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GASTON BACHELARD Y LA NUEVA IMAGINACIÓN A TRAVÉS DE LA POTENCIA DEL IMAGEN POÉTICATRAVÉS DE LA POTENCIA DEL IMAGEN POÉTICA

Dans le document ARQUEOLOGÍA DE LA INTERFAZ (Page 184-188)

GIORDANO BRUNO Y GASTON BACHELARD

4.8. BACHELARD UN NUEVO EXTRANJERO CELESTE DEL PENSAMIENTO DE LA IMAGINACIÓN PENSAMIENTO DE LA IMAGINACIÓN

4.8.3. GASTON BACHELARD Y LA NUEVA IMAGINACIÓN A TRAVÉS DE LA POTENCIA DEL IMAGEN POÉTICATRAVÉS DE LA POTENCIA DEL IMAGEN POÉTICA

En ese instante nuestras reflexiones pretenden colocar en énfasis la vigencia de una filosofía bachelardiana al lado de una teoría de la imaginación, que esboza una poética que consiste en recobrar y unir la heterogeneidad de órdenes ontológicos diversos en un orden de reflexión nuevo y sintético.

Por ejemplo en La filosofía del No, obra de 1940, Gaston Bachelard intenta mostrar una “filosofía diferencial” y como el pensamiento científico contemporáneo inició su virada radical al colocar la realidad entre paréntesis, una forma de ver cómo construye nuestro espíritu lo que llamo “realidad” a través de la idea de “mundos po-sibles”. La modernidad acentuó nuestra dependencia de los sistemas simbólicos que construimos; posibilitó la “pluralidad de estándares” de lo concreto, a los cuales se subordinan nuestras construcciones. Éste fue un logro moderno que comenzó cuan-do Kant sustituyó la estructura del muncuan-do por la estructura del espíritu, y que ahora ha acabado sustituyendo la estructura de los conceptos por las estructuras de los di-ferentes sistemas de símbolos de la ciencia, las filosofías, las artes, la percepción y el uso cotidiano del habla (Sánchez Rodríguez, 2009: 23). Nelson Goodman, así como Bachelard, intentó percibir como se construye la “realidad”, a través de “mundos posibles”. «La modernidad ha producido el paso de la verdad una y única – y, por lo tanto, un mundo encontrado como ya hecho y terminado – al proceso de producción de una multiplicidad de versiones o mundos correctos, que incluso pueden estar en eterno conflicto» (Goodman, 1990: 14).

La filosofía tradicional se ocupa comúnmente del hombre que piensa, como si el hombre encontrara toda su substancia, todo su ser en el pensamiento [...] La filosofía olvida muy seguido que, antes del pensamiento, está el sueño, que antes de las ideas claras y estables están las imágenes que brillan y que pasan. Tomado en su integralidad, el hombre es un ser que no solamente piensa, sino que en principio imagina; un ser que, despierto, es asal-tado por un mundo de imágenes precisas y que, dormido, sueña dentro de una penumbra donde se mueven formas inacabadas, formas que se desplazan sin leyes, formas que se deforman sin fin (Bachelard, 2005: 90).

Paralelo a las obras de “naturaleza científica” de Bachelard, surgen las de “naturaleza poética” para despojar de la unidad de un método de investigación el peso del saber, o mejor, crear un nuevo método del saber anclado en las imágenes, metáforas y en la ima-ginación. Como ejemplo tomemos La llama de una vela, publicado en 1961: la imagen de la vela es utilizada como una metáfora para poner en relevo la imaginación como una posibilidad y al mismo tiempo que nos lleva a mirar más allá de lo visto. La llama es – escribe el filósofo – entre los objetos del mundo que convocan al sueño, uno de los más grandes productores de imágenes. La llama no obliga a imaginar y nos lleva a los más di-versos dominios de la meditación su carga de metáforas e imágenes (Bachelard, 1975: 9).

Bachelard hace una apropiación creadora del pensamiento fenomenológico y plantea su modo de aprehender lo real por medio de la imagen poética en distintos tiempos. Así refuerza que para iluminar filosóficamente el problema de la imagen po-ética «es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación» (Bachelard, 2000: 8).

