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LA FUGA Y LOS FLUJOS “TENSODINÁMICOS”

Dans le document ARQUEOLOGÍA DE LA INTERFAZ (Page 132-137)

GIORDANO BRUNO Y GASTON BACHELARD

4.3. LA FUGA Y LOS FLUJOS “TENSODINÁMICOS”

A ser correcta nuestra interpretación de Deleuze, cuando hablamos en “de-venir”, “línea de fuga”, “desterritorialización” o “contra-efectuación”, esos son con-ceptos que presuponen “movimiento”, o la “acción” de un movimiento. Es solo por medio de “movimientos” que se efectiva el conocimiento. Por lo tanto, la “desterri-torialización” es una operación en el interior de una arquitectura que acoge las diver-gencias: solo lo que diverge se contra-efectúa y se renueva, y se entiende a sí mismo como acontecimiento. Es aquí donde hay la necesidad de convertir a la conciencia en una experimentación de vida.

Las líneas de fuga son conceptos, es decir, son “conceptos en potencia” y al mismo tiempo son materialización de conocimiento adquirido y valorado de forma científica o empírica. Pero lo más importante no es la trayectoria de las líneas sino el confronto de las líneas. Después de ese confronto, hay el surgimiento de una nueva línea.

Las funciones y los conceptos, los estados de cosas actuales y los acontecimientos virtuales son dos tipos de multiplicidades que no se distribuyen sobre una línea de errancia, sino que se refieren a dos vectores que se cruzan; uno en función del cual los estados de cosas actualizan los acontecimientos; y el otro según el cual los acontecimientos absorben (o mejor aún adsorben) los estados de cosas (Deleuze y Guattari, 2011: 154).

Si pensamos en la operatividad de la interfaz, en su faceta epistemológica, nos daremos cuenta de que se trata de una operación que propicia un salto del finito al infinito. Queremos decir con eso que a partir de un “sistema cerrado”, donde se impone un único “problema”, se van creando líneas – o hipótesis a respecto de un determinado problema – que pueden transitar entre el real y lo abstracto, lo empírico y lo científico. Cuando hablamos de líneas, no caracterizamos solo la idea rectilínea, pero las líneas en toda su potencia de formas que buscan vínculos con otras líneas.

Son líneas activas, líneas de fuga, extremamente móviles que actúan en todas las direcciones, líneas autónomas y activas que buscan conexiones. La función de esas líneas en la interfaz es la búsqueda de conexiones. Podemos “visualizar” ese proceso en la “fuga”, un estilo de composición contrapuntista, polifónica e imitativa que tuvo en Johann Pachelbel [1653-1706] una gran contribución para su desarrollo. La fuga tuvo su ápice en las obras de Johann Sebastián Bach [1685-1750], quien también lanzó manos de esa forma de composición. Como por ejemplo en Fugue in G mi-nor BWV 578.31 Según Josep Català, la forma de fuga es una manera de percibir las transformaciones de la interfaz. O sea, la operatividad de la interfaz se aproxima de las estructuras musicales, como la de la fuga. [Figura 2].

De manera general la fuga es un estilo de composición polifónico basado en un tema principal, que tuvo su origen en el Barroco. En esa composición musical el tema

Figura 2. Bach, “Little” Fugue in G Minor BWV 578

31. https://www.

youtube.com/watch?-v=p1XD1MSES_8

principal es repetido por otras voces que entran sucesivamente y continúan de manera entrelazada. J. S. Bach, a través de esa técnica estilística, dio origen al Canon, que explora la fuga como una forma de variación sobre el tema. Comienza un tema (un problema) por una voz aislada (que sería el usuario en el interior de la interfaz); en seguida, una segunda voz canta el mismo tema, pero transpuesto (otra perspectiva del problema).

Como en la fuga, el operador en la interfaz actúa manteniendo su individualidad y subjetividad. Al entrar en contacto con otras “líneas de fuerza” – que se efectúan del choque entre las líneas con sus potencias características – se crean varios pliegues que definen una nueva cartografía y trazan múltiples mapas que se constituyen de la soma de las perspectivas o definiendo el límite de lo pensable. Retornando a Deleuze y Guattari,

Los conceptos son acontecimientos, pero el plano es el horizonte de los acontecimientos, el depósito o la reserva de los acontecimientos puramente conceptuales: no el horizonte relativo que funciona como un límite, que cambia con un observador y que engloba estados de cosas observables, sino el horizonte absoluto, independiente de cualquier ob-servador, y que traduce el acontecimiento como concepto independiente de un estado de cosas visible donde se llevaría a cabo (Deleuze y Guattari, 2011: 40).

