Capítulo 3 METODOLOGÍA
3.2 Marco que justifica la elección de los datos
3.2.3 Elementos semióticos
Consideraremos cuatro fundamentalmente, que deben estar relacionados estrechamente para cumplir su función semiótica: el texto escrito (frases, expresiones, metáforas), las preguntas con las que se relacionan, las imágenes, y las actividades prácticas. Tal como Rodríguez, et al (1999) indican, es importante definir con claridad qué significado damos a los términos utilizados en este informe dada la ambigüedad que tiene según quien los utiliza. De este modo se detalla a continuación lo que en adelante entenderemos por cada uno de los elementos semióticos considerados.
3.2.3.1 Texto escrito
La justificación de por qué consideramos el texto escrito como un elemento semiótico la encontramos en las ideas propuestas por Lotman (2003) quien considera que “el concepto de texto es fundamental para la semiótica y la lingüística modernas.
De acuerdo con la tradición Saussuriana, el texto es una manifestación del lenguaje”.
En concordancia con el autor y con su visión contemporánea de “texto”, éste no sólo tiene una función comunicativa, sino que también crea significación: “En esta función el texto ya no aparece como un mero envoltorio pasivo de un significado determinado de antemano, sino como ‘generador de significado’”.
Es así como entonces cabe hacer la distinción entre lo que, de ahora en adelante, se considerará “texto escrito”. Cuando mencionemos la palabra “texto” nos referiremos al conjunto de texto escrito, como elemento semiótico en su función didáctica, o sea, el conjunto de palabras y frases que constituye un libro. Lo anterior implica que al hablar del texto global diremos “Libro de texto”.
3.2.3.2 Imágenes y/o animaciones
Las imágenes de los libros de texto otorgan una manera de representar los hechos y ejemplos que el libro utiliza para comunicar el mensaje, de tal manera que el lector reciba un mensaje visual que complemente al escrito. En concordancia con esto,
Martin (2002) nos indica que las imágenes trabajan en cooperación con el lenguaje y pueden ser más aptas que éste para un determinado propósito.
En palabras de la misma autora “No sólo son las imágenes cruciales para la conceptualización de las ideas científicas, también son consideradas como ayudas de gran alcance para comunicar el conocimiento especializado a las audiencias de los no expertos”.
En una investigación sobre el uso de las imágenes en la enseñanza de las ciencias, Perales (2006) distingue entre lo que se puede considerar una imagen y una ilustración. Define de este modo el término imagen como una “representación de seres, objetos o fenómenos, ya sea con un carácter gráfico o mental”, distinguiéndolo del término ilustración como un tipo de imagen más específica, “de carácter gráfico y que acompaña a los textos escritos con la intención de complementar la información que suministran”.
En nuestro caso, coincidimos con la idea de imagen como una representación pero que en términos generales, engloba la idea propuesta para el término “ilustración”. Es decir, consideraremos como imagen a cualquier representación visual de fenómenos, objetos, etc, ya sean fotografías, dibujos, gráficas, tablas, esquemas y diagramas, por mencionar los más comunes, y cuyo rol es acompañar al texto en general.
Para clarificar dicha consideración en una primera instancia, se adopta la propuesta hecha por Izquierdo et al. (2007), de que las imágenes presentes en el texto cumplen funciones diferentes pudiendo distinguir tres tipos:
1. No operativas; cuando no se trabaja con ellas. No entregan información relevante ni son de interés fuera del contexto.
2. Operativas elementales; se pueden interpretar con representaciones universales.
3. Operativas Sintácticas; requieren conocimientos específicos para interpretarlas.
Siendo éstas las de mayor interés para esta investigación desde el punto de vista de la actividad científica.
En el caso de los libros digitales, el texto escrito puede ir acompañado de elementos audiovisuales como animaciones, simulaciones, applets o laboratorios
virtuales, entre otros, además de imágenes estáticas como las de cualquier libro de texto en formato papel.
Dado el carácter cíclico de esta investigación, tal como se ha explicado con anterioridad, y a partir de la revisión superficial de los libros digitales que complementan el objeto de estudio, se observó que ellos incorporan sólo animaciones sencillas que en vez de favorecer la interactividad de los lectores con el libro, simplemente daban dinamismo a lo que en un libro tradicional hubiese sido una imagen estática.
En este punto es de nuestro interés lo que autores como Scheiter y Gerjets (2006) dicen sobre los sistemas representaciones que se utilizan para crear animaciones: “Los íconos se parecen a los objetos que representan, mientras que el significado de los símbolos se basa en un acuerdo convencional en vez en vez que en el parecido físico.
Por lo tanto, su relación con el mundo que ellos representan es arbitraria. Además de animaciones icónicas y simbólicas, la taxonomía incluye animaciones hibridas, que comienzan con una representación icónica del dominio, al que luego se transformó en simbólico.”
Para clarificar esta idea proponemos el ejemplo siguiente extraído del capítulo 4, Interpretación de los datos. Al hablar de la “Reflexión de la luz” como contenido teórico, todos los libros que tratan el tema recurren a representaciones geométricas utilizando diagramas de rayos.
