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Modelo arqueología del asentamiento

Dans le document Sogamoso, Santander, Colombia (Page 182-187)

2. Tecnología y productos arqueológicos: enfoque y valoración como fuentes de conocimiento del pasado. conocimiento del pasado

3.1. Los modelos

3.1.2. Modelo arqueología del asentamiento

La arqueología espacial ha incentivado diferentes énfasis hasta consolidarse la arqueología del Asentamiento. Esta ha desarrollado conceptos importantes para el análisis arqueológico como asentamiento, hábitat, hogar, residencia, vivienda, geografía de recursos. Por asentamiento se entiende un lugar del hábitat y, por lo tanto, para la arqueología europea, corresponde a un tipo especializado de yacimiento en donde se desarrollen las prácticas cotidianas de los grupos humanos: preparación de alimentos, relaciones sociales.

Los asentamientos son por tanto la expresión directa de las prácticas habituales de los grupos que las generaron y, en este sentido, existe una gran variedad de asentamientos que están en relación con el tipo de sociedad que se estudia, lo cual ha llevado a considerar el asentamiento como un tipo de yacimiento con un contexto cronológico (yacimiento neolítico), funcional

(necrópolis), ubicación geográfica (yacimiento costero) y rasgos funcionales temporales (estación de caza) ( Aranda y Sánchez 2006 em Sanín Santamaría 2008).

El asentamiento independientemente de si es un yacimiento o no, en este trabajo rescatamos su carácter funcional que lo convierte en una unidad de análisis social en el espacio en donde se realiza actividad humana en el pasado. Un asentamiento es un tipo de yacimiento y, por ende, la gran variabilidad de yacimientos que existe puede ser reducida a cuatro categorías: Lugares de habitación o asentamiento, lugares productivos, lugares rituales y ceremoniales, y por último, lugares funerarios (Aranda y Sánchez 2006 em Sanín Santamaría 2008). Y, es precisamente esta característica funcional la que le da un sentido polisémico que se acoge en esta tesis doctoral. Sin embargo, hay un hiato conceptual cuando se equipara los conceptos de asentamiento y de yacimiento, en tanto que desde una perspectiva materialista, el asentamiento tiene implicaciones históricas sociales y no simplemente es el lugar con presencia de objetos materiales o de residencia de personas.

Matizando esta discusión, se puede considerar que en el asentamiento se configura un lugar del hábitat y, por lo tanto, es un yacimiento especializado en donde se desarrollan las prácticas cotidianas de los grupos humanos: relaciones socio-productivas, alimento, rituales, cosmovisión etc.; lo que significa que en el asentamiento es la expresión directa de las prácticas habituales de los grupos en su quehacer cotidiano. Sí se considera el asentamiento como un yacimiento especializado, se deriva el hecho de una gran variedad de asentamientos cuyo carácter funcional depende del momento histórico y en consecuencia del tipo de sociedad, con lo cual aparece el concepto de hogar como expresión de cierto tipo de asentamientos en especial de gran

importancia para valorar desarrollos humanos cuya huella arqueológica es débil -por ejemplo vestigios de un fogón-, por la acción del tiempo, como puede ser una estación de caza prehistórica, hasta tener vestigios de mayor complejidad como concentración de casas, obras hidráulicas, etc., que corresponden a sociedades complejas como los cacicazgos en Sur América.

Asimismo, para el caso de los cacicazgos de la montaña santandereana en la configuración del espacio doméstico, se pueden discernir espacios públicos (mayor área de pisoteo, tierra más dura, tierra con mayor contenido de fosfatos y ácidos grasos o más iluminadas) y espacios privados en donde estos marcadores arqueológicos están bastante reducidos y se ubican en lugares del espacio doméstico en donde hay mayor tendencia a la oscuridad, y el área del piso es más limpia que el resto de la superficie, tal como se explicará en el capítulo 5.

En el marco de las relaciones ambiente y grupo humano, la arqueología del asentamiento busca estudiar los sitios de residencia humana, entendiendo la vivienda como un componente del hábitat en donde se expresa el espacio de hogar cuyo marcador arqueológico más característico es el fogón como un lugar de convocatoria social-familiar. El hábitat no es simplemente un concepto físico sino también histórico y social ya que “su diversidad y su ubicación geográfica se han puesto en relación no sólo por las distintas condiciones climáticas de las diferentes zonas sino también con su funcionalidad” (Aranda y Sánchez 2006 em Sanín Santamaría 2008). Esto es, si se trata de grupos nómadas o sedentarios pues la vida social se va a desarrollar en los asentamientos (por ejemplo cacicazgos) o fuera de él (por ejemplo comunidades cazadoras) y, los cambios se operaran en función de como se organizan los grupos para responder a sus necesidades de supervivencia, lo que propicia pautas de convivencia social, así como tensiones sociales, que se representan en el hábitat, lo que se acoge en este trabajo bajo el modelo de patrones de poblamiento, que ya hace alusión a la manera como los asentamientos se arreglan en

el paisaje como formas de organización arquitectónica derivadas de sus necesidades biológicas y sociales, cuyos marcadores son las viviendas y su forma y dimensiones, como son casas circulares y ovoides para el caso de los cacicazgos.