La única fuerza que se afecta a sí misma desde el exterior es aquella fuerza de los flujos “tensodinámicos” – o movimientos “peristálticos”, en las palabras de Deleuze – que presionan desde el afuera hasta penetrar en el interior. A esas fuerzas «se llamará más comúnmente el plegamiento, el pliegue. El adentro es el pliegue del afuera. Y es el pliegue de afuera el que es constitutivo de un adentro, adentro más cercano que todo medio de interioridad, que todo pliegue interior» (Deleuze, 2015: 25).

Los “flujos tensodinámicos” son como una energía primaria que alimenta la estructura de las interacciones, o los nodos de las interacciones. Son líneas, para usar la terminología de Deleuze, que cuando se encuentran provocan un choque. Por su fluidez, eses flujos hacen con que ocurra una actualización permanente de la estruc-tura del pensamiento y del espacio que opera la conciencia del usuario a través de un confronto dialéctico del pensamiento.

El flujo “tensodinámico”, como expresión del pliegue, hace, a través de una

operación, con que todo el espacio de la interfaz se torne navegable, un espacio que amalgama una sucesión de “ventanas” o links a partir de los flujos. Por ser esponjoso, el territorio de la interfaz, donde ocurren los pliegues y despliegues, es un espacio propicio para acoger las tensiones que se confrontan. Las condiciones del pliegue son, en definitiva, las condiciones de la inmanencia en su afectarse a sí misma. Al mismo tiempo acoge también el sujeto en su interior, donde flotan eses contextos potencia-lizados, de tal forma que los procesos de subjetivación que allí afloren se cumplan en la adhesión de la dinamicidad de la interfaz.

Los flujos “tensodinámicos”, al producir los pliegues y despliegues, pasan a existir en la potencia, en tanto que características de los pliegues mismos. Y la

poten-cia de los flujos “tensodinámicos” se confunde con la amplitud de lo que se despliega, y la fuerza, con la capacidad de “inherencia”.

Ningún paquete de dados por si solo constituye conocimiento en grado al-guno: son líneas estabilizadas, hasta que los flujos “tensodinámicos” provoquen el choque. A partir de ese choque, el conocimiento, o potencias de conocimiento, pasa a crear vinculaciones. La estructura al ponerse en movimiento hace con que nuevas configuraciones sean creadas, nuevas preguntas y posibles respuestas surjan a partir de la acción de los flujos “tensodinámicos”, convirtiendo-se así en infinitos centros que hacen eco mutuo y resuenan la pregunta inicial.

A partir de entonces los flujos “tensodinámicos” ya no se remiten a un centro, como tampoco se enfrentan a las premisas iniciales. A partir del primero choque solo se enfrentan y se relacionan a otras fuerzas, a que afectan y por ellas son afectadas. Es ese el principio dinámico de la relación entre las fuerzas, no una relación de si tiene más o menos fuerza, sino que la fuerza está subordinada a la cuestión cualitativa. Por ejemplo, no se trata de privilegiar una fuerza de carácter científico en detrimento a una fuerza de carácter empírico, sino de percibir las distintas “cualidades” de las dos.

En Cine II. Los signos del movimiento y el tempo, hay una cita que expresa bien lo que estamos pensando sobre las relaciones de fuerzas y sobre la capacidad de trans-formación del encuentro de los flujos,

Pero lo bueno es la vida naciente, ascendente, aquella que sabe transformarse, metamor-fosearse según las fuerzas que encuentra, y que compone con ellas una potencia cada vez más grande, aumentando cada vez más la potencia de vivir y abriendo siempre nuevas

“posibilidades”. Es cierto que no hay más verdad en una que en otra; no hay sino devenir, y el devenir es la potencia de lo falso de la vida, la voluntad de potencia. Pero existe lo bueno y existe lo malo, es decir, lo noble y lo vil (Deleuze, 2011: 191).

En los flujos “tensodinámicos”, para Deleuze, importante no es el pliegue abs-tractamente considerado, sino la relación con la que entabla vínculos o la profundidad determinada por el pliegue y aquello que el pliegue hace inherente, interiorizándolo.

Hay fuerzas, por ejemplo, que sólo pueden responder a otras fuerzas de misma ampli-tud, o son capaces de producir una respuesta dentro de un mismo sistema. De la misma forma que hay otras fuerzas que se complementan con otras, aunque antagónicas, y tienen la capacidad de una convivencia en un mismo espacio y hasta mismo ser com-plementarias. Es lo que Deleuze llama de “abrir siempre nuevas posibilidades”.

