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Sobre la capacidad de ser competentes o las competencias como máquina protésica

Capítulo 3. Las competencias. Un objeto–máquina para el gobierno de los recursos humanos 91

3) El tiempo de trabajo incluye el futuro como riesgo

2.1 Sobre la capacidad de ser competentes o las competencias como máquina protésica

"El trabajo debería ser definido no tanto como una actividad humana forzada sino como una actividad medida, es decir, jerarquizada, normada y repartida". (Pierre Rolle, 2005, p. 122, énfasis añadido) La importancia que tiene la noción de medición con respecto al trabajo, utilizada por Pierre Rolle (y que proviene del sociólogo Pierre Naville), es valiosa porque nos permite una aproximación al dispositivo de las

competencias en tanto interfaz de la organización del trabajo y las capacidades que se ponen en juego, puesto que precisamente la máquina-competencias tiene una doble función de instrumento de medición y control, así como una función de mediación, gracias a la adecuación que supone la relación entre el dispositivo y los comportamientos y actitudes humanas.

De las competencias, dice Pierre Rolle "que su significación no puede consistir en otra cosa que no sea su funcionamiento" (2005b, p. 206) y con ello se refiere a la manera como se aísla y utiliza el trabajo en las nuevas formas de organización del trabajo. Medir algo supone, precisamente, una operación de aislamiento, de segmentación, jerarquización, estandarización y nuevo

establecimiento de relaciones por medio de normas, en un sentido que pueda aceptarse en la sociedad de manera amplia. Es un proceso de construcción social de formas de medición que a su vez forman parte de un proceso más amplio:

Los saberes, las habilidades y los modos de vida de los asalariados son cada vez menos específicos, a medida que pasamos del oficio, en el que el compañero conocía y controlaba el conjunto del dispositivo, a las escalas de cualificación, en las que la contribución del obrero es aislada y normalizada y, finalmente, a la administración contemporánea de las competencias. La misma persona puede ser utilizada en un número creciente de puestos y cada puesto puede ser ocupado por una cantidad más o menos grande de personas. (Rolle, 2005b, p. 209).

En el proceso de generación de nuevas formas de medición de la actividad productiva resulta decisivo el aislamiento de comportamientos, afectos, saberes tácitos, formas de colaboración, y actitudes determinadas con respecto al trabajo organizado en función de la evaluación por competencias. Hay que tener presente, sin embargo, que tales dimensiones de la actividad humana no han estado ausentes ni eran indiferentes en la organización fordista o taylorista del trabajo: se ha dicho que la misma imagen del obrero o trabajador en los sistemas de organización de la industria no son exactamente como se pintan en los esquemas del obrero máquina o el trabajador en la cinta de producción en serie94, antes bien, los estudios muestran que:

[…] en la práctica, el rendimiento efectivo dependía de la organización informal de los trabajadores... ¡en un contexto productivo completamente taylorizado! Las mismas constataciones acerca de la cooperación

efectiva de los supuestos 'obreros-máquina' serán desplegadas desde finales de la década de los setenta por varios analistas Fordistas:

también ellos descubrirán 'apaños', 'chapuzas', 'cooperaciones' y

'entendimientos' no prescritos en las cadenas. Jorge García, Jorge Lago, Pablo Meseguer y Alberto Riesco (2005, p. 66).

La constitución y el funcionamiento de la máquina que permite la medición de estas capacidades no estrictamente técnicas ni rutinarias, las competencias, suponen la integración de unas condiciones de posibilidad en el mismo sujeto que se evalúa, es decir que previamente se construye un "homo competens"

94 Cf. la crítica de la imagen construida sobre el obrero del fordismo y del posfordismo en Jorge García, Jorge Lago, Pablo Meseguer y Alberto Riesco, 2005, pp. 57 – 73.

