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Producción y reproducción en la frontera norte

Dans le document Fronteras de la posmodernidad mexicana. (Page 108-111)

SEGUNDA PARTE ANÁLISIS

LAS FAMILIAS COMO DISPOSITIVOS DE CONTROL

IV.2 Producción y reproducción en la frontera norte

Las obras elegidas se van a analizar, en este capítulo, de acuerdo con un criterio temático. Las

“inquietudes” de la autora en cierta medida se repiten; por lo tanto se ha apostado por una exposición de los temas que opta por un diálogo entre los textos seleccionados, de forma

“transversal”, considerando este acercamiento más productivo de una división por obra.

En Como cashora al sol, Conde nos lleva a la frontera norte en los años sesenta, cuando ya existen el contrabando y el crimen a los dos lados de la línea, pero, por lo menos al comienzo del texto, a los lectores parece encontrarse en una situación más “inocente” de la que ha estallado a partir de los 90, debido a la guerra entre los cárteles del narco. En cierta medida, para lectores contemporáneos y enterados de la situación actual en la frontera, las primeras páginas del texto parecen un testimonio de la “adolescencia” de una ciudad que, tal como la protagonista María Antonieta, todavía cree en “ciertos” valores (el amor, la familia, la casa, la posibilidad de construir un futuro) y que, junto con el desarrollo de la narración, asiste con decepción a la traición de estas expectativas. Las dos hermanas, María Antonieta y Cristina, se marchan de la casa de sus padres muy jóvenes para casarse. El matrimonio de la primera parece tener más suerte que el de la segunda, aunque las dos sufren maltratos y violencia por parte de sus esposos: el primero, titular de un taller de coches que cubre su más lucrativa actividad de contrabando y, el segundo, dueño de una licorería y drogadicto. La novela sigue, en particular, el recorrido de María Antonieta, quien, tras cometer el homicidio de la amante del marido, logra finalmente escaparse con su hijo. La obra está escrita con un registro coloquial, que resulta ser un calco del habla fronteriza en aquellos años. Oralidad, ritmo y diálogos dominan la estrategia estética de la autora en el texto (y en general en la mayoría de sus obras), en tercera persona, con un narrador extradiegético, quien, sin embargo, no añade comentarios u observaciones personales y deja que la acción se desarrolle a través de las voces de sus protagonistas, cada uno desde su punto de vista parcial y reconocible:

—¡Ira! —decía María Antonieta mientras corría a la cama de Cristina—, ¡ira, tócalas!

—¡Qué! —contestó Cristina con indiferencia, viendo su tejido con tono molesto.

—Mis shishis…

—¿¡Qué…!?

—Mis shishis, íralas, ¿no las notas raras? (Conde, 2007: 11)

La novela empieza en medias res, cuando la protagonista descubre estar embarazada. El cambio de su cuerpo anuncia lo que será la transformación de su vida, y todas las páginas siguientes se pueden resumir como una “premonición” que su hermana Cristina le hace, sugiriéndole recurrir al aborto, opción que María Antonieta descarta:

—…yo no pienso casarme con Miguel. ¡Ni de loca!, yo sólo quiero divertirme, ir a fiestas, bailar,

¡y mira que sí sabe bailar!, disfrutar de la vida antes de casarme.

—¡Estás vacía!

—¡Ja, ja!, como tú estás rellena…; pero estás shiflada, ¡loca! —gritaba Cristina haciéndole señas con el dedo apuntando su sien— ¡loca de remate!: dentro de cinco años estarás llena de hijos y de criada de la suegra. Estarás igual de gorda que ella, y amargada porque tu Pedrito te va a mandar a la shingada por otras más shicas que tú. (Conde, 2007: 17)

En este texto de la autora el lenguaje es a menudo violento, caracterizado por gritos, risas, seños de puntuación, de exclamación, adjetivos que ofenden, sacuden. En este caso, se trata de bofetadas que la hermana da a María Antonieta para que ella reaccione (la relación decisiva entre hermanas vuelve en La Genara también, aunque el contexto de esta novela resulte más “burgués”, racional, mediado por el filtro del tiempo que se interpone entre cada mail que las hermanas se envían). El espacio del yo que aquí describe la autora es un espacio sitiado, por los y las que defienden una opción social (ser buena mujer y madre) o la otra (abortar). En un mundo donde el papel de la mujer está tan estrechamente establecido, su posición tan encasillada, no hay lugar para terceras o cuartas opciones, parece decir Conde. Sus historias, por lo tanto, se presentan desde el comienzo como una búsqueda de esta tercera opción aparentemente imposible, como una huida a espacios de bienestar y silencio, de aire libre, donde la palabra no tenga que ser necesariamente impuesta o determinada a priori, por ser la respuesta a instancias violentas.

