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CAPÍTULO VIII. LA CALIDAD DE VIDA EN EL DOLOR CRÓNICO

VIII.2. Análisis bivariado

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En la distribución en función del sexo, destaca que las mujeres tienen resultados más pobres en todas las Dimensiones y Componentes sumarios que los hombres siendo estas diferencias en función del sexo, estadísticamente significativas en algunas de ellas incluyéndose entre ellas la dimensión de la Función Social.

Principalmente, destacan las dimensiones de Rol emocional, Salud Mental y Funcionamiento social así como el Componente Sumario Mental en los que las mujeres tienen puntuaciones 10 puntos por debajo respecto de los hombres.

VIII.2. Análisis bivariado

Se han realizado pruebas de correlación bivariada mediante una prueba de Pearson, con el objetivo de estudiar la relación existente entre los Componentes Sumarios Físico y Mental y la dimensión Función Social de la calidad de vida y otras variables incluidas en el estudio: variables socio-demográficas y de dolor de los participantes, variables relacionadas con el apoyo social, y resultados de estructura y composición de sus redes personales. Se presentan a continuación, las variables estadísticamente significativas, comparación de medias y coeficientes de correlación en las relaciones encontradas.

Componente Sumario Físico

En la comparación de medias, los egos que tienen compañeros de trabajo en su red personal, tienen una media en su componente sumario físico mayor que los que no los tienen (36,2 versus 31,3; p-valor 0,03), probablemente como resultado de otras características asociadas a la situación de vida laboral activa (edad, no pensionistas por dolor…).

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Gráfico 1: Diagrama de caja. Componente Sumario Físico y compañeros de trabajo

Componente sumario mental

En la comparación de medias, las mujeres tienen puntuaciones en el CSM más bajas que los hombres (29 versus 41,7; p-valor 0,001).

Gráfico 2: Diagrama de caja. Componente Sumario Mental y sexo de ego

En el análisis bivariado, destaca una correlación moderada entre el CSM y la presencia de amigos en la red personal de ego así como una correlación inversa con el nivel de dolor de ego.

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Tabla 4: Correlaciones entre el Componente Sumario Mental y otras variables

Dimensión Función Social

Tal como se ha mostrado en el apartado anterior, la dimensión Función social de la calidad de vida, se encuentra por debajo de la media de la población de referencia (34,28) con puntuaciones más bajas para las mujeres respecto de los hombres (28,9 versus 39,6; p-valor 0,001).

Gráfico 3: Diagrama de caja. Dimensión Función Social y sexo de ego.

Los resultados del análisis bivariado, muestran una tendencia a relacionar la dimensión Función Social y la localización geográfica de los miembros de la red.

Igualmente, ha mostrado una correlación moderada y positiva con este componente, el hecho de contar con amigos en la red personal y una correlación negativa con el hecho de recibir apoyo social por vía telefónica de forma exclusiva.

Variables Correlación Amigos en la red personal 0,41 (p-valor 0,023) Nivel de dolor - 0,37 (p-valor 0,044)

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Tabla 5: Correlaciones entre la dimensión Función Social y otras variables

Variables Correlación

Miembros de la red en la misma

localidad que ego 0,42 (p-valor 0,021) Miembros de la red en una provincia

diferente de la de ego - 0,36 (p-valor 0,046) Amigos en la red personal 0,40 (p-valor 0,029) Apoyo sólo por vía telefónica - 0,39 (p-valor 0,034)

La correlación entre la dimensión Función Social y la distancia geográfica de los miembros de las redes personales de los casos estudiados, muestra un sentido positivo para los miembros que viven en la misma localidad que ego y un sentido negativo para los miembros que viven en una provincia diferente a la de ego, hecho que podemos relacionar con el nivel de integración social del individuo a nivel comunitario, variable muy presente en la literatura por su relación con el bienestar y de forma indirecta con su vida social y relacional. Asimismo, la dimensión Función Social de la calidad de vida, muestra una correlación moderada y positiva con el hecho de contar con amigos en la red personal así como una correlación negativa con el hecho de recibir apoyo por vía telefónica de forma exclusiva probablemente como reflejo de la proximidad geográfica visto arriba.

Diversos estudios han encontrado resultados de calidad de vida más pobres en personas con dolor crónico al compararlas con otras poblaciones. En consonancia con nuestros resultados, en el estudio ITACA, los autores obtuvieron unas puntaciones de calidad de vida más bajas de lo considerado como valor medio (Casals & Samper, 2004). Resultados similares se encontraron en una muestra de 183 personas con dolor crónico tratadas a nivel hospitalario en Australia cuyos resultados de calidad de vida fueron inferiores a los de la población de referencia en todas las dimensiones especialmente para el Rol Físico, Rol Emocional, y Dolor corporal (Kerr et al., 2004). A nivel de Atención Primaria y en un estudio de casos (personas con dolor crónico y agudo) y controles (personas con otras patologías crónicas que cursan sin dolor como HTA, dislipemia, diabetes, EPOC o síndromes ansioso-depresivos), los autores encontraron que las personas que consultan por procesos dolorosos, tienen la calidad de vida más deteriorada en todas sus dimensiones, que las que consultan por otros

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procesos que cursan sin dolor, así como que el dolor crónico menoscaba la calidad de vida de una forma más amplia que el agudo (López-Silva et al., 2007). A nivel poblacional, en un estudio realizado en Suecia entre 2357 participantes, los autores compararon la calidad de vida en todos sus dominios entre tres grupos: población sin dolor crónico, población con dolor crónico regional, y con dolor crónico generalizado, encontrando que de los tres grupos, este último arrojaba los peores resultados en todos los dominios en relación a la población de referencia.(Bergman, Jacobsson, Herrström, & Petersson, 2004).

