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ESTUDIO ARQUEOBOTÁNICO EN LA ISLA GRANDE DE TIERRA DEL FUEGO

9.3. Plantas para curarse

Como hemos visto en el capítulo x el uso de plantas con diferentes propiedades que ayudan a mantener y mejorar la salud es un hecho de sabiduría popular profusamente extendido entre sociedades tradicionales. Sobre el uso de plantas medicinales en Tierra del Fuego entre la mayoría de los etnógrafos hay consenso en asentir que los fueguinos no usaban medicamento alguno (p. e. Hyades y Deniker, 1891:236). Las prácticas de sanación que se describen son el reposo junto al fuego y los masajes, aplicados por los yakamouch. También la etnografía destaca los masajes en el cuero cabelludo conocidos por todxs lxs indígenas para aliviar dolores de cabeza.

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Esto choca bastante con la mayoría de grupos tradicionales, que emplean remedios vegetales para sentirse mejor y aliviar molestias cotidianas. Aún más si consideramos que muchas de las especies que crecen en la Isla Grande poseen estas propiedades curativas. Una vez más podemos leer algo entre líneas y ver como en el diccionario yámana se recoge una entrada explicada por Bridges como “dar a beber como medicina a alguien” (Tstu-n-gmat). Además cuando Martínez Crovetto realiza su recopilación de información etnobotánica sí considera seis remedios, para la caspa (Drymis winteri), para el catarro (Calvatia lilacina), para el dolor estomacal (Ribes magellanica), para el dolor muscular (Myzodendrum punctulatum), para las heridas (Acaena ovalifolia) y para mejorar la visión (Chiliotrichum diffusum).

Nos preguntamos si la afirmación de Hyades y Deniker (op. cit.) de que la población indígena fueguina no empleaban remedios para aliviar sus enfermedades se debe a una real ausencia de observaciones o, de nuevo, a los prejuicios de una sociedad que se hallaba en pleno desarrollo positivista de la medicina y la farmacología modernas28 y que pensaba que infusiones y cataplasmas de plantas no podían considerarse acciones serias para atajar enfermedades. En todo caso sí que parece claro que tanto selknam como yámana empleaban diversos recursos y también ingredientes vegetales, para calmar sus dolencias.

9.4. Conclusiones

Para comenzar queremos remarcar que consideramos la información recogida por los etnógrafos y otros visitantes probablemente no refleja la realidad, ya que por múltiples factores no es ni objetiva ni completa. Ya hemos comentado los sesgos andro- y eurocéntrico que en la práctica suponen la falta de atención sobre los recursos vegetales y las personas responsables de su recolección, cuando no directamente la distorsión de los datos. Pero también hay que tener en cuenta las limitaciones lingüísticas, malos entendidos, preferencias personales de los informantes o de los etnógrafos, que son imposibles de superar a partir de la lectura de los textos. Por ejemplo en los diccionarios está claro que, a la dificultad de asimilar, interpretar y recoger cada palabra y los errores y malos entendidos que esto puede acarrear, hay que sumar la imposibilidad de recopilar la totalidad de los vocablos de una lengua. El resultado es una información interesante pero parcial que no podemos interpretar como realidad única y absoluta.

De nuevo, a la hora de interpretar la información y leer entre líneas se introduce un ruido que es el de nuestra perspectiva, haciéndonos más sensibles a cualquier alusión al reino vegetal y más receptivxs a informaciones relativas al uso y consumo de plantas.

En definitiva aunque autores como Hyades y Deniker, (1891:338) afirmen que en la zona del Cabo de Hornos la alimentación era de carácter exclusivamente animal, consumiendo algunas bayas en verano, creemos que la información hasta aquí presentada es suficiente para demostrar

28 No olvidemos que es en esta época cuando Bayer comienza a producir la aspirina, por ejemplo.

CAPÍTULO 9. REFERENCIAS ETNOGRÁFICAS AL USO DE PLANTAS EN LAS SOCIEDADES SELKNAM Y YÁMANA

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que yámanas y selknams conocían bien la flora de su entorno y aprovechaban todos los recursos que les eran beneficiosos, ya fuese en la construcción de herramientas e implementos, o en la alimentación.