En otro instante afirma que «la fenomenología de la imagen nos pide que activemos la participación en la imaginación creadora» (Bachelard, 1997: 14).

¿Por qué ponderar sobre la exigencia fenomenológica en relación a las imágenes poéticas? Se trata de poner acento sobre su virtud de origen, captar el ser mismo en su originalidad, beneficiándose así de la notable productividad psíquica de la imaginación.

La imagen poética de Bachelard es la recuperación del paraíso en que Adán después de haber comido el fruto prohibido es expulso. Adán es la representación de la expulsión de lo divino, es el hombre expulso del espacio de la imaginación para la realidad.

Bachelard en La poética del espacio indica que «cuando la imagen emerge de la consciencia como un esplendor repentino del psiquismo […] la vida de la imagen está toda en su fulguración, en el hecho de que las imágenes sean una superación de todos los datos de la sensibilidad» (Bachelard, 2000: 20). O sea, la novedad esencial de la imagen poética plantea el problema de la creatividad y es por esta creatividad que «la conciencia imaginante resulta ser, muy simplemente, pero muy puramente, un origen». Al desprender este valor de origen de diversas imágenes poéticas, debe abordarse, en un estudio de la imaginación, la fenomenología de la imaginación po-ética (Bachelard, 2000: 13).

Vamos atentar que el método de un posible estudio de la imagen en la filosofía bachelardiana es el “método fenomenológico”, «sólo la fenomenología – es decir la

consideración del surgir de la imagen en una conciencia individual – puede ayudarnos a restituir la subjetividad de las imágenes y a medir la amplitud, la fuerza, el sentido de la transubjetividad de la imagen» (Bachelard, 2000: 9). Esa propuesta de fenome-nología abarcaría la acción transmutadora de la imaginación a partir del estudio de la unidad del psiquismo humano y la transubjetividad de la imagen.

Para iluminar filosóficamente el problema de la imagen poética es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación. Entendamos por esto un estudio del fenómeno de la imagen poética cuando la imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del alma, del ser del hombre captado en su actualidad (Bachelard, 2000: 7).

Vamos intentar entender la complejidad de lo que Bachelard denomina “gen poética”, una vez que esta “ima“gen” desempeña un papel fundamental en la ima-ginación. Para Bachelard, la imagen poética no está sometida a un impulso y ni es el eco de un pasado.

[…] en el resplandor de una imagen, resuenan los ecos del pasado lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene un ser propio, un dinamismo propio (Bachelard, 2000: 6-7).

La imaginación en la estructura conceptual de Bachelard abre las puertas y ventanas de la “casa de la loca”, de manera que escuchemos las voces lejanas que nos hablan desde la profundidad de los tiempos. Esa estructura conceptual, similar a una

“estructura imagética”, es muy cercana de la operatividad de la interfaz, una vez que hay un diálogo recíproco entre el sujeto y el espacio “constituido”. Hay una “materia-lización” de un espacio de mezcla de las imágenes poéticas.

Las imágenes poéticas por la capacidad de tránsito en ámbitos de la realidad y la imaginación crea una tensión entre la objetividad y la subjetividad, de lo científico y de lo empírico en que hay la toma de conciencia. De ese duelo de titán se genera una materialización de un espacio constituido por las imágenes poéticas y la subjetividad del sujeto, y es en ese campo de fuerzas en el que hoy se inscribe y define la interfaz, y lo que hace su especialidad y su especialización. De ese confronto es que hace surgir objetos visibles en su entorno, hechos para las funciones prácticas de la acción hu-mana, para operar información y cambiar el conocimiento en un espacio fluctuante.

Esas dimensiones espaciales se reconstituyen mediante la acción de la imaginación creando relaciones llenas de significados, por donde fluye el pensamiento, y lleva a descubrir que la imagen inaugura un mundo y fecunda el pensamiento, o sea una nueva manera de organizar el pensamiento.

Por su vez Bachelard, en La poética de la ensoñación (1960), afirma que la «en-soñación de un soñador alcanza para hacer soñar a todo un universo» (Bachelard, 1997: 102). Él hace eso a través de las imágenes poéticas, que serían germen de un mundo, el germen de un universo imaginado antes de las ensoñaciones. «Las

imá-genes poéticas suscitan nuestra ensoñación, se fundan en ella, tan grande es el poder de asimilación del anima. Leemos y he aquí que soñamos. Una imagen recibida en anima nos pone en estado de ensoñación continua» (Bachelard, 1997: 104).