Es importante tener en cuenta que en esa lucha o en ese confronto de fuerzas hay un sujeto que no se puede dejar de lado, que es el operador de la interfaz. Todo ese confronto es operado por él, quien tiene importancia decisiva en delimitar esa relación entre el interior y el exterior. Es a través de ese sujeto que se crea la relación entre el interior y el exterior, y viceversa. Es la construcción del sujeto “abigarrado”

que, en la operacionalidad de las fuerzas, o potencia de conocimiento, se convierte

en el “sujeto operador”, ya que es él quien construye los “planos de inmanencia” y territorios para que ocurra la acción de los pliegues y despliegues, por las fuerzas de individuación y de diferenciación.

Cuando hablamos de un sujeto que tiene la capacidad de hacer pliegue y despliegue y por último repliegue, identificamos un sujeto dinámico, una vez que desplegar y reple-gar son operaciones que articulan diferentes líneas, o diferentes flujos “tensodinámicos”.

El pliegue en Deleuze significa que es una fuerza con la capacidad de crear una potencia diferencial, una fuerza que se apropia y afecta otras fuerzas. La capacidad del pliegue depende de la potencia de las fuerzas encontradas en el flujo “tensodinámico”.

El despliegue depende de la energía liberada del confronto de las fuerzas enfrenta-das que van promover “vinculaciones”, lo que es diferente de “conexiones”. Vincular presupone ligadura y lazos, mientras que “conectar” tiene la concepción de ligar.

Conectar sería el primer paso de la vinculación. En el caso de la interfaz, vincular es la fuerza y conectar es el primer contacto, que puede o no llevar a una vinculación.

En la interfaz ningún “acontecimiento” surge si no está en vínculo con otro espacio, sin que haga una actualización del pliegue que se forma en las conexiones, que al mismo tiempo son zonas de singularidades como zonas de heterogeneidades que llevan a la vinculación. Es de eses confrontos que se amplían su relacionalidad, la conectividad y se firman en un suelo de inmanencia, o acá, en nuestro caso, se firma y constituye el suelo de la “loca”.

Es a partir de un movimiento que actúa del exterior al interior y que después retorna al exterior que se efectiva el suelo de la casa de la “loca”. El suelo de que habla-mos es el territorio constituido donde el pensamiento puede materializarse. El territo-rio, al constituirse, es donde ocurre la actualización del pensamiento. La constitución de ese “territorio”, en nuestro caso de la interfaz, es el momento en que el “usuario”

se pre-dispone a entender un cierto problema, el momento en que él reconoce la existencia de un problema.

La interfaz no es un espacio constituido y efectivado a partir de axiomas, sino que acoge la pluridisciplinariedad. Es lo que Català defiende: un dispositivo epistemológico preparado para desarrollar todas esas mediaciones, para romper con los mecanicismos que mantienen separadas las distintas disciplinas. Él alerta que «el peligro del uso del conjunto de diversas disciplinas es el eclecticismo […] mi planteamiento metodológico pretende fundarse, sin embargo, en la utilización de distintas disciplinas, sin caer en el eclecticismo» (Català, 2010: 45). Esa observación tiene sentido, porque como detectó Català, parece ser un método ligado a un periodo de decadencia, pero expone que

[…] Lo que reprocha verdaderamente al eclecticismo es el no reunir estas piezas dis-persas en un todo común, en un sistema coherente, una amonestación que no deja de resultar sospechosa ahora que son los grandes sistemas los que están realmente en decadencia (Català, 2010: 45).

La interfaz que proponemos es un espacio creado por un sujeto/usuario que de-sea investigar un determinado problema, pero no se trata de un método, sino de una forma epistemológica de construcción de conocimiento. La interfaz de que estamos hablando es un espacio de producción que se crea a partir de un problema, no un espacio en que se coloca un problema a la espera de una solución.

Cuando hablamos del suelo de la loca, nos referimos a un territorio en que la imaginación, en la interfaz, se efectiva. Un suelo que se configura como una carto-grafía, por su conjunción de líneas que crean conexiones mediante convergencias, prolongaciones, encuentros y pliegues. El pensamiento no se produce a sí mismo, sino que nace de los encuentros con lo que es extraño, con el otro que fuerza a pensar.

4.4. LOS CONCEPTOS COMO HERRAMIENTAS DE LA

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