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5. Referentes teóricos, disciplinares y conceptuales

5.1. En relación con el campo del saber teatral

5.1.2. Filosofía del teatro

La filosofía del teatro8, como disciplina teatrológica, nos ofrece un estudio teórico del teatro a partir de la observación de su praxis singular, territorial y localizada: de su peculiar ser de «estar» en el mundo, y no desde una lógica originada en la pura abstracción (Dubatti, 2010). En este sentido, encontramos que tiene un enfoque más orientado al paradigma empírico-pragmático, al plantear la praxis teatral como principio y base de la teorización, y de su validación.

¿Puede el teatro ser pensado como acontecer desde una lógica originada en la pura abstracción? No. Se requiere de una Filosofía de la praxis teatral y de la experiencia histórica que ella implica en el acontecimiento, para luego formular teorías que sean refrendadas por lo que aparece fenomenológicamente en la observación de las prácticas (ibíd.: 18).

8 «A partir de la pregunta ontológica, la filosofía del teatro se ha impuesto como una disciplina teatrológica de desarrollo actual en la Argentina, ligada a la reflexión teórica sobre la praxis teatral en su contexto específico» (Dubatti, 2010: 26).

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En su definición del teatro como «acontecimiento»9 que produce en su acontecer (en su «estar» en el mundo temporal-espacial que habitamos), «entes» ligados a la presencia «aurática» de los cuerpos, y en su planteamiento sobre el «convivio»

como base irrenunciable del teatro, subyacen condiciones particulares y específicas del teatro, las cuales afectan y determinan las diferentes formas de abordar, asumir, entender y estudiar el fenómeno teatral, y por ende el actor mismo. Por un lado está el reconocimiento de su naturaleza como «ente» (material e ideal), y por otro su condición de «ente» vinculado a la presencia de los cuerpos (cultura viviente), de allí su naturaleza corporal, territorial y localizada (convivio). Condiciones que plantean un enfoque diferente en los estudios teóricos sobre el teatro y el actor, a partir de la observación de la praxis misma del teatro y del actor. Un enfoque que busca estudiar el acontecimiento teatral en sí, y no solo sus materiales anteriores y posteriores al acontecimiento, abordando el estudio del teatro en sus diferentes niveles de trabajo: el trabajo realizado durante el acontecimiento para producir el acontecimiento (la praxis del suceder), y el trabajo realizado en los procesos mediatos e inmediatos anteriores y posteriores al acontecimiento.

En este sentido plantea un énfasis en el estudio del teatro desde el punto de vista de los procesos, de su praxis específica, y no solo desde el punto de vista de los resultados. Énfasis muy pertinente para el enfoque pedagógico del entrenamiento del actor, el cual implica la comprensión sobre cómo llegamos al resultado, sobre qué caminos debe recorrer el actor, no solo para incorporar un saber sino para comprender la lógica que acompaña su «hacer-producto en el aquí y el ahora del acontecimiento teatral», así como para la necesaria actualización de los caminos recorridos –lógicas del proceso– en cada presentación ante el público.

Tarea para lo cual no es suficiente entender de qué manera funciona el resultado.

9 «La filosofía del teatro afirma que el teatro es acontecimiento (en el doble sentido que Deleuze atribuye a la idea de acontecimiento: algo que acontece, algo en lo que se coloca la construcción de sentido), un acontecimiento que produce entes en su acontecer, ligado a la cultura viviente, a la presencia aurática de los cuerpos (…). Si sostenemos explícita o implícitamente que “el teatro está”, que acontece, y en consecuencia el teatro es en el mundo temporal-espacial que habitamos, el teatro posee naturaleza de ente (material e ideal), naturaleza singular que puede ser indagada» (ibíd.: 29 y 30).

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El marco teórico de la filosofía del teatro es relevante para la fundamentación del marco ontológico y epistemológico de nuestra investigación, toda vez que al abordar el estudio del entrenamiento del actor como la innovación pedagógica más importante del siglo XX en el teatro occidental –presente como elemento recurrente en el corpus pedagógico de los grandes maestros de este siglo– nos obliga a realizar un estudio que aborde la reflexión teórica de la praxis teatral, actoral y pedagógica, que vaya más allá de la reflexión de tipo técnico.

En este sentido, el acercamiento al entrenamiento del actor, como proceso pedagógico, incluye necesariamente las preguntas sobre la naturaleza del teatro y el actor, sobre su sentido y función humana y social, y no solo la pregunta por los métodos o técnicas más adecuados para lograr la mejor y más efectiva asimilación de un determinado modelo de actuación.

