arriba, parte de la constatación de un rompimiento de las promesas de la perspectiva del capital humano. En los años setenta se registran los primeros síntomas de un desajuste entre la educación, que se había expandido considerablemente en los países desarrollados y además continuaba su crecimiento, y la demanda de trabajo, como efecto de una fuerte crisis económica27, que obligó a repensar la naturaleza de las relaciones entre educación y trabajo. En concreto se revisarán tres modelos teóricos: el paradigma credencialista, los modelos de señalización y la teoría de la correspondencia.

2.2.2.1 El paradigma credencialista

El primero de los enfoques corresponde al trabajo desarrollado desde la sociología por Collins en su obra “La sociedad credencialista” (1989), que da nombre a la perspectiva conocida como “credencialismo”. Uno de los pilares de este enfoque es el cuestionamiento de la educación como un factor que añade productividad a las personas, que en general es compartido por las sociologías de la educación que se separan de la inercia hegemónica funcionalista.

27 Subirats (1981) presenta un interesante y extenso análisis de este desajuste en el contexto americano, europeo y español.

Se parte aquí de la constatación de la información deficiente sobre la productividad de los candidatos a los puestos disponibles en el mercado de trabajo, que provoca que los empleadores se vean obligados a recurrir a indicadores de productividad usando lo único que tienen más a mano, es decir, las “credenciales” educativas. Las credenciales educativas en realidad no aseguran la productividad de los candidatos, pero sí permiten hacer una selección de aquellos que son más aptos para ser formados o entrenados dentro de las empresas, que es donde realmente se adquirirían las herramientas propias del desempeño profesional. Además, aun cuando no se reconozca la correlación entre titulaciones y productividad, un efecto de las primeras es contribuir al establecimiento de jerarquías salariales, mediante un mecanismo de “cribado” entre aquellos que tienen y no tienen un título y además entre diferentes tipos de títulos –por especialidad y por centro educativo donde fue adquirido–.

Del lado de los trabajadores, el interés por asistir a la escuela y acumular credenciales radica en la búsqueda de dotarse de elementos que informen al mercado de trabajo de sus posibles capacidades, dentro de una dinámica de competencia por la acumulación de credenciales que los diferencien de otros candidatos. Al final, la explicación de la expansión educativa desde esta perspectiva, radica no en la demanda por cualificaciones para el mercado de trabajo, sino en la propia competencia por conseguir un estatus social determinado a través de obtención de credenciales educativas (Figuera, 1996).

Para Medina (1983, p. 24) la importancia de este modelo credencialista radica en “su desarrollo dentro de la tradición weberiana del conflicto y su aplicación al proceso de clausura de las profesiones”. En este sentido, las credenciales educativas servirían a los poseedores para impresionar a otros, de manera similar a lo que ocurría con los mecanismos de clausura gremial, con la diferencia de que las credenciales educativas modernas se encuentran legitimadas, racional y funcionalmente, dentro de la sociedad tecnológica. Así, Collins (1989) hace una crítica fuerte a la idea funcionalista que sostenía que la expansión educativa era una respuesta a los cambios de la estructura productiva y de los requerimientos del mercado ocupacional, ya que encontró que los individuos más cualificados no estaban en puestos que requerían un conocimiento elevado o el uso de la tecnología, sino que se encontraban en puestos de la estructura burocrática pública o en importantes empresas privadas quienes en su conjunto detentan el poder de la sociedad. Esto es posible de explicar a partir de la consideración de que

“no es la productividad de los individuos lo que determina la obtención de los buenos empleos, sino las formas de presentación y los estilos culturales diferentes” (Bonal, 1998, p. 74).

Además, el aumento de niveles de estudios de la población modifica la función informativa de la formación y de su certificación. En este sentido, una de las hipótesis centrales de las teorías credencialistas, es que la expansión de los títulos diluye su valor de mercado y modifica su valor de clasificación (Sala, 2004).

2.2.2.2 Modelos de señalización

En segundo lugar, en sintonía con el modelo credencialista, aparecen algunas propuestas desde la economía que enfatizan ciertos elementos señalados anteriormente. Así, la consideración de la educación como una señal que determina las posibilidades de formación de los potenciales candidatos un puesto de trabajo es propuesta por Thurow (1983a), a través de su modelo de la “competencia por los puestos de trabajo”, en contraposición con el modelo clásico de competencia por los salarios. La educación sería apreciada por los empleadores porque sirve como una señal válida de la medida en que una persona tiene cierta disciplina, es susceptible de ser formada y en general tiene capacidad para absorber nuevos conocimientos. En este sentido, Thurow sostiene que no es la capacidad intelectual ni los años de educación lo que explicaría las diferencias en los salarios, sino el funcionamiento del mercado de trabajo.

