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Capítulo 2. Economización de los objetos. Sobre el proceso de valoración mercantil de los

1. La economía de los objetos, no toda la economía

Los objetos han dado lugar a poderosos tropos de lenguaje sobre la naturaleza y funcionamiento de la economía. Marx recurrió al ejemplo de una mesa, como metonimia de todo el problema de la mercancía y su valoración fetichista en el capitalismo. Efectivamente, una mesa le permite a Marx resolver y explicar su gran descubrimiento26: que la mercancía en que se transforma cualquier objeto posee unas cualidades sorprendentes y, en esa magia aparente, se muestra el proceso de explotación del trabajo y la generación de un valor añadido, del cual se alimenta el capital.

La mesa fetichizada de Marx posee las características de un simple objeto, de una madera transformada en objeto útil, producto del trabajo, y de manera simultánea es también un objeto muy complejo, “endemoniadamente”

complejo, dice Marx27. El objeto–mesa proporciona la posibilidad de una mirada doble, es decir la percepción simple de un objeto en sí, con todas las

características de su materialidad, configuradas en la forma de un objeto

26 No que el trabajo sea una medida del valor en la producción económica; ni que exista un valor de cambio que, opuesto al valor de uso, sea la puerta para comprender el complejo proceso de mercantilización de los objetos. Esto es importante en Marx, pero no es todavía su aporte más específico: el modo como ocurre la generación de valor añadido, el plusvalor, a partir del modo capitalista de producción y de explotación del trabajo vivo del trabajador.

27 “A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas”, El Capital. Crítica de la economía política, Tomo I/vol 1, México: siglo XXI, 1975, Traducción de Pedro Scaron, p. 87.

común, servible, que comunica la solidez de su hechura y cualidades (una mesa sostenida en sus cuatro patas) y, simultáneamente, el objeto–mesa, en tanto mercancía, despliega una actuación sorprendente, una especie de danza que pone en escena una serie de relaciones complejas, invertidas, de

ocultamiento y de revelación que, en conjunto, configuran lo que Marx llama El Capital: un mundo economizado en una cierta manera, en el momento y el lugar de más desarrollo del capitalismo, es decir la Inglaterra de finales del siglo XIX.

La mesa de Marx es, por tanto, el objeto que opera como metáfora, como metonimia, como lugar de partida y de llegada, para construir una teoría crítica de la economía política.

Efectivamente, la mesa, ese objeto economizado, paradigma momentáneo de la mercancía, es un personaje que rápidamente pone en juego toda la

parafernalia teórico–explicativa de Marx. Se sabe que ésta famosa mesa aparece como parte de un texto muy acabado, que se halla al inicio de la gran obra de Marx, pero que en realidad fue la última pieza que Marx colocó en su obra del análisis crítico del capital28. La mesa no es pues una metáfora

improvisada ni un exempla tomado al azar, sino que es la culminación de un complicado ensamblaje teórico analítico. He aquí el famoso pasaje de la mesa de Marx:

Así, por ejemplo, se altera la forma de la madera cuando se hace ésta una mesa. Pero a pesar de ello la mesa sigue siendo madera, una ordinaria cosa sensible. En cambio, en cuanto que se presenta como mercancía se convierte en una cosa sensiblemente suprasensible. No sólo descansa ya la mesa con sus patas en el suelo, sino que, además, se pone patas arriba frente a todas las demás mercancías, mientras su

28 Enrique Dussel, trabajado los textos que fueron la materia prima para la redacción de El Capital, ha mostrado que el capítulo 1 (“La mercancía”) fue el último redactado por Marx (hizo cuatro redacciones de El Capital) y, no fue hasta la segunda edición que Marx añadió el famoso parágrafo o capítulo 4: “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”. Los textos que subyacen al texto que leemos hoy son: Los Grundrisse; un texto conocido como Urtext de 1858; los Manuscritos de 1861 - 1863; los Manuscritos de 1863 – 1865; y las correcciones y añadidos de la segunda edición de 1873. Cf. El último Marx (1863 – 1882) y la liberación latinoamericana. Un comentario a la tercera y la cuarta redacción de “El Capital”, México: siglo XXI, 1990, pp. 177 – 193, con abundantes citas a los textos originales en alemán.

