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CAPÍTULO I. EL CAPITAL SOCIAL COMO MARCO ANALÍTICO DEL MUTUALISMO

1.2. La importancia de las redes

En cuanto a sus representaciones, el capital social tiene dos componentes: el cognitivo, basado en un conjunto de valores como la confianza, la solidaridad y la reciprocidad, así como en las actitudes que fomentan el respeto hacia las normas sociales; y el estructural (o estructuralista), que es la forma de expresión del primero y que se plasma en las estructuras organizacionales (redes sociales), prácticas de acción colectiva y responsabilidad y procesos de toma de decisiones conjuntas (Krishna & Shrader, 1999; 9).

Las redes sociales consisten en conjuntos finitos de actores, denominados nodos, unidos mediante unos determinados vínculos. Los actores se definen por sus atributos, que en el caso de tratarse de individuos pueden ser características como la edad, el sexo o el estatus social, aunque aquéllos no tienen que ser necesariamente personas, pueden ser países, empresas, o entidades de todo tipo. Tanto los nodos como los vínculos entre ellos dependen del objeto de investigación (Paniagua, 2012; 15). Si nos centramos en los individuos, las relaciones pueden ser de amistad, profesionales-comerciales o debidas a la proximidad geográfica, por mencionar las más habituales.

Las redes pueden ser formales e informales. Las primeras están compuestas por asociaciones organizadas, con una jerarquía establecida, estatutos, normativas aceptadas y respetadas y actividades regulares. Las informales, en cambio, se basan en relaciones de parentesco o amistosas, encuentros sociales espontáneos para disfrutar de algún tipo de evento o, simplemente, de la mutua compañía. Aunque ambas formas constituyen redes en las que pueden generarse reciprocidad y confianza, por motivos prácticos, como la

16 existencia de registros e información documental, es el capital social formal el que mejor se presta a un análisis sobre sus tendencias en el largo plazo (Putnam, 2003).

Hay diferentes tipos de recursos a los que se puede acceder a través de una red, tales como: información y consejo, soporte emocional, soporte financiero o soporte material (intercambio de favores) (Burt, 2000; Scrivens & Smith, 2013). Al ser las redes sociales componentes del capital social, debe tenerse especial cuidado en diferenciar sus características y sus posibles efectos, ya que la estructura de las interacciones sociales determina las oportunidades y limitaciones del acceso a los recursos (Woolcock & Narayan, 2000; Sabatini, 2006; Schneider, 2004).

Krishna & Shrader (1999) se preguntan qué tipos de redes se asocian con la confianza social y con las normas que promueven la cooperación y el beneficio mutuo, y si deben agregarse todas para medir el capital social o deben excluirse algunas. Citan el caso del ku klux klan, una asociación que actualmente colabora en tareas comunitarias como la limpieza de carreteras, pero que por otro lado se asocia con evidentes externalidades negativas. Frente al capital social (positivo) al que se ha hecho referencia hasta ahora y cuyos efectos son beneficiosos, existe el capital social negativo, que se produce cuando como resultado de las interacciones sociales se generan efectos perjudiciales, ya sea para los miembros del colectivo o para los que no pertenecen a éste. El acceso restringido a las oportunidades, las restricciones a la libertad individual a través de la presión social o la exclusión de los outsiders figuran entre los efectos negativos del capital social. Las organizaciones criminales o la corrupción generalizada a través de relaciones clientelares serían casos paradigmáticos (Portes, 1998). De este modo, la existencia de capital social entre los miembros de una organización no garantiza que el resultado final sea el bien común8. Para evaluar la contribución al capital social de un grupo es necesario disponer de información sobre las actividades, los propósitos y los valores de sus miembros. Que una red en concreto mejore el capital social depende de sus normas de cooperación y del grado de confianza social en todo tiempo y situación, pero éstas pueden variar y lo que es capital social positivo en un contexto puede tener efectos antisociales en otro.

En cuanto a su estructura, las redes pueden tipificarse como horizontales o verticales. Las primeras se caracterizan por la igualdad entre sus miembros en cuanto a estatus y poder y las segundas por las relaciones asimétricas, basadas en la jerarquía y en la dependencia.

8 Un ejemplo paradigmático es el estudiado por Satyanath et al (2013), que vinculan el capital social en la República de Weimar con el surgimiento del partido nazi, que supo incrustarse en las redes existentes y aprovecharlas en beneficio propio.

17 Para Putnam et al (2011) las redes horizontales implican obligaciones mutuas, por lo que son especialmente adecuadas para generar reciprocidad, mientras que las verticales generarían clientelismo y corrupción. Para Dowla (2006), en cambio, la jerarquía propia de las redes verticales facilita la toma de decisiones y el acceso a los recursos internos y resuelve problemas de acción colectiva.

Cuando se combinan las diferencias entre jerarquías y acceso a los recursos con la fuerza (o intensidad) de las relaciones resulta útil distinguir entre los tipos de relación llamados bonding, bridging y linking (Putnam, 2003; Lozares et al, 2011). El capital social tipo bonding (unión) se refiere a las relaciones horizontales en el interior de un grupo o comunidad que generan redes entre similares, lazos fuertes y sentido de la comunidad que pueden provenir de intereses e identidades compartidas. El de tipo bridging (puente) se refiere a relaciones entre distintos grupos o comunidades basadas en vínculos débiles entre individuos de colectivos diferentes (relaciones hacia fuera horizontales entre personas de distinta edad, grupo étnico, clase social, etc.). Por último, el de tipo linking (escalera) se basa en relaciones externas entre diferentes partes de la jerarquía de poder dentro de un espacio físico, que pueden referirse a contactos entre organizaciones comunitarias y el Gobierno o un agente financiador y que se consideran capital social ampliado (relaciones hacia fuera verticales).

