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“Sociedad Informacional”

2.3. Teleautopistas y desarrollo local

2.5.1. Teletrabajo y género

Habitualmente, el teletrabajo es mostrado como una opción muy atractiva para las mujeres, ya que tradicionalmente son ellas las que, a pesar de ejercer trabajos remunerados, siguen asumiendo y realizando las responsabilidades doméstico-familiares, en comparación con los hombres (Tingey, 1996;

Degenova, y Rice, 2002; Padavic y Reskin, 2002).

Ya en 1982, uno de los primeros estudios, realizado en el Reino Unido por Ursula Huws, llegaba a la conclusión de que el “trabajo a distancia a domicilio”

(TDD) parecía reservado a las mujeres (Huws, 1982). Años más tarde, ella misma nos muestra (tabla 2.1.) cómo, en la mayoría de países de Europa, aquellos sectores con más posibilidades de implantar el teletrabajo son a la vez sectores que tradicionalmente han dado trabajo de forma mayoritaria a mujeres50.

50 A pesar de ello, estadísticas más recientes muestran que si bien el número de teletrabajadoras ha ido aumentando paulatinamente, la mayoría continua siendo hombres. (Huws, 2000).

Tabla 2.1. Implicaciones en el teletrabajo por sectores (% según sexo)

Secretariado, administración, Introducción de datos 100% mujeres

consultoría y proyectos 85% hombres

educación y formación 60% mujeres

ventas y marketing 65% hombres

servicios financieros 98% hombres

investigación y periodismo 65% mujeres

traducción y grafismo 65% mujeres

Fuente: elaboración propia a partir de Huws, 1996

Numerosos trabajos (Tremosa, 1986; Escario, & Alberdi, 1987; Van der Veker &

Hernández, 1989; De Cloet, 1995; Phizacklea, 1995; Baylina, 1996) han analizado en profundidad las particularidades del trabajo a domicilio de las mujeres en nuestra sociedad actual y el impacto de las nuevas tecnologías en la formación y el trabajo de ese sector de la población. En el ámbito del teletrabajo las diferencias de género se manifiestan incluso en la diferente percepción social que del teletrabajador y la teletrabajadora se tiene (Mokhtarian et al., 1996).

A pesar de que es típico representar el teletrabajo mediante una imagen no sexista, presentando un hombre trabajando ante un ordenador y al cuidado de un bebé, lo cierto es que se suele asociar el teletrabajador hombre con un profesional altamente cualificado, quien a pesar de trabajar en su domicilio, dispone de un espacio adaptado para su despacho y mantiene numerosas reuniones y contactos de trabajo en cualquier parte del mundo. Por el contrario, cuando se habla de una teletrabajadora, se nos suele mostrar su doble jornada laboral, dedicada 24 horas a su trabajo, sus tareas domésticas y reproductivas,

trabajando en un rincón de la sala de estar y con graves problemas de aislamiento.

Si bien estas imágenes son ciertamente caricaturizadas, muestran cómo el trabajo a distancia, al igual que el conjunto de los procesos sociales, afectan de manera diferenciada a hombres y mujeres, grupos con intereses distintos y a menudo contradictorios.

Parte de estos peligros, como el caso del doble aislamiento, surgen de manera recurrente en los análisis que abordan el teletrabajo desde una perspectiva de género, dada la tradicional tendencia a recluir a las mujeres en la esfera doméstico-familiar. A pesar de la razonable preocupación, el carácter particular del teletrabajo, respecto al uso de las TICs, hace que en muchos casos, las propias mujeres, no consideren este posible riesgo como un gran inconveniente, realida que como veremos en el capítulo 5, exige ser analizada más detalladamente. De este modo, en el análisis concreto del teletrabajo, el enfoque de género es un elemento de fondo que explica algunos factores diferenciales a la hora de elegir y aplicar el teletrabajo. Para desarrollar dicho enfoque es conveniente comenzar caracterizando al colectivo de mujeres que han elegido el teletrabajo como opción laboral.

2.5.1.1. El colectivo de mujeres teletrabajadoras

En general, las experiencias existentes (Elizondo, 1999; Blanco, 2000) muestran que se trata de un colectivo diverso tanto en sectores como a nivel de formación.

Existe por un lado un grupo de teletrabajadoras con un nivel de formación

medio/alto, donde un número reducido de ellas vende directamente sus servicios como teletrabajadoras independientes en sectores punteros, de creación de programas de informática, proyectos multimedia, creación literaria, periodistas, etc. Otro sector (esta vez más numeroso) realiza trabajos a la “pieza”51 para diversos clientes y empresas, como traducciones, concepción de proyectos, trabajos para periódicos y revistas, etc., y una mayoría (menos cualificada) se concentra en los trabajo de oficina o telesecretariado: gestión de agendas, mensajes, reserva de plazas turísticas, los cuales en ciertas ocasiones son realizados desde telecentros con infraestructuras compartidas.

