• Aucun résultat trouvé

Evolución del mutualismo durante el primer tercio del siglo XX

CAPÍTULO II. EL MUTUALISMO DE TRABAJADORES EN ESPAÑA, FUNCIONES,

2.3. Evolución del mutualismo durante el primer tercio del siglo XX

Como en el caso de las cooperativas y de los sindicatos, la difusión del mutualismo varió mucho a escala nacional, dependiendo del desarrollo industrial y de la legislación social de cada país58. En Gran Bretaña y Francia fue muy acentuado, llegando a integrar en 1920 a 7,2 y 4,3 millones de asegurados respectivamente, es decir, en torno al 37,3% y al 19,8%

de la población activa (Vilar, 2010; 92). En España, los 303.640 mutualistas estaban por debajo del 2,4% (INP, 1927; 94).

Las estadísticas oficiales españolas son escasas, fragmentadas e inconexas. Están basadas mayoritariamente en la información de los registros de los Gobiernos Civiles provinciales y en censos realizados por el Instituto de Reformas Sociales (Maza, 1997). Los cambios de criterio en la clasificación de las sociedades, las limitaciones técnicas (escasa práctica estadística) y la ocultación de información, fruto de la desconfianza de las asociaciones obreras hacia unas autoridades que frecuentemente las reprimían, son algunos de los problemas que imposibilitaban forjar una imagen fiel tanto del asociacionismo obrero en general como del mutualismo en particular59, aunque posiblemente el factor más relevante a la hora de explicar la falta de estadísticas sea la indiferencia de las administraciones hacia el mutualismo. En una publicación realizada por el Instituto Nacional de Previsión en 1927 para la Conferencia Internacional de Trabajo de Ginebra, se reconocía que “el régimen del seguro social libre en España está sometido a una intervención, que, para casi todas las finalidades, es meramente de policía (es decir, encaminada a proteger al público contra los abusos o fraudes). De ahí que las estadísticas oficiales relativas a las SSM falten casi en absoluto” (INP, 1927; 79). Entre las estadísticas disponibles destacan la de 1887, muy incompleta, y las realizadas por el Instituto de Reformas Sociales en 190460 y en 191661 que, aunque no mantienen una metodología homogénea, aportan una información muy valiosa sobre el asociacionismo popular de esos

58 Para una introducción sobre el mutualismo a nivel internacional, ver: Solà (2003). Dos obras colectivas relevantes en la bibliografía son: Harris & Bridgen (Eds.) (2007) y Van der Linden (Ed) (1996). Para el caso español existen un gran número de trabajos, entre los que destacan el pionero de Ralle (1984), las obras colectivas de Castillo (Ed.) (1994) y Castillo & Ruzafa (Eds.) (2009). Dos artículos que glosan el nivel actual de conocimientos sobre las mutualidades de trabajadores son: Pons & Vilar (2011) y Vilar (2010). Dos revisiones historiográficas en: Castillo (2014) y Maza (1997).

59 Para una revisión de las diferentes estadísticas ver Maza (1997), Coll & Carmona (1992) y Guereña (1989).

60 Instituto de Reformas Sociales (IRS), Estadística de la asociación obrera en 1º de noviembre de 1904, Boletín IRS nº 34, abril 1907, y Estadística de las instituciones de ahorro, cooperación y previsión en 1º de noviembre de 1904, Boletín IRS nº 47, mayo 1908.

61 IRS, Estadística de asociaciones. Censo electoral de asociaciones profesionales para la renovación de la parte electiva del Instituto y de las Juntas de Reformas Sociales y relación de las instituciones de ahorro, cooperación y previsión en 30 de junio de 1916, Madrid, 1917.

65 años62. Castillo (1994) manifiesta que las cifras oficiales están infravaloradas, y ofrece, basándose en estudios a escala regional o local, una estimación de la auténtica escala del asociacionismo mutualista, como se puede ver en la tabla 2.4.

Tabla 2.4.

