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GÉNESIS DE LOS CONCEPTOS OCCIDENTALES DE LA IMAGINACIÓNIMAGINACIÓN

Dans le document ARQUEOLOGÍA DE LA INTERFAZ (Page 143-152)

GIORDANO BRUNO Y GASTON BACHELARD

4.6. GÉNESIS DE LOS CONCEPTOS OCCIDENTALES DE LA IMAGINACIÓNIMAGINACIÓN

En Meditación de la técnica (1977), Ortega y Gasset sugirió la hipótesis de que el hombre se distingue del animal no tanto por su inteligencia como por su memo-ria, y sobre todo por su capacidad imaginativa. La capacidad de trazarse un espacio interior en el que, protegido de las alteraciones que conlleva la vida en la naturaleza, pudiera jugar con las imágenes de las cosas, combinarlas y, de ese modo, formar y reformar su idea de realidad, redescubrirse y redescubrir el mundo.

En los años 60 Jacob Bronowski [1908-1974] en la conferencia “La mente como instrumento para el entendimiento”, en la Universidad de Yale, dictó que cada vez más tenemos la conciencia de lo que pensamos del mundo, es más, que el animal humano puede percibir y «todos ya nos habían hechizado con la idea de que el mundo está ahí y que nuestros modos de percepción no influencian mucho la manera como lo interpretamos; que nosotros podemos llegar a la naturaleza del mundo sin tener que preocuparnos demasiado por el instrumento que utilizamos» (Bronowski, 1983: 9). Lo más interesante sobre el hombre es ser él un animal que practica el arte y la ciencia, y, en todas las sociedades conocidas, practica las dos juntas» (Bronowski, 1983: 11). Así

“imaginación” es la palabra que deriva de la creación de imágenes en la mente.

El estudio de la imaginación, según Gilbert Simondon [1924-1989], debe efectuar una búsqueda de sentido de los “objetos-imágenes”, ya que la imaginación no es solamen-te la actividad de producción o de evocación de las imágenes, sino también «el modo de recepción de las imágenes concretizadas en objetos, el descubrimiento de su sentido, es decir de la perspectiva de una nueva existencia para ellas» (Simondon, 2013: 20). Para Simondon, en Imaginación e invención (2013), casi todos los objetos producidos por el hombre son en cierta medida “objetos-imágenes”37, o sea, ellos son portadores de signifi-caciones latentes, no solo cognitivas, sino también connotativas y afectivo-emotivas.

Percibimos que hay una amenaza pos-moderna de abolir la imaginación hu-manista y que coincide con la discusión de la “desaparición del hombre” y con el tema de la identidad.

Nuestra tarea en ese apartado es rastrear la génesis histórica de los conceptos occidentales de la imaginación y sin pretender hacer un recorrido histórico-teóri-co sistemátihistórico-teóri-co iremos buscar síntomas y aspectos que la imaginación desempeña en distintas concepciones filosóficas desde la Antigüedad, en que podemos percibir la complejidad de la función en las diversas aportaciones y en sus distintos niveles, sin eclecticismo, pero entendiendo que la imaginación es un objeto que puede tener distintas modalidades y capas de significados. Es decir, nos proponemos investigar algunos conceptos formativos de la imaginación que surgieron por primera vez en las tradiciones griegas y bíblicas y que más tarde evolucionaron a través de los períodos medievales, modernos y postmodernos de nuestra historia cultural.

De ahí la elección de Platón [428-348 a.C.], Aristóteles [384-323 a.C.] y Giordano Bruno para representar el paradigma pre-científico o mágico, Immanuel Kant [1724-1804] y Johann Gottlieb Fichte [1762-1814] para representar el para-digma moderno y científico, y Gaston Bachelard para representar el pos-moderno o pos-científico.

