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Comunidad virtual y cultura participativa

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2. Marco teórico

2.2. El análisis de las redes sociales

2.2.1. Comunidad virtual y cultura participativa

Comunidad virtual y cultura participativa constituyen dos elementos teóricos clave, estrechamente vinculados a los medios sociales de internet, que explican el papel protagonista de los usuarios en la construcción de los contenidos y el cambio de paradigma de la comunicación respecto a los medios tradicionales.

Como ya se ha dicho, internet y la Web 2.0 han permitido modificar la direccionalidad de los mensajes concediendo al usuario una posición privilegiada. Este fenómeno, cuyo requisito principal es estar conectado a la red, ha facilitado la constitución de comunidades virtuales de usuarios que comparten intereses comunes estableciendo una red de relaciones producto de sus interacciones (Caldarelli y Catanzaro, 2014;

Christakis y Fowler, 2010).

Las comunidades virtuales, concepto acuñado por Howard Rheingold, explican las sinergias de la información con los avances tecnológicos provenientes de los países desarrollados. Se trata de “agregaciones sociales que emergen de la red cuando suficientes personas llevan en esas discusiones públicas bastante tiempo, y con abundante sentimiento humano, para formar redes de relaciones personales en el ciberespacio” (Rheingold, 1996: 8). Las comunidades virtuales aparecen “como resultado de una práctica continuada (…) permitiendo interconectar a un gran número de usuarios en un espacio común de intercambio de mensajes” (Rodríguez Illera, 2008: 11). Estas comunidades virtuales no son más que un ecosistema de grupos y subculturas formados de manera espontánea y aleatoria en el ciberespacio, pero que lo hacen de un modo similar a la reproducción de los microorganismos (Christakis y Fowler, 2010; Rheingold, 1996). Las comunidades virtuales son una extensión de nuestra vida cotidiana donde se intercambian ideas (Powers, 1997) que permiten hacer casi todo lo que hacemos en la vida real, pero superando las fronteras geográficas (Rheingold, 1996).

En relación a ello, ha sido el advenimiento de la Web 2.0, en particular, el fenómeno que ha modificado las reglas de juego permitiendo que en internet “se pueda contribuir de manera colaborativa en la construcción del conocimiento colectivo a partir de actos de comunicación individuales y grupales que pueden ocurrir en el ciberespacio y en los espacios reales” (Aparici, 2010: 27). Esta cultura de la conectividad (Van Dijck, 2013) desarrollada durante la primera década del siglo XXI ha sido fruto de las relaciones sociales surgidas en las redes de internet que han facilitado a las personas

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organizarse, articular movimientos, acciones y pensamientos colectivos (Aparici, 2010). En esta línea, la convergencia mediática es un proceso de transformación cultural que afecta a los usos de los medios de comunicación alterando la relación entre las tecnologías existentes, las industrias, los mercados y las audiencias; y “altera la lógica con la que operan las industrias mediáticas y con la que procesan la información y entretenimiento los consumidores de los medios” (Jenkins, 2008: 26).

Todo este proceso ha dado lugar a lo que algunos investigadores en comunicación sobre internet han denominado cultura participativa, donde los usuarios interactúan sin jerarquías preestablecidas generando conocimiento, a veces de manera colaborativa, a partir de la creación y distribución de contenidos (Jenkins, 2008; 2009; 2010). Por tanto, la cultura de la participación es aquella que “no tiene barreras para la expresión ciudadana, que apoya la creatividad y la puesta en común de creaciones propias y colectivas” (Aparici y Osuna Acedo, 2013: 138) y que “implica modelos de comunicación horizontales donde las relaciones de poder proporcionan a cada individuo la posibilidad de intercambiar puntos de vista, expresar ideas, comentarios, experiencias así como trabajar colaborativamente” (Aparici y Osuna Acedo, 2013:

137).

En las dos últimas décadas, la cultura participativa ha sido transformada por las posibilidades ofrecidas por las tecnologías digitales (Jenkins et al., 2015). Sin embargo, para Henry Jenkins y otros autores (2016), las prácticas participativas han existido siempre, mucho antes de las redes sociales virtuales. El gran cambio ha sido provocado gracias a las culturas adheridas a internet. En definitiva, a partir de estas apreciaciones, debemos considerar que la interactividad es una característica particular de las tecnologías mientras que la participación de los usuarios se refiere a la propiedad de la cultura donde los grupos toman decisiones colectiva o individualmente que tienen un impacto en sus experiencias compartidas.

32 2.2.2. La teoría del actor-red

En relación a nuestro objeto de estudio que trata las relaciones que se dan entre actores en redes complejas presentamos la teoría del actor-red, formulada y desarrollada por los sociólogos Bruno Latour, Michel Callon y John Law en los años 80. Esta teoría estudia el ensamblaje de los elementos de la sociedad que constituyen conjuntos y colectivos en los que las tecnologías y las personas se integran como un todo.

La teoría del actor-red considera las asociaciones que se establecen a partir de un conjunto de actores interrelacionados entre sí, así como la transformación de la red formada por estas relaciones. Estos actores pueden ser seres humanos y máquinas (“o artefactos técnicos”). Un actor-red es, a la vez, un actor que conecta elementos heterogéneos y una red que se redefine y transforma constantemente. Por tanto, esta teoría considera la acción conjunta de los seres humanos y de las tecnologías como un todo inseparable que forma parte de un proceso constructivo en el que las máquinas y las personas se alían y se funden. Según la teoría del actor-red, los actores deben ser estudiados a partir del análisis de las redes a las que pertenecen para comprender sus entornos y relaciones, puesto que la acción no es algo generado por un agente identificable como tal (un sujeto), sino por algo que se da dentro de una red de transformaciones cuya estructura se encuentra en constante cambio (sistema).

Tanto lo que tradicionalmente era considerado como agentes (actores), como lo que se consideraban objetos (los artefactos técnicos) forman parte de esa red, y además forman parte de ella en igualdad de condiciones (Latour, 2008).

La teoría del actor-red es también una crítica a lo que habitualmente los sociólogos definen como “lo social”. Bruno Latour sugiere estudiar “lo social” como un movimiento y no como una estructura, un proceso a través del cual los actores se agrupan y se vuelven a asociar constantemente. El sociólogo francés sostiene que es “un movimiento muy peculiar de reasociación y reensamblado” (Latour, 2008: 21) que trata de describir la acción conjunta de los seres humanos y de las tecnologías. En este sentido, la teoría actor-red se caracteriza “por asumir la existencia de actores no humanos que también actúan y participan en los procesos asociativos, porque no considera lo social como un elemento estructural estable (no hay grupos, sino sólo la formación de grupos)” (Coromina, 2016: 43).

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