Se configura así otra de las propuestas de este modelo que entiende al mercado de trabajo como compuesto por una serie de puestos que los empleadores buscan ocupar con personas que les traerán los menores costos de formación, es decir, que pueden aprender de forma rápida. Esto tiene como consecuencia la formación de dos colas en el mercado: la de los puestos de trabajo y la de los individuos. La cola de los puestos está ordenada de acuerdo a las cualificaciones requeridas, las características productivas y los salarios, mientras que la cola de los individuos se ordena de acuerdo a las características personales que indican los costos de formación de los potenciales trabajadores (García-Espejo, 1998).

Según la perspectiva de Thurow (1983b), los individuos invierten en educación, aun en situaciones en las existan altas tasas de desempleo y asumiendo los posibles riesgos de sobreeducación, no a partir de un cálculo sobre posibles rendimientos sino como una estrategia defensiva que les permita estar en una mejor posición en la cola de los mejores empleos.

Relacionada con esta perspectiva de la señal, en la literatura económica se encuentra la teoría del filtro (Arrow, 1973), que es aplicada específicamente a la educación superior y que enfatiza la función del empleador quien selecciona, entre las opciones disponibles, a aquellos trabajadores que potencialmente pueden ser más productivos mediante el recurso de revisar el título mostrado por el candidato que, tal como lo afirman las visiones credencialistas, no necesariamente es fiel reflejo de su productividad real. El título es una medida, aunque imperfecta, de las facultades productivas de la persona y así se pasa de la consideración de la escuela como una “caja negra” –tanto para la TCH como para las teorías de la reproducción– a la escuela como una “caja vacía”, ya que la educación no desarrolla en realidad capacidades en la persona, si no que únicamente sirve como filtro para distinguir a la población (Sala, 2004)28.

2.2.2.3 Teoría de la correspondencia

Finalmente, se presenta un tercer modelo que surge como respuesta crítica a la TCH. La teoría de la correspondencia, de corte más radical que los anteriores, surge a partir de las propuestas neomarxistas de Bowles y Gintis (1983) y propone, entre otras cosas, que el proceso de inserción profesional se da principalmente a partir de la adscripción de clase, que a su vez está relacionada con la educación a la cual tienen acceso las personas, que varía en función del origen y pertenencia de clase.

A diferencia de la TCH, que deposita en la educación la esperanza de una mayor igualdad y movilidad social, el modelo de la correspondencia “concluye precisamente lo contrario: la educación reproduce las desigualdades de clase, socializa a toda la población en los valores de la clase dominante y forma a los trabajadores no tanto

28 Para una revisión más a profundidad de otras teorías económicas que exploran aspectos particulares del modelo de señalización, revisar García-Espejo (1998, pp. 24–41).

técnica como psicológicamente para cumplir disciplinadamente sus funciones productivas subordinadas en el centro de trabajo” (Medina, 1983, p. 15).

Medina (1983) resume en tres los principales mecanismos o componentes que explican este modelo. En primer lugar el mecanismo de diversificación de vías educativas, a partir del cual los alumnos son conducidos a través de currículums diferenciados en función de su clase (Baudelot y Establet, 1987). El segundo se refiere al mecanismo de reproducción de las creencias, relacionado con las propuestas de autores como Bourdieu, Passeron o Bernstein, para quienes la escuela juega un papel fundamental de reproducción ideológica del sistema de clases y de perpetuación del mismo, a través de un tipo de socialización, dando lugar a un proceso de legitimación de las desigualdades sociales. La universidad estaría en la misma línea de filtrar a los alumnos por clase social, imprimir las características de la ideología dominante y socializar en los requisitos del sistema productivo al cual se enfrentarán los alumnos al dejar las aulas.

Finalmente, como su nombre lo indica, este enfoque propone que existe una correspondencia estructural entre las relaciones sociales dadas en la escuela y las relaciones de producción, a partir de la cual es posible, a través del currículum oculto, asumir la disciplina en el trabajo, desarrollar ciertos tipos de conducta personal requeridos en la esfera productiva y moldear una autorrepresentación que sea acorde a la posición social.

En general, la teoría de la correspondencia, que constituye un énfasis económico de la teoría de la reproducción, mantiene que la educación sirve para promover la explotación en el mercado de trabajo al reforzar las relaciones autoritarias y al legitimar la desigualdad en la distribución de ingresos. Así, la educación, que sirve a los intereses de la clase dominante –incluyendo sus ventajas en la transmisión intergeneracional de la desigualdad–, es un mecanismo crítico a través del cual los grupos con estatus más alto pueden reforzar y traspasar dicho estatus a su descendencia.

Como se puede suponer, estos tres enfoques –el credencialismo, las teorías de la señalización y la teoría de la correspondencia29–, a pesar de haber ejercicio una función importante de contrapeso a la hegemonía de la TCH, han sido objeto de críticas por su

29 Para una revisión a profundidad de las principales críticas teóricas y metodológicas hechas al enfoque de la correspondencia revisar Medina (1983, p. 18).

naturaleza determinista, ya que quita a la educación toda posibilidad de favorecer, a través de la socialización de valores y actitudes, el cambio de las estructuras sociales dadas.