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Capítulo 3. Las competencias. Un objeto–máquina para el gobierno de los recursos humanos 91

2) Máquinas que valúan y devalúan el aprendizaje

En el análisis económico de las empresas como instituciones, suele dividirse el mercado de trabajo en dos sectores: primario y secundario; el sector primario a su vez suele dividirse en segmento primario y secundario (siguiendo los

estudios de Michael Piore y Charles Sabel, cf. Ignasi Brunet y Antoni Morell, 1998, pp. 395 – 409). Esta partición en tres del mercado laboral, coloca por debajo de todo (sector primario) a los trabajadores de más bajo nivel en cualificaciones, ingresos bajos y mayor inestabilidad laboral; en el siguiente nivel (sector primario, segmento secundario) coloca a los trabajadores con cualificaciones técnicas básicas, ingresos medios y una relativa estabilidad laboral; finalmente, pone en lo alto (sector primario, segmento primario) a los mandos altos o medio altos y directivos, donde señala que la educación formal es una condición necesaria. Los teóricos de éstos análisis consideran que la educación formal es decisiva sólo en el nivel más alto y que es poco importante en puestos del nivel intermedio (sector primario, segmento secundario), puesto

que el "trabajo tiende a ser repetitivo, a no tener un interés inherente y,

generalmente, a no exigir la atención consciente del trabajador" (Michael Piore, citado por Brunet y Morell, 1998, p. 397). Y – añade Piore, en el nivel superior del mercado de trabajo la educación formal tiene un papel tal que "la movilidad relativamente elevada del segmento superior cumple a función de hacer que se practiquen los principios generales aprendidos en la escuela y de impedir su degeneración en rasgos específicos" (p. 397). Lo interesante es la relevancia que cobran los comportamientos individuales127 y el valor social o la visión que se tiene por el lado de los trabajadores: "Hay que analizar tanto las razones por las que los empresarios crean diferentes puestos de trabajo como las razones que llevan a los trabajadores a aceptarlas. De hecho, cada grupo de

trabajadores tiene una visión diferente de la dignidad y el honor, de aquello por lo que vale la pena luchar" (Brunet y Morell, 1998, p. 402). Hay una relación dinámica, a veces complementaria y a veces no tanto, entre el funcionamiento de las instituciones (empresa-escuela) con respecto al coste que supone la formación de los trabajadores, pero en el modelo de producción flexible actualmente vigente, la educación formal es relevante no sólo para el nivel superior, sino para los otros niveles donde se juega esa visión y esos

comportamientos por parte de los trabajadores que "aceptan" los empleos que hay: "La educación formal se convierte, desde el marco analítico de de los mercados internos de las empresas, en un mecanismo barato de selección, ya que refleja determinadas aptitudes y características sociales que –junto con otras como la edad, la raza, el género, etc.– permiten evaluar la calidad de los trabajadores de los mercados externos y su posible incorporación a los

internos." (Brunet y Morell, 1998, nota 25, p. 406). La teoría de la cola laboral lo que reconoce es que la educación no opera como una inversión de capital, sino como una herramienta que es efectiva en dar rentabilidad sólo cuando se está

127 En los análisis de los economistas Sabel y Piore, el comportamiento del trabajador es el resultado de una interacción entre las reglas de conducta y expectativas que son parte del entorno laboral y las respuestas del trabajador, para producir una "respuesta correcta". Los rasgos específicos son esos comportamientos que responden a los estímulos del entorno; cf nota 17, y Morell, 1998, p. 397. La paradoja es que los rasgos específicos, que expresan una mejor adaptación y la adquisisción de cualificaciones propias para un puesto determinado, ya no son valiosas para otros puestos. En otros términos, en ésta teoría se valoran más las competencias transversales que las específicas o el predominio de las primeras sobre las últimas.

más delante de "la cola laboral", y ello no tiene que ver con la educación ni con las aptitudes.128

En otros marcos teóricos de la economía en la empresa también se indica el papel de la educación, así la teoría de la cola laboral de Lester Thurow, que se opone a la teoría del capital humano, señala que la educación formal es poco relevante para la productividad, dado que las cualificaciones para el trabajo se adquieren de manera informales e in situ. En éste análisis de la empresa, los trabajadores compiten por puestos de trabajo y no por salarios; y los

empresarios cubren "las vacantes de empleo clasificando a los posibles candidatos a lo largo de una cola laboral de acuerdo con su estimación de costes potenciales de aprendizaje de cada trabajador." (Brunet y Morell, 1998, p. 407). Una conclusión de Thurow es que en la cola laboral se sitúan mejor quienes garanticen al empresario una menor inversión en formación para el puesto que se demanda y que, por tanto, en situaciones de creciente

desempleo o de la incorporación de nuevos contingentes de trabajadores, los más cualificados ocuparán los puestos que antes eran ocupados por personas con menos educación formal, es decir, cada vez habrá más graduados

universitarios en los puestos que antes ocupaban los trabajadores con educación media.

La máquinaria empresarial, en correlación con la máquinaria académica, no estipula el valor del aprendizaje, pero sí que define y operativiza el marco de utilización de los saberes teóricos y prácticos, al mismo tiempo que reconfigura esos mismos saberes, en un proceso donde el contexto institucional y los agentes que participan adjudican un valor a tales aprendizajes. Esto quiere decir que en el funcionamiento conjunto del mercado de trabajo y la educación formal, se da una especie de relación "consensuada", del mismo modo como entre los empresarios y los trabajadores hay una relación "consensuada", en el sentido de una colaboración tenue entre capital y trabajo. Evidentemente, esto no quiere decir que el poder esté distribuido por igual, pero lo que indica es que

128 Lester Thurow dice que, en todo caso, tiene más que ver con ¡la suerte!, así su comentario:

"Aquellos que tienen la suerte de trabajar para un equipo (una buena empresa) altamente productivo son mejores pagados que aquellos con idénticas cualificaciones que trabajan en un equipo de baja productividad (una empresa mediocre). La suerte produce beneficios.", citado en Brunet y Morell, 1998, p. 407.

las máquinas (máquina–empresa, máquina–escuela) se comunican y se llegan a comunicar en una conectividad muy potente. Es así como los dispositivos que operan como componentes de tales máquinas son dispositivos de valoración para el aprendizaje: ¿qué saberes tienen valor en el mercado de trabajo, sea en los mercados de trabajo externos o internos? ¿Qué saberes prácticos, qué comportamientos, qué herramientas conceptuales y técnicas, que actitudes y habilidades de relación, qué capacidades comunicativas y de exposición son más valiosas? Y ¿cómo se traduce ésta valoración en posibilidades de ser contratado, de mantenerse empleable en el mundo cambiante del trabajo flexible? O ¿es posible que el valor de las competencias laborales opere más allá de la empleabilidad y permitan un rendimiento en términos de seguridad y capitalización de las capacidades, para estar en el nivel alto (segmento

primario del sector primario) del mercado de trabajo?

Este tipo de preguntas tienen sentido en un mundo laboral economizado, donde la valoración (con signo de más o signo de menos) de las capacidades laborales está mediada por máquinas que se comunican y son correlativas, como la máquinaria empresa, la maquinaria estado y la maquinaria escuela. Y en estas maquinarias siempre se están creando dispositivos que operan como mediadores, máquinas que son componentes de otras máquinas, que en forma de lenguaje, códigos, argumentos, normativas, cadenas de conceptos,

instrumentos de evaluación, protocolos de actuación, etc. van definiendo el valor (que no es económico pero que está economizado) de los aprendizajes.