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La importancia de generar hipótesis alternativas

CAPÍTULO 3 127

2. ANTROPOMORFISMO EN LA CIENCIA COGNITIVA

2.4. La importancia de generar hipótesis alternativas

El apoyo de las explicaciones antropomórficas del comportamiento animal se basa en ocasiones en una compresión limitada de las alternativas disponibles desde disciplinas como la psicología o la etología (Shettleworth, 2010b). Tal como se ha sugerido en apartados anteriores, es importante tener presente que la similitud funcional entre el comportamiento de dos especies no es necesariamente una evidencia decisiva de un proceso subyacente común (Shettleworth, 2010a). Aun así, parece que la tendencia actual consiste en apoyar las interpretaciones antropomórficas en lugar de enfrentarlas experimentalmente a alternativas bien definidas (Shettleworth, 2010b). Esto se debe, entre otros

137 motivos, a que esta perspectiva puede conllevar el empleo de métodos más exigentes que produzcan menos resultados positivos, lo cual no parece a priori un gran incentivo (Heyes, 2015). En cualquier caso, resulta sorprendente que el enfoque empírico basado en métodos experimentales que contrastan varias explicaciones alternativas – tan generalizado en la investigación científica – se adopte raramente en este campo (Heyes, 2008). Teóricos del aprendizaje como Heyes sostienen que la falta de consenso con relación a si un animal puede atribuir estados mentales se debe a problemas teóricos y a una reducción de los estándares metodológicos (Heyes, 2015). En relación con esto, la investigadora señala la necesidad de generar un conjunto claro de hipótesis alternativas a la lectura mental y el retorno al uso de métodos empíricos exigentes. De forma más concreta, Shettleworth reivindica que para la elaboración de hipótesis alternativas se requieren definiciones funcionales claras y un conocimiento general del aprendizaje y del comportamiento animal. Esto incluye conocer las predisposiciones típicas de la especie, la historia pasada, las claves presentes y otras variables contextuales (Shettleworth, 2010a, 2010b). Además, el estudio del aprendizaje asociativo juega un papel importante en la comprensión de la cognición animal (Dickinson, 2012). Pero más allá de la teoría contemporánea del aprendizaje asociativo (Dickinson, 1980) – en la que nos centraremos por ser de especial relevancia –, otras áreas de la psicología y de la ciencia cognitiva relacionadas con la percepción, la atención, la memoria y el aprendizaje, ofrecen también alternativas a las hipótesis de lectura mental (Heyes, 2015). Aunque se aleja del propósito de este capítulo revisar cada uno de estos aspectos, conviene recordar que el objetivo de la investigación debería ser el de comprender los mecanismos cognitivos que subyacen al comportamiento animal, no reducirlo a tratar de discriminar únicamente los procesos asociativos de los no asociativos (Papineau and Heyes, 2006).

A pesar de que la investigación sobre el aprendizaje asociativo representa una fuente potencial de hipótesis alternativas, plantearlo no supone una perspectiva atractiva para la mayoría de los investigadores. Básicamente porque se trata de una temática altamente técnica, complicada de utilizar y que puede implicar un mayor trabajo empírico (Heyes, 2012). Así pues, paradójicamente en este caso la explicación más simple es precisamente la antropomórfica, pues es la que resulta más sencilla de imaginar o de entender para nosotros (Heyes, 1998). Al mismo tiempo, este tipo de explicaciones no llaman tanto la atención – pues se basan en principios que ya están bien establecidos – ni facilitan el interés por las revistas de alto impacto (Heyes, 2015; Dawkins, 2017). Sin embargo, hay tener presente que el aprendizaje asociativo es ubicuo, se encuentra en múltiples contextos funcionales – desde la evitación de depredadores, al forrajeo, la navegación y determinados aspectos del comportamiento territorial y sexual, entre otros (Heyes, 2012) – y puede explicar gran parte de los fenómenos de aprendizaje observados en una gama amplísima de especies, incluidos los humanos

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(Macphail, 1982; Papini, 2008). Además, como señala Heyes, todo lo relacionado con el aprendizaje asociativo es justamente un buen ejemplo de investigación psicológica rigurosa cuyas construcciones teóricas se han ido perfeccionando con el tiempo a través de una extensa investigación experimental sólida, evitando la llamada psicología popular o psicología del sentido común (Heyes, 2015).

Por otra parte, debe aclararse que tampoco hay que acogerse al simplismo de sugerir que la única alternativa a la teoría de la mente son las explicaciones asociativas. Es decir, no estamos hablando de meros seres autómatas que responden a estímulos. De hecho, precisamente la complejidad del comportamiento de los animales es la que puede llevar con cierta facilidad a utilizar términos propios de la conducta humana y hacer atribuciones que realmente no estarían justificadas (Wynne, 2004).

De igual modo, tampoco conviene instalarse en la posición contraria y descartar sistemáticamente las explicaciones asociativas por razones históricas, ya que en ocasiones el aprendizaje asociativo parece estar envuelto de un halo peyorativo. Se hace necesario señalar que este tipo de aprendizaje no está representado simplemente por los principios conductitas (Heyes, 2012).

En definitiva, la cognición animal es un campo complejo que arrastra varios problemas desde hace tiempo. Por un lado, la demanda generalmente no cometida de tener un criterio comportamental inequívoco cuando se analiza un proceso cognitivo esencialmente humano en otra especie. Y, por otro lado, los estándares metodológicos disminuidos, la sobreinterpretación de los resultados y las deficiencias de las anécdotas y los estudios de un solo sujeto, entre otras cuestiones (Shettleworth, 2010a; Heyes, 2015). En investigación humana los criterios empleados para discriminar los procesamientos conscientes de los no conscientes son cada vez más estrictos, sin embargo, en la investigación animal es muy complicado obtener esta evidencia (Brown et al., 2019). En cualquier caso, a pesar de los desafíos que enfrenta la investigación científica sobre la consciencia, hoy día es un área de la ciencia próspera (LeDoux, 2017) y son muchos los investigadores que están haciendo esfuerzos importantes para robustecer su legitimidad (Michel et al., 2019).

Por último, conviene señalar que el debate actual en ningún caso debe caer en lo que denominan la antroponegación, negando las similitudes que obviamente existen entre el ser humano y los demás animales, ni mucho menos caminar en contra del bienestar de estos. El problema es que actualmente el acento está puesto en enfatizar el aspecto humano en los animales. Hemos estado mirando el cerebro desde un punto de vista totalmente centrado en nosotros, aun siendo claramente diferentes.

Pero como lo son el resto de las especies. En palabras del propio LeDoux “debemos protegernos tanto de las tendencias antropocéntricas como de las antropomórficas, pues a veces atribuimos demasiado a otros animales y en otras ocasiones a nosotros mismos” (LeDoux, 2019).

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