que incluye los rasgos de un nuevo "homo economicus". Esto quiere decir, siguiendo las teorías de la nueva economía (Fabio Boscherini y Gabriel Yoguel, 2000), que se trata de un sujeto con: 1) una racionalidad limitada o acotada, 2) que se mueve y actúa con información incompleta y 3) que se enfrenta a situaciones de incertidumbre que no se puede representar en modelos

matemáticos. Es importante reconocer cómo la teorización sobre las empresas es una teorización sobre el sujeto como agente económico, pero

simultáneamente como agente que aprende de cierta manera y se comporta de cierta manera en el trabajo:

Así, se parte de una teoría de la empresa que incluye entre sus

argumentos la racionalidad acotada de los agentes, el acceso imperfecto a la información y la incertidumbre no modelable del ambiente en el que actúan. La incertidumbre, que constituye un elemento clave de análisis, se convierte en un parámetro que los agentes no pueden expresar en términos probabilísticos. La información incompleta no puede ser completada y en ese marco los agentes tomas sus decisiones. Desde esta concepción, la capacidad de aprender, concebida como un proceso interactivo embebido socialmente, y el desarrollo de competencias entre los agentes determinan el éxito económico de empresas, regiones y países. (Boscherini y Yoguel, 2000, pp. 137–138, énfasis añadido) Los argumentos que se van tejiendo diseñan al homo competens desde la concepción de la empresa como un agente capaz de resolver problemas inéditos y de crear nuevos saberes, en un proceso donde los saberes codificados y los saberes tácitos hacen un inter juego muy importante. Se plantea que los conocimientos codificados consisten en saberes tecnológicos y organizacionales que se comunican por medio del mercado, mientras que los saberes tácitos tienen que ver con saberes específicos en la aplicación de la tecnología y la capacidad de resolver problemas no codificados y la capacidad de vincular situaciones e interactuar con otros recursos humanos (Boscherini y Yoguel, pp. 139–140). El inter juego consiste en procesos donde los

trabajadores (agentes, según esta teoría) que tienen acceso al saber codificado son capaces de generar una "representación mental compleja [y nueva] de los

procesos de trabajo" (p. 140), pero también importa que los saberes tácitos, desarrollados en los lugares de trabajo o en contextos informales ligados al trabajo, permiten un mejor uso de los saberes codificados, de tal manera que

"el desarrollo de competencias tácitas al interior de la empresa puede conformar activos intangibles difíciles de transferir, puede tener un efecto positivo sobre la creación de ventajas competitivas y sobre la performance…"

(p. 141).

Propongo que concibamos este proceso, proceso que genera el homo competens, como un saber protésico, es decir como una máquina que

funciona con el sujeto humano para el aislamiento de sus capacidades, a la vez que se generan formas de medición y utilización de esas capacidades, con una finalidad estrictamente productiva, es decir economizada. Si consideramos con atención el sentido que tiene el interjuego de saberes codificados y tácitos en el trabajo, donde las competencias operan como un dispositivo que genera valor para la competencia económica, podemos advertir que se trata de una

aparente inversión de la técnica. Es decir, si pensamos en la técnica como la fijación de un hallazgo,95 entonces lo que se hace con las competencias, aparentemente es invertir la relación: se parte de la fijación de algo y luego se procede al uso reiterado de ensayos que harían posible el hallazgo. Lo que se fija en la competencia es un mecanismo de operación estándar: puede ser la capacidad de reconocer los efectos del comportamiento propio en los demás96 o puede ser la capacidad de pasar de un contexto a otro tolerando la

incertidumbre del contexto97. En estos ejemplos, la operación fijada se orienta

95 La técnica se puede definir como "la fijación de un hallazgo", es decir como el aislamiento de un procedimiento que genera un resultado o produce una solución y que dicha solución se puede repetir y es susceptible de trasmitirse vía el aprendizaje. Se habla de técnica porque ocurre en unas condiciones que se pueden reproducir y resulta de la conjunción de tales condiciones y una operación precisa.

