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La ciencia arqueológica en la primera mitad el siglo xx

Dans le document Sogamoso, Santander, Colombia (Page 91-97)

1. La arqueología como ciencia: el marco historiográfico

1.4. La ciencia arqueológica en la primera mitad el siglo xx

Entre 1900 y 1920, los planteamientos de Morgan fueron complementados y reforzados por Edward B. Tylor, al incorporar las evidencias tecnológicas “inventos como respaldo empírico y científico de sus inferencias arqueológicas en el contexto de lo que él definió como el evolucionismo cultural: “Las lajas más finas se obtenían, no a golpes, sino mediante la presión

con un instrumento a propósito de madera o cuerno. Así que estos útiles o instrumentos eran muy inferiores a los acoples de la última edad de piedra, primorosamente afilados por medio del roce” (Tylor 1973:212-213). A la par, en las dos primeras décadas del siglo XX, se selló una importante colaboración científica20 entre la geología y la arqueología, incorporando conceptos, metodologías y técnicas de campo provenientes de la geología, orientadas a determinar la composición mineralógica de los objetos materiales líticos y el origen geológico de determinadas materias primas (Deflandre 1935, 1936). A partir de 1925, entran en crisis las explicaciones culturalistas del siglo XIX y comienzos del XX, debido a las inconsistencias de aplicación en el campo de la arqueología.

Hacia 1929, la arqueología estuvo influenciada por los planteamientos teóricos de Gordon Childe, quién se apoyó en categorías de la teoría social influenciadas por el pensamiento marxista y tomó el concepto de modos de producción, como en última instancia, el que determina el ámbito social y político vigente en una determinada formación social. A nivel de la arqueología, Childe (1944) consideró que la organización socio-económica, política, ideología,

20 Este acercamiento común entre geología y arqueología, no fue refrendado mediante un trabajo interdisciplinar y más, bien constituyó un acercamiento disciplinar aislado, que se fortaleció sólo en el usos de técnicas de campo y métodos de trabajo como disciplinas independientes.

creencias, normas, estaban determinadas por el modo de producción y que los cambios son el resultado de enfrentarse dialécticamente las fuerzas productivas (sujetos sociales) y las relaciones sociales de producción y de propiedad existentes en una determinada sociedad; lo que significa que el cambio está generado por una causalidad interna. Esta dinámica interna de orden socio-productivo, hizo que la producción y distribución de bienes y de medios de producción (herramientas) no sólo dependieran de la tecnología sino de las relaciones sociales, ideológicas y políticas que interactúan en la producción.

Bajo estos criterios teóricos, Childe, se ocupó de las obras humanas a través de su historia y mediante el uso del término útil-artefacto y su comprensión de la significación histórica por tener una función social. Estos aspectos fueron de interés mundial buscando explicar las formas de vida y la evolución social a lo largo de la historia humana, para lo cual, posicionó de nuevo el concepto de cultura arqueológica: “como un conjunto determinado de restos-recipientes, objetos, ornamentos, ritos funerarios, tipos arquitectónicos, que aparecen en una determinada área geográfica de forma recurrente” (Childe 1929; 1936; 1944; Clop 2000:26), que a la postre fungía como una referencia espacial y temporal para ordenar la materia cultural del registro arqueológico.

Para explicar la cultura material en su contexto social, político y económico, Childe postuló que cada cultura tenía un sello particular (porque posee marcadores culturales fósiles) y que su dispersión geográfica es determinable por los artefactos culturales (Childe 1977), en contra de las divisiones tecnológicas de los evolucionistas darwinistas del siglo XIX; planteamientos que fortalecieron los enfoques determinista y funcionalista de la cultura, al considerar que la

vivienda-asentamiento, la alfarería, la decoración, los rituales, las herramientas, las armas, entre otros aspectos, presentaban resistencia al cambio y por el contrario, se mantenían culturalmente, erigiéndose como identificación étnica y por ello, se podía difundir como objetos-rasgos de la cultura que perduran en el tiempo.

