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Rosina Conde ante la crítica

Dans le document Fronteras de la posmodernidad mexicana. (Page 103-108)

SEGUNDA PARTE ANÁLISIS

LAS FAMILIAS COMO DISPOSITIVOS DE CONTROL

IV.1 Rosina Conde ante la crítica

El trabajo de Rosina Conde ha sido comentado y analizado por distintos críticos de literatura fronteriza. De Édgar Cota Torres aquí se comentarán el capítulo dedicado a Conde en La representación de la Leyenda Negra en la frontera norte de México (2007) y su artículo “El cruce de fronteras en la Genara y en Como cashora al sol de Rosina Conde” (2009). Cota destaca, en primer lugar, la capacidad de la escritora de subvertir el discurso centralista sobre la frontera. En este sentido, de una forma parecida a lo que se puede leer también en las obras de Luis Humberto Crosthwaite, Conde brinda una “construcción literaria del fronterizo olvidado por el discurso centralista y estadounidense sobre la frontera” (Cota, 2007: 177).

Reconociendo, en particular, su papel en la representación de la condición de las mujeres en la sociedad de la zona fronteriza, Cota, quien también cita a Trujillo Muñoz y su Mensajeros de Heliconia: capítulos sueltos de las letras bajacalifornianas, 1832-2004 (2004), afirma que son tres los elementos destacados en la producción de Conde: el conflicto de poder entre los géneros, la reivindicación de la acción de las mujeres y el elemento fronterizo. Este último se tiene que mirar desde una doble perspectiva, según se puede entender, analizando los distintos temas propuestos por Cota. Por un lado, emerge el aspecto concreto, vinculado con las condiciones materiales que se dan en el entorno de la frontera; por el otro, el aspecto “metafórico” de esta, que llega a ser una pauta a través de la cual se articulan otros elementos semánticos y formales de la autora. Cota cita a Gloría Anzaldúa, en Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987), cuando Anzaldúa ofrece uno de los más conocidos ejemplos de esta visión “metafórica” de la frontera que, como

81 Fecha original de la obra: 1984. Aquí se ha consultado la edición de 2001, y a esta se hace referencia.

103 se ha dicho anteriormente, representa un rasgo característico de la lectura crítica chicana sobre este tema: “[…] psychological borderlands, the sexual borderlands and the spiritual borderlands […]” (Anzaldúa en Cota, 2007: 180). En este sentido, las fronteras presentes en los textos de Conde son tanto geográficas como sexuales —lo que aparecerá de forma muy evidente también en Mayra Luna y Regina Swain, pero, con matices distintos—. La perspectiva brindada por Cota permite situar a nuestra autora, entonces, con respecto al panorama de estudios fronterizos que se ha dado a conocer ya a partir de los años 80.82 Como se ha dicho, existe cierta interpretación metafórica vinculada con la frontera (a su vez, legado de la producción chicana). Sin embargo, aquí se propone que Conde conoce y hace hincapié en los estudios fronterizos desarrollados en el lado mexicano de la línea, con sus aportaciones de tipo descriptivo-concreto, atentas a la situación real del entorno físico, social y económico de esta. De acuerdo con Tabuenca Córdoba, es:

[…] indispensable anotar la diferencia entre el punto de vista mexicano sobre la llamada literatura de la frontera y el no mexicano Esta tarea se antoja problemática ya que, por un lado, comparar siempre crea una jerarquía de valores y, por otro, se estarán exponiendo dos expresiones culturales diferentes, las cuales comparten algunos rasgos que parecerían ser similares, sólo que por su posición geopolítica se distancian y entran en contradicción. (1997: 5)

No obstante algunos rasgos que parecieran “hermanarlas”, si ponemos en perspectiva “lo global”

y “lo local”, la asimetría entre Estados Unidos y México marca también la diferencia en ambos proyectos y expresiones culturales. Los fenómenos globales de transnacionalización se vuelven binacionales y locales al referirse a la zona fronteriza México-Estados Unidos. Por consiguiente, tal disparidad coloca a las referidas manifestaciones culturales de ambos países en distintas posiciones de poder: la literatura de la frontera en Estados Unidos sería la dominadora y la de México, la dominada. En este sentido, no hay duda de que la literatura chicana es una expresión de un grupo minoritario en Estados Unidos; sin embargo, cuando se ponen en perspectiva el proyecto literario-cultural chicano y el de la frontera norte mexicana, la disparidad es evidente, dadas las políticas culturales, de difusión y mercadotecnia tan distintas en ambos países:

[…] En el repaso bibliográfico de las literaturas de las fronteras de 1986 a 1994 destacan dos puntos de vista muy definidos: la perspectiva mexicana, que se enfoca hacia la literatura producida en esa zona y se caracteriza por ser más descriptiva que teórica, y la estadunidense, que analiza las letras chicanas y latinoamericanas dentro de un discurso teórico bien delineado. En Estados Unidos la metáfora de la frontera ha constituido la ruptura de estructuras monolíticas. (1997: 86-87)

El uso que hacen los autores que aquí nos competen de “lo fronterizo” es doble, como ya se ha afirmado en la breve presentación de la obra de Federico Campbell: por un lado, conocen y utilizan la dimensión metafórica de la frontera, como herramienta hermenéutica, expresiva, crítica; y por el otro, no pierden nunca la atención a la frontera real del lado mexicano, a las

82 Aunque las obras en que se centra nuestros análisis de la autora son posteriores.

coordenadas geográficas, históricas, políticas, de clase y de género que en dicha frontera se dan.

Volviendo al análisis de Cota, se entiende que su interés se halla, justamente, en el reconocimiento del vínculo entre el tema del poder y el de la frontera en la obra de Rosina Conde, y en el poder se centra también Humberto Félix Berumen, quien, en “Expresión y sentido en la poesía y la prosa de Rosina Conde” (1990). En particular, Félix hace hincapié en los rasgos demoledores de la crítica de la autora hacia todas las relaciones sociales en las que el papel de la mujer se enmarca. Como muy acertadamente observa, en efecto, Rosina Conde cuestiona todos los límites de la sociedad patriarcal, capitalista y fronteriza, representando múltiples cruces de dichos límites. La autora pone en tela de juicio, por tanto, sobre todo las limitaciones marcadas por el encasillamiento de la mujer en la sociedad, en los lugares de trabajo, en las familias y en las parejas. Por esta razón, Cota afirma que, en los textos de Conde: “la mujer es un ser fronterizo no sólo en la frontera sino en la sociedad mexicana, en todo México” (2007: 181). La imagen de la mujer, su idea de sí misma, se construye basándose en la aprobación por parte del hombre, sobre todo en las parejas, y este elemento, junto con la necesitad de satisfacer el placer masculino o de respetar el ideal de la virginidad, representan “una frontera tan difícil de cruzar como la con Estados Unidos” (Cota, 2007: 185).

En “El cruce de fronteras en La Genara y en Como cashora al sol de Rosina Conde” (2009), el mismo autor aclara que dichos límites, dichas fronteras del espacio accesible a las mujeres representan, también, posibilidades. Estas mujeres deciden no respetar el lugar que les ha sido asignado por la historia y la sociedad y, a partir de esta desobediencia, se vuelven agentes, sujetos de sus propias acciones y no más, simplemente, objeto de un discurso de los demás. En particular, resulta contundente la definición brindada por Cota sobre el ambiente fronterizo:

“amorosamente conflictivo” (2009: 91), debido al hecho de que permite introducir la doble vertiente de este entorno. Marcado por el patriarcado,83 como se verá más detenidamente enseguida, este, a la vez, pretende limitar la acción y la vida en casillas establecidas, pero, al hacerlo, “protege” a las mujeres de forma paternalista de un “afuera” que les resulta hostil. Cota, al respecto, retoma una idea ya expresada por Ruth Vargas Leyva, quien afirma que la narrativa de Conde muestra un mundo de valores masculinos, donde la figura femenina parece ser irreverente ante los vínculos familiares, oponiéndose a cualquier forma de autoritarismo. (Cota, 2009: 62). El

83 A las definiciones del concepto por parte de Millet, Rubin y Delphy, que ya se han introducido, se añade aquí también la de Gerda Lerner (1986). En The Creation of Patriarchy explica que se trata de una forma de organización social en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, denominado “patriarca”.La autoridad del patriarca se puede extender a los parientes lejanos del mismo linaje. El concepto puede extenderse a todas las organizaciones sociales en las que existe un desequilibrio de poder entre varones y mujeres, en favor de los primeros.

