• Aucun résultat trouvé

El delirio de Agustina

Dans le document La mujer entre la realidad y la ficción. (Page 125-130)

5. Las Locas literarias

5.2. El delirio de Agustina

La obra de Laura Restrepo, Delirio, ostenta un personaje que se encuentra en el centro de la narración: “La Loca”, quien es representada por Agustina Londoño; aunque su voz es escasa en la novela16, pues la obra se va tejiendo a través de cuatro personajes: Aguilar, el esposo de Agustina, quien se ubica en el presente de los hechos y cuenta la historia en primera persona; por otro lado está el Midas McAlister, el examante de Agustina, quien le habla a una Agustina recuperada que intenta reconstruir los orígenes y fases de su delirio. En tercer lugar, está la voz de Nicolás Portulinus, el abuelo materno de Agustina, cuya voz aparece a través de los diarios personales. La cuarta voz narrativa es la de Agustina que surge en medio de los raptos a la infancia, producto de la fiebre y su locura.

El perfil de Agustina se va componiendo a través de distintos narradores y se configura desde diversos tiempos y espacios. Sin embargo, el delirio es una constante y aparece desde

16 La narración inicia con una Agustina delirante percibida desde una tercera persona, a través de la voz de Aguilar, para luego encontrarla tranquila y sosegada en una segunda persona del singular, cuya voz es la de Midas McAlister. Desde otra perspectiva, aparece el narrador omnisciente que lleva de la mano al lector hacia la infancia de ella, junto con todos los secretos de su familia. Por esta misma línea, el lector se encuentra con una versión de la familia de Agustina a través de los libros del abuelo materno de la familia, Nicolás Portulinus.

125

diversas perspectivas; por ejemplo, en algunos momentos de la obra, Aguilar -en primera persona- narra una especie de locura encantadora que, aunque no necesariamente es pasional, se articula con cierta inclinación masculina:

[…] lo primero que pensé, antes de que me aclararan de qué Agustina se trataba, fue Qué muchacha tan linda pero tan loca. Y sin embargo la palabra loca en ese momento no tuvo para mí resonancias negativas. En los días que siguieron pude ir constatando que Agustina era dulce y era divertida y que según la patología descubierta por mi tío Toño, era loca por dentro […]”. (Restrepo, 2004, 142)

Sin embargo, esa locura que a Aguilar le pareció encantadora al inicio de la relación comienza a transformarse, pues, la locura de Agustina se convierte en una marca que invade cada uno de los elementos que los rodean; ya no es una “loca por dentro”, sino que todo a su alrededor, lo exterior a ella, comienza a impregnarse con sus delirios, como si los elementos que la rodearan fueran una extensión de ella.

[...] el río de su locura va dejando su rastro hasta en los estantes de los libros y en los armarios, por donde pasa se van abriendo estos quietos ojos de agua que miran a la nada o al misterio y yo más que desazón siento el agobio de un fracaso, la angustia de no saber qué burbujas son las que le estallan por dentro, qué peces venenosos recorren los canales de su cerebro [...]. (Restrepo, 2004, 18)

126

Agustina navega en su estado de ánimo, entre aguas turbias como las del pasado de su familia17 y aguas mansas como las de una laguna estancada, que es su presente; ella hace una distribución rigurosa del lugar a través del agua -por medio de ollas y baldes llenos de líquidos con los cuales busca una especie de purificación y limpieza-, pues el apartamento que comparte con Aguilar, su compañero, tiene espacios reservados solo para ella y su locura, a donde nadie puede acceder. Agustina también se encuentra en constante tránsito, zigzaguea entre el pasado, el presente e, incluso, pretende ver el futuro; ella crea una geografía real, pero también otra imaginaria, establece límites -con sus baños y sus aguas-, ella misma es un ser liminar, de los adentros… de los afueras; está encerrada, pero al mismo tiempo es libre.

La exclusión de su familia y el choque contra el mundo, todo lo observado y todo lo vivido la llevan a estar presa en sus delirios. La fortaleza en donde se recluía a la loca -en el siglo XVI- es ahora, su conciencia. En palabras de Foucault, refiriéndose a la nave de los locos:

Encerrado en el navío de donde no se puede escapar, el loco es entregado al río de mil brazos, al mar de mil caminos, a esa gran incertidumbre exterior a todo.

Está prisionero en medio de la más libre y abierta de las rutas: está sólidamente encadenado a la encrucijada infinita. Es el Pasajero por excelencia, o sea, el prisionero del viaje. No se sabe en qué tierra desembarcará; tampoco se sabe, cuándo desembarca, de qué tierra viene. Sólo tiene verdad y patria en esa extensión infecunda, entre dos tierras que no pueden pertenecerle. (Foucault, 1998, 12)

17 Más allá de la metáfora que se utiliza con las aguas turbias, para referirse a los problemas familiares de los Londoño, vale la pena resaltar que el abuelo Nicolás Portulinus, en uno de sus delirios decidió arrojarse a las aguas del río, en donde, finalmente, encontró la muerte.

