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Delirio y sus ángeles perversos

Dans le document La mujer entre la realidad y la ficción. (Page 101-105)

2. Érase una vez un país cuya literatura y

3.3. Delirio y sus ángeles perversos

En la novela de Restrepo, Delirio, la vida de Agustina está relacionada con el misticismo exacerbado, una mixtura de catolicismo y cartomancia, junto con la adivinación; ese es su poder desde que era una niña, pues ella le decía a Bichi, su hermano, que con sus poderes sobrenaturales podría avisarle cuándo el padre lo iba a golpear. De esta manera, Bichi,

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confiaba en los poderes de su hermana y entre los dos practicaban extraños rituales y ceremonias que permitían tener el control sobre la familia. Así, uno de los elementos mágicos que ostentaban, dentro de dicha ceremonia, eran las fotos de la tía Sofi, semidesnuda, que habían sido tomadas por su padre. Los niños saben que guardan una verdad que puede debilitar el poder del padre opresor y homofóbico; en eso concentran su fuerza y su misterio, pues encontraron el punto débil de un hombre violento e infiel; de esta manera, Agustina y su hermano se sienten “todopoderosos” frente a un dios que inspira miedo y admiración, que en este caso está encarnado por el padre de la casa. Cuando Agustina crece y se convierte en adulta, pareciera fundar su propia religión y culto: "Agustina estaba poseída por algún delirio que le hervía por dentro con reverberación difícil, adversa" (Restrepo, 2004, 38).

Agustina continúa con la idea de tener el poder de la adivinación y se gana la vida leyendo el tarot, prediciendo la suerte y el destino de personas perdidas; hasta se dedica a apostar el chance y la lotería. Ahora bien, un día en que Aguilar, su esposo, se ausenta de la casa durante tres días y, a su regreso, la encuentra en la habitación de un hotel, totalmente desorientada, empieza una nueva etapa de su misticismo, pues cae un mutismo absoluto, practica rituales de purificación y limpieza; recorre el apartamento con platones de agua, mientras limpia y lava cualquier mancha real o imaginada; de igual manera, se lava afanosamente sus manos, la cuales identifica como sucias.

Es notorio que Agustina, al estar imbuida en su mundo místico, rompe con el paradigma de la mujer “ideal” y por esa razón es rechazada por los suyos, especialmente por su madre y su hermano Joaquín, quienes no encuentran en ella ninguna enfermedad mental, sino más bien

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una rebeldía, equiparable a la de una bruja poderosa, que le permite abandonar el universo de mentiras de su casa a los diecisiete años, para convertirse, luego, en una hippy con aires de maga, que, además, fuma marihuana. Ella representa a la bruja que se desvía de la norma, ese ser liminal que vive al margen, a las fueras, en el bosque. Tampoco se le puede comparar con el mito de las Ménades, estas figuras clásicas que criaron al dios Dionisos y cuyo culto era representado por una especie de locura mística; a diferencia de las Ménades, Agustina no es poseída, ni inspirada por ningún dios, ella crea su propia religión y se emancipa del mundo de apariencias y engaños de su familia.

3.3.1. las niñas voladoras en Abraham entre bandidos

Abraham entre bandidos cuenta la manera en que, en el año de 1954, los amigos Saúl y Abraham son secuestrados por unos bandoleros, liderados por el excompañero de la escuela primaria de Abraham, Enrique Medina. A través de esta marcha obligada, los amigos se convierten en testigos de algunos vejámenes, angustias, abusos y asesinatos que ocurren en medio de las montañas de Colombia; pero también, se enternecen y llegan a apreciar a algunos de sus victimarios. Las personas que hacen parte de estas dinámicas del conflicto van entretejiendo sus vidas, independientemente, de si ese otro que lo acompaña en la marcha es amigo o adversario.

La novela siempre busca el equilibrio; pues no solo es la narración de una serie de sucesos que, a lo largo de ocho días, ocurren en el monte. También cuenta la historia, en las zonas urbanas, de una familia en el lapso de 50 años de mutua convivencia. La novela también

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narra las distintas facetas y grados de violencia que puede alcanzar un ser humano; pero también, muestra un paisaje idílico que, a veces, se sintoniza con personas llenas de buenas intenciones o con seres cargados de una plana maldad. De igual manera, la novela muestra la cara de demonios terrenales y ángeles celestiales, es una narración que contrasta el caos con el equilibrio, lo sagrado y lo maldito que pueden habitar en un país tropical cuya tradición es la violencia.

Ahora bien, desde la obra de Tomás Gonzáles, Abraham entre bandidos, aparece una nueva forma de representación femenina, pues, en medio de la guerra, la mujer en su estado más infantil y vulnerable es una especie de fantasma y de ángel; tal como aparece en el siguiente fragmento:

Tiberio le había contado a José que había salido una vez al patio de su casa y, al mirar hacia arriba, había visto el cielo poblado de niñas aladas, de bucles dorados, volando juntas como garzas. Las niñas eran uno de sus temas recurrentes en sus visiones. En otra ocasión, camino de la finca de su hermana Ángela, había visto una fila interminable de niñas, esta vez de a pie, que cargaban azucenas y se internaban por una trocha de la cordillera: Las Ánimas del Purgatorio. Las niñas eran siempre de mejillas rosadas y piel muy blanca. En otro de esos encuentros o visiones había visto a otro grupo que jugaba a la gallina ciega debajo de un árbol, mientras al fondo un sacerdote grasiento, de ojos abotagados, estrangulaba a una de ellas, la cara azul, la lengua afuera, detrás de unas piedras grandes y filosas (González, 2010, 157).

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Las niñas voladoras, las Ánimas del Purgatorio eran quizás, los deseos de conectar el lado más puro y cándido del mundo que rodea a Tiberio. Las niñas puede ser una alegoría de la tan anhelada tranquilidad, pero la niña estrangulada anticipa el destino de la inocencia en medio de la guerra; tal es el caso del guerrillero a quien denominaban Piojo, él es asesinado por un integrante de su propia cuadrilla, por uno de los que, se supone, lo debería proteger.

Los sueños de Tiberio muestran esa horrible cara que se presenta cuando la inocencia es ultrajada.

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