Número de SSM en España según estadísticas oficiales y estimaciones, años 1887, 1904 y 1916

Año Cifras oficiales Cifras estimadas

1887 664 1.200

1904 1.691 3.000

1916 4.517 5.200

Fuente: Castillo, 1994, 18

En las estadísticas sobre el año 1904 se contabilizan un total de 1.691 SSM, con 351.629 asociados a nivel nacional, constituyendo el segundo tipo de asociación obrera con un 24%

del total, frente al 49% de las sociedades de resistencia63. Respecto a la antigüedad, de las sociedades mutualistas se aprecia un crecimiento exponencial durante el siglo XIX. Frente a las siete sociedades fundadas hasta el siglo XVII y las trece en el XVIII, en el XIX se fundan un total de 1.107 (27 en el primer tercio, 136 en el segundo y 944 en el último), y 557 en los cuatro primeros años del siglo XX. Respecto al tamaño, el 40,3% de las SSM tenía 100 asociados o menos, el 57,4% tenía entre 100 y 1.000 asociados y el 1,7% más de 1.000 asociados64. En cuanto a la distribución geográfica, como puede verse en la tabla 2.5., las provincias catalanas de Barcelona, Gerona y Tarragona ocupan un lugar predominante, junto con Baleares, Alicante, Madrid y las que configuran el País Vasco.

62 Los censos que se realizaron durante los años veinte y treinta no tienen la misma utilidad de cara a la presente investigación, debido a que prestaban atención al asociacionismo dentro de los diferentes sectores económicos en lugar de utilizar la clase social o la finalidad como criterio de clasificación.

63 Boletín del IRS nº 34, abril 1907, p. 834.

64 Boletín del IRS nº 47, mayo 1908, pp.1113-1116.

66 Tabla 2.5.

Las diez provincias españolas con mayor desarrollo del mutualismo en 1904

Posición Nº de SSM por Fuente: elaboración propia a partir de Boletín del IRS, nº 47, mayo 1908, p. 1.112

En España las estadísticas nacionales que cubren un periodo más largo son las que el Instituto Nacional de Previsión realizó sobre el periodo 1915-1925 para la Organización Internacional de Trabajo (INP, 1927). Aunque no están exentas de problemas, como reconocen sus propios autores, aportan una información valiosa sobre el mutualismo español durante esos años. En la tabla 2.6. se muestra el número total de mutualidades y de asegurados, así como la población cubierta por los diferentes riesgos en los años 1915, 1920 y 1925. En cuanto a los riesgos cubiertos, los principales son la enfermedad, la muerte y la invalidez, seguidos por la atención médica y la farmacéutica. Se aprecia un fuerte crecimiento tanto en número de sociedades como de afiliados, a pesar de lo cual la población directamente asegurada apenas alcanzaba el 1,8% del total en 1925.

67 Tabla 2.6.

Difusión mutualismo en España y población cubierta por los diferentes riesgos

1915 1920 1925 inflacionario los subsidios por asegurado en términos reales disminuyeron aproximadamente en un 50% prácticamente en todas las situaciones de riesgo. Tal como se muestra en la tabla 2.7., únicamente los gastos de asistencia médica aumentaron en términos reales.

Tabla 2.7.

Subsidios abonados por las SSM en 1915 y 1925 (Ptas. 1913)

1915 1925

68 Tras la Primera Guerra Mundial, el mutualismo vivió una intensa expansión, multiplicando por 2,5 el número de afiliaciones, pero este crecimiento debe matizarse. Una parte de los trabajadores, los que podían permitírselo dentro de sus estrategias de previsión, se afiliaron a más de una mutualidad, con el fin de obtener un subsidio mayor en caso de necesidad, ante la pérdida de poder adquisitivo de cuotas y subsidios a nivel individualizado. No se ha localizado estadística alguna sobre este fenómeno, pero debió ser lo suficientemente generalizado para que parte de las mutualidades establecieran limitaciones al respecto, prohibiendo en sus reglamentos la admisión de aspirantes que ya estuviesen afiliados en dos o más sociedades.

