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Una aproximación metodológica, desde la arqueología

4.1 E L ESTUDIO DE LOS FITOLITOS

El estudio de los fitolitos en sedimentos presenta una problemática específica que de debe ser abordada en profundidad y en toda su complejidad, a nivel teórico, metodológico y práctico, de cara a justificar el uso que haremos de estos microrestos biológicos, como indicadores ecológicos y sociales, desde la arqueología (Albert y Portillo, 2014; Ryan, 2014;

Rashid et al., 2019).

En las siguientes páginas describiremos, sintéticamente, qué son los fitolitos, porqué se pueden encontrar en los sedimentos y cómo abordaremos desde la arqueología su estudio en esta tesis.

El estudio de los fitolitos comienza a dotarse de una metodología sistemática de análisis y de caracterización morfológica en los años 70 y 80, del sigo XX (Twiss et al., 1969, Powers-Jones et al., 1987; Pearsal 1989). Desde entonces, comienza a verse como una herramienta útil para la reconstrucción de actividades productivas y de cambios en el paisaje, en una doble aplicación científica: arqueológica y paleoambiental (Powers-Jones et al., 1987;

Piperno, 1988 y 2006; Pearsal y Piperno, 1993). Será entonces cuando comience a apreciarse su potencialidad tanto en arqueología, para la reconstrucción de diferentes actividades productivas como la agricultura o la ganadería, la paleodieta, o la gestión de las

162 plantas (Zurro, 2006; Ryan, 2014; Albert y Portillo, 2014; Rashid et al., 2019); como en paleoecología, como herramienta de aproximación para la reconstrucción paleoambiental, de paleopaisajes y paleoclimas (Carnelli, 2002; Delhon et al., 2003; Bremond, 2004; Piperno, 2006; Strömberg et al., 2018). A partir del nuevo siglo la disciplina experimentará un creciente interés en el ámbito académico (Hart, 2016), gracias al desarrollo de nuevas líneas de investigación científica, como la morfometría (Ball et al., 2016) o la tafonomía (Albert et al., 2006; Cabanes et al., 2011; Madella y Lancelotti, 2012), así como un primer sistema de clasificación universal sistemático de morfotipos de fitolitos, denominado Internation Code for Phytolith Nomenclature (ICPN 1.0 y ICPN 2.0) (Madella et al., 2005; ICPN 2.0., Neumann et al., 2019). De modo que los análisis de fitolitos han sido empleados en las últimas décadas en diferentes programas de investigación, ya sea específicamente arqueológicos (Albert, 2000; Weisskopf, 2010; Zurro 2010), como explícitamente paleoecológicos (Carnelli, 2002;

Delhon et al., 2003; Cordova, 2013; Ball et al., 2016a; Gao et al., 2018), así como en estudios sobre los propios fitolitos, a nivel morfológico (Honaine et al., 2009; Jattisha y Sabui, 2012;

Novello y Barboni, 2015; Stevanato et al., 2019).

Para un mayor detalle sobre la historiografía de los estudios sobre fitolitos y su desarrollo como herramienta científica, se pueden consultar las siguientes fuentes (Twiss et al., 1969;

Piperno, 1988 y 2006; Rapp y Hill, 1992; Pearsal y Piperno, 1993; Rosen, 1994; Albert y Weiner, 2001; Albert et al., 2003; 2006 y 2018; Zurro, 2006; Madella y Zurro, 2007; Albert y Cabanes, 2008; Barboni y Bremond, 2009; Katz et al., 2010; Strömberg y McInerney, 2011;

Madella y Lancelotti, 2012; Madella et al., 2013; Albert y Portillo, 2014; Cabanes y Shahack-Gross, 2015; An et al., 2015; Ball et al., 2016a y 2016b; Strömber et al., 2018; Gao et al., 2018c; Rashid et al., 2019; ICPN 2.0., Neumann et al., 2019).

Gracias a la correlación existente entre los conjuntos de fitolitos presentes en los suelos y el paisaje vegetal que los produce (Piperno 1988, Pearsal 1989), desde el principio de la disciplina se observó la potencialidad de este indicador para analizar los procesos de antropización del entorno y la transformación de las plantas por la acción humana (Albert y Portillo 2014; Rashid et al., 2019). Sin embargo, los programas científicos y metodológicos capaces de integrar ambos puntos de vista o enfoques en la investigación, el arqueológico y el paleoambiental, realmente escasean en Europa occidental (Delhon et al., 2009), aunque sí están siendo desarrollados en otras regiones (Albert et al., 2018, Esteban et al., 2017b;

Gao et al., 2018c).

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4.2 F ITOLITOS

Formación y definición

Los fitolitos son microrestos de sílice formados en las plantas. Su tamaño puede oscilar entre 2000 - 2 μm (Piperno, 20006; Strömberg et al., 2018).

Las plantas en vida absorben la sílice (Si) del suelo en forma de ácido monosilícico (H4O4Si), así como otros minerales presentes en el suelo, junto con el agua. Este acido monosilícico se deposta en diferentes partes de la planta, principalmente en el tejido epidérmico. A medida que la celula muere, la sílice pasa a rellenar esta celula/s a medida que estas mueren, en forma de dióxido de sílice (SiO2), parcialmente hidratado. Mediante un proceso de polimeración la sílice primero se gelatiniza, que es cuando adopta la morfología de las células y/o estructura celular y finalmente se silicifica. Dependiendo de las condiciones, esta silicificación puede tener lugar en toda la celula, en las paredes celulares, los espacios intercelulares o silicificar toda una estructura celular compuesta por diferentes celulares.

El producto final de estas células o estructuras celulares silicificadas es lo que se conoce como fitolitos (Pearsal y Pinerno, 1993).

Todas las plantas, en condiciones normales, pueden absorber ácido monosilícico (H4O4Si) del suelo y silicificar parte de sus células, aunque la cantidad de fitolitos que producen no es en ningún caso una constante, ya que puede depender no sólo de la variabilidad taxonómica de cada especie vegetal, sino también de las condiciones ambientales, como el tipo de suelo y la cantidad de sílice disponible, el estrés hídrico o térmico, u otras variables (Piperno, 2006; Zurro, 2006; Strömberg et al., 2018).

La silice que absorbe la planta también se deposita en los espacios intercelulares, generándose formas atípicas, no morfotípicas de restos de sílice. Estas mineralizaciones habitualmente no aportan información taxonómica sobre las plantas, ya que son irregulares y parciales, y no permiten identificar las partes anatómicas donde se formaron. De modo que podríamos considerarlas “ruido de fondo” en los conjuntos de fitolitos fósiles o sedimentarios, por lo que no siempre son contabilizadas o cuantificadas (Zurro, 2006;

Rashid et al., 2019). Sin embargo, nosotros si hemos contabilizado todos aquellos

164 micorrestos de sílice susceptibles de haber formados en las plantas en tanto que en las muestras sedimentarias estudiadas habitualmente los fitolitos aparecen alterados, fracturados, erosionados o en un estado de disolución parcial. Por tanto, hemos contabilizado este tipo de los micorrestos como indeterminados. No obstante, los fitolitos indeterminados no han sido incluídos en el análisis morfológico, pero su número se ha utilizado a efectos de estimar la concentración de fitolitos por gramo de sedimento y el índice de alteración tafonómica y disolución de cada muestra.