Por otro lado, cabe mencionar que el embarazo es un elemento común en varios textos de Conde, quien, en este caso, pone referencias intertextuales al primer cuento de Arrieras somos,

“Arroz y cadenas”, donde la protagonista, también muy joven y embarazada, está tejiendo algo para el niño que espera. En Como cashora al sol, se lee:

Cristina no contestó, siguió viendo su tejido mientras cruzaba las agujas en reveses y derechos;

deslizaba una basta y tejía dos puntos al derecho; otra basta, dos puntos juntos al revés…

—¿A qué hora terminará de llover? Estoy harta del ruido de la calle.

Tres puntos al revés y otra basta…

—Prestame tu tejido, a ver si me calmo un poco. (2007: 14)

La aceptación del embarazo por parte de los padres es el pensamiento que más pesa sobre María Antonieta, para nada ayudada por su hermana Cristina, quien, más libre que ella, está segura de

109 que el niño que va a nacer acabará con cualquier posibilidad de felicidad de su hermana. La imagen de la “mater dolorosa” de la que pone en guardia Simone De Beauvoir en El segundo sexo está presente aquí, entre triste y amenazante. Cabe recordar que Conde ha leído a la autora, según afirma sobre sus lecturas existencialistas en varios textos, entre los cuales destaca “De infancia y adolescencia” en Desnudamente roja (2010). El embarazo en los textos de Conde es entonces el símbolo de una moral moderna que estaría vinculada con la historia política de los cuerpos, de acuerdo con Foucault (1990: 19), con su control, regulación en el espacio de la sociedad moderna, patriarcal. En “Arroz y cadenas” (en Arrieras somos) la protagonista, quien padece el estigma y el aislamiento de sus padres tras haberles anunciado el embarazo, también trata de calmarse tejiendo:

Dos puntos al derecho, dos puntos al revés, una basta; dos puntos al derecho, dos puntos al revés, una basta. ¿Cuántos aumentos tendrías que hacer en la siguiente vuelta? ¿De qué tamaño será un bebé recién nacido?, dos puntos al revés, una basta. ¿A quién preguntarle sobre la medida correcta para hacer una chambrita? Todo lo estás haciendo al tanteo, así como lo has hecho todo a lo largo de tu vida… (Conde, 1994: 11)

El tejido da ritmo a la narración y, al mismo tiempo, aquí se propone que puede representar una línea de continuidad en la experiencia femenina. Las mujeres han tejido desde los albores de la Historia. Tejido y embarazo representan las líneas de continuidad en el desarrollo de la posición de las mujeres en la sociedad, producción y reproducción. 87 Conde sitúa la historia de sus protagonistas en el marco de una experiencia histórica común y compartida, y, a la vez, hace de su

“trabajo” (en este caso no se trata evidentemente de un trabajo remunerado), el “cuarto propio” en el que refugiarse, en el que pensar, solas, buscando huir de las presiones de la sociedad.88

Sin embargo, aquí se propone que el marco compartido por las mujeres representadas por Conde no es común al de las mujeres europeas o norteamericanas. A partir de su lenguaje, de la diferencia de posibilidades que se da entre “sus mujeres” y otras en diferentes partes del mundo, de sus referencias al contexto económico y social donde se sitúan sus historias, las protagonistas de Conde son específicamente mujeres mexicanas y, más precisamente, fronterizas, las diferencias entre ellas dependiendo, sobre todo, cuando se dan, de su posición de clase y educación. Para situar las mujeres, las “personajas”, tal como las define Conde, hay que empezar por sus “límites”.

El cuarto de la casa, el espacio impuesto a la mujer por su sociedad es el locus que la define a

87 Sobre estos dos ejes en el desarrollo de la mujer en la familia, la referencia es a los estudios de Friedrich Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1870). Sin embargo, recordamos las críticas llevadas por Rubin a Engels, por haber colocado la “reproducción”, como elemento en segundo plano en la definición de las condiciones de subalternidad de la mujer. En cambio, la especificidad y la relevancia del “modo de producción” específico del sistema del sexo, es decir, el género, cobra relevancia de acuerdo con Rubin, lectura a la que nos adscribimos..

88 La referencia es evidentemente a Virginia Woolf. La posición de Conde sobre las restricciones sufridas por las mujeres (y, más, por las que tienen algún anhelo artístico), permite esta referencia, que sería aún más justificable al ahondar en los textos críticos y académicos de Conde que, sin embargo, en esta lectura no ocuparán el centro de la atención, por haber elegido otro enfoque específico.

partir de sus limitaciones; es el espacio donde y a partir del cual la mujer empieza a tener consciencia de lo que es. Tal como lo ha sugerido Virginia Woolf in Un cuarto propio (1929)89, estos espacios privados forman parte de la identidad históricas de las mujeres y, queriendo parafrasear las palabras de la escritora inglesa, Rosina Conde nos permite ver ese punto pequeño, no mayor de una moneda, escondido tras la cabeza de los hombres mexicanos…

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