En otro sentido y en consonancia con nuestros resultados, el nivel de dolor está relacionado con diferentes aspectos de la calidad de vida. A nivel nacional, se han encontrado peores resultados en los componentes sumario físico y mental en función de la severidad del dolor con resultados más pobres para el segundo (Langley et al., 2011). En un estudio realizado con personas con dolor crónico en diferentes localizaciones corporales, se encontraron niveles de calidad de vida más bajo respecto a la población de referencia en personas con dolor crónico localizado en rodillas o cadera y que además, arrojaban peores resultados cuando se presentaban de forma combinada (Van der Waal, Terwee, Van del Windt, Bouter, & Dekker, 2005). En esta misma línea y desde una perspectiva longitudinal durante 3 años de seguimiento, se encontraron cambios en los resultados de la calidad de vida coincidiendo con la mejora o deterioro del estado de salud, apoyando la idea que tanto los aspectos físicos como mentales, se ven afectados por la carga de dolor y son sensibles a sus cambios (Bergman et al., 2004). De forma mantenida en el tiempo, un nivel de dolor elevado y la discapacidad, se han relacionado con la ansiedad, evitación de la actividad y la depresión, elementos que reducen aún más la función y la calidad de vida (Tüzün, 2007).

En función del sexo, destacan diferencias estadísticamente significativas para el Componente Sumario Mental y la dimensión Salud Mental con resultados más bajos para las mujeres que para los hombres. Estos resultados están en consonancia con los del estudio Itaca, en el que los autores encontraron un peor estado psíquico en las mujeres que en los hombres (Casals & Samper, 2004), habiéndose encontrado una correlación positiva del componente con la depresión en personas con dolor crónico (Elliott, Renier, & Palcher, 2003).

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En cuanto a la Dimensión Social de la calidad de vida, aunque está bien establecido su reconocimiento como uno de los componentes de la salud, ha recibido menos interés en la literatura que las dimensiones física o psicológica. A través del cuestionario SF-36, la dimensión de la Función Social, se evalúa desde una perspectiva relacional del individuo a lo que en nuestro trabajo, añadimos la evaluación del apoyo social como un elemento que fluye en las relaciones personales del individuo. Esta propuesta está en consonancia con la de Hann et al. quienes en un artículo de revisión de literatura, identificaron dos dimensiones del bienestar social: el apoyo social y la función social (Hahn, Cella, Bode, & Hanrahan, 2009). En este sentido, aunque diversos estudios se han centrado en el apoyo social y la calidad de vida en diferentes dolencias tal como se ha tratado en el capítulo III, algunos autores sugieren la necesidad de avanzar en los mecanismos que explican la influencia del apoyo social u otros factores psicosociales en la calidad de vida y en el manejo del dolor (Burgoyne & Renwick, 2004; Helgeson, 2003; Main, 2013; Van Hecke et al., 2013).

A modo de conclusión, este apartado ha mostrado la severidad del dolor en cuanto a su capacidad para interferir en diferentes dimensiones de la vida y de forma especial en su dimensión social. Las medidas sobre el bienestar social son importantes ya que en la realidad actual, determinadas enfermedades y sus tratamientos pueden afectar la calidad de las relaciones, las responsabilidades familiares, la situación familiar y las relaciones sociales (Hahn et al., 2010). El aspecto relacional del individuo, constituye el eje vertebrador de la dimensión Función Social de la calidad de vida que a su vez es una de las cuatro dimensiones que forman parte del Componente Sumario Mental.

Los resultados cuantitativos obtenidos en la dimensión Función Social evaluada a través de la cantidad y calidad de relaciones sociales, refleja claramente la afectación del dolor crónico a la vida relacional del individuo, de forma más significativa para las mujeres respecto de los hombres. Estos resultados se complementan con los resultados cualitativos presentados en el apartado VII.2 dedicado al dolor y las relaciones sociales entre cuyos resultados destaca que la limitación física secundaria al dolor, las repercusiones en el entorno laboral, la comprensión social por parte del otro, y la afectación del dolor al estado emocional,

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son algunas de las razones que explican la disminución en la participación en actividades sociales así como en el mantenimiento de las relaciones sociales.

A pesar de la complejidad y tal como algunos autores han señalado, futuras investigaciones podrían avanzar en el conocimiento de esas interrelaciones con el objetivo final de, aún en presencia de dolor, mejorar la calidad de vida.

Una vez expuestos los resultados obtenidos en relación a la calidad de vida, se presentan en el capítulo siguiente los concernientes a las redes personales de apoyo social.

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