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El desarrollo profesional puede ser visto bajo la connotación de evolución y continuidad. En este ejercicio de evolución está caracterizado por una “actitud permanente de indagación, de planteamiento de preguntas y problemas y la búsqueda de las soluciones”(Marcelo y Vaillant, 2009, p. 75). En esta misma línea Alvaréz (2003) plantea que es necesario hacer de las prácticas de enseñanza y de aprendizaje una actividad reflexiva ligada al proceso de conocer, inspiradas y apoyadas en el ejercicio autónomo y emancipador con el fin de asegurar el éxito de la tarea formativa desde la responsabilidad profesional propia e individual. De esta forma, el desarrollo profesional es un ejercicio de voluntad y preocupación del docente por el mejoramiento de su práctica, en el cual no es suficiente la formación inicial y la experiencia, sino que la actualización y formación permanente genera un plus en su desempeño al interior del aula, siendo consciente del desarrollo no solo profesional, sino personal, que esta evolución genera.

En la década pasada, como medios para promover el desarrollo profesional se generaron entre otros: políticas estatales exigiendo la existencia de unidades de formación continuada (CEU), enriquecimiento del trabajo o promociones, escalas profesionales, incentivos y salarios según méritos, jornadas lectivas especiales, asesoramiento de profesores, desarrollo de personal, supervisión y traslados de docente a otros centros (Millman, Darling-Hammond, y Cosmen, 1997, p. 168). Por su parte Stiggins y Duke

positiva hacia los riesgos, actitud abierta a los cambios, deseo de experimentar en clase, actitud abierta a la crítica, un conocimiento sólido de los aspectos técnicos de la enseñanza, conocimientos sólidos del área de especialización y alguna experiencia anterior positiva con la evaluación de docente.

Siempre que se piensa en elevar la calidad de la educación es imprescindible pensar en la calidad de sus profesores. Ravela (2009), citado por (OEI, 2010), plantea que “los países que logran los mejores resultados en las evaluaciones internacionales cuidan especialmente de su profesorado: seleccionan a los candidatos a la formación docente en el tercio superior de los egresados de la educación secundaria; ofrecen buenos salarios iniciales para hacer de la docencia un profesión atractiva, y presentan múltiples oportunidades de mejora durante la carrera profesional” (2010, p. 74). Esta tendencia coincide Veláz y Vaillant, quienes afirman que “la sociedad necesita buenos maestros y profesores cuya práctica profesional cumpla con el compromiso de respetar el derecho de los alumnos a aprender” (2010, p. 11).

El desarrollo profesional, es entendido desde el enfoque formativo, como “el proceso (o procesos) mediante el cual el docente mínimamente competente alcanza niveles más altos de competencia profesional y amplía su comprensión de sí mismo, de los papeles, de los contextos y de la carrera profesional” Riegle citado por (Duke y Stiggins, 1997, p. 166). Sin embargo, existen profesores que se cualifican, solo para cumplir con los requisitos que demanda la institución a la cual pertenecen, convirtiéndose este comportamiento en una limitante tanto para la formación del profesor, como para el mismo desarrollo de las instituciones educativas. Al reducir la formación en un requisito para ascender salarialmente, los programas de formación docente no lograran el objetivo para el cual fueron concebidos.

El docente “es un profesional instalado no sólo como un objeto del sistema educacional sino como protagonista de los procesos educativos” (Unesco, 2012, p. 20). Cuando el docente hace parte de programas de formación debe ser un productor de sus propios materiales, puesto que él es quien conoce la realidad de su entorno. El acceso a nuevos contenidos, no solo potencia el desarrollo de otros nuevos, sino que facilita la adaptación de los ya existentes. De igual forma, favorece la interacción entre docentes y estudiantes permitiendo que el uno aprenda del otro (MinTIC y MEN, 2012).