La pregunta sobre la naturaleza del actor nos lleva necesariamente a la pregunta sobre el tipo de trabajo que realiza el actor en las condiciones específicas de la escena, y por ende a la pregunta sobre el proceso pedagógico implícito en su trabajo. En este sentido, los planteamientos desde la filosofía del teatro sobre estas preguntas, constituyen una base teórica importante para nuestro estudio.

En particular, para la fundamentación del trabajo y búsqueda pedagógica asumimos los siguientes conceptos planteados en la filosofía del teatro: asumimos que la base irrenunciable del actor de teatro es la poiesis corporal in vivo, esto es, que el actor «es» en tanto y solo cuando produce poiesis corporal en vivo. En esta base está implícito que el actor realiza un tipo de trabajo específico (trabajo territorial con su cuerpo-mente) para instaurar un tipo específico de acción – poiesis corporal– (con un régimen de existencia diferente al régimen de la realidad cotidiana), en unas condiciones particulares (expectación de poiesis corporal en convivio –acontecimiento teatral–).

Y asumimos que en la producción de poiesis corporal in vivo del actor, durante el acontecimiento teatral convivial expectatorial, se presenta una tensión dialéctica entre su cuerpo-mente cotidiano y su cuerpo-mente extracotidiano. Es decir, entre su naturaleza territorial localizada (tanto en su universo corporal, como social y cultural –sujeto natural-social–), y su naturaleza des-territorializada, en 39

tanto sujeto del cuerpo afectado por el régimen de la diferencia: cuerpo-mente extracotidiano (sujeto del cuerpo de la segunda naturaleza).

La tensión entre la naturaleza territorializada-desterritorializada es la base para su nueva naturaleza re-territorializada, el nuevo cuerpo-mente (sujeto del cuerpo poético). A partir de estos conceptos planteamos que el trabajo de la pedagogía se instala precisamente en el nivel de la naturaleza des-territorializada, y en la búsqueda y creación de las estrategias pedagógicas (el training) para obligar al sujeto a des-territorializarse. La pedagogía trabaja en el bloqueo de la territorialización para llevar a cabo la re-territorialización, pues solo cuanto el sujeto pasa el nivel de la des-territorialización es cuando tiene la posibilidad de re-territorializarse.

El marco teórico de la filosofía del teatro sustenta nuestra reflexión filosófica-ontológica sobre la especificidad del teatro y del actor: qué es lo que «hace teatro al teatro» y qué es lo que «hace actor al actor de teatro». Y nos ayuda a delimitar el universo conceptual-abstracto-pragmático del teatro, el actor y sus relaciones con el mundo, en el cual se inscribe nuestra investigación: «Más allá de la posición teórica o metodológica que se asuma, existe siempre una vinculación entre teoría científica, epistemología y ontología» (Willard van Orman Quine, citado por Dubatti, 2010: 26).

El teatro constituye un espacio privilegiado para los procesos de singularización de la subjetividad, y de allí su potencial para el logro de procesos de transformación de los imaginarios presentes en los sistemas colectivos sociales y culturales (contexto sociocultural).

Consideramos que asumir una posición sobre el teatro implica, en primera instancia, preguntarse sobre la especificidad del teatro, es decir, asumir la pregunta ontológica sobre cuál es la naturaleza misma del teatro y del actor. Pregunta que nos lleva al reconocimiento de unos saberes particulares propios del teatro y del actor, y al reconocimiento de la diversidad, presente en los diferentes universos micropoéticos y micropolíticos.

La palabra teatro no es ahistórica ni universal, por lo tanto exige ser contextualizada en el plano de las realizaciones histórico-territoriales a través

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de las preguntas: ¿qué concepción del teatro?, ¿desde qué base epistemológica comprenderla? Los teóricos que niegan la necesidad de la pregunta ontológica por el teatro, los que sostienen que dicha pregunta esencial puede y/o debe ser ignorada, parten en realidad de una homogeneización eurocentrista-semiótico-textual, de «una» base epistemológica imperialista disfrazada de universalidad. Son monistas por defecto. Para ellos no habría pregunta por la «esencia» del ente teatral, porque si se ignora esa pregunta se puede seguir manipulando el análisis teatral desde una base epistemológica eurocentrista, contemporánea y totalizadora. Evadir la pregunta equivale a anular las diferencias. Nuestra posición es radicalmente inversa: la pregunta por la ontología del teatro es indispensable porque conduce necesariamente al pluralismo historicista (Dubatti, 2010: 140).

5.2. En relación con campos de saber y disciplinas cercanas a nuestro