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Las insubordinadas

Dans le document La mujer entre la realidad y la ficción. (Page 196-0)

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Algunos sectores de los distintos feminismos han intentado reconstruir la idea de un tiempo antes de la estructura patriarcal, buscando una suerte de contingencia en el orden instaurado culturalmente; con el ánimo de desmontar la reificación21 que se ha hecho de la mujer, su papel inexorable en este ordenamiento social y las distintas representaciones que asume dentro de la ley; de modo que, se busca un nuevo orden en el pasado, uno que hable de una especie de feminidad original, distante a la autojustificación de la ley presente, que reprime y tiende a subordinar a un sector de la población, pues, este tipo de discurso…

[…]casi siempre se fundamenta en un relato que narra cómo eran las cosas antes [sic]

de la constitución de la ley, y cómo surgió la ley en su forma actual y necesaria. La invención de esos orígenes detalla una situación previa a la ley en un relato necesario y unilineal cuya culminación es la creación de la ley, y así la justifica. Así pues, el relato de los orígenes es una estrategia dentro de una narración que, al explicar una única historia autorizada sobre un pasado que ya no se puede recuperar, hace surgir la constitución de la ley como una inevitabilidad histórica (Butler, 2007, 102).

En efecto, como señala Butler, la intención de plantearse un pasado precultural y aludir a una feminidad original y auténtica puede arrojar una mirada limitada, esencialista, y hasta conservadora. En contravía de las agendas culturales actuales que propenden por analizar el género como una construcción cultural compleja. Adicional a ello, se deben analizar con

21 Para este trabajo, consideraremos reificar como el ejercicio de hacer creer que un ser humano, una persona, es producto de una acción inevitable; lo que lo convierte en un ser inconsciente de sus acciones y, por lo tanto, atrapado por una suerte de “destino” invariable; al punto de considerársele un objeto o cosa no consciente, ni libre.

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cuidado estas ficciones -sobre el estado puro de lo femenino- que contienen ideales normativos problemáticos y que terminan definiendo el lugar histórico de la mujer.

Por tal razón, es mejor hablar, no de un modelo esencial de lo femenino, sino de las identificaciones múltiples y coexistentes que engendran diversos conflictos, entre conductas que se ajustan a las normas construidas y los desacuerdos o sujetos insubordinados dentro de las configuraciones de género, y su consecuente construcción de las representaciones sociales que refutan el carácter fijo de los sitios en donde se sitúan lo masculino y lo femenino con relación a la ley del padre, al orden jurídico22.

De modo que, dentro de las novelas del corpus se puede encontrar que el uso del lenguaje, la apropiación de los espacios -tanto públicos como privados-, las prácticas discursivas, y sus rupturas, muestran el carácter ilusorio de la representación social como sustrato sustantivo para el ser humano, así la ley busque su legitimidad a partir de la naturalización del modelo diferenciador de los cuerpos; pues, parafraseando a Butler23, para hablar de las condiciones de enunciación de género, vale la pena pensar en aquellas Otras categorías que quedan por

“fuera de la ley”, las insubordinadas, las cuales muestran que el universo simbólico de representación -para referirse al ser humano y, específicamente, a la mujer- no es más que una construcción y que podría rehacerse de otra forma y con nuevas variaciones.

22 Darle el atributo de esencial y natural a una ley solo puede significar que se instituye como un cerco dominante dentro del cual se fundan relaciones de poder.

23 Para referirse a las demandas de la ley en cuanto a la relación binaria del sexo, esta “[…] exige estar de acuerdo con su propia noción de <<naturaleza>> y adquiere su legitimidad mediante la naturalización binaria y asimétrica de los cuerpos […] (Butler, 2007, 216) y sus respectivas representaciones en cada género.

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En la novela de Germán Castro Caicedo se puede encontrar a una mujer que va adquiriendo un lugar en el universo masculino del narcotráfico, ella es Candelaria, quien ha acumulado poder, dinero y protagonismo en el escenario del crimen, en el cual, ni siquiera existe una palabra para denominar a las mujeres que llegan a ocupar el lugar del patrón, del jefe. Por eso, su interlocutor tiene que inventarse una nueva categoría para nombrarla: “La Narca”;

esto se pone en evidencia cuando a Candelaria le llega la propuesta de abandonar la organización de Frank, para aliarse con otros narcos, quienes la ven de la siguiente manera:

¿Qué esperas? Toma tu propio camino. Aquí te conocemos, sabemos que eres una mujer, además de bella y de evasiva, astuta, y ahora muy adinerada […]

conoces el negocio: eres un narco, o una narca, no sé cómo se dice, muy bragada”.

(Castro, 2000, 250)

Candelaria no solo se abre un nuevo lugar en el mundo del narcotráfico; sino que también, obliga a crear nuevas palabras para ser nombrada; su presencia ya existe para los hombres del negocio de las drogas, ella se ha incorporado en el lenguaje y ha empezado a apropiarse del espacio en el cual está inmersa, según Schoenborn -hablando del silencio en la poesía-,

“Esta apropiación se da porque cuando se le asigna nombre a algo, este empieza a tener identidad en el conjunto de la realidad, un significado que depende de lo que el bautizante interprete24”. (2019, párrafo 2)

24 La entrevista que Clara Schoenborn le hace a la poeta Sandra Uribe, para el periódico El Espectador, tiene como introducción las palabras que aparecen en la cita.

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