• Aucun résultat trouvé

Nuestra comprensión de empoderamiento

Dans le document de las comunidades hacker hasta la escuela (Page 39-45)

Capítulo 2. Empoderamiento en la sociedad en redsociedad en red

2.2 Nuestra comprensión de empoderamiento

Resignificar un concepto pasa por el ejercicio cuidadoso de comprender sus características, limitaciones y su proceso histórico y así proponer una nueva mirada, no generalizante, pero adecuado al contexto en que se quiere actuar. En nuestra comprensión, ese ejercicio debe ser un imperativo para una investigación que busca encontrar pistas y caminos de una educación que verdaderamente quiere contribuir en la transformación social.

Muchos trabajos, erróneamente, atribuyen a Paulo Freire la creación del término empoderamiento. En toda su obra son pocas las menciones hechas al término y cuando lo

hizo, generalmente fue en tono crítico (Roso & Romanini, 2014). Uno de esos raros momentos está en el libro-diálogo Medo e Ousadia: O cotidiano do professor, donde con Ira Shor, discuten sobre las dudas frecuentes de los profesores en relación a la educación emancipadora (Freire & Shor, 1986/1986). Este diálogo nos ayuda significativamente en este proceso de resignificar empoderamiento a partir de una mirada emancipadora.

El término empoderamiento nace en los Estados Unidos, en una cultura fuertemente marcada por la búsqueda de una libertad individualizante, característica de una ideología liberal. Como dice el Norte Americano Ira Shor, “tenemos una devoción utópica por realizarnos solos, por perfeccionarnos solos, por subir en la vida, subir a través de nuestro propio esfuerzo, hacerse ricos a través del esfuerzo personal” (Freire & Shor, 1986/1986, p.

71, mi traducción). Todo este proceso individual típico de la cultura norteamericana, impulsado por un ritmo intenso de modernización y de crecimiento económico traspasa todas las esferas, impactando incluso la pedagogía, enfatizando el aumento del poder individual, la auto-superación, la auto-ayuda y la auto-confianza (Freire & Shor, 1986/1986).

Es esa concepción sobre empoderamiento, impregnada por una cultura individualizante, pautada en la idea de realización por si mismo (selfmade), que Paulo Freire hace critica, por comprendela insuficiente para contextos en que son necesarios cambios políticos y estructurales más profundos. Para Freire, “ese nivel de autonomía no es suficiente para hacerlos aptos para efectuar las transformaciones políticas radicales necesarias a la sociedad brasileña” (Freire & Shor, 1986/1986, p. 70, mi traducción). Al ser preguntado si no existe una autoemancipación individual, Freire responde negativamente, diciendo que incluso cuando la persona se siente individualmente más libre, si esa sensación no es un sentimiento social, si usted no es capaz de usar su libertad para ayudar los demás a liberarse a través de la transformación de la sociedad, entonces usted sólo está ejercitando una actitud individualista (Freire & Shor, 1986/1986, p. 71).

Se percibe que la crítica que hace Freire sobre esta visión de empoderamiento es en relación a su insuficiencia para la transformación de la sociedad y no su inadecuación.

Mientras que este empoderamiento individual no es suficiente para que solo, cause las transformaciones sociales necesarias, es una parte absolutamente necesaria para ese proceso (Freire & Shor, 1986/1986, p. 71).

Yendo más allá de la crítica, Paulo Freire compone cual es su comprensión de empoderamiento, acercándose a la pedagogía crítica, teniendo en cuenta el contexto

latinoamericano, fuertemente marcada por las desigualdades y distantes clases sociales. Lo que busca Freire, es definir un concepto de empoderamiento ligado a las clases sociales.

La cuestión del empowerment de la clase social involucra la cuestión de cómo la clase trabajadora, a través de sus propias experiencias, su propia construcción de cultura, se empeña en la obtención del poder político. Esto hace del empowerment mucho más que un invento individual o psicológico. Indica un proceso político de las clases dominadas que buscan la propia libertad de la dominación, un largo proceso histórico de que la educación es un frente de lucha (Freire & Shor, 1986/1986, p. 72, mi traducción).

Esta forma de comprensión sobre empoderamiento se aproxima al concepto de emancipación, presente en las obras de Freire y que abordaremos con más detalle en el capítulo cuatro (Freire, 1967, 1987, 1992, 2000). Las acciones empoderadoras, en ese sentido, deben ser nutridas necesariamente por una postura dialógica donde la comunión entre los involucrados es aspecto esencial de ese proceso. La construcción de la autonomía y de la libertad no debe confundirse con una individualidad que segrega al sujeto de los intereses y de la lucha presentes en la comunidad que lo circunda.