Dicha definición nos interesa por seguir, con las anteriores, enfatizando en el patriarcado como estructura social más allá de la familia, y por confirmar que se trata de un tipo de estructura desequilibrada, donde el desequilibrio se encuentra en favor de los hombres.

105 valor de este artículo de Cota se encuentra en su importante labor de haber centrado, reuniendo las opiniones dadas por otros conocidos críticos o autores bajacalifornianos, el estudio sobre la desobediencia que las protagonistas llevan a cabo en las obras de Conde, dentro de un mundo patriarcal y fronterizo, donde las dinámicas de poder se muestran a través de un lenguaje directo, tan simple como puede serlo el habla de la calle, sin silenciar o esconder nada, recurriendo a todas las herramientas de dichos, caló, regionalismos. En definitiva, como se verá, situándose dentro de este mundo cuyas barreras pretende romper, o, para usar las palabras de Trujillo Muñoz en La literatura bajacaliforniana contemporánea: el punto de vista femenino, citado por Cota:

“Rosina Conde fue la primera escritora bajacaliforniana en explorar, sin ninguna clase de cortapisas, la relación amorosa en un mundo de dominados y dominadores” (Trujillo, 1990: 181).

Por otro lado, el trabajo de Debra Castillo y de Maria Socorro Tabuenca Córdoba (2002) hace hincapié en el hecho de que la obra de la autora destaca por su originalidad dentro de la literatura de la frontera. Más que nada, Conde representa según las estudiosas un tipo de literatura subestimada84 tanto por los grupos chicanos como por los mexicanos centralistas, y apunta a la subversión del encasillamiento de mujeres y hombres según las categorías de pasivas vs agresivos.

Dicho encasillamiento se volverá a analizar en las próximas páginas porque, a partir de la distinción entre “chingón” y “chingada”, propuesta por Octavio Paz, tal como recuerdan justamente las autoras, representa un eje interesante para entender el papel de los dos géneros en el marco de la identidad nacional y, por esto, ya puede sugerir una primera pista para interpretar la presencia de mitos sobre lo femenino y lo masculino en la obra de Conde que, justamente, esta performance nacional de género quiere cuestionar. El trabajo de Castillo y Socorro resulta un punto de vista extremadamente útil a la hora de entender la relación frontera-géneros-poder. Las autoras recuerdan cómo se ha producido una “feminización” de la imagen de Tijuana, debido a su identificación con un territorio en el que hombres de EE.UU. “penetran” para comprar sexo.

Por su parte, Graciela Silva (2007), en La frontera norteña femenina. Transgresión y resistencia identitaria en Esalí, Conde y Rivera Garza analiza La Genara (1998), y sitúa otra vez a Conde en el cruce entre estudios fronterizos y estudios de géneros. Tras explicar brevemente la génesis de la novela, Silva hace hincapié también en la subversión del discurso hegemónico llevado a cabo por

84 Como se ha afirmado en el marco teórico, y como ha sido denunciado por Giménez (2007), la literatura fronteriza, a partir de la publicación de Borderlands… de Anzaldúa, ha sido identificada con la chicana. Conde y nuestros otros autores escriben una literatura “fronteriza” pero no chicana. Se trata, por lo tanto, de una literatura que no entra en el canon nacional y que, sin embargo, no es la literatura fronteriza más conocida. También cabe afirmar que, justamente a partir de autores como Crosthwaite y Yépez, pero también como Cristina Rivera Garza, esta “subalternidad” de la literatura mexicana fronteriza con respecto a la chicana ha sido redimensionada.