96 La socióloga Eva Illouz (2006) habla de la aparición de la competencia "comunicativa" en el nuevo capitalismo, gracias a la introducción de la psicología en el mundo de la empresa:

"según las reglas de la comunicación que propuso la psicología popular, el primer imperativo de un buen gerente es evaluarse 'de manera objetiva' […] Muchos manuales sobre liderazgo exitoso recomiendan convertirse en un actor meadiano [relativo a George H. Mead], evaluar la imagen que se tiene de sí y compararla con la imagen que los otros tienen de uno. […] La literatura de consejos para una dirección exitosa condicionaba el éxito a la propia capacidad de verse desde afuera, por decirlo de alguna manera, a fin de controlar el propio efecto en los demás." Pp. 50 – 51.

97 Richard Sennett (2006) ejemplifica esta competencia en la figura de los consultores: "estas instituciones [flexibles], como hemos visto, privilegian el tipo de vida mental que encarnan los consultores, que pasan de un lugar a otro, de un problema a otro, de un equipo a otro. Los

hacia contextos diversos, cambiantes, y procura generar soluciones, que puedan ser hallazgos o desempeños útiles en función de unas exigencias de producción o de eficiencia económica. Mirado con cuidado, en realidad se trata de una fijación sin hallazgo, o una especie de cuasi–técnica, pensada para el contexto de flexibilidad laboral propio del nuevo capitalismo.

Si las competencias pueden pensarse como cuasi – técnicas, donde se fija un cuasi – procedimiento a fin de hacer plausible un hallazgo, un saber tácito (know-how, know-who, etc) que pueda generar una innovación o una mejora en la eficiencia, entonces hablamos de un modo extraño de utilizar las

capacidades en el trabajo. Extraño en al menos dos sentidos: primero en el sentido que sorprende que se trate unas herramientas con "usos sin utilidad predefinida", puesto que con las competencias, especialmente las llamadas competencias de tipo transversal, lo más relevante no es la aptitud para desempeñar una actividad productiva definida o un espectro de tareas donde las habilidades sean una especie de "herramienta multifuncional". No. Lo relevante consiste en un desempeño potencial que aún no se ha definido, porque es algo abierto al futuro, un futuro que irán trayendo los mercados externos o internos. Entonces, la extrañeza consiste en esa apertura excesiva o indefinición instrumental de la competencia. Pero hay otro sentido de

extrañeza para el uso de las capacidades que está implícito en las competencias y es un anclaje peculiar con los aspectos "blandos" de las capacidades: en el discurso y práctica de las competencias, se acentúan aspectos tales como capacidades de relación98, emociones, empatía,

reflexividad, comunicación, autocontrol emocional, motivación, etc. Y desde la óptica de ésta dimensión blanda de las capacidades (soft abilites), y si

continuamos con la imagen de la prótesis, entonces se trata de un saber protésico que no sustituye ni amplifica ningún miembro de nuestro cuerpo, que ni siquiera sustituye el cuerpo mismo, sino que ocupa el lugar del centro blando

miembros del equipo tienen que hacerse expertos en trabajo en proceso, pues con el tiempo se estarán desplazando permanentemente de un sitio a otro de la organización." (p. 106) Y sobre su función, Sennett dice: "En principio, se supone que los consultores proporcionan

asesoramiento y estrategias con objetividad; en la práctica, sin embargo, realizan el penoso trabajo de reorganizar actividades en la periferia de la organización: jubilaciones forzosas, eliminación de departamentos, nuevos deberes para los empleados supervivientes." (p. 52).

98 La noción de competencia – según Massó y Lozares (2010) – es eminentemente relacional (p. 6).

de las capacidades. En el lenguaje de las figuras emblemáticas del poder-hacer humano, se trataría del inverso de un replicante99, es decir una réplica de la capacidad blanda para el trabajo, que no tiene habilidades concretas, pero que gracias al modo de gestión de sus emociones o habilidades sociales, puede enfrentar numerosas situaciones cambiantes con éxito.