En cuanto al mutualismo femenino, éste cuenta con el precedente de las hermandades de mujeres del Antiguo Régimen, integradas mayoritariamente por trabajadoras en una situación económica precaria. Rumeu de Armas (1981; 339-372) contabiliza casi un centenar de hermandades en el Madrid del siglo XVIII, de las que diez eran femeninas.

Según varias ordenanzas analizadas, su funcionamiento era similar al de las masculinas, pero adaptado a las necesidades específicas de las mujeres, que incluían la maternidad y sus complicaciones (Franco, 1995; 183). Las propias asociadas dirigían estas entidades, y únicamente el cargo de secretario era ocupado siempre por un hombre. Ambas características, la inclusión de la maternidad entre las coberturas y la dirección femenina, cambiarían en los siglos XIX y XX.

Durante la industrialización, a los problemas habituales de los obreros (salarios bajos, jornadas laborales interminables, higiene deficiente, falta de previsión para casos de enfermedad, paro, vejez e invalidez) se sumaban para las mujeres obreras: la discriminación salarial; la segregación sexual del trabajo, en base al modelo man breadwinner; la menor formación (básica y profesional) y, en definitiva, la infravaloración como trabajadoras y como ciudadanas. Dicha discriminación se plasmaba en diferentes aspectos de la vida socioeconómica, como en la inhibición de los sindicatos de clase (masculinos) frente a las reivindicaciones específicas de las trabajadoras o en la integración femenina en el mutualismo contemporáneo (García, 1994; Carbonell 2009) 65. En la citada información estadística del Instituto de Reformas Sociales de 1904, únicamente consta que del total de 1.691 SSM con 351.629 socios, 40 sociedades con

65 La marginación de las mujeres, muy patente en la sociedad industrial, supuso de facto un punto de encuentro entre los intereses de los sindicatos y de los patronos, que relegó a la mujer a una doble jornada de trabajo: una parcial en las fábricas y otra completa en casa. Los patronos, por otro lado, obtenían mano de obra barata y flexible (Carbonell, 2009). Véanse Borderías (1997) y Vilar (2014).

69 7.850 socias fueron constituidas por mujeres. Disponemos de estadísticas más completas sobre la provincia de Barcelona gracias a la información recopilada por la Federación de Mutualidades de Cataluña. El mutualismo español en el contexto de la industrialización fue un fenómeno mayoritariamente masculino, y la provincia de Barcelona no fue una excepción. Esto no era debido a una escasa presencia femenina, que en el caso de las sociedades barcelonesas osciló entre el 20% y el 31% del total de asociados durante el periodo 1896-192966, sino a que las mujeres estaban subrepresentadas en los órganos de decisión, y a que el importe de sus subsidios era menor. Aún en las sociedades exclusivamente femeninas (o de señoras) los cargos de mayor responsabilidad eran ocupados por hombres, como en el caso del Montepío de Nuestra Señora de la Estrella y San Jorge, con 141 asociadas, en el que la junta directiva estaba ocupada por 17 hombres, que a cambio de su labor gestora adquirían el derecho a percibir los subsidios en dicha femeninas presentaban subsidios y cuotas de menor importe, relacionadas muy posiblemente con las menores retribuciones en el mercado de trabajo.

Tabla 2.8.

Las mutualidades barcelonesas y el género

Fuente: elaboración propia a partir de El Porvenir de la Mutualidad, nº 112, p. 10, octubre 1916, y nº 193, p. 19, julio 1929; Dfl. Maluquer (2009). * Importes en Ptas. 1913

66 Ver figura 4.8.

67 Montepío de Nuestra Señora de la Estrella y San Jorge, Estado de cuentas de 1910.

68 Las sociedades con ambos sexos contaban con 15.520 hombres y 10.241 mujeres en 1914 y 46.647 hombres y 32.157 mujeres en 1926, constituyendo éstas aproximadamente un 40% del total de los socios.