Hacia 1930, Childe introdujo nuevas ideas y alcances explicativos sobre el concepto de artefacto arqueológico asociándolo al orden económico, social y políticos. La valoración histórica de las obras humanas, dio un nuevo sentido al termino artefacto como objeto planeado conscientemente por la acción humana mediante un proceso técnico fabril, por lo que su significación histórica está asociado al rol funcional jugado en la producción de determinada sociedad prehistóricas. La expresión de los planteamientos difusionistas histórico culturales liderados por Childe, se manifiestan en el concepto de artefacto, a la vez, que adquiere una importancia como marcador particular de un grupo humano. Childe, amplia el contexto de análisis arqueológico, al considerar que los objetos arqueológicos no son sólo evidencias materiales de orden funcional como fósiles directores para definir sistemas culturales sino que su significado está insertado en las relaciones sociales de producción y de propiedad al ser producto-artefactos. Así, para Childe, la alfarería doméstica, las prácticas funerarias y los ornamentos o manifestaciones decorativas, conformaban el ámbito étnico local, ya que se resistían al cambio y le daban la fuerza para sostenerse como culturas o grupos étnicos, sin embargo, Childe también consideraba que los fósiles directores no eran suficientes para describir cada cultura y abogaba por la necesidad de determinar aspectos concretos de las formas de organización social, política, económica e ideológica de cada cultura como un ente individual (Tigger 1982, 1992).

1.4.1. El método arqueo gráfico.

Hacía 1950, la idea antropológica de cultura normativa referida a rasgos-patrones de conducta compartidos por los miembros de una sociedad, se tomó para el análisis arqueológico, considerando que los objetos arqueológicos y sus características tecno-formales(rasgos diagnósticos) diseminados en el espacio físico, social y cultural, reflejaban esos patones conductuales con un sentido étnico-particular; ideas que propiciaron el desarrollo del enfoque arqueo-gráfico, en el cual se tomaron conceptos geográficos y geológicos para el estudio de los objetos del pasado (Bordes 1949, 1950, 1952 en Terradas 2001). Este enfoque se apoyó en la geografía espacial para valorar la distribución geográfica-espacial de los morfo-tipo líticos y en una base geológica (petrología y petrológicos) y físico-química para determinar los yacimientos de materias primas; la composición mineralógica de los instrumentos, en especial los artefactos retocados (Bordes 1949, 1950, 1952 en Terradas 2001) y la distribución litológica de las rocas usados como materias primas, todo ello, en el contexto de las estrategias de subsistencia.

El enfoque arqueo-gráfico amplió el contexto analítico, metodológico e impulsó el uso de métodos y técnicas de campo para valorar los suelos y la composición mineralógica de las rocas, fortaleciendo el trabajo de campo arqueológico. Esto llevó a aplicar una metodología de base geológica y fisicoquímica, para determinar las diferencias significativas de las herramientas líticas y recipientes cerámicos de un lugar a otro en este contexto territorial. La metodología propuesta por este enfoque incluyó métodos de base geológico (petrología y petrológicos) y físico-químico (DRX, secciones delgadas) y técnicas de análisis cualitativo y cuantitativo, con lo

cual se enriqueció la interpretación arqueológica, al valorar dentro del análisis de la tecnología lítica, también, la distribución de la materia prima y determinar los atributos tecno-formales de las herramientas.

1.4.2. El método arqueo gráfico y los tipos

El enfoque arqueo-gráfico, tuvo su mayor aporte en la comprensión de la captación de materias primas en el contexto espacial-territorial (discriminación y distribución de las materias primas), pero circunscrita al concepto de tipo en arqueología, cuyo resultado taxonómico–

cultural, llevó a categorías líticas y cerámicas de orden cronológico, acompañadas de estudios de caracterización mineralógica de materias primas para definir un territorio de explotación y de intercambio de ciertos recursos asociados a las comunidades del pasado. Este enfoque logró mejorar el análisis de la explotación prehistórica de yacimientos, su relación con el uso y la distribución de los productos arqueológicos, pero circunscritas al concepto de tipo de orden cronológico como categoría de análisis. En el concepto de tipo, se incluyeron aspectos relevantes de los objetos en el plano tecnológico (materia prima) y estilístico (morfología) y en él, se consideraron las diferencias y semejanzas tecno-formales lo que permitió trazar los límites entre los distintos tipos líticos o cerámicos y, con ello, ordenar espacial y cronológicamente los artefactos conformando las llamadas tradiciones líticas o alfareras.