La imagen de lo protésico se asocia con el cuerpo y, en cierto modo, a una noción básicamente individual, de manera que las competencias como saber protésico –la capacidad de ser competentes– pueden concebirse como algo estrictamente individual, y uno de los efectos de la gestión por competencias es precisamente la individualización del trabajo (Matilde Massó, 2011; Jean–Pierre Durand, 2004), en términos de que la medición de las competencias aísla al trabajador en el proceso de la evaluación de las mismas. Sin embargo, cuando hablamos de un saber protésico que hace posible una potenciación del "centro blando" de las capacidades para el trabajo, se ha de tener en cuenta que ello ocurre dentro de un marco que lo hace posible: las competencias son

valoradas en un esquema de organización del trabajo que hace posible evaluar las competencias e instituir así el encuadre que define lo que es más valioso en el trabajo. Hay que decir, sin embargo, que el encuadre define las pautas del trabajo valioso o eficiente y también perfila el fracaso, es decir que el saber protésico de las competencias instituye una valoración del fallo o del fracaso: la incompetencia se define no por la falta de talento en sí, sino por la carencia de unas aptitudes y actitudes que encajen en el modo de organización flexible del trabajo.

Podemos pensar este nuevo marco que mide las competencias a partir de un ejemplo del campo educativo: Richard Sennnett (2006) presenta el caso de una prueba que mide aptitudes para estudiantes norteamericanos, el SAT

99 Richard Sennett (2008) recurre a la imagen del replicante de la película Blade Runner para explicar el vínculo que tenemos con dispositivos que pueden ser máquinas o herramientas ligadas a capacidades en el trabajo (pp. 109 – 113). Los replicantes de Ridley Scott están diseñados para realizar tareas humanas, sin la desventaja del cansancio humano, pero supuestamente no tienen emociones ni son capaces de "replicar" las capacidades relacionales del ser humano, lo cual queda cuestionado y abierto en Blade Runner. Ahora bien, si

pensamos en la máquina – competencias como dispositivo para el trabajo que aisla y fija capacidades de tipo "blando", sin que importen las habilidades específicas para tareas especializadas, entonces el saber protésico del que hablamos hace del "homo competens" un inverso del replicante: "capaz de ser capaz", gracias a la tranversalidad de sus competencias de tipo emocional y relacional.

(Scholastic Aptitude Test), en un contexto educativo que enfatiza el "aprender a aprender"; Sennett comenta que el test mide una capacidad potencial, centrada en los procesos e independiente del contenido, lo cual tiene como efecto un

"pensamiento puramente operacional [que] requiere superficialidad mental" (p.

105). Y, sin embargo, la superficialidad valorada en estos instrumentos coincide totalmente con la organización del trabajo flexible. El otro lado de la medición es que la "incompetencia" no consiste tanto en un fracaso real sino potencial, puesto que se está valorando el "uso futuro" de esas capacidades, y además un cierto tipo de uso: aquellas que se adapten, no al modelo de "puesto de trabajo", sino al de la "empleabilidad".

Por otro lado, así como se evalúa la capacidad potencial en el marco de

evaluación de las competencias, tiene lugar de manera implícita, colateral, una valoración de la misma "incapacidad potencial". Así como el test SAT que ejemplifica Sennett mide una capacidad potencial, en el ejercicio del acto de medición tiene lugar una performance que hace real el potencial valioso y su contraparte: lo que no encaja en un perfil de competencias o que no es

suficiente para unos criterios de valoración competencial. En otras palabras, el dispositivo genera un tipo de fracaso (o lo insitucionaliza, como dice Sennett).

El fracaso es algo que aún no ocurre, pero queda así establecido en la evaluación por competencias y genera unas consecuencias.

