• Aucun résultat trouvé

La idea de materialidad en las CCSS y en la psicología social

Capítulo 1. Objetos. La materialidad en la economía

1. La idea de materialidad en las CCSS y en la psicología social

En su libro El artesano (2008), Richard Sennett relata un encuentro de

juventud, en las calles de Nueva York, con su profesora Hannah Arendt, quien le insistía en el peligro de producir cosas materiales tan peligrosas como los misiles nucleares, bajo la convicción de que las personas que producen cosas no saben lo que hacen. El temor de Arendt (y de muchos), relata Sennett, está representado en el mito de Pandora, Diosa de la invención, quien fue enviada por Zeus a la tierra como castigo por la transgresión de Prometeo y quien, al abrir su caja, esparció dolores y males por toda la tierra. Pero Sennett se niega a aceptar la posición de Arendt, la cual supone una separación radical entre Animal laborans y Homo faber, el primero sería el ser humano que se asimila a una rutina y que deja afuera de esa acción rutinaria el mundo (socio–político), que en su acción únicamente se pregunta “¿cómo?”, en cambio el segundo sería el ser humano en cuanto productor, pero sobre todo en cuanto juez del trabajo y la práctica materiales y que, por tanto, se pregunta “¿por qué?”.

Sennett opina que dicha separación es errónea: el Animal laborans no está desligado del mundo ni del pensamiento crítico, así como tampoco

menosprecia la relación práctica con las cosas, con la materialidad en sí

misma. Esa división se extiende, en las ciencias sociales, a la consideración de las cosas materiales como un mero reflejo de las normas sociales, los intereses económicos o las convicciones religiosas. Subyace así, en las ciencias

sociales, un menosprecio a los objetos en sus cualidades materiales o un menosprecio a los modos en que se organiza el uso y la relación con tales

objetos. Sennet afirma que, por el contrario, la cultura material importa (2008, p. 19).

No obstante su convicción respecto a la relevancia de los objetos y su materialidad, Sennett orienta su investigación hacia las habilidades y los

procedimientos del hacer del artesano, en la relación con sus objetos. Es decir, que el foco de atención se coloca en el sujeto que despliega una conciencia material, en los detalles del procedimiento técnico y en los efectos de la producción artesanal sobre los objetos. En otras palabras, los objetos son acompañantes de camino en una narración sobre el hacer humano, incluso son objetores y mediadores de importantes procesos de metamorfosis y

aprendizajes, pero no juegan un rol activo ni operan en plano de igualdad con el artesano que “piensa actuando”. Los objetos de la narración de Sennett, a diferencia de sus artesanos, no “piensan actuando”, sino que únicamente posibilitan el hacer artesanal.

Para la psicología social los objetos se pueden pensar y permiten analizar las relaciones sociales, recuperando tradiciones como la de George H. Mead (Domènech, Miquel; Íñiguez, Lupicinio y Tirado, Francisco, 2003), que

muestran el papel activo de los objetos en la constitución y estabilidad del self, en su relación con el mundo físico. La materialidad de los objetos no tiene un mero papel de referencia, apoyo o contraste, sino que juega un papel

fundamental en los procesos de constitución de la acción social en su dimensión más básica: procesos de inhibición de la acción, identificación y transferencia del self con objetos inmediatos y objetos distantes… son procesos que explican la acción conjunta como algo impensable sin la participación activa de los objetos (Domènech, Íñiguez, Tirado, 2003, pp. 28-32).

Los objetos cobran relevancia y “son objeto” de una narración sui generis en la teorización de Pablo Fernández Christlieb (2003, 2004), cuya “psicología colectiva” es un tipo de psicología social, un tanto atípica. Pablo Fernández Christlieb considera los objetos como aquello que se opone o se distingue del lenguaje: aún cuando el lenguaje, los discursos, puedan hacer cosas (y de hecho las hacen), sin embargo las cosas u objetos están afuera del lenguaje.

Fernández Christlieb ofrece una versión psíquica de los objetos, entendiendo por psíquico el significado, y entendiendo por significado la relación de

distancia o cercanía o pertenencia entre el sujeto y los objetos de la realidad.