Al lado de los trabajos cualificados relativamente numerosos, el telesecretariado ilustra claramente cómo las nuevas técnicas de trabajo pueden continuar perpetuando formas organizativas tradicionales: las TICs pueden ciertamente crear formas poco valorizadas de trabajo a domicilio, dirigidas a una mano de obra siempre disponible. El teletrabajo de oficina crea una figura de teletrabajadora que recuerda a la del trabajo a domicilio tradicional del sector textil (ver Baylina, M. 1996), con las mismas deficiencias a nivel laboral y de articulación de esfera pública y privada, a las que se unen aspectos específicos de la utilización de las TICs (Haicault, 1998).

A la vista de esta variedad de colectivos, es fácil imaginar que los factores que afectan a la decisión de teletrabajar, no pueden ser analizados de forma independiente al género, pero tampoco se pueden desligar de los aspectos sociales y de nivel de formación. En vista de ello, a continuación pasamos a

51Término original habitual en francés “à la pige”, con el derivado “pigiste”, que denomina aquellos trabajos que se realizan a demanda o en base a encargos por unidad.

analizar algunas de las motivaciones de mayor relevancia para el colectivo de teletrabajadoras.

2.5.1.2. ¿Por qué las mujeres trabajan a domicilio?

Las motivaciones que llevan a una persona a considerar el teletrabajo como una posibilidad laboral interesante se ven priorizadas de manera diferenciada según el género. Así, si bien la presencia de hijos en la familia es un elemento importante, tanto para hombres como para mujeres, en el caso de éstas se convierte en una de las principales razones que lleva a la elección del teletrabajo. Los hijos y el deseo de compatibilizar la vida familiar y la profesional marcan de manera prioritaria la organización laboral. Por un lado muchas mujeres aceptan un trabajo a tiempo parcial para poder conciliar la familia y el trabajo remunerado, mientras que otras desean un trabajo flexible como sistema para poder trabajar a tiempo completo. A pesar de todo, esta decisión es difícil de realizar si no existen otros ingresos que puedan ayudar al mantenimiento del hogar y que casi siempre ralentiza la carrera profesional.

Tradicionalmente los estudios de género han prestado atención al análisis del teletrabajo y como éste puede convertirse en un medio para encontrar el equilibrio entre ambas esferas, pero muy pocos analizan las consecuencias que esta organización laboral en la unidad familiar y en las mujeres (De Cloet, 2000;

De Luís, & Martínez, et al. 2004), y mucho menos las consecuencias que la integración de las TICs en el ámbito doméstico desde una perspectiva de género (Habib & Conford, 2002). Según autoras como Mokhtarian y Bagley (1996), el impacto que el teletrabajo pueda tener en ámbito familiar y de las personas que

lo realicen depende precisamente de las motivaciones y de las actitudes de éstas últimas, principalmente en el caso de las mujeres.

Así, es importante señalar la tradicional dinámica de doble jornada en la vida de las mujeres. Para las madres de familia, los problemas de atención a los hijos, incluso trabajando en casa, continúan siendo un verdadero problema. La necesidad de separar de una manera eficaz, espacio y tiempo de trabajo, del dedicado a la familia y al hogar crea en muchos casos la necesidad de buscar las mismas soluciones que para las mujeres que trabajan en el exterior.

El teletrabajo parece constituir una alternativa para las mujeres de combinar de manera más confortable la posibilidad de trabajar y tener una vida profesional activa con la esfera doméstico-familiar, pero constituye únicamente una solución parcial al verdadero problema de la división de las mujeres en dos esferas diferenciadas: profesional y reproductiva. A pesar de todo, el riesgo que existe de encontrarse de nuevo recluidas en el hogar, reforzando su rol doméstico, lejos de las posibilidades de desarrollo personal que proporciona el ámbito profesional exterior, hace que algunas mujeres sean reacias a adoptar esta opción. (Hochschild, 1997).

Desde otra perspectiva, estudios como el de Dumas (1985), defienden que el teletrabajo constituye una etapa en los ciclos vitales de las mujeres. Así, según las diferentes épocas de la vida (ciclos de salud, familiares, experiencias de trabajo) las mujeres muestran un comportamiento diferenciado en relación a la vida profesional, y el teletrabajo puede suponer una solución transitoria o incluso definitiva según los casos.

Para la mayoría de teletrabajadoras, madres de familia, el teletrabajo es iniciado, planificado y vivido como una etapa. Para ellas, el ciclo de maternidad no es vivido como un momento que ha penalizado su carrera profesional, sino más bien como un privilegio del que ellas no se quieren privar, y para el cual han buscado una solución más o menos adaptada a sus deseos. La visión que las mujeres tienen del trabajo cambia a partir de esta decisión, dejando de ser como una línea recta, y se abren a nuevos horizontes donde la autonomía y la creatividad toman un papel preponderante. Un punto importante que lo demuestra es su decisión, en la mayoría de casos, de no regresar a un trabajo tradicional con horarios predeterminados, considerando su experiencia en teletrabajo como un trampolín hacia nuevas formas de planificación de su carrera profesional (creación de pequeñas empresas, despachos, microproyectos, etc.).