2.2 Sobre la magia del mandato de ser competentes o las competencias como el hechizo de la voluntad.

En el análisis del dispositivo de economización de las competencias, en tanto máquina que aísla y configura la capacidad para el trabajo productivo, resulta pertinente insistir en la fuerza eficiente que tiene el dispositivo: la gestión del trabajo se hace por medio de la gestión de competencias; la organización del trabajo flexible en los flujos tensos de la producción supone utilizar el modelo de las competencias; la economización del trabajo como un mercado supone hacer un uso más eficiente del recurso humano y en dicha tarea las

competencias son una herramienta básica; la competitividad empresarial supone una utilización de aprendizajes tácitos que generan más valor

económico por medio de la innovación y allí también se requiere evaluar por

competencias; sólo para decir lo que pareciera una consecuencia obvia: la misma educación ha sido colonizada por el modelo de las competencias, de manera que los efectos del dispositivo son prácticamente autoevidentes.

Pero ello no significa que la eficiencia del dispositivo sea también algo

evidente. Podemos reconocer las condiciones que hacen posible la emergencia del dispositivo: el trabajo reconfigurado como mercado, los trabajadores

devenidos en recursos e inversores de su potencial, el empleo transformado en empleabilidad. También podemos advertir la constitución del dispositivo de las competencias como una cuasi técnica que logra aislar el potencial humano para el trabajo, logrando establecerse como un saber protésico que

supuestamente complementa y amplía la capacidad para el trabajo. Lo hace para el tipo de trabajo requerido en el modelo de la empleabilidad: trabajo flexible, en condiciones de contratos de tiempo limitado y bajo condiciones de creciente individualización del trabajador y aumento de la competencia por los puestos de trabajo de los niveles medios y básicos. Y, sin embargo, cabe insistir en el éxito del modelo de las competencias: ¿por qué la imposición del modelo tiene una relativa aceptación en la organización del trabajo? ¿Por qué el dispositivo se asume como una exigencia del mercado de trabajo pero

también como una voluntad individual que conduce a la búsqueda y adquisición de las competencias (o a la educación entendida como formación por

competencias) que aseguren un puesto de trabajo?

Estas preguntas no apuntan tanto a la respuesta innegable de que tales son las únicas condiciones de posibilidad para el trabajo en la sociedad del capitalismo tardío, sino que señalan una cuestión más básica: ¿cómo se asume dicha exigencia de adquirir y desplegar las competencias para la empleabilidad?

¿Cómo son eficaces los saberes protésicos o las cuasi técnicas de las competencias de manera que se reproducen aquí y allá los imperativos de responder a los perfiles de competencias, de responder a los mandatos de las competencias con actitudes y comportamientos idóneos? Es una pregunta básica respecto al funcionamiento del dispositivo, que pretende indagar sobre su misma potencia, su eficacia devenida en eficiencia económica, puesto que opera en el mundo del mercado del trabajo, que rentabiliza el trabajo en un sentido muy concreto.

En el análisis de la operatividad de los dispositivos de economización propuse recurrir a un elemento radicalmente opuesto a todo campo economizado, a saber, la magia; y su oposición es total porque la economía es "la ciencia de la era postmágica", aún cuando pueda "equivocarse y traicionar su refinamiento postmágico cediendo […] a la tentación de la magia" (McCloskey, 1990, pp.

104 – 105). Sin embargo, una teoría de la magia, como se ha dicho, nos permite pensar el ámbito de las técnicas (o las cuasi técnicas) puesto que la magia trabaja en la misma dirección que las técnicas, es un "arte de hacer", por medio del logro de una eficacia, donde el resultado se anticipa, no como

predicción sino como condición del ejercicio. En esto las técnicas mágicas se distinguen de la ciencia y la tecnología100, puesto que operan como dispositivos que no pueden predecir por medio de cadenas de explicación causal, sino que anuncian un resultado que produce una expectativa, una poderosa esperanza:

[…] vemos en la esperanza y en las ilusiones que ella crea, los

[…] vemos en la esperanza y en las ilusiones que ella crea, los