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Conceptos y tipos

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CAPÍTULO II. MARCO TEÓRICO

1. LA VIOLENCIA

1.1. Conceptos y tipos

La violencia no es una sino muchas, ya que es un fenómeno que involucra varios niveles estructurales, desigualdad y situaciones de injusticia, desde la más pequeña hasta la más trascendente, como puede ser una guerra. Desde la antigüedad el ser humano ha sido testigo, autor y víctima de actos de violencia, aunque la forma de castigo y consensos de legitimación haya variado con el paso del tiempo y la transformación de la sociedad. Por ello también se habla de que la violencia es un proceso social, al igual que la paz (Galtung, 1996). Ésta última se reconoce no sólo como ausencia de conflicto, sino como armonía y respeto entre los miembros de una comunidad. La violencia no puede ser considerada como algo puntual, sino como un fenómeno   “social   global”   (Imbert,   1992).   Por   lo   mismo,   debe   concebirse   desde un sentido amplio y no sólo como un daño físico, sino moral, social o estructural.

Los conflictos violentos han sido objeto de estudio desde distintas disciplinas, como la antropología, sociología, la comunicación, el periodismo, la psicología e incluso la psiquiatría. Sin embargo, debe ser de interés para todo aquél que deseé comprender el funcionamiento del sistema mundial de hoy en día (Castro, 2016). Por lo mismo, debe tenerse claro el concepto y tipos de violencia que se han propuesto desde dichas disciplinas y a partir de ello construir una mirada crítica sobre la forma en la que la televisión pública la representa desde el compromiso y responsabilidad social, teniendo en cuenta ciertos criterios de intensidad, gravedad, contexto y situación, no sólo de las víctimas sino del equipo de periodistas que pretende informar a la audiencia, si lo hace desde la denuncia o la censura.

Para Julio Aróstegui (1994) la violencia puede definirse desde tres perspectivas:

legitimista, restringida y amplia. La primera considera que es un fenómeno que depende de la interpretación de sus actores y por lo tanto no es siempre un hecho objetivo. Se caracteriza porque refiere a una falta a lo legalmente establecido, como quebrantar una ley o una norma. Algunos investigadores coinciden en que la violencia puede llegar a ser un fenómeno subjetivo y que tiene que ver con ciertas

construcciones sociales, especialmente si se habla de violencia mediática (Aran, 2002).

Por su parte, desde una definición restringida y desde un sentido estricto, la violencia se entiende como agresión y como el causar daño a algo o a alguien, de forma física o moral. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) afirma que violencia es

“acción   y   efecto   de   violentarse”.   Se   identifica   también   como el ejercicio o abuso del poder mediante el uso de la fuerza, que trae como consecuencia un daño o perjuicio a otro (García y Ramos, 1998). La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que

“la  violencia  es  el  uso  intencional  de  la  fuerza  física,  amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo  o  la  muerte”  (OMS,  2016).  Se  considera  como  un  asunto  de  salud pública y se insiste en proteger del daño a grupos vulnerables como mujeres, niños y adultos mayores.

En tercer lugar, la definición amplia de violencia refiere a todo hecho de injusticia y desigualdad social, entre los cuales pueden encontrarse muestras de racismo. En nuestro trabajo se destacan de forma breve algunos procesos cognitivos y culturales a los cuales apelan algunos expertos, como la violencia cultural o estructural, que no es una violencia física directa sino una forma de normalizar situaciones de desigualdad o discriminación. Algunos especialistas (Aran, 2002; Galtung, 1996; Imbert, 1992) han estudiado este tema haciendo diferencia entre el tipo de violencia o tipo de daño y se apoyan en la clasificación de Jean-Claude Chesnais (1982), quien figura como un gran referente en este ámbito y que identifica la violencia física, económica y simbólica.

a. Como violencia física considera homicidio voluntario, violación, robos o faltas graves voluntarias. A su vez se puede estudiar como privada –crímenes sexuales, asesinatos– y colectiva –como la guerra o actos terroristas–. Esto es importante ya que en el proceso de representación de la violencia lo privado y lo colectivo se confunden (Imbert, 2002).

b. La violencia económica refiere a despojo de bienes económicos o materiales pero también podría formar parte de la simbólica.

c. Como violencia simbólica identifica a aquella que cause un daño moral, aunque también apunta que es un fenómeno relacionado con un exceso de autoridad, lo que

coincide con Johan Galtung, (1996) quien considera que la violencia siempre es un exceso de poder y a su vez, la divide en directa, que es la violencia física, e indirecta, en la cual se ubica la estructural y la cultural, que es la que se percibe, de alguna forma, legítima.