Libro Tradicional 1 Libro Digital 1
Tabla 3. Ejemplo sobre la similitud del contenido de una imagen y una animación
Es posible observar la similitud de las imágenes, con la diferencia de que, en el caso del libro tradicional es una imagen estática, y en el caso del libro digital es una animación. El rayo de color amarillo tiene movimiento y realiza el recorrido de izquierda a derecha rebotando en el espejo, generando una idea de temporalidad que
el libro tradicional no puede mostrar, al menos no tan fácilmente. De este modo la imagen dinámica adquiere un significado dado por el simbolismo de la misma.
Aunque las ideas que surgen sobre este tema están aún en debate (ver por ejemplo, Rebetez, C y otros, 2006) reconocemos aquí que el uso de animaciones puede mejorar la comprensión y aprendizaje sobre ciertos fenómenos que los alumnos no podrían acabar de representar mentalmente, de forma correcta, sólo con imágenes estáticas.
Destacamos en este sentido que existe una diferencia evidente entre una animación y una imagen estática pero que en esta investigación no profundizaremos en ella, debido a que nos centraremos en el rol que la animación cumple en el libro digital, al igual que el rol que puede cumplir una imagen estática en un libro tradicional.
Es así como adoptamos las ideas de Pintò, Saez y Tortosa (2008) sobre considerar las animaciones como “aplicaciones informáticas formadas por imágenes dinámicas donde se representa o imita algún fenómeno real o irreal en un entorno virtual”. Esta definición se adapta a lo observado en los libros de texto donde la única posibilidad de interacción del lector consiste en ejecutar la animación, o sea, ponerla en marcha, pero sin modificar sus variables, sólo observarlas.
A partir de lo anterior, las categorías aplicadas a las imágenes serán también aplicables a las animaciones, dado que comparten el rol de acompañar al texto escrito.
De este modo la distinción entre ellas solo se hará cuando sea necesario.
El principal interés por las imágenes en particular surge del potencial que, creemos, tienen en el proceso de elaboración de significados por la interacción existente entre ellas y los otros modos lingüísticos presentes en los textos. En concordancia con Vasilis y Kostas (2005/2006) muchas veces no se explota el real potencial que las imágenes tienen como generadores de aprendizajes.
3.2.3.3 Preguntas
Una característica que diferencia a la ciencia de otras disciplinas es que nos da la posibilidad de cuestionarnos sobre el mundo que nos rodea y nos entrega respuestas a
esas inquietudes; de hecho, las preguntas que no tengan respuesta acaban por no ser consideradas por la ciencia. Una idea similar la encontramos en Màrquez, Roca y Via (2003) “Lo que diferencia la ciencia de otras áreas es inicialmente la manera de preguntarse sobre los hechos, la manera de aproximarse a los fenómenos, es decir, la manera de <<mirar>>”.
Las preguntas corresponden a lo que puede ser pensado en relación a un determinado fenómeno. Esto, en el contexto de lo que una actividad científica escolar (A.C.E.) necesita, supone que en las clases de ciencias se promuevan la formulación de preguntas cuyas respuestas sean a su vez la búsqueda de explicaciones a los fenómenos observados.
Dentro del mismo contexto, Montserrat Roca (2008) plantea que “Enseñar ciencia comprende plantear situaciones para posibilitar y favorecer que el alumno haga, piense y hable sobre ciencia. Es decir, realizar actividades que permitan desarrollar las capacidades, dotar de conocimientos, habilidades y procedimientos que lo hacen posible”.
Considero de este modo que el plantear preguntas en los textos es parte importante del proceso de aprendizaje de la ciencia y que constituye una forma interesante de expresar ideas e inquietudes que adquieren un significado científico en la respuesta que el texto formula. Por eso se consideran en esta investigación como un elemento semiótico de interés, ya que las respuestas a dichas preguntas en conjunto con las ideas expuestas en el texto escrito adquieren sentido sobre el tema en cuestión. A su vez la elección de las preguntas que en el libro de texto aparecen no es al azar (o al menos partimos de ese supuesto), cumpliendo entonces una función retórica importante que responde a las finalidades didácticas del autor y que justifica su planteamiento.
3.2.3.4 Actividades Prácticas
Aunque difícilmente se discute la importancia del trabajo práctico en la enseñanza de las ciencias y dado que la imagen “popular” de un científico es la persona de bata blanca que prácticamente vive en un laboratorio, lo cierto es que la adquisición de procedimientos experimentales no tiene un espacio relevante en la realidad de la
actividad científica escolar actual. Anteriormente hemos dicho que uno de sus pilares lo constituía el “Hacer”, o sea, todo aquello que involucra la posibilidad de actuar en la ciencia, hacer ciencia, y por ende su base radica en la posibilidad de realizar trabajo práctico en la escuela. De este modo consideramos aquí a las actividades prácticas como lo que puede ser ‘hecho’ en relación a un determinado fenómeno.
Las actividades prácticas “proporcionan al alumno un campo de pruebas donde puede ampliar sus experiencias y modificar sus ideas e interpretaciones, haciéndolas más coherentes con el conocimiento científico, siempre y cuando estén adecuadamente diseñadas…” (García y Martínez Losada, 2003). Para muchos alumnos, lo que llegan a saber de las actividades prácticas es lo que sobre ellas se dice y se representa en el libro de texto.
Una vez definidos los aspectos a revisar en los libros se procede a escoger la muestra de libros a analizar.