La imaginación y la historia de la filosofía de Occidente han sido la historia del logos, fundamentalmente a través de la razón. La capacidad de “imaginar” se ha entendido de dos maneras: 1) como una facultad representativa que reproduce

imá-37. El objeto-imagen

genes de alguna realidad preexistente y 2) como una facultad creadora que produce imágenes que a menudo reclaman a un estado original en su propio derecho (Kear-ney,1994: 15). Desde los antiguos griegos a los modernos, esas son las nociones bási-cas sobre la imaginación. Esas nociones nos llevan a crear juicios diversos y al mismo tiempo reconocer ciertas características comunes en sus distintas versiones, pero la imaginación no es un “Argos Panoptes”, el monstruo de cien ojos, ni los “Cíclopes”, de un solo ojo, citando a Kearney.

Una lectura genealógica del desarrollo de la imaginación es paradigmática. Es necesario tener en cuenta que la comprensión de lo que es la imaginación en dife-rentes épocas se relaciona con una forma específica con que la gente conceptualiza la relación entre la imaginación y la realidad.

Si en un sentido muy lato se entiende por imaginación la función de producir imágenes, obtenemos así una primera aproximación y se nos ofrece el universo de las creaciones, productos de la imaginación: el universo de las imágenes, pero considerar que la imaginación es la facultad de “producir figuras mentales ante las cuales somos espectadores” es una forma muy reduccionista de comprender el concepto.38 Pero hasta llegar a esa idea vamos intentar esclarecer: ¿Qué trayectoria tiene el concepto?

¿Qué nexos pueden pensarse entre imágenes, concepto, memoria e interfaz?

Para una aproximación más atenta a la peculiaridad de la actividad de la imagi-nación como una función compleja, se exige un acercamiento desde diversos ángulos.

Josep M. Català nomina la interfaz como el «espacio de las relaciones, un espacio que aparece cuando diferentes partes activas confluyen en un punto. Del encuentro de los diferentes vectores surge un ámbito de comunicación que no pertenece a ninguno de ellos en concreto» (Català, 2010: 30). Y eso se asocia al que María Noel Lapoujade, en un intento de producir una Filosofía de la imaginación (1988), indica que la imagi-nación es un ámbito en que pueden estar en un mismo espacio la magia o la ciencia.

Algo que admite hermenéuticas diversas – en ciertos aspectos incompatibles –, como la psicología y la trascendentalidad, el psicoanálisis o la filosofía del cogito consciente.

¿Hasta “dónde” hablar de imaginación creadora? ¿Qué y cómo trazar el límite entre una y otra forma de imaginar? Los procesos de imaginación y su participación en diversas formas de actividades psíquicas son más complejos y lábiles de lo que la clasificación dicotómica puede cubrir. El límite entre “dos” formas de imaginar conduce a pensar algo así como “dos imaginaciones”, la reproductora y la creadora.

Esta clasificación busca contar con el cartabón para decidir cuándo determinadas imágenes son innovadoras o reproductoras. Quizás en casos extremos – un centauro o un árbol – la distinción resulte operante, aunque más bien parece ociosa porque el más torpe sentido común es más que suficiente para no confundirlos. Con mayor razón la distinción reproductora y creadora resulta inaceptable en casos en que la decisión acerca del límite se torna compleja. ¿Cuándo se vuelve difícil de distinguir

38. En otro apartado veremos que la

“imaginación es la capacidad de deformar la imagen”, según Bachelard.

entre reproductora y creadora? Precisamente en los entornos del pretendido “lími-te”. ¿Hasta dónde una imaginación es “creadora” y hasta dónde es “reproductora”?

¿Cuáles son los alcances de cada una? ¿En qué consiste su especificidad? ¿Cuál es el criterio riguroso para trazar la dicotomía? (Lapoujade, 1988: 108).

Es preciso abandonar la distinción entre imaginación reproductora y creadora en cuanto artificial e inconsistente. La imaginación es un conjunto de actividades múltiples, es una estructura procesal compleja, integrada al dinamismo psíquico que se presenta como un fluir total, indivisible, continuo, único (Lapoujade, 1988: 21).

La investigadora Lapoujade defiende la tesis de que la imaginación emerge como una actividad temporal, orientada en dirección al porvenir. San Agustín propone un profundo análisis de la memoria, del tiempo vivido, donde alude a una imaginación mnémica en que cierto sentido anticipa Bergson. Y refuerza que la imaginación es una función psíquica compleja, dinámica, estructural; cuyo trabajo consiste en producir (en sentido amplio) imágenes que pueden acontecer provocadas por motivaciones de or-den diverso: perceptual, mnémico, racional, instintivo, pulsional, afectivo, entre otros.