Los documentos analizados permiten afirmar que percibían los ciclos reproductivos de las plantas, que sabían dónde y cómo localizarlas, que disponían de los conocimientos y los instrumentos necesarios para su obtención y que, si era necesario, las procesaban antes del consumo, ya sea mediante el cocinado, secado o molido. Además los comentarios de los etnógrafos permiten intuir que se trató de un recurso consumido de manera habitual y que en algunas épocas del año podría haber constituido un alimento preferente. Sesgada o no, la información que hemos recogido contempla más de 40 especies de plantas útiles, reconocidas, recolectadas y aprovechadas de una manera bastante regular. Dadas las posibilidades de estas gentes (recordemos que por ejemplo no tenían ollas ni recipientes para cocinar), los modos de tratamiento y procesado son variados y van desde el consumo en crudo (Empetrum rubrum), hasta el asado en las brasas (Apium australe y Osmorhiza chilensis), el condimentado (Pernettya mucronata), el secado (Cyttaria ssp.), el tostado y la molienda (Descurainea canenscens).

Aunque por el objeto de estudio de esta tesis nos hemos centrado en las especies vegetales, no hemos podido dejar de mencionar los hongos y otros recursos relacionados con la recolección. Asimismo, hemos aludido a la cestería indígena, elaborada también en materias vegetales y empleada a menudo en la recolección. Como vemos, todas estas laboras giran en torno al universo femenino y forman parte de las actividades cotidianas de las mujeres indígenas.

No hemos podido dejar de fijarnos en qué marco social de reparto de roles se produce esta actividad económica relacionada con el reino vegetal. En las sociedades fueguinas se aprecia una marcada división sexual del trabajo que es visible en las acciones del día, condiciona el rol social desempeñado por unos y otros miembros del grupo y tiene un correlato en el nivel ideológico y en el imaginario colectivo. En este sentido es muy interesante el reciente trabajo de Diego Pedraza, donde se analizan diferentes mitos fueguinos.

Hasta ahora hemos comentado cuál es el valor de las diferentes actividades femeninas que los etnógrafos plantean. Sin embargo, a la hora de conocer la consideración real dentro de estas sociedades una buena forma de aproximarnos es a través de su propia mitología. En el análisis de estos relatos se ha comprobado que hay numerosas alusiones a la caza, a los animales o a la figura del buen cazador (Pedraza, 2009), mientras que son marginales las referencias al reino vegetal, a la recolección y a las buenas recolectoras. Aunque los relatos, transmitidos por Gusinde, hayan podido sufrir alguna merma o haber sido seleccionados, este hecho no deja de ser llamativo.

Esperamos pues que aunque un nuevo trabajo de campo sobre la etnobotánica indígena sea ya imposible, esta recopilación de datos sobre vegetales a partir de las observaciones etnográficas ayude a completar la visión que de este universo de la economía indígena se ha tenido hasta nuestros días.

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CAPÍTULO 10.

METODOLOGÍA

El “éxito” del estudio arqueobotánico está condicionado por la puesta en práctica de unas metodologías de muestreo y recuperación de restos adecuadas. En este sentido la metodología debe adaptarse tanto a los objetivos de la investigación, como a las características del yacimiento.

Por eso podríamos decir que debería haber tantas metodologías como sitios arqueológicos examinados, porque las experiencias previas deberían valorarse y adaptarse a cada caso de estudio.

No es nuestra intención en este capítulo compilar toda la información relativa a las estrategias de muestreo, recuperación y análisis de restos, ni discutir las diversas propuestas, sino describir la manera en que se ha llevado a cabo esta recuperación en los sitios que estudiamos. Sí que nos gustaría en estos casos evaluar la idoneidad de la metodología escogida para poder mejorarla en trabajos ulteriores.