1914 1926

70 El tipo de coberturas eran muy similares a las masculinas. Muy pocas sociedades femeninas y mixtas incluían la maternidad y los riesgos vinculados a ésta (partos, abortos, convalecencia). De 306 sociedades femeninas y mixtas, sólo un 9% ofrecían un pequeño subsidio para partos, situación que a muchos defensores del mutualismo les parecía dramática (Domingo, 1918).

2.4. Tipologías de mutualismo

Entre las diferentes clasificaciones sobre mutualismo, figura la recogida por Esteban (1994;

343), basada en la composición socio-profesional de las sociedades, que ya se utilizaba en las taxonomías de la época. Según aquélla, las sociedades se dividían en obreras y populares. Las mutualidades obreras estaban compuestas por trabajadores asalariados.

Dentro de éstas había tres divisiones: las generales o territoriales, que admitían a trabajadores sin distinción en un determinado ámbito geográfico; las gremiales o de oficio, compuestas por trabajadores de una misma profesión o rama, y las de taller o empresa, que abarcaban a trabajadores de un determinado establecimiento o empresa industrial. Las mutualidades populares, en cambio, no exigían requisitos socio-profesionales específicos para pertenecer a ellas, y englobaban a asalariados de cualquier nivel, profesión u oficio, tales como artesanos, autónomos, pequeños propietarios, etc., sin descartar a capas superiores de la población, siendo por definición interclasistas (redes tipo bridging).

La clasificación utilizada por el Instituto Nacional de Previsión en el citado estudio de 1927 distinguía, según la composición y organización entre las cajas o sociedades de socorros mutuos: sindicales, constituidas por secciones o filiales de un sindicato obrero o de empleados al que se debía pertenecer como requisito de ingreso; de empresa o patronales, integradas por empresas individuales o por colectivos de empresarios respectivamente, que admitían como socios a sus empleados; profesionales o gremiales, vinculadas a un oficio o profesión; confesionales, de orientación religiosa; generales, que admitían a todos los que cumplieran unos requisitos mínimos, y un grupo sin especificar, compuesto por aquellas sociedades que no se pudieron clasificar en ninguna de las citadas tipologías con los datos disponibles (INP 1927; 80-81). En la tabla 2.9. se muestra la evolución de las citadas categorías durante el periodo 1915-1925. Se aprecia un fuerte crecimiento en todas ellas, tanto en número de entidades como de asegurados, así como el predominio de las sociedades generales durante el periodo, aunque las que experimentaron un mayor crecimiento fueron las mutualidades de empresa, que multiplicaron su número de afiliados por 2,9.

71 Tabla 2.9.

Evolución de tipologías de mutualismo en España, 1915-1925 Tipo de caja o Nota: I, número de mutuas; II, número de asegurados; II/I, nº. medio de asegurados por mutua.

Fuente: elaboración propia a partir de INP (1927; 90-96).

En el presente trabajo se combinarán dos clasificaciones ya introducidas. La primera distingue entre las sociedades entre autónomas (asimiladas a las democráticas, por lo que se mantendrá esta última denominación), creadas generalmente por iniciativa de los trabajadores y controladas por éstos, y las asistenciales, bajo la tutela o control de patrocinadores externos o socios protectores (Castillo, 1994; 3).

Las sociedades democráticas solían ser horizontales, gestionadas por sus propios miembros (beneficiarios), igualitarias y democráticas. Se caracterizaban mayoritariamente por un pequeño tamaño y un ámbito geográfico limitado, y podían englobar a trabajadores de una misma profesión o empresa, o de un mismo ámbito geográfico, con lo que el grado de heterogeneidad social variaba entre unas sociedades y otras, pero siempre manteniendo una estructura horizontal (redes bonding y bridging). Estas sociedades dependían únicamente de las cuotas que los socios o mutualistas aportaban mensualmente al fondo común mediante el que se pagaban los subsidios. Las coberturas más habituales eran la enfermedad, la invalidez y la muerte, sucesos ante los que se abonaban prestaciones temporales en metálico. La práctica totalidad de estas sociedades carecían de una base científica mínima para calcular cuotas y subsidios, por lo que económicamente todos sus asociados eran iguales, independientemente de su edad o antigüedad. También satisfacían, si económicamente podían permitírselo, necesidades de carácter cultural, lúdico y educativo, con el fin de fidelizar a los asociados y reforzar entre ellos los vínculos de confianza gracias a los contactos continuados (Vilar, 2010). Las sociedades democráticas, como ya se ha mencionado, están vinculadas con las sociedades de compromiso social e interacción horizontal (Putnam et al, 2011). Estas redes, como