Consciente o inconsciente; subjetivo u objetivo. «La imaginación puede operar volcada hacia o subordinada a procesos eminentemente creativos, pulsionales, intelectuales etc.;

o en ocasiones es ella la dominante y, por ende, guía los otros procesos psíquicos que en estos momentos se convierten en sus subalternos» (Ibíd).

Cuando pensamos que nuestro real contemporáneo ha potencializado entre otras cosas lo ambiguo, polifacético, inseguro, Umberto Eco [1932-2016], en su Obra abier-ta (1976), sugiere en uno de los ensayos del libro, “Zen y Occidente”, que la imagina-ción aparece como una fuerza humana idónea para penetrar en esa realidad que surge como un conjunto procesal indefinidamente abierto. Philippe Malrieu en La construcci-ón de lo imaginario pone énfasis especial en la que llama “la imaginaciconstrucci-ón interrogativa”.

Haciendo referencia a la creación en la pintura, sostiene que la imaginación insiste que

«ante todo, en formular oscuramente una pregunta: ¿Qué es este olivo? ¿Qué veo en los remolinos de las olas? ¿Qué veo en este rosto? La imaginación consiste al principio en un deslumbramiento frente a las cosas percibidas» (Malrieu, 1971: 101 y 277).

En este pasaje, Malrieu se refiere a la creación pictórica, pero su concepción puede revestir alcances más generales. Es decir: la imaginación desborda el dato gene-rando imágenes que se superponen a lo conocido y la imaginación inicia un proceso creativo de imágenes que expresan la perplejidad, el asombro. Eso lleva Lapoujade a asegurar que la imaginación es una función de “pro-vocación” y “transgresión”, «las imágenes ante lo insólito […] promueven el asombro, el Thauma; por lo que, así, la fuerza de la imaginación crece hasta convertirse en un umbral del filosofar» (Lapou-jade, 1988: 114). Ese “umbral del filosofar”, que propone Lapou(Lapou-jade, es un espacio de actuación de la interfaz en que la imaginación juega como el instrumento para indicar diversas áreas de reflexiones y, en caso de un objeto desconocido, la función

de la imaginación se convierte en la dominante y funge como vía para acceder a un espectro abierto de problemas que se plantean en distintas área de la reflexión de la interfaz, y de su carácter “dialéctico” y de su actividad antinómica. Al hablar de la dialéctica de la interfaz no se trata de abolir los antagonismos, superándolos, sino precisamente, la interfaz actúa en el reino de la polivalencia.

4.6.1. PLATÓN Y EL PENSAMIENTO VISUAL

En el mito de la caverna, Platón superpone varios temas y podemos detectar un primitivo esbozo de un pensamiento visual o un pensamiento en imágenes, así como una teoría del espacio. La teoría platónica de la imitación y la imaginación se relaciona polarmente con el fenómeno doctrinal de la sofística, la cual a su vez se mueve dentro de la esfera de influencia del inventor o fundador del arte de la me-moria basada en lugar e imágenes, Simónides de Ceos, según el texto inaugural de Cicerón en De oratore, cuando discurre sobre la memoria. Es al poeta Simónides que la antigüedad atribuye la famosa definición que “la pintura es una poesía silenciosa y la poesía es una pintura que habla”. El poeta marcaría el momento en que el hombre griego descubre la imagen y el primer testigo de la teoría de la imagen.

Otro aspecto central del pensamiento de Platón que marca el destino de la filo-sofía posterior tiene que ver directamente con los problemas de la imagen y el espacio.

En El idioma de la imaginación (1982), Gómez de Liaño señala que una lectura atenta del mito de la caverna nos lleva a percibir dos tipos de espacios: el del antro, en cuyas inmediaciones arde un fuego (cerrado en sí mismo y apartado del resto de la realidad salvo por una abertura), y otro un espacio abierto, más elevado del campo e ilumi-nado por el sol y donde se está en comunicación directa con la cosa en su realidad total. Hoy, lo que sería realizado con unas gafas de realidad virtual, en aquél tiempo la conexión de la cueva con el campo solar ocurre por el esfuerzo físico del cautivo, que durante tanto tiempo estaba entumecido e impedido en el interior de cuculiforme.