cabeza de madera emite caprichos más maravillosos que las espontáneas danzas que emprenden algunas mesas.29

Otra tradución, la de Pedro Scaron, permite ver mejor aspectos figurativos y casi teatrales en el texto de Marx:

Se modifica la forma de la madera, por ejemplo, cuando con ella se hace una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera, una cosa

ordinaria, sensible. Pero no bien entra en escena como mercancía, se trasmuta en cosa sensorialmente suprasensible. No sólo se mantiene tiesa apoyando sus patas en el suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías y de su testa de palo brotan quimeras mucho más caprichosas que si, por libre determinación, se lanzara a bailar.30

Y, efectivamente, la mesa de Marx parece desplegar toda una perfomance que escenifica y realiza el mundo economizado, es decir que permite ver un mundo en el cual se prestan, invierten, trasmutan y se generan roles y valores, en una compleja red de relaciones, donde tanto las cosas como las personas

comparten agencia y subjetividad.

Las quimeras de la mesa son el baile que despliega un espectáculo de valoración incesante, misterioso y evidente a la vez, pues a Marx le interesa mostrar que en la mercancía está ya presente el misterio del capital: el valor que se autovalora, que engendra valor de la nada31. La mesa es un objeto economizado, es cierto, pero es también una puerta de entrada a la economía, una puerta que no abre un camino, sino una mirada crítica o novedosa32.

29 Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Antología. Selección introducción y notas de César Rendueles, traducción de Manuel Sacristán, Madrid: Alianza, 2010, p. 87.

30 Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política, Tomo I/vol 1, México: siglo XXI, 1975, Traducción de Pedro Scaron, p. 87.

31 En esa “nada” esta todo lo escamoteado: la fuente de valor es el trabajo vivo o la subjetividad del trabajador, que no puede valorarse en si mismo y que, sin embargo, es lo que genera aquel valor. Marx lo dice de una manera brutal: “El capital es trabajo muerto que sólo se reanima, a la manera de un vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa”, Ibid, pp. 279-280.

32 Enrique Dussel, después de un largo estudio de los textos de Marx, afirma que El Capital no es tanto un estudio de la economía capitalista sino un marco teórico que hace posible el

estudio crítico del capitalismo. Pero, añade, lo hace desde una posición ético política: El Capital es una ética, afirma Dussel. Cf. sus obras La producción teórica de Marx. Un comentario a los

Éste objeto, la mesa – mercancía de Marx, ha posibilitado lecturas que llevan la materialidad del objeto a la dimensión de lo espectral o fantásmico. Así, Jaques Derrida (1995) desarrolla una lectura de Marx en la cual nuestra mesa, el ejemplo supremo de la fetichización de la mercancía, encarna en sí misma la función híbrida de un espectro. Es sabido que Derrida considera fundamental en Marx la noción de espectro (algo que es simultáneamente material e

inmaterial, una ausencia presente, un “cuerpo sin cuerpo”)33 y cuando comenta el pasaje de la mesa Derrida parece entrar en el trance de un monólogo

inspirado por la exhibición de la mesa de Marx:

Y hela ahí de pie: no sólo se mantiene sino que se levanta, se alza y se endereza, endereza la cabeza y se yergue y se encara. Ante los demás, y sobre todo ante las demás mercancías (…) Para quien sepa griego y entienda de filosofía, podría decirse que esa genealogía que transfigura lo leñoso en no leñoso pone también en el tablero un devenir–inmaterial de la materia. Hylé, la materia, se sabe que, en primer lugar, es de madera. Y, desde el momento en que éste devenir inmaterial de la materia parece no ocupar tiempo alguno y operar su trasmutación en la magia de un instante, con una sola ojeada, por la omnipotencia de un pensamiento, podríamos caer en la tentación de describirlo como la proyección de un animismo o espiritismo. La madera se anima y se llena de espíritus: credulidad, ocultismo, oscurantismo, inmadurez de antes de las Luces, humanidad pueril o primitiva. Pero ¿qué serían las Luces sin el mercado?, ¿y quién progresará alguna vez sin valor de cambio?