Por otro lado, en los casos en que la maternidad sí supone una ruptura en la carrera profesional, el teletrabajo puede constituir una vía de reincorporación. La flexibilidad en las condiciones de trabajo, sobre todo en cuanto a horarios, jornadas, etc. puede facilitar dicha incorporación al permitir que ésta pueda realizarse de forma escalonada y no de forma inmediata y total. A este respecto, las TICs pueden ayudar también a la necesaria actualización y reciclaje que este colectivo puede necesitar para su nueva incorporación.

De esta forma, el teletrabajo y las TICs podrían ayudar a dar respuesta a la cuestión que Escario y Alberdi ya se planteaban en 1987: “Otra vía que habría que plantearse es cómo reincorporar a las mujeres que han hecho unos estudios, han trabajado, y al casarse y tener hijos, voluntariamente o de modo

forzoso se ha dedicado a su casa y, al cabo de unos años, se encuentran con los hijos mayores, la casa organizada y nada que hacer.” (Escario & Alberdi.

1987).

A pesar de todo, existe el riesgo de conflicto creciente, en el caso del teletrabajo, entre el empleo y la familia, que si bien se puede dar en el caso de cualquier teletrabajador (ya sea hombre o mujer), se produce principalmente en el caso de las mujeres52, las cuales tienen mayores dificultades a la hora de hacer entender a la familia que trabajan en casa y que no pueden atender a los quehaceres domésticos en su tiempo de trabajo. Así, a menudo, la permanencia en casa supone una repartición desequilibrada del trabajo en el interior y el exterior de la esfera doméstico-familiar.

Felstead y Jewson (2000) indican que numerosas mujeres todavía hoy en día se encuentran con la realidad de asumir una gran parte de los trabajos domésticos.

Si bien se trata de una situación, desafortunadamente, muy generalizada53, en cualquier situación de trabajo, el teletrabajo puede contribuir a acentuar el desequilibrio, sin ser necesariamente la principal causa de la repartición desigual de tareas reproductivas.

Otra motivación propia de las mujeres trabajadoras, que podría ser considerada como un rasgo de género, es que para muchas profesionales, resulta difícil

52 Felstead y Jewson (2000) señalan que el acceso al tiempo y al espacio en la casa pueden ser el objeto de negociaciones y ajustes más difíciles y reiterados en el caso de las mujeres.

53 Ver Tremblay, y Villeneuve, 1998a y 1998b; Tremblay, y Vaillancourt-Laflamme, 2000;

Tremblay, y Amherdt, 2000.

soportar la presión ejercida por los superiores, las posibilidades excesivamente restringidas de autodesarrollar su carrera profesional, y sobre todo tener que dar cuentas a un superior.

De este modo el teletrabajo se nos presenta, no únicamente como una alternativa para mujeres con cargas familiares, sino que representaría una oportunidad de carrera para mujeres que buscan la posibilidad de organizar y controlar ellas mismas su trabajo. Se trata de una experiencia con múltiples facetas, donde las ventajas pueden encontrase a nivel del trabajo en si mismo, la posibilidad de autogestionar el tiempo, el ritmo y el tipo de trabajo a realizar;

convertirse en el propio jefe, ser independientes y controlar la producción del producto de principio a fin; la reducción de tiempo de transporte, de estrés, de poder mantener una atención continuada sobre los hijos/as, etc.

A pesar de esta visión relativamente optimista, la mayor parte de teletrabajadoras son conscientes de la inseguridad que supone su decisión y su

“novedosa” situación. Como ya exponía un estudio noruego en 198354 (Isis, 1983), el teletrabajo supone un conjunto complejo de elementos, tanto profesionales como personales, nuevos que es necesario saber organizar y gestionar para no caer en la propia trampa.

Por último, y por lo que se refiere a los colectivos de trabajadoras menos cualificadas, la opción del teletrabajo también responde a motivaciones que van

54 Este estudio, centrado en el teletrabajo surgido en Suecia y países occidentales, considera que en general se realiza una considerable inversión en equipamiento y requiere abundante trabajo de subcontratación. Lo que significa que no pueden permitirse ser selectivas y, por tanto, carecen de la flexibilidad asociada al trabajo a domicilio. Se caracterizan por realizar largas jornadas laborales y el ejercicio de un trabajo competitivo e individualista que no deja tiempo para la vida social.

más allá de la flexibilidad de horarios y compatibilidad de tareas doméstico-familiares. Así, a pesar de que para Vandercammen (1996) y Felstead y Jewson (2000), el teletrabajo no mejora el contenido del trabajo a realizar, la mayoría de las teletrabajadoras considera que en el caso de trabajos de menor cualificación, las tareas monótonas y poco valorizantes suelen ser más llevaderas y soportables en teletrabajo.

El peligro reside en que para este tipo de tareas, las empresas consideran el teletrabajo como una opción para conseguir y retener mano de obra, femenina principalmente, que de otra manera no estaría dispuesta a realizar ese tipo de tareas monótonas y rutinarias, fomentando el retorno de la mujer al entorno doméstico simplemente porque hace el trabajo más llevadero, y sin mejorar las condiciones laborales.