Josep M. Català, tratando del mito y realidad virtual, afirma que el filósofo

«situó el problema de la imagen en el ámbito de un modelo mental que actuaba como una instalación compuesta por conjuntos arquitectónicos (la caverna), plante-amientos teatrales (la boca de la cueva), puntos de vista (el espectador inmovilizado), proyecciones (las sombras) y reflejos (luz del fuego)» (Català, 2005: 147). Esa inter-pretación nos podrá ayudar a situar con más rigor la posición de la filosofía platónica en el seno del arte de la memoria por su espacialidad configurada como una “insta-lación” ya que el espacio y las imágenes son imprescindibles en los fundamentos del

arte de la memoria inventada, adoptada por los sofistas, recogida por la tradición retórica romana y coronada siglos después por Llull y Bruno, entre otros.

Volviendo a Platón, es cierto que la visión domina su filosofía, es decir la visión nos conduce sin remedio a lo visto, a la figuración, a la configuración y a la imagen.

En ese momento vamos caminando en considerar en sentido amplio que “imaginar es ver”. Dicho de otra forma, “la imaginación traduce en lenguaje psíquico el proceso fisiológico por el que el ojo nos entrega la visión”. Es una actividad que consiste esen-cialmente en la aprehensión de un “objeto figurativamente”, en un primero contacto.

La vanguardia de Platón, por así decir, reside en el hecho de que él introduce, dentro de las diversas operaciones de la psique, la imaginación como una función específica de alma y la imagen como un tipo bien definido de realidad. En el pensa-miento platónico, la verdadera realidad es, ante todo, el «modelo intelectual en el que se definen las condiciones formales de la realidad sensible, la cual no es más que una imitación o sombra de aquél» (Gómez de Liaño, 1982: 109).

4.6.2. ARISTÓTELES Y LA IMAGINACIÓN A TRAVÉS DE LAS IMÁGENES

Cuando Aristóteles afirma que “imaginar es formar una opinión que corres-ponde exactamente a una percepción directa”, está hablando que todo pensamiento ha de basarse en alguna imagen mental para poder pensarla, pues “las imágenes men-tales son semejantes a los objetos percibidos, excepto en que éstos carecen de materia”

en la imagen mental. «Así como no hay apetito o tendencia hacia alguna cosa sin imaginación, dice Aristóteles en De anima, de la misma manera toda imaginación implica razonamiento o sensación» (Gómez de Liaño, 1982: 144).

Es cierto que por más intelectual que se quiera, el pensamiento es una especie de imaginación. La imaginación, como todo, es una cuestión oscura, pero eso no impide Aristóteles afirmar que el pensamiento es una especie de percepción.

Aristóteles en el tratado Del alma39, al reflexionar sobre la imaginación40, pro-pone que la imaginación es “el proceso por el cual decimos que se nos presenta una imagen”. Distingue, primeramente, la percepción del pensamiento, a pesar de soste-ner que la imaginación “implica siempre la percepción”, pero se distingue de ella ya que es posible “producir figuras mentales”, ante las cuales somos espectadores. De la misma forma que alerta para no confundir la imaginación con la sensación, en cuanto puede imaginarse un objeto sin que esté presente, como en los sueños y sus produc-tos pueden ser verdaderos o falsos. Por último, en este pasaje Aristóteles le asigna a

39. Utilizamos en

la imaginación un carácter dinámico que vale la pena recordar, pues la caracteriza como “movimiento”.41 Por otro lado, en Poética, él retorna sobre algunas facetas de la imaginación, sobre todo en lo que atañe a las metáforas y su importancia42, donde la metáfora consiste en dar a un objeto un nombre que pertenece a algún otro; la trans-ferencia puede ser del género a la especie, de la especie al género, o de una especie a otra, o puede ser un problema de analogía43 (Lapoujade, 1988:32).