la autora.85 La Genara fue publicada en el suplemento de un periódico por entregas, retomando una característica del folletín que, sin embargo, actualizó, escribiendo cada parte como texto de un correo electrónico intercambiado por las dos hermanas protagonistas del libro y por algunos otros personajes (la madre de estas, algunos amigos, etc.). Tres son los elementos para destacar, en el análisis de Silva. En primer lugar, la relación entre la escritura de Conde y la realidad concreta de su contexto. Citando una afirmación de Conde en Cota, se lee, sobre las razones que la empujan a escribir: “son los problemas cotidianos […] las cosas que oigo en la calle […] los conflictos […] la realidad es la que me motiva a seguir escribiendo, la realidad que está cabrona”

(Silva, 2007: 128). De dicha razón principal, Silva presenta dos elementos más, que con este se relacionan estrechamente. Por un lado, la condición histórica y concreta en la que se enmarca la escritura de Conde. Por el otro, este vínculo con la realidad de la calle sitúa a Conde en una línea de continuidad con otras autoras (Castellanos, Poniatowska, entre todas), y permite iluminar las razones de su escritura. Al respecto, se opina que dicho enlace con su territorio y sus lectores y lectoras ayuda a interpretar la función autorial de Conde —como se hará evidente en el caso de Mayra Luna también— en el sentido de una función comunicativa, siendo el autor un elemento con una función social determinada y específica con respecto a la comunidad a la que en cierta medida parece dirigirse:86

Desde su posicionalidad y como miembro de su generación, Rosina Conde cuestiona los proyectos de identidad y los valores de la cultura androcéntrica; en su lugar, tiene como base una transgresión de los personajes femeninos tradicionales, la autoridad paterna, los convencionalismos sociales y el tradicional sometimiento conyugal, a través de los cuales subvierte el discurso dominante y fractura el sistema hegemónico de representación. (Silva, 2007: 129-130) Las lecturas de textos escritos por mujeres o que tienen por protagonistas a mujeres, de acuerdo con Silva, desempeña en La Genara un papel fundamental en el proceso de emancipación de las dos hermanas protagonistas, Genara y Luisa: “a través de la afirmación del discurso subalterno, se refuta el legado utópico del poder patriarcal sobre la heterotopía feminista. Por medio de La Genara, Conde avanza la posición de la mujer involucrada y excluida por el orden simbólico patriarcal” (Silva, 2007: 131). Silva también hace hincapié en la descripción de la subordinación económica de las dos hermanas con respecto a su padre. Este, dueño de una maquiladora,

85 A nivel cultural, se sigue la definición de hegemonía formulada por Antonio Gramsci. Sin embargo, con respecto a las cuestiones que se refieren al género, también se utiliza el término de acuerdo con la perspectiva brindada por estos estudios, donde el papel hegemónico es el del hombre.

86 Aquí se hace una referencia a los estudios sobre autorialidad realizados por Meri Torras Francés (2013) y Aina Pérez Fontdevilla (2015), quienes han creado una perspectiva crítica que, a partir de los conocidos trabajos de Foucault (1998) y Barthes (1994), y de las aportaciones de Cróquer (2012), Diaz (2015) y Even Zohar (1999) entre otros, estudian al autor como complejo dispositivo de performances, prerrogativas, imagen y auto-creación. En particular, aquí la referencia es al texto de Diaz, “Cuerpo del autor, cuerpo de la obra...”, y a su propuesta con respecto a las distintas funciones que este puede desemplear (heurística, demónica, crítica, comunicativa, estética etc...). Estas perspectivas de estudio no son el centro de esta propuesta de lectura y, por esta razón, de momento no se desarrollarán. Sin embargo, en el capítulo dedicado a Mayra Luna y Rafael Saavedra, se volverá más detenidamente a ellas.

107 encarna los dos pilares del poder patriarcal: en la familia (que se rige, toda, gracias a su aportación económica) y en la sociedad (la maquiladora da trabajo a multitud de obreras, que dependen económicamente de este “padre”). Cabe destacar la contradicción del sistema capitalista liberal al respecto: las obreras dependen de un hombre-inversor, cuyo negocio, sin embargo, no funcionaría si no contara con el trabajo barato de la fuerza de trabajo femenina.

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