127

Agustina está aislada en su mundo interior, no hay forma de que escape de ella misma. Se entrega a las corrientes de sus delirios, las cuales, a veces le quitan contacto con la realidad y a ratos se lo devuelven; ella se mese en las aguas de su conciencia; a veces corre libre por los flujos de su demencia, a ratos se encuentra con las rocas de su realidad. La locura fue la ruta de escape, pero al mismo tiempo su prisión, ella esta encadenada a “una encrucijada infinita”, en la que no se encuentra, pero en la que tampoco se pierde de sí misma; su delirio fluye y no sabe en qué momento debe parar; su vida, como la del pasajero de la nave de los locos, es infecunda, no da frutos, como lo plantea la narración de Restrepo18; porque finalmente, en medio del delirio, ella le pertenece más al agua y no echa frutos en ninguna tierra; según Foucault “el agua y la locura están unidas desde hace mucho tiempo en la imaginación del hombre […]”. (1998, 12)

Ahora bien, la locura de Agustina no solo invade los elementos que la rodean, sino también la percepción que Aguilar tiene sobre ella, hay un punto en el que dicha locura se convierte en pánico:

[…] Así que bastó con eso y con su asombrosa belleza, para que yo pensara de Agustina qué loca tan linda y me enamorara de ella perdidamente y hasta el día de hoy, sin sospechar siquiera que la locura, que no era eso que Agustina tenía entonces, sino que es esto que tiene ahora, no es para nada linda sino que es pánico y es horrenda”. (Restrepo, 2004, 145)

18 En la novela Delirio, Agustina queda embarazada en dos ocasiones, en la primera ella interrumpe voluntariamente su embarazo y, en la segunda ocasión, ella desea ser madre, pero siempre está asustada, porque presiente que su bebé no va a llegar a nacer, como efectivamente ocurre.

128

Quizás los miedos y el pánico que describe Aguilar tiene que ver con un temor inconsciente que viene desde la época clásica que estudia Foucault, respecto a la locura; pues esta se encuentra asociada a una perspectiva ética, y a una equivalencia moral de lo que se concibe como razón; pero, al mismo tiempo, anexada al mundo animal, lo que la lleva a un estado distante de la humanidad, una especie de monstruosa inocencia del animal que se manifiesta en la locura; una suerte de sinrazón que recorre la curva de la caída humana, hasta llegar a la animalidad… es una abertura hacia la noche en el que se percibe “el peligro subterráneo de la sinrazón, de ese espacio amenazante de una libertad absoluta” (Foucault, 1998, 116). Por otro lado, en la Edad Media, la locura asociada a la animalidad ponía al ser humano frente a las potencias subterráneas del mal, que pueden someterlo y entregarlo a lo sagrado maldito.

Así las cosas, el pánico y el horror que siente Aguilar pueden provenir -como remanentes de miedos heredados culturalmente- de una concepción de la sinrazón que tuvo presencia en el mundo occidental entre el siglo XV y el siglo XVII; la primero cuando la locura estaba asociada al ser humano enfrentado a las potencias malignas y a las diversas formas del pecado; mientras que la segunda, aparece con el furor de la animalidad, en la cual se pierde cualquier mediación con la construcción social de la realidad. En cualquiera de estas dos instancias Aguilar siente que pierde a Agustina en los ríos de su locura19; finalmente, lo que busca este hombre, a lo largo de toda la novela, es recuperarla.

19 Ríos que son constante en su familia, pues es preciso recordar que en los diarios del abuelo se distingue parte de la familia de Portulinus en Alemania; de allí conocemos a Ilse, la hermana del abuelo, la cual estuvo atada de manos y encerrada en un cuarto, por largos años, debido a un “escozor” incontrolable que se manifestaba en sus genitales y la lanzaban a una especie de masturbación constante.

Ilse fue considerada como una vergüenza para la familiar nuclear de Portulinus, ella representaba esa combinación que surge del animal insubordinado, alejado de cualquier forma de humanidad, pero al mismo tiempo, parecía manifestarse en ella una presencia que poseía su voluntad y la condenaban a una especie de estado de aislamiento y exhibición de sus instintos; lo que finalmente, la lleva a tomar la decisión de morir en

129

En efecto, la escritura de la novela es líquida, la narrativa emula a los ríos profundos, feroces y dulces que atraviesan a la familia. La obra no contiene marcas textuales evidentes u obvias que separan la entrada entre los personajes para facilitar la captación inmediata del sujeto que hace presencia en la narración; solo fluye la escritura, de una manera libre; pero en su recorrido se encuentran las letras mayúsculas seguidas por una coma que, como rocas en la mitad de un río, permiten una pausa y el reconocimiento o la entrada de otra perspectiva de los hechos; es decir, se vincula a un narrador a partir de dichas claves narrativas.

Dans le document La mujer entre la realidad y la ficción. (Page 125-130)