La imagen poética de que Bachelard habla siempre estuvo en la emboscada del conocimiento humano. Es la potencia o mejor una “potencia original del conocimien-to” a espera de la epifanía del hombre imaginante. La potencia del conocimiento, su estado primero siempre estuvo presente en la existencia del hombre. Son en esencias es-tructuras complejas de vínculos de conocimiento, o eses-tructuras “mágicas a la espera de conocimiento”, a la espera del mago de Bruno, o del sabio de Bachelard, o el operador/

usuario de la interfaz. Es a partir de ellas que el conocimiento puede tomar “cuerpo” y

“materializar” a través de la acción de intermedio del hombre imaginante.

Bachelard, principalmente en Poética de la ensoñación y Poética del espacio, nos propone la experiencia de un encuentro directo con las imágenes que nos llevarían a una reapropiación subjetiva del mundo a través de espacios constituidos por las imá-genes y los recuerdos. ¿Por qué es interesante subrayar esa idea? Primeramente, por que Bachelard propone reflejar la importancia de las imágenes en la construcción de espacios “afectivos” y “emocionales” en junción con la subjetividad; en segundo lugar, ocurre una recuperación de la imaginación del pozo de la obscuridad y atribuye a ella una cualidad “científica”, o que ella pode ser una aliada del pensamiento científico. Y por lo último vale destacar la importancia de la ensoñación como elemento efectivo para intentar pensar la realidad. Solo por esas observaciones es posible percibir que Bachelard pone en destaque elementos proscritos de la actividad científica y postula una nueva manera de pensar el conocimiento.

Al introducir la subjetividad al conocimiento científico, como hace, por ejem-plo, a través del lirismo de Aires y los sueños, originalmente publicado en 1943, Ba-chelard con un labor encomiable saca la imaginación del pozo obscuro edificado sea por la tradición de los idealista kantianos sea la de los seguidores de las tradiciones cartesianas, donde la imaginación es señal de ficción, de valores quiméricos, erráti-cos o engañosos, como los que declaran la imaginación como “la facultad de formar imágenes”. Después de tiempos marcados por la omnipresencia de un pensamiento cartesiano y sus derivaciones, vemos con Bachelard el nacimiento de una estética dinámica sin imágenes fijas.

La imagen poética, a diferencia de la ramplona imagen de la percepción, vivirá, según Bachelard, de onirismos nuevos, asumiendo nuevos significados y estimulando nuevas ensoñaciones. Es de esta perspectiva que la interfaz se acerca a las formas poé-ticas, como dicho arriba. Aunque es importante destacar que, más allá de ellas, tiene más que ver con una hermenéutica. Por eso nuestro interés en la idea de una imagi-nación con una fuerza activa y constructiva, más allá de las imágenes mismas, que es para Sánchez Rodríguez, ese algo “más allá” de imágenes, es “una inspiración a nuevas

imágenes”. Es eso que Bachelard coloca en relieve, pero vamos destacar que Luis Puelles Romero (2002) lo llama un “filósofo iconoclasta”, conforme propone, por la considera-ción de la imaginaconsidera-ción como “deformante” y “desrealizante” de las imágenes recibidas.

Sánchez Rodríguez destaca que Bachelard, ya hacia los anos 40 y 50, tenia ple-na consciencia de que mediante la ensoñación descendemos a nuestro interior, en el cual se fusionan objeto y sujeto; en la ensoñación tanto el producto (imágenes) como el productor (sujeto que ensueña) son poéticos (auténticas creaciones, novedades), y sigue afirmando que en «el Cogito de la ensoñación el sujeto está unido inmediata-mente a su imagen. Al ser ensoñados, casi no existe espacio entre el sujeto que ima-gina y el objeto o imagen» (Sánchez Rodríguez, 2009: 32-33). El cogito múltiple de ensueños, para Bachelard, significa “vivir el mundo poéticamente”.

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