Los sistemas cerrados (bonding) conducen a recursos limitados, pero los vínculos fuertes que promueven son más propicios para la generación de normas comunes, confianza y apoyo mutuo. Según Woolcock & Narayan (2000) los individuos pobres dispondrían mayoritariamente de capital social de unión o bonding mientras que los que no son pobres disfrutarían de un capital social más difuso y extensivo entre grupos diferentes (bridging).

La idea central es que las personas con más recursos profesionales, económicos o sociales tienen una mayor capacidad para mantener contactos dispersos y poco transitivos en sus redes personales. Al contrario, las personas más desfavorecidas tendrían una mayor dependencia de sus contactos más cercanos. Debemos tener en cuenta que las redes bonding también pueden presentar desventajas. Los lazos fuertes intracomunitarios pueden otorgar a las familias y a la comunidad un sentido de identidad y propósito comunes, pero, a falta de lazos intercomunitarios, pueden satisfacer intereses sectarios o personales. De este modo, la existencia de capital social tipo bonding, a pesar de sus potenciales efectos positivos, es compatible con la presencia de pobreza, corrupción y conflictividad (Granovetter, 1973, 1983). Los sistemas con relaciones externas (bridging y linking) tienen más éxito en la satisfacción de las necesidades de sus miembros y los

18 vínculos débiles que los caracterizan son fundamentales para los flujos de información, facilitan los cambios de normas del propio grupo y la competición-colaboración con otros grupos (Granovetter, 1973; García-Valdecasas, 2011; Lozares et al, 2011). Las redes heterogéneas (en lo socioeconómico o lo étnico) parecen más vinculadas con el capital social que las homogéneas, aunque el debate continúa abierto. Los grupos con una gran diversidad interna crean más confianza en sociedades homogéneas como la alemana o la sueca mientras que en Estados Unidos, país con mayor diversidad cultural y racial, funcionan mejor los grupos homogéneos (Fieldhouse & Cutts, 2010).

Los tres tipos de relación implican reciprocidad y confianza, y de cuál de ellos prevalezca en una red concreta dependerá el tipo de recursos disponibles en la misma. Como en el caso de las redes horizontales y verticales, puede decirse que los casos extremos en una u otra forma de capital social no son los más comunes, por lo que debe atenderse al tipo de relación que predomine en las redes objeto de estudio. Las interacciones de los tipos bridging/linking representan importantes oportunidades para los intermediarios entre las distintas redes, los cuales pueden alcanzar poder político o económico al posibilitar la conexión intergrupal. (García-Valdecasas, 2011; Lozares et al, 2011).

En la tabla 1.1 se detallan las propiedades, las características y los indicadores recomendados de los diferentes tipos de redes desde el enfoque meso, centrado en los recursos accesibles a través de aquéllas. La unidad de análisis no son los individuos, sino más específicamente las relaciones entre ellos. La información ha sido recopilada a través de la Policy Research Initiative9, una organización dependiente del Gobierno canadiense que realiza proyectos de investigación en áreas sociales, y que fomenta el uso del capital social como instrumento de las políticas públicas.

9 http://www.policy.ca/policy-directory/Detailed/Policy-Research-Initiative-303.html

19 en sí misma y los recursos que circularán por ella serán más homogéneos. día a día, útiles para poner en marcha proyectos arriesgados, que requieren mutua confianza.

Fuente: elaboración propia a partir de Franke (2005; 46)

20 La tabla anterior resulta útil para apreciar las aparentes contradicciones dentro del capital social, en función del enfoque utilizado. Las redes presentan factores estructurales como: el tamaño (número de personas que las integran); la densidad (interconexiones entre sus miembros); y la diversidad (heterogeneidad en el estatus socioeconómico de sus miembros). Considerando únicamente el tamaño, cuanto mayor sea una red, mayor posibilidad de acceso a los recursos existirá (enfoque meso del capital social). No obstante, y como se verá, en las instituciones de acción colectiva y específicamente en el caso de las sociedades de socorro mutuo, un tamaño reducido facilita la gestión de la acción colectiva (enfoque expansionista del capital social), a través de la existencia de una mayor confianza y de mecanismos de supervisión más eficaces. Por lo tanto, lo que se considera una mejora del capital social en términos generales mediante el crecimiento de una red determinada, puede ser negativo de cara a afrontar problemas de acción colectiva. En cuanto a la heterogeneidad, cabe resaltar que las relaciones tipo linking, aunque favorecen el acceso a los recursos, pueden generar clientelismo debido a su estructura vertical. Los aspectos relacionales, como la frecuencia (número y duración de los contactos dentro de una red); la intensidad (fuerza de las relaciones); y la proximidad espacial (contactos cercanos y regulares) de los miembros de la red, son todos ellos factores que tienen una correlación positiva con el capital social, y que condicionan la capacidad de una red para satisfacer las necesidades de sus integrantes a través de las dinámicas generadas.