69 Incluye 20.156 asegurados en mutualidades escolares.

72 resultado de los contactos frecuentes, fomentaban la confianza, la reciprocidad y facilitaban la comunicación, la cooperación y las tareas de supervisión y control. Estas características pueden interpretarse como un ciclo de intercambio en el que se entregaban, recibían y devolvían regalos, que incluían bienes, asistencia a funerales u horas de trabajo en la asociación. Este intercambio contribuía a crear lazos morales entre los incluidos en la red (Weinbren, 2006; 321). Las características de las SSM democráticas se analizarán con más detalle en el capítulo III.

Las sociedades asistenciales, por otro lado, eran aquéllas que, con una base mayoritariamente popular u obrera, fueron fomentadas o apoyadas por personalidades o colectivos de notables extraños a aquella base social (benefactores externos o socios protectores), quienes con su dinero e influencia las ayudaron a sobrevivir, añadiendo sus aportaciones a las cuotas de los socios y, en diferentes grados, las tutelaron y controlaron70 (Montero y Esteban, 1991; 459-460). Estas sociedades se caracterizaban por desarrollar relaciones asimétricas de carácter vertical, basadas en la jerarquía y la dependencia (redes clientelares). Si bien disponían generalmente de un acceso más ventajoso a recursos financieros o asistenciales, operaban en un contexto de escasa reciprocidad, caracterizado por relaciones de tipo paternalista. A las coberturas ofrecidas por las sociedades democráticas, un buen número de asistenciales podían añadir otras como pensiones por jubilación, pagos por maternidad o asistencia médica, al disponer de mayores fondos.

Se considera que las sociedades asistenciales fueron mayoritarias en la España de finales del siglo XIX y principios del XX. La excepción sería el caso catalán, que se analizará en los capítulos III y IV, en el que el tipo de mutualidad más difundido eran las sociedades democráticas (Montero & Esteban, 1991). En la tabla 2.10 se muestran las estadísticas sobre el importe de las cuotas de socios protectores y patronos para los años 1915, 1920 y 1925. Se excluyen regiones españolas tan importantes como Madrid o Cataluña, pero los datos, con sus limitaciones, muestran que la aportación de aquellos socios fue muy variable, estando la mayor parte de las regiones por debajo del 20%. Es llamativo el caso de Asturias, que mantiene un porcentaje muy alto de forma sostenida, a pesar de que el paternismo industrial de la región, vinculado con el sector minero y muy extendido a finales del siglo XIX ya estaba en declive para esos años (Sierra, 1990). Durante la Segunda

70En algunos casos los socios protectores se limitaban a realizar una mayor aportación, de forma altruista o a cambio de un mayor subsidio, pero en otros asumían un papel destacado en la toma de decisiones (Vilar, 2010).

73 República, estas aportaciones disminuirían, debido principalmente a la conflictividad social, (Vilar & Pons, 2011).

Tabla 2.10.