Pero, sobre todo, los objetos son una especie de límite con respecto al lenguaje y, remiten o indican siempre lo inconmensurable, el misterio de la realidad misma. Y esto se afirma por la conclusión evidente del relato de Pablo Fernández Christlieb sobre los objetos, puesto que si los objetos no están en todos sus nombres, entonces son un excedente: “la conclusión de éstas conclusiones [la materia es impenetrable y el observador es parte del objeto que observa] es que la naturaleza sólo es física en lo que le sobra, en lo que rezuma, en sus excedentes, es decir en lo que excluye a uno mismo y, por lo tanto, no se puede conocer, sino sólo verificar, y el resto del objeto resulta ser psíquico en el sentido ya estipulado de la compenetración de uno mismo con la cosa: psíquico es todo, menos lo que aparece en los aparatos de medición.”

(2004, pp. 132-133).

Pero los objetos logran aparecen por mérito propio en la teorización de Pablo Fernández Christlieb: estando fuera del lenguaje y siendo “objetos psíquicos”

en tanto se relacionan con nosotros2, tienen una forma de aparición que se define por su movimiento: los objetos tienen un movimiento (“Objetos quietos no son objetos”, Pablo Fernández Christlieb, 2003, p. 22) pero movimiento de tipo rítmico (“El ritmo es el recomienzo perpetuo del objeto, pero no recomienza de cero, sino con la huella de lo anterior, de lo que ya fue, de manera que va ganando momentum”, 2003, p. 23). Y el ritmo, para que no decaiga, para que se perpetúe, necesita algo más, que permita su reiteración y todavía más su multiplicación, lo cual hace posible que el objeto sea algo más estable, definido, solidificado. Fernández Christlieb dice que ese proceso del movimiento de los objetos es producido por la ciencia y por el arte, de manera que el paso del

2 Pablo Fernández Christlieb aborda los objetos como una relación de cercanía o lejanía o copertenencia; así, los objetos lejanos son aquellos que tienen contornos definidos, adquieren relevancia, son funcionales y engranables y pueden verificarse. Estos objetos pueden ser objetos físicos, pero también pueden ser cosas intangibles que devienen en objetos discretos y llegan a considerarse cosas, como por ejemplo los “hechos científicos” y sus aplicaciones. Los otros objetos, según Fernández Christlieb, son los afectos, objetos que no tienen contornos, tienen continuidad y que hacen que la realidad sea una totalidad atmosférica y generan

certeza. Y, nuevamente, no se trata de meros intangibles, sino que la afectividad es un magma que incluye toda la realidad significativa. Cf. también La afectividad colectiva, México: Taurus.

“ritmo de los objetos” (más parecido a un “ritmo de la vida”) a la reiteración, repetición y multiplicación de esos objetos3, se hace evidente en la percepción de una materialidad más estable, sólida y densa, en los objetos de la

naturaleza y de la civilización, que acaban siendo cosas innumerables,

múltiples, repetibles y cada vez más etéreas (“la mercancía se hace un objeto desprendido de la realidad palpable, como si fuera perdiendo materialidad donde aferrarse”, Pablo Fernández Christlieb, 2003, p. 60).

Una tesis doctoral de psicología social4 (Tirado, Francisco, 2001) contiene la mejor síntesis y el análisis de más calado sobre el universo de los objetos y su papel en la constitución de la socialidad5. Tirado indaga sobre la naturaleza de los objetos en su revisión de diversas tradiciones teóricas de las ciencias sociales y en un relato acerca de los “programas para una socialidad con

objetos”. La materialidad de los objetos, su función en diversos corpus teóricos, el papel adscrito a las cosas en la producción de significados dentro de

sistemas simbólicos, todo ello se revisa con vistas a un objetivo en la tesis de Tirado: hacer una crítica de la “razón social” que ha marginado los objetos y refigurar una nueva razón que piense la socialidad (el con-vivir o vivir-en-común) desde otra perspectiva. Así, nos recuerda Tirado, el surrealismo permite que los objetos hablen ellos mismos; y diversos teóricos marxistas explican la reproducción social a partir de una cotidianidad plagada de objetos que hacen posible el triunfo sobre la naturaleza y la misma reproducción social;