(1995. Pp. 171-172).

Lo que su discurso despliega es un efecto teatral, la percepción de que la mesa está haciendo algo más que metaforizar el fetichismo de la mercancía, la

Grundrisse, México: Siglo XXI, 1985; Hacia un Marx desconocido. Un comentario de los Manuscritos del 61–63, México: Siglo XXI, 1988; El último Marx (1863–1882) y la liberación…, op. cit. También la conferencia de Dussel en la UNAM, en el marco del 190 aniversario de Marx:

http://www.archive.org/details/EnriqueDusselversinCompleta190AniversarioDelNacimientoDeKa rlMarx_628. Acceso el 25 de agosto de 2011. Cf. también Diego Guerrero (s/f, 1990, 2004a, 2004b).

33 Cf. Cristina de Peretti “El espectro, ça nous regarde” y de Julián Santos Guerrero “La anunciación. Escena de Espectros (de Marx)”, en la obra colectiva del Grupo Decontra, que comenta el libro Espectros de Marx de Jaques Derrida, Cristina de Pereti, (ed), Espectrografías.

Desde Marx y Derrida, 2003.

certeza de que el objeto economizado no está totalmente cerrado ni se ajusta totalmente al discurso teórico, ni siquiera al de Marx. La glosa de Derrida quiere indicar que la mesa-mercancía es un actor y es un artefacto del teatro, es precisamente una máquina de guerra y una máquina teatral, una mekhané ( Derrida, 1995: 173). En otras palabras, el objeto es una metáfora, una

metonimia de la economía, pero es también un dispositivo material y

psicosocial que abre posibilidades de crítica, de reflexión y de análisis políticos sobre la manera en que se economizan los objetos mismos.

La economía de los objetos puede, si se quiere, recorrer un Exemplum de objetos economizados en diversos autores, y así apreciar el recurso a tales objetos o la estrategia de los dispositivos para analizar el funcionamiento del proceso de valoración económica34. Pero hablo de economía de los objetos y no de toda la economía, es decir que me planteo el proceso de valoración económica de manera localizada, como una estrategia de análisis y,

simultáneamente, como un dispositivo explicativo: analizar y mostrar el proceso de valoración en otros términos, en términos que sean económicos pero que vayan más allá de lo que se define “estrictamente” como económico (es decir, el proceso psicosocial).

Una economía de los objetos, por tanto, consistiría en una estrategia de

análisis localizado en el objeto pero asumiendo dos condiciones a priori: 1) que los objetos tienen una forma maquínica, en el sentido indicado en el capítulo anterior: es decir que emergen y operan como “máquinas de guerra/teatro” o, dicho en otras palabras, que los objetos tienen una condición material como un funcionamiento comunicativo; y 2) como segunda condición, los objetos se hallan ya economizados y, de manera paradójica sin embargo, se hallan en

34 El papel de objetos economizados, usados como ejemplos y como dispositivos explicativos de la economización, puede ser una manera de conducir una lectura selectiva de ciertas producciones teóricas. Así, por ejemplo, se puede rastrear el papel que tiene el objeto “rejilla–

estructura” en los análisis que hace Foucualt en Las palabras y las cosas de los procesos de valoración económica en los fisiócratas, en Adam Smith y en Ricardo. Su análisis de lo económico contribuye a develar una arqueología de la episteme modernas, es cierto, pero también es verdad que su procedimiento explicativo se funda en el uso de ese objeto peculiar:

la rejilla que posibilita taxonomías, estructuras gramaticales y que produce nuevas formas de medir el valor económico. Así, por ejemplo, para Foucault, todo El Capital es una exégesis del valor… el mismo Foucault intenta una exégesis (con otra clave de interpretación) con el análisis del mercantilismo, del valor de la moneda, de la formación del valor y el análisis del trabajo en Ricardo (Foucault, 1966, p. 291).

posibilidad de economizarse o de reproducir nuevas formas de valor económico.