Algunos contenidos de televisión incurren también en una violencia simbólica que no siempre es explícita, como la violencia armada o física, sino que puede ser implícita y simbólica, como al transmitir graves estereotipos sociales, de género, de nacionalidades o grupos étnicos. Al respecto, también se ha considerado a la publicidad como otra forma de violencia implícita o al menos, se ha señalado su relación.   “La   presentación   de   los   programas   y   el   papel   de la publicidad pueden aumentar las expectativas irreales, agravar los problemas existentes y contribuir a la frustración  y,  consecuentemente,  a  la  violencia  y  la  agresión”  (García  y  Ramos,  1998:  

345). Los anunciantes fomentan el consumismo y los estereotipos sobre la felicidad que se obtiene al comprar artículos específicos, que sólo trae consigo mayor inconformidad social y frustración. Además, en un país como México, donde alrededor del 50% de la población se encuentra en situación de pobreza, aumenta el descontento y los responsables de transmitir estos contenidos ignoran otras prioridades y necesidades sociales. Es también parte de la violencia simbólica, ya que promover estereotipos sociales provoca una distracción de asuntos verdaderamente importantes para el país y así, se oculta todo lo que no sea conveniente para la estructura del poder dominante.

Este trabajo se centra en los estereotipos que llegan a aparecer en los noticiaros sin obviar posibles futuras líneas de profundización relacionadas con los estereotipos publicitarios que se inserten en el horario de los informativos. Al respecto, se ha estudiado que los estereotipos publicitarios llegan a tener un alcance mucho mayor al previsto, ya que se convierten en herramientas de exploración identitaria de grupos vulnerables como son los adolescentes. Iolanda Tortajada (2013) ha profundizado en la influencia de los estereotipos de género de la publicidad en la auto-representación de adolescentes en redes sociales, por lo cual cabe pensar que estos estereotipos se han transmitido previamente por otros medios, incluidos la televisión. En México también ha existido el interés por estudiar el papel de los medios de comunicación en la promoción de mensajes publicitarios de estereotipos de género (Delgado et. al., 1998). En este contexto, se ha estudiado cómo en varios países, entre ellos México, se

ha intentado lograr una regulación para evitar que la publicidad en medios masivos de comunicación como la televisión promueva la violencia de género a partir de estereotipos sexistas (Martín-Llaguno y Navarro-Beltrá, 2012).

La violencia estructural corresponde a situaciones de desigualdad social o también a procesos de masificación, que implica juntar o separar grupos a la fuerza, ya que se experimenta una violación de identidad (Aran, 2002). Se ha llegado a identificar a la violencia como un término constitutivo del mundo, que va desde lo más pequeño hasta las organizaciones más grandes (Castro, 2016).

La violencia en la televisión se encuentra también en este tipo, ya que transmite y configura símbolos y lenguajes de violencia, además de promover el morbo e incluso la desinformación, lo cual incurre en una falta contra la ciudadanía (Cáceres, 2016).

Refiere, además, al ser humano como un productor de símbolos con los cuales se comunica. Por ello es capaz de interpretar y construir nuevas realidades, nuevos escenarios que se refuerzan más aún en grupos sociales hasta lograr que el inconsciente colectivo naturalice la violencia y dé lugar a un nuevo discurso (Imbert, 2002, Hernández, 2013). Esto tiene que ver con lo que McLuhan afirmó respecto a la audiencia   de   niños   y   jóvenes,   quienes   son   como   “productores   asociados”   de   la   televisión, ya que la imagen nunca aporta una información completa, sino que el observador la integra con los elementos que tiene al alcance (McLuhan, 1987).

También se ha hecho diferencia entre la violencia real y la violencia representada. La real puede ser física o simbólica y tratarse de todo tipo de crímenes o situaciones de desigualdad. La representada apela a la forma de interpretar y transmitir los hechos con más o menos matices (Imbert, 1992).

En tercer lugar se habla de la violencia cultural, que es la que legitima otras formas de violencia. Es un proceso social y subjetivo, que va de acuerdo al contexto, criterio y situación de cada comunidad (Galtung, 1996). Para los fines de este trabajo podría considerarse dentro de la misma forma de violencia simbólica estructural, ya que la cultura es parte constitutiva de la sociedad. A partir de la siguiente tabla se puede entender mejor cada tipo de violencia según sus autores, aunque algunas pueden coincidir o ser muy parecidas:

Autor Tipo de violencia Ejemplos o situaciones

-Indirecta -Daño estructural o cultural. La que legitima otras formas de desigualdad Fuente: Elaboración propia a partir de otros autores

Con esto se observa que algunas divisiones coinciden, como la violencia restringida de Aróstegui, la física de Chesnais, la directa de Galtung. También coinciden la violencia amplia, con la simbólica y la indirecta, de los mismos autores, respectivamente. De forma un poco más concreta y sencilla, la división de García Ramos (1998) deja claro también las formas de violencia física y simbólica que se pueden encontrar en un

Fuente: elaboración propia a partir de otro autor (García y Ramos, 1998)

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