3 La reiteración del ritmo de los objetos sería “el hecho de añadir algo más al ritmo para que continúe, como una especie de conservador artificial, lo cual lo hace un ritmo de segunda categoría”. La repetición, sería el proceso que va convirtiendo al objeto en algo más estable, sólido, delimitado. Y la multiplicación es donde los objetos, muy definidos, pierden toda especificidad en lo innumerable: son los objetos que ocupan la realidad: “ceniceros,

telescopios, tormentas tropicales y efectos invernadero, computadoras y zoológicos, horarios de trabajo y producción a destajo, aparatos electorales y maquinarias sociales, libros y

camisetas, todos verificables, medibles, descriptibles en sus delimitaciones y con sus causas y efectos.”. Cf. “La naturaleza. Versión psíquica”, manuscrito sin fecha de Pablo Fernández Christlieb, citado en Hernández Ramírez, Víctor (2003) Psicologia colectiva y filosofía hermenéutica, tesis de licenciatura, Facultad de Psicología, UNAM, México, p. 133.

4 Los objetos y el acontecimiento. Teoría de la socialidad mínima. Tesis doctoral inédita.

Departament de Psicologia de la Salut i Psicologia Social. Universitat Autònoma de Barcelona, 2001. Disponible: http://www.tdr.cesca.es/TESIS_UAB/AVAILABLE/TDX-0925101-165005/, acceso: 12 de octubre de 2009.

5 La frase es precisa, pues además de una amplia revisión de autores, Tirado señala relieves y aportes significativos de las diferentes aproximaciones en las ciencias sociales con respecto a los objetos, con un talante que cabalga entre la reflexión filosófica y el análisis crítico. Por otro lado, una buena visión de conjunto, que recopila diversos enfoques e intereses con respecto a los objetos puede verse en Julien, Marie–Pierre y Rosselin, Celine (2005) La cultura matérielle, Paris: La Découverte, Collection Repères.

para la fenomenología la clave reside en la conexión del sujeto con los objetos;

para los antropólogos y arqueólogos los objetos devienen en un discurso o sistema estructurado simbólicamente; y para autores posmodernos

(Baudrillard, Mafessoli) los objetos son signos que realizan o provocan su propia significación (en el consumo, por ejemplo) y crean así un nuevo orden objetual. Sin embargo, dice Tirado, todos estos aportes limitan al objeto a una relación operativa del tipo “objeto-operación”, lo cual es una relación tensa donde el objeto queda “separado de la operación” en el dispositivo explicativo (Tirado, 2005, pp. 466-469).

Luego, para Tirado, están los tres “programas para una socialidad con objetos”:

1) en autores como Georges H. Mead, Karin Knorr-Cetina y Andrew Pickering, el objeto aparece como otro, una alteridad, en tanto hace posible la relación por medio de la acción (Mead) o como un guión o efecto de sentido en tanto los objetos se entienden como secuencias de carencia-presencia (Knorr-Cetina) y, también, se considera que el objeto tiene agencia en la producción de

socialidad debido a su capacidad de resistencia y para generar nuevas acomodaciones o respuestas. 2) El segundo programa parte de Georges Canguilhem quien propone pensar los objetos (especialmente ciertos objetos:

las máquinas) desde los organismos vivos y con ello posibilita un continuum entre objetos y humanos; en esa línea, Bruno Latour también propone pensar los objetos como entidades indiferenciadas con respecto a los humanos: son agentes (o actantes) que operan como mediadores y productores de sentido, para Latour los objetos son compuestos de la acción de diversas fuerzas que traducen, transforman y redefinen lo social. 3) Finalmente, el tercer programa para una socialidad con objetos es la propuesta del cyborg (Donna Haraway), que rompe con las distinciones o fronteras entre sujetos y objetos o entre humanos y no humanos, pero sobre todo es una metáfora que destaca un principio de heterogeneidad y uno de “localidad múltiple” para las ciencias sociales. Estos trazos que revela la figura del cyborg también son mezclas e interferencias que hacen morir el objeto: pues el acontecimiento que abre

carece de materialidad o, más bien, consiste en una materialidad compleja, abierta al devenir o que es puro devenir6.

En suma, y para decirlo en breve, el valor del trabajo de Tirado consiste no sólo en recuperar la atención al papel decisivo de los objetos en la explicación de lo social desde el campo de la psicología social, sino en hacer que dicha

recuperación esté ligada al ámbito del devenir: es decir, que los objetos no se han de pensar de manera aislada, sino en su relación procesual y relacional, en la generación de acontecimientos nuevos y en la estabilización de los procesos sociales.