El análisis localizado supone la referencia a un objeto, lo cual implica el algutinamiento de diversos elementos y dimensiones, es decir que un objeto que se economiza (y que economiza) es un intervalo de acciones, una suma de acciones, un nudo de mediaciones, una instancia que posibilita nuevos

eventos, un vector que empuja con poca o mucha fuerza hacia una dirección, un punto de encuentro para más interacciones, un punto de inflexión o de reversión para determinados procesos. Y, en cierto modo, un objeto dentro de la economía (la economía de los objetos) tiene habitualmente una forma poética, pues produce los efectos de una metáfora o un mito: generan una ficción que producen, de modo asombroso, (otra) realidad.

Piénsese, por ejemplo, en el artículo “Unscrewing the Big Leviathan” de Bruno Latour y Michel Callon (1981), donde hay un objeto que se economiza

fallidamente, que es el “coche eléctrico” de la Renault. Es un objeto concreto, compuesto de materiales muy diversos: laboratorios químicos, dispositivos mecánicos, informes técnicos, análisis de prospectivas económicas; y es un objeto que se mueve en el “contexto” del mercado del automóvil y en el cual confluyen otros “contextos” (el mercado del petróleo, etc), pero que genera también acciones de oposición y resistencia (la acción de otros competidores).

El caso fallido del coche eléctrico es un objeto economizado que hace posible una economización más potente del coche tradicional ya mejorado en su tecnología y en su revaloración social, pero lo es también como un ejemplo de lo que sus autores llamarían un (micro) actor que permite ver la naturaleza del Leviatán, es decir que el coche eléctrico de la Renault muestra los intersticios y la forma de funcionamiento de la sociedad: los complejos entresijos y la

densidad de la maquinaria/cuerpo/texto llamado Leviatán.

Es interesante que los autores citen los versos poéticos del libro de Job: La gloria de su vestido [del Leviatán, es decir sus lomos] son escudos fuertes, / cerrados entre sí estrechamente. /El uno se junta con el otro / Que viento no entra entre ellos / Pegado está el uno con el otro; / Están trabados entre sí, que

no se pueden apartar. (Job 41:15-17. La Biblia, traducción Reina-Valera, 1960.

Cf. Latour y Callon, 1981, p. 284).

El objeto “coche eléctrico” es una metáfora y es un mito, es un monstruo, es una máquina y es un cuerpo biológico, es un texto y es un tejido de relaciones e interacciones, que permite ver simultáneamente dos realidades: por una parte la realidad dura e inflexible de un fracaso técnico-económico, y al mismo

tiempo la realidad más densa, compleja y porosa de un objeto que compite, genera valor, produce estrategias de investigación y publicidad, genera

sociología del mercado y economización de la ingeniería… en fin que deja ver el aire que se cuela entre los “escudos fuertes y cerrados entre sí

estrechamente” del Leviatán.

Así, lo que tenemos son objetos, objetos economizados, que dejan ver su potencial teórico o sus aptitudes para comprender lo económico, para analizar los procesos de valoración en el mercado. Algunos son objetos muy

destacados en las ciencias sociales o los debates téoricos: la mano invisible de Smith, la mesa de Marx ya comentada, el dinero de Simmel, el artefacto

llamado Odradek de Kafka35. Y, muchas veces son objetos usados para generar explicaciones muy amplias sobre el problema del capitalismo o sobre procesos muy complejos y generales. Y, sin embargo, me parece que hay otra manera de proceder desde los objetos economizados y hacia ellos mismos, para producir un análisis mucho más concreto, más local, posiblemente más denso, en el cual lo económico se circunscribe al objeto y “sus alrededores”;

dicha circunscripción no es tanto espacial o temporal sino ligada a la dimensión del valor, es decir al fenómeno de la valoración económica.