Estamos de acuerdo en nuestro trabajo que las discusiones sobre empoderamiento no pueden resumirse en estrategias de alivio de la pobreza, tampoco individualizantes, sino que deben avanzar en la mirada crítica sobre las relaciones invisibles de poder y las estructuras que lo generan (Harretche, 2011, p. 10). En este sentido, la comprensión de lo que es empoderamiento pasa necesariamente por la anterior comprensión sobre lo que es el poder, cuáles son sus relaciones y en especial, qué dinámicas de sujeción que oprimen a las personas en sus diferentes contextos, para que así, los ideales del empoderamiento no sean actitudes funcionales a conservar el status quo, sino a subvertirlo.

No vemos el poder como un atributo en una visión dicotómica poder/no poder, donde el estado y las corporaciones lo poseen, luego son poderosos, mientras tanto, las personas y las comunidades no tienen poder. Comprendemos, como Foucault (1983/1995, 1975/1999) que el poder está en las relaciones sociales. Es importante señalar que Foucault no tenía como preocupación conceptualizar o desarrollar una teoría sobre el poder, sino analizar las relaciones de poder que se dan en la sociedad, o más específicamente las dinámicas de sujeción (Foucault, 1983/1995). Como señala Foucalt en su texto intitulado Autorretrato, escrito con el seudónimo Maurice Florence, en sus trabajos, no buscó presentar el origen, los principios o los límites del poder, sino comprender las técnicas utilizadas en los diferentes contextos institucionales para dirigir la conducta de los individuos, modificar su manera de

actuar o enmarcarlos dentro de concepciones globales (Florence, 1984/1991). Esta comprensión sobre cómo los hombres son gobernados no se limita a una relación entre estado y sociedad civil sino que ve esta gobernanza de forma más amplia, como por ejemplo lo hace en el libro Historia de la Sexualidad, analizando cómo la sexualidad es un “mecanismo histórico por el cual el sujeto es objetivado por él mismo y por los demás” (Florence, 1984/1991, p. 6).

Para Foucault, debido al hecho de el poder ser “un conjunto de relaciones abiertas, más o menos coordinadas [énfasis agregado]”, tan relevante como cualquier desarrollo teórico, es darnos con una red que hace posible una analítica de las relaciones de poder (Foucault, 1983/1995, p. 202, mi traducción). Esta comprensión apunta a la importancia de que los procesos de empoderamiento posibiliten tal analítica a partir de las relaciones de poder específicas que cada persona y comunidad encuentran en su contexto y momento histórico. El poder no es “algo que se adquiere, arrebate o comparte, algo que se guarde o deje escapar;

el poder se ejerce a partir de innumerables puntos y en medio de relaciones desiguales y móviles [énfasis agregado]“ (Foucault, 1976/1988, p. 89, mi traducción). En ese sentido, su operación se da a través de lo que Foucault llama tecnologías políticas en el cuerpo social. Es el funcionamiento de esos rituales políticos que establece la desigualdad y la asimetría de las relaciones de poder (Foucault, 1983/1995, p. 203).

Esta comprensión de poder como “una matriz general de relaciones de fuerzas, en un tiempo dado, en una sociedad dada [énfasis agregado]” (Foucault, 1983/1995, p. 204, mi traducción), revela la complejidad de componer una teoría general que se adapte de forma aceptable a los diferentes contextos sociales. En este sentido, las acciones que pretenden interferir de alguna forma en las asimetrías presentes en las dinámicas de poder deben necesariamente tener como eje central el incentivo al pensamiento crítico y la acción política, para que así, los actores involucrados puedan percibirse en su contexto, comprender cuáles y como las dinámicas de poder los dominan o los liberan en alguna medida y en alguna dimensión.

Tal como las relaciones de poder son móviles y ocurren a partir de innumerables puntos, también la resistencia así se da, siendo también puntos móviles y transitorios que rompen, reagrupan y remoldan las estructuras (Foucault, 1976/1988, p. 91). Así, donde hay poder también hay resistencia, ambas forman un tejido que atraviesa instituciones y espacios sin necesariamente residir en alguno de ellos, haciéndose de forma pulverizada. La resistencia no

es externa a las relaciones de poder sino que existen dentro de su campo estratégico. A pesar de eso, no deben ser vistas como un inverso pasivo de las relaciones de poder, o incluso como mera ilusión. Su existencia como puntos móviles y transitorios puede provocar la creación de grupos, inflamar cierto tipo de iniciativas y comportamientos (Foucault, 1976/1988, p. 92).

Tanto la crítica Freiriana al empoderamiento individualizante (Freire, 2015; Freire &

Shor, 1986/1986) como la visión Foucaltiana sobre las relaciones de poder y resistencia (Dreyfus & Rabinow, 1995; Foucault, 1976/1988, 1983/1995) nos ayudan a componer lo que de hecho queremos decir con empoderamiento en ese trabajo. Concordamos con otros autores que empoderamiento es un proceso complejo y multidimensional que involucra tanto una dimensión subjetiva relacionada con la persona o la comunidad (sus capacidades, conocimientos, recursos, actitudes, emociones, relaciones) y también puede ser limitado o favorecido por factores que son externos a ella (la coacción, las leyes, las represiones, tecnologías) (Harretche, 2011; Martínez et al., 2016; Masó et al., 2017).