¿Dónde sitúa Aristóteles a la imaginación en la geografía del psiquismo? Según Ignacio Gómez de Liaño, la sitúa, en cuanto que se distingue de la percepción pura y del juicio, entre la percepción sensible, a la que necesariamente implica, y el juicio, ya que ella misma va implicada en él. Aristóteles define la imagen como una modalidad del pensamiento y como una afección que está siempre al alcance del individuo, ya que “es posible producir figuras mentales como hacen los que utilizan imágenes al ordenar sus ideas en un sistema mnemónico”. 44

En ese sentido, esa cita ofrece el especial interés de que atestigua la utilización de imágenes mentales dentro de un sistema mnemónico, sin duda, en lugares, topoi, o tópicos. Para Aristóteles en toda imagen producida por la imaginación hay un mo-mento de ausencia, frente a la sensación de que en cuanto tal implica la irrecusable presencia del objeto.

Por ello, Aristóteles, enfrentándose con su maestro, afirma que “la sensación es verdadera”, en tanto que las imágenes pueden ser falsas, pero no necesariamente. Sólo son falsas cuando traicionan no la forma intelectual, sino la impresión sensorial que evocan. La relación entre imaginación y opinión la expresa Aristóteles cuando afirma que “imaginar es formar una opinión que corresponde exactamente a una percepción directa” (Gómez de Liaño, 1982: 143-144).

Como vimos arriba el concepto de “imaginación” de Aristóteles sienta las bases de la forma racionalista de entenderlo: como basado en la percepción, incluso en el caso de que se imagina algo que no existe, que estaría formado por el agregado de cosas existentes. También considerar que la facultad de “producir figuras mentales ante las cuales somos espectadores” es una forma muy reduccionista de comprender el concepto de la imaginación sobre todo cuando estamos hablando de la Interfaz.

41. El concepto

Johann Gottlieb Fichte en Fundamento de toda la doctrina de la ciencia (1794) valida la idea que la imaginación tiene un carácter de no poseer ningún “punto de vista fijo” y acentúa que solo la razón pone algo fijo y explica que «en virtud de que ella es la primera que fija a la imaginación, la imaginación es una facultad que oscila

pendularmente en el punto medio que hay entre la determinación y la no-determi-nación, entre lo finito y lo infinito y, por consiguiente, determina ciertamente A+B a la vez por el determinado A y por el indeterminado B; tal es la síntesis de la imagina-ción, de la que acabamos de hablar. Precisamente esta oscilación pendular designa a la imaginación por su producto; ella lo produce justo durante su oscilación y por su oscilación» (Fichte, 2005: 142). Es a partir de eso que podemos encontrar una sutil metáfora: la imaginación es una actividad “flotante” o “oscilante”45 y con poder de

“gestora de antagonismos” que, además, logra sintetizar.

Quien señala la importancia que Fichte atribuye a la imaginación es la investi-gadora María Noel Lapoujade. El filósofo alemán eleva la imaginación a un papel de-cisivo en cuanto pone y supera los límites del yo originario, para así construir un no-yo y en ese mismo proceso ganarse a sí mismo como yo. Esta función es continuada en el psicoanálisis de Freud y Lacan. Uno de los padres del “idealismo alemán” al pensar la imaginación y los movimientos dialécticos articula tres momentos esenciales. Cito Lapoujade textualmente

[…] Tesis. Ante de todo, a través de su capacidad productiva (Imaginación productiva), pone límites en el seno del yo, que hacen posible que el yo se encuentre, se conciba en sí mismo. En otras palabras, el yo sólo puede reconocerse como tal en cuanto se limita. Así, su encontrarse no es sino su actividad productiva de la imaginación que pone sus límites.

[…] Tesis. Ante de todo, a través de su capacidad productiva (Imaginación productiva), pone límites en el seno del yo, que hacen posible que el yo se encuentre, se conciba en sí mismo. En otras palabras, el yo sólo puede reconocerse como tal en cuanto se limita. Así, su encontrarse no es sino su actividad productiva de la imaginación que pone sus límites.

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