• Aucun résultat trouvé

La mujer y su relación con la tierra y la naturaleza: Las Deméter en la narrativa

Dans le document La mujer entre la realidad y la ficción. (Page 159-163)

6. Después del desorden ¡Se les presentó la virgen!

6.4. La mujer y su relación con la tierra y la naturaleza: Las Deméter en la narrativa

6.4. La mujer y su relación con la tierra y la naturaleza: Las Deméter en la narrativa colombiana.

En El brazo del río de Sandoval Ordóñez, se plantea una relación muy estrecha entre la mujer, la tierra y, en general, la naturaleza; desde allí, Paulina esboza una reflexión sobre las cosas realmente importantes en su vida, y llega a la conclusión, según la cual, su mayor meta es

159

volver a la tierra de la que fue expulsada ella y su familia, pese a que están los hombres y los ejércitos de la muerte o grupos armados, quienes le impiden lograr este sueño; tal y como se puede percibir en la siguiente cita:

Yo quería que mi mamá y mis hermanos pudieran volver a vivir en La Vega, que nadie nos disputara lo que era nuestro, y trabajar para que nunca más ni un hombre, ni un grupo, se sintiera con derecho a venir a sacarnos de nuestras tierras.

Que eso no le volviera a pasar ni nosotros ni a ninguno (Sandoval, 2006, 38).

En la voz de Paulina se expresa un deseo, el de ella y el de toda su familia nuclear: volver a la tierra, que es parte trascendente en su experiencia de vida, pues el territorio es una extensión de su ser. Ese lugar que padece la usurpación, la violación y el despojo -a manera de índice embrionario- que meses después padecerá Paulina. Ahora bien, la protagonista de la novela insinúa que son más proclives los hombres -con relación a la mujer- los que suelen disputarle la tierra a sus dueñas, los que se sienten con el derecho de sacar a las familias de sus territorios -“para que nunca más ni un hombre, ni un grupo, se sintiera con derecho a venir a sacarnos de nuestras tierras”-; ella, lo único que quiere, es que esto no vuelva a pasar y, con esta reflexión, Paulina nos recuerda una de las razones del conflicto armado colombiano: la obtención, el dominio y el monopolio de las tierras de la clase trabajadora y campesina, por cuenta de los sectores poderosos de la nación. Esas razones se repiten, a lo largo de la historia del país de manera cíclica, aunque los móviles cambian (la siembra de caucho, del café, la extracción minera y de hidrocarburos, la explotación ganadera, el narcotráfico y, en general, la acumulación de poder a través del control de las aguas y de las tierras). No obstante, Paulina no solo ofrece una mirada, desde el territorio, para explicar su

160

situación de desplazada; ella también muestra la relación de las mujeres y la naturaleza; tal y como aparece en el siguiente fragmento:

[…] quería que mi mamá regresara a La Vega, a organizar el ordeño, a echar la cosecha, a mercar los domingos, trabajos que no la asustaban, ni la enfermaban, como los de limpiar, lavar, planchar y cocinar todos los días en esa casa de El Rosario en donde trabajaba. Es que la tierra es dura, pero cuando se ha nacido en ella uno se siente libre y digno allí. (Sandoval, 20016, 38)

Los trabajos de la mamá de Paulina con relación a la naturaleza constituyen una forma de sustento, de ofrecerse a sí misma dignidad y la posibilidad de decidir sobre su mundo; distinto a lo que ocurre cuando tiene que asumir el rol de desplazada y laborar como empleada de servicio en otras casas, a pesar de que son trabajos domésticos (en el imaginario social, cercanos a la mujer) Paulina aclara que, estar lejos de la tierra que las vio nacer tiene como consecuencia la enfermedad y una forma contemporánea de esclavitud; pues Paulina y su madre encuentran en la naturaleza una manera de ser libres; pero, al mismo tiempo, de crear lazos con los ritmos y los seres que la rodean; incluso los animales, quienes se convierten en una parte de ellas: “El perro me saltó al pecho y me lengüeteó la cara y yo lo dejé hacerlo.

Era un pedacito de nosotros que todavía estaba allí. Luego de los saludos se retiró y con ojos mansos miró cómo mi mamá y yo íbamos desamarrando las cuatro puertas” (Sandoval, 2006.

51).

Esa relación tan arraigada con la naturaleza propende por una mirada particular hacia las mujeres desprendidas de su territorio, de su útero, y esto genera una serie de reflexiones sobre

161

la felicidad, el desplazamiento y la relación que se establece con los lugares; lo cual se evidencia en el regreso de Paulina y su mamá a la finca de la cual han sido desalojadas.

Paulina, al llegar de nuevo a la finca, mira la alegría de su progenitora y narra, en su constante monólogo interior, lo siguiente: “Mi mamá renacía. No era tan difícil ser feliz. Pensé en el padre Eduardo. Ser feliz de pronto sólo era estar donde se tenía que estar, si a uno lo dejaban.

Pero a nosotras, de muchas maneras, no nos dejaron”. (Sandoval, 2006, 57)

Ahora bien, la relación entre Paulina y su madre nos hace recordar, de nuevo, el universo que poblaron algunas diosas de la mitología griega y, específicamente, la situación por la que transitó Demeter y Perséfone a partir del rapto de la segunda por cuenta de Hades. Pues bien, dentro de la mitología griega, Demeter hace parte de la tercera generación de divinidades y, aunque se presenta de una forma muy humana, es quien personifica una versión renovada de la Madre Tierra; esta diosa es madre, pero no esposa, su relación con la naturaleza es directa, pues no solo es la diosa madre, sino que también, la encargada del cultivo de la tierra, ella condensa la historia de su migración y su fijación en el mundo.

Hades puede ser reinterpretado como el mundo masculino en su rostro más insaciable, aquél que - como en el caso de la diosa raptada- extrae de la Tierra a la hija de Demeter. Es preciso recordar que, esta última diosa, la de los granos y las cosechas, sufre tras la indiferencia de los dioses masculinos del Olimpo ante la desaparición de su hija, lo cual conduce a Demeter a una depresión profunda que la lleva a castigar al mundo con una cuota de sequía y hambre, a lo largo de mucho tiempo, mientras esta se encierra en su tristeza e impotencia. Lo mismo ocurre con la madre de Paulina; pues, en la obra de Sandoval Ordóñez, no solo es la hija, la

162

que ha sido raptada por el dios del Averno (por los varones de la muerte), sino que, también, la madre es despojada de su territorio y con ella su felicidad. Las dos volverán a su lugar de origen en una tarea que les constará sus vidas; pues les arrebatarán su efímera alegría, nuevamente. Las dos padecen -Paulina y su mamá- la indiferencia de los dioses masculinos del olimpo: el Estado. Ellas solo cuentan con sus cuerpos para hacerle frente al desarraigo al cual han sido condenadas. Paulina y su madre vuelven a la tierra, pero para fusionarse con ella a través de sus cuerpos violados, torturados, mutilados y fallecidos.

6.5. La madre y la construcción de zombis o el vaciamiento de sentido de

Dans le document La mujer entre la realidad y la ficción. (Page 159-163)