Estamos de acuerdo con Santos (2000/2003, p. 269) que las acciones y proyectos que tiene como objetivo contribuir a el empoderamiento de los individuos, deben integrarse en una constelación de prácticas y relaciones emancipadoras. A pesar de considerar que intervenciones externas pueden sumarse en esa constelación de prácticas, no consideramos que el protagonismo en el proceso de empoderamiento pueda ser atribuido a esas acciones o personas. Los agentes externos pueden tener un papel de mediación inicial en ese proceso, pero las personas y comunidades se empoderan en comunión (Freire, 1987; Harretche, 2011;

Romano & Antunes, 2002). Tal cual el poder no es algo que pueda ser dado, adquirido o compartido, tampoco alguien puede empoderar al otro.

Es evidente que la desigualdad material (falta de comida, agua, bien básicos, otros) está directamente ligada a la desigualdad no material (ausencia de representación, desigualdad de oportunidades, participación autónoma, etc.) y en ese sentido algunas acciones que surgen por actores externos, mismo que monológicas, se suman a esa constelación que contribuye al empoderamiento (Santos, 2000/2003), pero, desde que no sea travestida por una falsa caridad y una falsa generosidad. Lo que debe ser combatido es un orden social injusto (Freire, 1987, p. 17).

En un intento de componer un significado más sintético, podemos decir que empoderamiento es el proceso continuo, complejo, multidimensional, político y social por el

cultura buscan liberarse de las relaciones de poder que los oprimen. Es un proceso continuo porque ocurre a lo largo de la vida, puede cambiar en cualquier momento por razones intrínsecas o extrínsecas (Harretche, 2011). Es complejo tal cual las relaciones de poder y resistencia también los son, al final, son móviles y transitorios (Foucault, 1983/1995), formando constelaciones (Santos, 2000/2003).

Comprender el empoderamiento como un proceso multidimensional es esencial en una visión holística de ser humano y de comunidad. Diversas son las dimensiones donde las relaciones de opresión se encuentran tramadas. En su trabajo, Santos (2000/2003, p. 311) busca representar las múltiples dimensiones de desigualdad y opresión en las sociedades capitalistas y en el sistema mundial como un todo. El define seis espacios estructurales donde ocurren estas dinámicas: espacio doméstico, espacio de producción, espacio del mercado, espacio de la comunidad, espacio de la ciudadanía y el espacio mundial. En cada uno de esos espacios, ocurren según el autor ciertas formas de poder. Las formas de poder organizadas por el autor son: el patriarcado, la explotación, el fetichismo del comercio, la diferenciación desigual, la dominación y el intercambio desigual. En ese sentido, al mismo tiempo que una acción favorezca el empoderamiento en una de esas dimensiones, puede debilitar en otra. Esto revela la necesidad de comprender empoderamiento como un proceso multidimensional.

El proceso de empoderamiento es político, porque las relaciones de poder son políticamente gestionadas (Foucault, 1983/1995) y en ese sentido, empoderamiento es un proceso político de las clases dominadas en esa búsqueda por su emancipación (Freire &

Shor, 1986/1986, p. 72). Siendo así, también es social, porque el sentimiento de libertad y autonomía conquistado se vuelve infértil para la transformación social si no se pone en común, compartido (Freire & Shor, 1986/1986).

Por último, no es un proceso top-down sino una construcción que debe tener como punto de partida las experiencias y la construcción cultural de esa comunidad, ademas, no importa cuán oprimido están, todos son capaces de construir cultura. Para Freire (1967, p. 42) el hombre se diferencia de los otros animales específicamente por su capacidad de crear, intervenir, más que vivir, existir en el mundo y con el mundo. Los contactos que los animales hacen, buscan generalmente la acomodación, mientras que el hombre es un ser de integración.

La lucha por su humanización es una lucha contra la acomodación. Lo que lo acomoda lo hace menos humano. El hombre existe en su tiempo y es hacedor de la cultura, “en la medida en que crea, recrea y decide, se van conformando las épocas históricas. Es también creando,

recreando y decidiendo que el hombre debe participar de estas épocas [énfasis agregado]”

(Freire, 1967, p. 43, mi traducción).

La necesidad de comprender las relaciones de poder dentro de sus contextos específicos queda evidente en la obra de Foucault (1976/1988), en el diálogo entre Freire y Shor (1986/1986) y en los trabajos de Santos (2000/2003, 2018). En ese sentido, en las próximas dos secciones proponemos esa dinámica. Primero, acercaremos el concepto de empoderamiento del campo del emprendimiento social, un campo emergente que muchas veces ha sido asociado por las corrientes liberales al proceso de empoderamiento. En la sección 2.4, profundizamos nuestro análisis de las relaciones de poder presentes en la sociedad en red, buscando comprender las tecnologías políticas que han favorecido las relaciones desiguales en una sociedad donde gran parte de las interacciones son mediadas por redes sociales, algoritmos y protocolos.

Dans le document de las comunidades hacker hasta la escuela (Page 39-45)