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3 LAS NARCOTELENOVELAS

3.4 Resultado del análisis de los estereotipos femeninos en las narcotelenovelas

3.4.1 Mujeres objeto del narco

3.4.1.1 Características de los personajes de las mujeres objeto del narco:

3.4.1.1.3 Clase social

De los siete personajes analizados, cinco de ellos pertenecen a la case baja, Catalina, Jimena, Vanessa y Paola de Sin tetas no hay paraíso (2006) y Raquel Santamaría de La diosa coronada (2013). Aunque esta situación es cambiante a lo largo de toda la ficción, es este un rasgo característico referente a la clase social de los personajes debido a la actividad en la que se encuentran involucrados, el narcotráfico, en donde la gente oscila de una clase social a otra dependiendo de cómo vaya el negocio. No es, por tanto, la trayectoria de estas mujeres unidireccional, de la pobreza a la riqueza como sucede en la telenovela clásica, sino que pueden estar unos episodios abajo para luego subir y acabar en la miseria.

Las clases bajas colombianas que reflejan las series rigen su vida por el excesivo consumismo a imitación de EE.UU. La televisión con la que se educan les crea deseos (que no necesidades) materiales, cuya satisfacción creen que servirá para elevar su estatus social. El hombre que tiene “X” coche y/o una mujer con “X” características, es más válido, tiene más nivel, tiene más poder.

Por un lado, las mujeres de Sin tetas no hay paraíso viven en un barrio marginal de una ciudad de Colombia, en Pereira, y han atravesado por serios problemas económicos.

Por ello, se relacionan con narcotraficantes de mediana y alta escala con el objetivo de elevar su estatus social. Todo esto lo hacen con el único fin de satisfacer sus propios

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deseos adquisitivos (que no necesidades), producto del consumismo excesivo y orientado a subir de clase social. Creen que con todo esto se les arreglará la vida.

Por otro lado, las reinas de belleza que se relacionan con narcotraficantes quieren, además de los objetivos monetarios y el ansia de subir de clase social, fama y reconocimiento público. No les basta el ser admiradas o deseadas en fiestas o eventos de lujo. Quieren que toda la sociedad les admire, quieren que el reconocimiento a su belleza sea público. Aparecer en las revistas y los programas de televisión que consume el entorno social y familiar en el que nacieron, reafirmando así su triunfo por el que tanto han pagado y pagarán.

Los abruptos cambios en la situación económica de estas mujeres se deben a su afán despilfarrador. Si bien reciben grandes sumas de dinero por parte de los narcos, lo gastan a manos llenas sin ahorrar nada en absoluto, lo que refuerza la teoría del consumismo exacerbado originado por la extrema pobreza.

Raquel Santamaría (La diosa coronada, 2013), aunque también pertenece a la clase baja, no solo tiene aspiraciones económicas. Esta mujer aspira a ser famosa y reconocida y éste fue el motivo central por el que se inscribió a un certamen de belleza.

Circunstancialmente, en su vida se cruza un narcotraficante a quien la joven ve como una plataforma para alcanzar sus deseos de fama y fortuna.

La incultura de estas mujeres, su precaria educación y carencias, las llevan a pensar que por vestir ropa cara o tener joyas se convertirán en personas respetadas y envidiadas.

Esto puede resultar, en cierto modo, verdad en el contexto social en el que se desenvuelven, pero no quita que para que el traficante (que por se rige por el mismo principio de despilfarro y excesos) las siga considerando como un producto de consumo.

Con respecto a la narcotelenovela Las muñecas de la mafia (2009), detectamos dos casos que a priori no pertenecen a la subcategoría de chicas prepago63, sino al rubro de las muñecas del narco. Además, proceden de una clase social superior a las chicas de Sin tetas no hay paraíso. En palabras de Ángela Castellanos (2010: 1), “se trata de mujeres

63 Esta historia está basada en el libro Las muñecas de los narcos de Andrés López López, quien afirma que, además de que todas las historias recopiladas en el manuscrito son reales, ninguna de ella se refiere a una chica prepago.

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sin escrúpulos que buscan riqueza, protección y poder, convirtiéndose en amantes de un narcotraficante o traqueto, como los llaman coloquialmente en Colombia”.

El primer caso que nos ocupa es Olivia, quien pertenece a la clase media, lo que nos muestra que no es regla general que las mujeres que se involucran con narcos sean extremadamente pobres. Esta chica tiene una casa modesta pero agradable, no le hace falta de nada. Sus padres son trabajadores y le dan un nivel de vida aceptable, muy por encima de las mujeres de los casos antes mencionados (de Sin tetas no hay paraíso). El motivo central que mueve a este personaje a buscarse un novio delincuente es pura y llanamente la ambición de vivir en el lujo la y la opulencia sin que esto suponga un esfuerzo de trabajo o estudio.

Estos personajes utilizan todo lo que tienen a mano para conseguir su propósito, pero, sobre todo, se valen de su aspecto. No cualquier mujer que se fije este objetivo lo puede lograr; las que nos ocupan cuentan con físicos espectaculares con respecto a lo que estos rufianes demandan: voluptuosidad, rasgos armoniosos y excesivo cuidado en el arreglo personal. Ellos son hombres con un gran poder adquisitivo, que pueden conseguir, a su parecer, a la mujer más bella, porque consideran que todas tienen un precio. Y están dispuestos a pagar lo que sea para obtenerlo.

El último caso, el de Pamela, también de la serie Las muñecas de la mafia (2009), es muy distinto a los antes mencionados puesto que ella se introdujo al narco porque se relacionó con un traqueto sin interés de por medio. Esta chica es la única que ha nacido en la clase alta. Nunca tuvo problemas económicos. Su padre, piloto del narcotráfico, le cumplía todos sus caprichos materiales hasta que fue preso en Estados Unidos. Esta joven empieza a relacionarse con narcos por interés por un motivo de supervivencia. Ella y su madre tuvieron que deshacerse de su patrimonio para poder pagarse los servicios mínimos: comida, agua, luz, aunque hacia la mitad de la ficción se vuelve ambiciosa y deja de tener escrúpulos para conseguir sus fines monetarios.

Casi todas estas mujeres en algún momento pensaron que la prioridad más importante en sus vidas era el poder económico, y no se dieron cuenta de que, al involucrarse con gente metida en negocios ilegales, tendrían que pagar las graves consecuencias que esto implica. A ninguna de ellas se les resolvió la vida con las arriesgadas acciones que decidieron llevar a cabo, sino al contrario. No hay un solo caso

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en las ficciones analizadas en el que las protagonistas se conviertan en la millonaria que anhelaban ser.