El concepto de hábitat también se considera en una perspectiva social pero conectado no sólo a un espacio geográfico espacial sino a un contexto ecológico, es decir, dentro de un marco de relaciones dialécticas entre seres vivos -incluyendo a los seres humanos- con un espacio físico-ambiental, lo que significa que un hábitat desde una perspectiva ecológica-social, corresponde a “un espacio donde se establecen las correlaciones económico-sociales y políticas entre la geografía y el grupo y las específicas de cada uno de estos agentes” (Lull 1983:2 en Sanín Santamaría).

En esta perspectiva, el hábitat en términos ecológicos y sociales (incluye el ámbito económico, político y religioso) permite considerar, por un lado, el medio natural-físico y, por el otro, contiene lugares de ocupación, en cuya vida cotidiana se realizan actividades productivas y captación de recursos bióticos y abióticos de acuerdo a las estrategias de subsistencia del grupo:

“La correlación entre ambos nos ofrecerá los datos para el estudio de los asentamientos, distribución y comunicaciones y la existencia o no de territorios etc.” (Bate 1998 en Sanín Santamaría 2008). En síntesis, un asentamiento o núcleo de población es el lugar donde viven las personas. Y, el hábitat o poblamiento es el modo en que se agrupan los asentamientos, y puede ser disperso o concentrado para el pasado y hábitat rural y el hábitat urbano para el mundo moderno. Los hábitats engloban a su vez subtipos, dependiendo de la forma de poblar y ordenar el territorio.

En la arqueología del asentamiento también se utiliza un concepto proveniente de la biología y la ecología que se aplica al análisis arqueológico:

“El término entorno, según la ecología, permite pensar en el entorno como una textura doble que surge de la conjunción de un biotopo, un medio geofísico, y de una biocenosis, el conjunto de interacciones de los seres vivos que pueblan ese biotopo. Es precisamente la simbiosis que existe entre ambos la que permite hablar de un nicho ecológico (Morin 1998:33 en Sanín Santamaría 2008). También, en la arqueología del asentamiento ha propiciado una reflexión del ámbito doméstico, según Sanín Santamaría,

“lo doméstico, de manera resumida, se constituye a partir del vínculo que generan las relaciones que existen entre el espacio/tiempo y los individuos que lo habitan. Dicha vinculación es la que genera el sentido de hogar, Física porque a través del uso del espacio/tiempo se ordena un entorno y se hace habitable; simbólica porque a través de la significación del entorno éste se hace comprensible”. (Sanín Santamaría 2008).

La arqueología del asentamiento al introducir el término doméstico, ha propiciado el concepto de hogar: “el hogar se refleja en la cultura material doméstica y se materializa en el uso y la significación del conjunto de objetos que componen el entorno y que reflejan los modos en que es habitado. Puede plantearse, según esto, que el sentido de hogar no se encuentra en el espacio arquitectónico de una residencia, sino en los modos en que este espacio es apropiado”

(Sanín Santamaría 2008). Esto significa que hogar en términos arqueológicos es el “resultado de las formas de habitar el tiempo y el espacio doméstico. No es separable en algo físico o simbólico, sino más bien es una construcción que se nutre de ambos y, en tanto que se nutre de

las relaciones que existen entre la casa y sus habitantes, es heterogéneo y cambiante en cada residencia” (Sanín Santamaría 2008). Y, de ahí la importancia de los estudios técnicos del piso de ocupación para definir estos lugares de hogar como el ámbito de encuentro de lo doméstico-social y productivo.

En este marco, el asentamiento expresa las respuestas desarrolladas por las comunidades ante su reto de resolver la supervivencia material y social o requerimientos objetivos y sociales y, no sólo incluye el área de vivienda sino que configura un espacio habitado en donde hay procesos socio-productivos, diferenciación social como expresión de la cotidianidad que entreteje la realidad social y que se conjunta con el orden, económico, político y cultural y, desde donde se construye la historia social de las comunidades del pasado y en este contexto, histórico-social se convierte en el ámbito de convergencia de los modelos: arqueología del paisaje, patrones de poblamiento y pautas de asentamiento.

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