En otra narrativa sobre la manera como se conforma lo social, Bruno Latour señala que son las cosas, objetos “materiales”, las que prestan su fortaleza a los vínculos sociales y hacen posible el ensamblado de la sociedad. Su

concepción de los objetos, en la tarea de la investigación social, apunta a una coparticipación activa o a un coagenciamiento en la acción que hace posible estabilizar lo que posteriormente llamaremos relaciones sociales (Latour 2005, pp. 105-116). Para Bruno Latour el objeto no es su objeto (algo que le interese per se) ni una cosa (la “causa” o res, la “cosa-en-sí”), sino una instancia puesta en pie de igualdad con otros actantes (actores) en una tesitura de operaciones que hacen posible las asociaciones que subisisten, se modifican, se oponen, decaen y reaparecen en aquello que podemos llamar “lo social” (aunque Latour prefiere ya no utilizar el término “social” como un adjetivo7). Pero Latour se interesa vivamente por la dimensión material, en tanto posibilita la mediación o intervención que hace posible la emergencia de acontecimientos.

Hay que notar, sin embargo, que los objetos, a diferencia de los humanos, tienden a retroceder a un segundo plano rápidamente y entran en una especie de silencio o desaparición del escenario del ensamblaje social (Latour 2005, p.

118), por lo que se propone una serie de “soluciones” para captar e integrar en

6 En la tesis de Tirado la “socialidad mínima” se constituye en la relación de los objetos con el acontecimiento, y en concreto en la posibilidad que tienen los objetos de abrir acontecimientos y de coparticipar, así como de ser configurados y refigurados incesantemente, en procesos

“agónicos” de control, de prehensión y producción de nuevas socialidades.

7 “Networks, Societies, Spheres: Reflections of an Actor-Network Theorist”, en International Journal of Communication 5 (2011), 796–810, p. 803. Acceso 19/04/2011:

http://ijoc.org/ojs/index.php/ijoc/article/view/1094/558.

un relato el papel activo de los objetos: estudiar los casos de innovaciones con objetos, o los casos de objetos que se han distanciado y se tienen que

aprender o recuperar y entonces muestran nuevamente su papel de

mediadores, y está el caso de los fallos o accidentes con objetos en los cuales se hace evidente su papel de mediadores y, finalmente, está la situación en la cual los objetos pueden recuperarse en el trabajo arqueológico de la historia de los objetos o de la tecnología de los objetos (Latour 2005, pp. 118-120).

La importancia del enfoque de la teoría del actor red, tal como la representa Latour, con respecto al papel de los objetos y su materialidad, reside en la recuperación de un enfoque metodológico que no separa a los objetos de una supuesta dimensión social autónoma. Latour usa el término “asociaciones” en vez de “social”, con el fin de recuperar la visión no dicotómica que mantiene a los objetos como participantes activos y fundamentales de la socialidad. Esto se expresa bien, por ejemplo, en el siguiente texto:

Que una bicicleta choque con una piedra, [no] es [algo] social. [Pero] que un ciclista pase de largo frente a una señal de “parar”, es [igual de]

social. Si se instala una nueva central telefónica, esto [no] es social;

[pero] cuando se debaten los colores de los aparatos telefónicos, se trata de algo [tan] social [como la aparición de la central telefónica] porque existe, como dicen los diseñadores, “una dimensión humana” en la elección [y porque “la dimensión no humana” de la central telefónica y los aparatos también participa en las elecciones]. Cuando un martillo da en un clavo [no] es [algo] social. [Pero] cuando la imagen de un martillo está cruzada por una hoz, [entonces] ingresa al dominio social porque entra en el “orden simbólico” [y dicho ingreso a lo social ya había ocurrido en el acontecimiento del martillo que da en el clavo]. (Latour 2005, pp. 122-123)8.

8 El texto entre paréntesis cuadrados es original si aparece tachado y cuando no lo está, es una agregación mía. Esto es con el fin de invertir el sentido, pero manteniendo total fidelidad al argumento de Latour.

2. La materialidad en la economía tiene una orientación concreta en la