El profesor en su quehacer pedagógico debe estar en indagación permanente por el conocimiento, “pues éste está en constante cambio, más requiere asegurar el desarrollo de las capacidades del profesor a lo largo de su vida profesional. Particularmente, en aquellas competencias de fundamentación de saber pedagógico y del saber específico de enseñanza” (Niño, 2001, p. 54). Las competencias a ser desarrolladas con las TIC en los profesores, no se pueden limitar al ámbito tecnológico, se debe tener una mirada global que favorezca el desarrollo profesional y promueva el aprender a aprender a partir de un ejercicio individual y colectivo.

4.2.1 El desarrollo profesional docente en América Latina

América Latina ha tenido durante años la responsabilidad ante la humanidad de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Políticas han promovido la universalización de la cobertura preescolar, básica y media; inclusión de poblaciones fuera del sistema escolar; mejora de la calidad; fortalecimiento de la profesión docente, y mayor empoderamiento de los centros educativos. Por otro lado, la sociedad del conocimiento

y la globalización han llevado a los gobiernos a pensar en el crecimiento económico, la cohesión social y la integración cultural, el acceso a nuevas tecnologías y la formación ciudadana. Estos dos aspectos, denominados por Vaillant (2010) como agendas del siglo XX y XXI exigen esfuerzo por parte de los gobiernos y los docentes a contribuir en la formación de ciudadanos con las capacidades necesarias para desempeñarse adecuadamente en la sociedad actual y futura.

Este fenómeno exige que las formas tradicionales de enseñar se modifiquen. El acceso a la información ha generado nuevas formas y espacios para aprender. Sin embargo, las formas de organizar la enseñanza y las condiciones de los profesores se mantienen prácticamente inalteradas” (Veláz y Vaillant, 2010, p. 29).

Vaillant (2010) realiza un análisis de las políticas y sus resultados para el desarrollo profesional instauradas en América Latina de donde se puede extraer principalmente:

 La no correspondencia entre los recursos invertidos en formación docente y el impacto en el aula es fragante.

 Perfeccionamiento docente como una forma de compensar las insuficiencias de la formación profesional inicial de los maestros y profesores.

 El desarrollo profesional de maestros y profesores involucra dos visiones en pugna: un enfoque que concibe al perfeccionamiento como una serie de acciones que sirven para subsanar elementos “deficitarios” de los docentes frente a las necesidades actuales, y otro punto de vista más actualizado que supone que la formación profesional es un continuo a lo largo de toda la vida.

 No hay demasiada relación entre la formación continua de maestros y profesores y el aprendizaje de los alumnos. Esto no significa que la formación en servicio deba ser descartada como opción.

El mismo análisis anteriormente mencionado concluye que dentro de las iniciativas que han generado impacto y que van por buen camino en América Latina se encuentran, los

“círculos de aprendizaje”, las redes de docentes (Colombia y Perú), las pasantías nacionales e internacionales (Chile) y las “expediciones pedagógicas” (Colombia). Por otro lado, se identifican proyectos que promueven el desarrollo profesional como es el caso de:

 Proyecto Maestro+Maestro, del Programa Zonas de Acción Prioritaria (ZAP) de la Ciudad de Buenos Aires, que incorpora al aula de primer grado un segundo maestro.

 Políticas que promueven un desarrollo profesional docente centrado en la propia escuela a partir de las dificultades y problemas detectados por el equipo escolar, como es el caso del Salvador.

 Programa PRONAP) de México que combina diversas acciones como talleres breves de actualización, presenciales o de autoinstrucción; asesoramiento especializado en los centros de maestros; cursos prolongados, entre otros.

 El programa que emplea la expresión “aprende mientras enseñas” perteneciente

En este tipo de iniciativas es importante contar con el apoyo gubernamental, puesto que suelen desaparecer al no contar con el mismo. Es por esta razón, que se hace necesario el incorporar programas de formales e informales que potencien la actualización permanente de los docentes y les permita de igual forma, aprender con otros.