Mediante el estudio de los atributos tecno-formales de cada tipo, se otorgó una mayor ponderación a los atributos técnicos, morfológicos y funcionales expresados en los instrumentos retocados, lo que llevó a determinar la “lista tipo de atributos tecnológicos” que permitieron

definir por una parte, las tipologías líticas21 entendida ésta como un documento empírico y su relación con la conducta social ante los retos de la subsistencia material humana (Bordes 1949, 1950, 1952, 1960, 1961, 1965, 1967, 1974) y por otra parte, separar los elementos tecnológicos y formales para explicar la diferencia entre las fases culturales prehistóricas22 y fortalecer la idea de cultura arqueológica.

Bajo el tipo arqueológico se consideró el estudio técnico de los objetos- artefactos lo que se representó en los rasgos tecno-formales de los objetos como la forma y la tecnología de talla para la lítica y la forma y decoración para la alfarería, que a la postre, se convirtieron en los principales rasgos para considerar el grado de desarrollo y evolución social. La idea de útil como marcador tecnológico y de evolución social, derivó en una gran controversia a lo largo del siglo XX; pues el útil, implicaba una intencionalidad expresada en labor de fabricación por parte de grupos humanos, de acuerdo a una función o utilidad social, por lo tanto, era: “Cualquier objeto modificado por un conjunto de atributos humanamente impuestos” (Clarke 1984:183), lo que generó una polémica, pues un elemento o artefacto con su respectiva huella de uso, por sí solo no definía su carácter de útil, ya que un guijarro que se utilizó en el pasado, no fue un útil porque no fue modificado intencionalmente. Así, el tipo se asumió como un concepto abstracto

21 La tipología es considerada como una ciencia y La tipología ha sido utilizada como un recurso analítico y clasificatorio para alcanzar niveles de inferencia, trayendo consigo, una exhaustiva descripción de los instrumentos líticos manufacturados aparejada a una suposición sobre la función de las herramientas a partir de las similitudes con referentes etnográficos que se han extrapolado al pasado, para abordar la variabilidad tecnológica expresada en la lítica. ya para los años 60, se proponía la tipología prehistórica definida a partir de rasgos morfológicos en los conjuntos industriales líticos como la ciencia que permite reconocer, definir y clasificar las diferentes variables de útiles que aparecían en los yacimientos prehistóricos (Bordes 1961) extendiendo su clímax en la práctica arqueológica en Francia y Europa entre los años 80 y 90, dando lugar tanto en Europa como en los Estados Unidos, a un álgido debate en torno al significado que representan las variaciones tecnológicas y morfo-funcionales y técnicos en los conjuntos líticos.

22 La fase cultural se define a partir de la variabilidad estilística, consideradas como entidades culturales discretas e inconfundibles.

que engloba un conjunto de características empíricas que están presentes en los objetos-artefactos (Lull y Micó 1997)

El enfoque arqueo-gráfico, no superó algunas limitaciones y vacíos para la inferencia arqueológica, especialmente lo referido a la explicación de los modos de vida del pasado, al tomar como base la respuesta tecnológica, como reflejo de estrategias de subsistencia y considerar la explotación espacial de los recursos tanto minerales, como de animales y vegetal, como una forma de adaptación de los grupos; pero, un problema mayor fue de orden práctico, ya que se aplicó de manera indiscriminada sin tener en cuenta la conveniencia de procedimientos y obedeciendo a facilidad de la aplicación y simplicidad de los datos obtenidos (Terradas 2001).

Sin embargo, se debe ponderar el camino que abrió, para el posterior desarrollo de la arqueología ecológica y la arqueología espacial.

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