Porcentaje de cuotas de protectores y patronos sobre cuotas totales, 1915, 1920 y 1925

Provincias 1915 1920 1925

Álava 5,72 5,27 1,31

Andalucía Occidental 4,05 9,67 1,49

Aragón 4,45 5,58 10,77

Asturias 37,39 43,91 37,85

Castilla la Vieja 15,65 19,24 13,94

Galicia 6,04 4,06 1,21

Salamanca 1,8 1,34 41,57

Santander 0,77 10,03 13,09

Valencia 5,82 14,07 9,16

Vizcaya 5,27 12,02 8,06

Fuente: elaboración propia a partir de INP (1927; 102-105)

Dentro del mutualismo asistencial destacaban las mutualidades confesionales, que se enmarcarían dentro del catolicismo social, y las mutualidades de empresa71, que pondrían en práctica la ideología del bienestar industrial (welfare capitalism) o paternalismo industrial72.

En cuanto a las mutualidades confesionales, la preocupación de la Iglesia por los problemas de la clase obrera, que se plasmaria en 1891 en la Rerum Novarum del Papa León XIII, fomentó la creación de SSM con un fuerte componente religioso y con la

71 Las mutualidades de empresa se refieren a las ofrecidas por empresas individuales, no al mutualismo patronal de tipo colectivo que se tratará más adelante.

72 Ambos conceptos pueden utilizarse como sinónimos, pero se considera que en el caso del bienestar industrial (propio de las grandes empresas) las prestaciones estaban bien definidas y eran sistemáticas, mientras que en el caso del paternalismo industrial (propio de pequeñas empresas) existía un mayor grado de discrecionalidad a la hora de conceder los subsidios (Aubanell, 1998). Sobre el paternalismo burgués ver Erice (2003). Un excelente estudio sobre el paternalismo industrial en Sierra (1990).

74 intención última de frenar el avance del socialismo. El modelo de mutualismo católico vigente en España entre finales del siglo XIX y principios del XX formaba parte de un proyecto global antiliberal y antisocialista, que pretendía construir una alternativa a un emergente movimiento obrero, más autónomo y combativo. A la hora de estimar la importancia cuantitativa del fenómeno existen serias dificultades. Por un lado, las estadísticas católicas estaban sobrevaloradas con finalidades propagandísticas (Montero &

Esteban, 1991; 463); por otro, no puede afirmarse que las mutualidades cuya denominación tenía una referencia religiosa fuesen confesionales. Esto más bien era una reminiscencia de las hermandades del Antiguo Régimen, de la que únicamente puede deducirse que no tenían un carácter anticlerical. Encontramos que sociedades con nombres de santos o vírgenes contaban en sus reglamentos con el imperativo de no tratar temas religiosos, mientras que en las sociedades confesionales acostumbraban a hacer referencia al mantenimiento y defensa de los valores cristianos.

La finalidad principal de estas sociedades era la previsión social, aunque la necesidad de imbuir la moral cristiana a los asociados solía reflejarse en los reglamentos, quizás de forma más patente en el caso de mutualismo católico femenino, en el que a las coberturas habituales (enfermedad, muerte y en ocasiones desempleo) se sumaban la maternidad (por supuesto dentro del matrimonio) y la formación de un ajuar que se abonaría en el momento de tomar estado. Las mutualidades católicas tenían finalidades moralizadoras y pretendían, a través de la previsión, el ahorro y el refuerzo de la fe, establecer un control ideológico y social, especialmente sobre las mujeres, mediante la difusión de los valores cristianos, siempre dentro del marco de las respuestas que ofrecían la Iglesia y la burguesía a la

La finalidad principal de estas sociedades era la previsión social, aunque la necesidad de imbuir la moral cristiana a los asociados solía reflejarse en los reglamentos, quizás de forma más patente en el caso de mutualismo católico femenino, en el que a las coberturas habituales (enfermedad, muerte y en ocasiones desempleo) se sumaban la maternidad (por supuesto dentro del matrimonio) y la formación de un ajuar que se abonaría en el momento de tomar estado. Las mutualidades católicas tenían finalidades moralizadoras y pretendían, a través de la previsión, el ahorro y el refuerzo de la fe, establecer un control ideológico y social, especialmente sobre las mujeres, mediante la difusión de los valores cristianos, siempre dentro del marco de las respuestas que ofrecían la Iglesia y la burguesía a la